Cada vez más trabajadores y trabajadoras comienzan a reconocer lo favorables que son para los empresarios las leyes laborales. Por esto es que en los últimos años hemos sido testigos del crecimiento de organizaciones y acciones sindicales cada vez más alejadas de lo que espera la institucionalidad, con huelgas ilegales, cortes de caminos, bloqueos de […]
Cada vez más trabajadores y trabajadoras comienzan a reconocer lo favorables que son para los empresarios las leyes laborales. Por esto es que en los últimos años hemos sido testigos del crecimiento de organizaciones y acciones sindicales cada vez más alejadas de lo que espera la institucionalidad, con huelgas ilegales, cortes de caminos, bloqueos de acceso al lugar de trabajo, entre otras formas de arrancar por la fuerza lo que la ley niega.
En ese marco es que debe entenderse la actual reforma laboral. Lo que partió como una promesa de «nivelar la cancha» -pero que desde un comienzo contuvo elementos que constituían un retroceso en materias de derecho sindical-, terminó convirtiéndose en el Congreso en un engendro inaceptable que busca encauzar y domesticar la emergencia de nuevas fuerzas que, desde los lugares y espacios de trabajo, han venido a dar un aire fresco al lamentable estado del movimiento sindical.
Nada de esto puede ser considerado una sorpresa, a menos que se hubiera tenido la extraña esperanza de que el Gobierno y el Parlamento legislaran en favor de quienes luchan día a día por cambios estructurales en favor de nuestro pueblo. En cambio, lo que sí amerita una reflexión más profunda es el papel que ha jugado la CUT en esta coyuntura, cuyas dirigencias la han subordinado a los intereses del bloque en el poder, transformándola en una plataforma sindical de apoyo a las pseudo-reformas del gobierno, hipotecando una vez más la lucha y la independencia política de las organizaciones de trabajadores. Las consecuencias de este modo de actuar están a la vista.
Resulta evidente que esta situación es posible debido a una estructura orgánica poco democrática y carente de transparencia, en la que los partidos de la Nueva Mayoría se las han arreglado para mantener el control de la Central por medio de mecanismos inconfesables. De este modo, ha promovido la pasividad en lugar de la lucha, y el diálogo en condiciones en las que se tiene todas las de perder, por lo que nos enfrentamos a un escenario en el que el tardío llamado a paro del 22 de Marzo no tiene nada que ofrecer a la clase trabajadora, salvo intentar hacernos parte del intento desesperado del Partido Comunista por salvar su tesis de que es posible tener un pie en el gobierno y otro en el movimiento social.
Por estas razones, queremos hacer un llamado a avanzar en la construcción de un nuevo tipo de sindicalismo, clasista y de pelea, que represente con coherencia los intereses de nuestra clase, que promueva el feminismo en el seno de las luchas de las y los trabajadores, que tenga una profunda vocación política y convicción democrática, así como también, ser un actor central en superar los efectos devastadores del capitalismo sobre el medio ambiente.
Sabemos que existen empeños por asumir este desafío en muchas dirigencias sindicales honestas tanto dentro como fuera de la CUT, y debemos ser capaces de traducir esto en la necesaria unidad que requiere la clase trabajadora, la misma que se ve dividida justamente por dirigencias irresponsables que anteponen intereses ajenos a los de sus representados. Solo la unidad en torno a una corriente crítica y transformadora permitirá que, más temprano que tarde, podamos emprender la lucha por demandas como la negociación por rama de la economía o circuito productivo, por el derecho a huelga sin restricciones, por el fin de la subcontratación y la libertad de despido, por el fin de las AFPs, y en suma, por una nueva sociedad.
COMUNIDADES MILITANTES
FRENTE DE ACCIÓN SOCIALISTA
MOVIMIENTO POPULAR GUACHUNEIT
SOLIDARIDAD – FEDERACIÓN COMUNISTA LIBERTARIA
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