Ya es un lugar común en la Historia Contemporánea de España referirse a las gentes que, en los albores de la década de los 30, se acostó monárquica y se levantó al día siguiente republicana. Este cambio súbito se puede apreciar también en el arte. El pintor José Mongrell (1870-1937) pintó un retrato al óleo […]
Ya es un lugar común en la Historia Contemporánea de España referirse a las gentes que, en los albores de la década de los 30, se acostó monárquica y se levantó al día siguiente republicana. Este cambio súbito se puede apreciar también en el arte. El pintor José Mongrell (1870-1937) pintó un retrato al óleo de Alfonso XIII en 1929, en el que figuraba el monarca con el mantel distintivo de las cuatro Órdenes implantadas en el Reino de España: Calatrava, Montesa, Alcántara y Santiago. Otro óleo sobre tela, «República», de 1931, muestra al bando contrario: una joven con indumentaria a la moda de la época, y que porta la bandera «tricolor». El autor es Teodoro Andreu (1870-1935), quien firmó así una de sus últimas obras, en la que se aprecian los rasgos pictóricos del «luminismo» valenciano. Durante una parte de la dictadura, la hija del pintor, Elisa Andreu, tuvo que esconder el cuadro en el fondo de un armario, remachado con clavos y del revés.
El contraste ideológico puede observarse en la exposición titulada «La modernidad republicana en Valencia. Innovaciones y pervivencias en el arte figurativo (1928-1942)», organizada por la Diputación de Valencia. La muestra de carteles, pinturas y esculturas del periodo de la II República, la Guerra Civil y los inicios de la dictadura franquista pueden visitarse en el Museu Valencià de la Il.lustració i la Modernitat (MUVIM) de València hasta el 22 de mayo.
Los carteles y pinturas dispuestos a lo largo de dos naves hacen posible una aproximación a la propaganda de la época y a las cosmovisiones en disputa. En la parte inicial del recorrido figuran dos diseños de la formación derechista «Acción Popular», de 1933. En el primero aparece el perfil de la península ibérica atravesado por una flecha roja, que conecta Moscú con México. Tres puñales sanguinolentos anuncian la leyenda que resume la ideología de las derechas: «Separatismo, marxismo, masonería; dos años de izquierdismo: política anti-nación». Los autores tampoco se andan con embozos a la hora de pedir el sufragio: «Votad a las derechas, votad contra el marxismo». El cartel contiguo mantiene idéntico tono, advierte que marxistas, masones, separatistas y judíos quieren aniquilar España.
En el bloque que la muestra dedica al Segundo Bienio republicano y el gobierno del Frente Popular cambia radicalmente la imagen y el discurso. Se incluyen fotomontajes del artista valenciano Josep Renau (1907-1982), de la serie «Los diez mandamientos». La representación que el fotomontador comunista hace del octavo mandamiento, «No Mentirás», aparece en número 133 de la publicación «Estudios. Revista Ecléctica» (septiembre de 1934). Debajo de la gran advocación («no mentirás») aparecen cuatro civiles muertos junto a un charco de sangre y muy cerca de algunas bayonetas. En la parte superior, un aluvión de gente huye al exilio. En estos montajes de Renau se constata una complejidad mucho mayor que en composiciones anteriores. Los colores resaltan determinados conceptos, ocurre con el amarillo respecto al dinero y el rojo en relación con la sangre. A un costado de estas imágenes, el «Bloque Patronal» expone en un cartel de 1934 sus argumentos de fuerza: «Patrono: la Economía y España se hunden, sálvalas tú».
Los historiadores insisten en que es la época en que irrumpe con fuerza la política de masas y los carteles de propaganda no se andan con miramientos. No hay sutilezas en la cartelería a la hora de apelar a la movilización. Un panel explicativo con textos de Miquel Nadal aporta claves para entender la batalla política y simbólica que se libraba. El 26 de mayo de 1935 se celebra un mitin en el campo de fútbol de Mestalla organizado por las izquierdas, en el que participaron cerca de 60.000 personas. La respuesta del adversario llegó el 30 de junio. La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), con el apoyo de la Derecha Regional Valenciana (DRV), realizó ese día dos concentraciones simultáneas, en el estadio del Valencia Club de Fútbol y en Medina del Campo.
El contenido de las vitrinas refuerza las pinturas, esculturas y carteles. El visitante pude observar en el interior de las urnas ejemplares de la revista «Estudios», con fotomontajes de Josep Renau, Manuel Monleón y Rafael García Escribá; Un número suelto de la impagable publicación satírica y popular «La Traca», de julio de 1931, cuya portada da cuenta de su anticlericalismo militante, o de la revista «La Semana Gráfica». También se incluye en las vitrinas la fotografía de una concentración popular en la puerta del periódico republicano «El Pueblo»; la copa de plata de la «España Libre», de la temporada 1936-1937, título que conquistó el Levante Fútbol Club; libros de actas de la Diputación de Valencia, ediciones de la época de «The New York Times», portadas de «La Vanguardia» (enero de 1937) con referencias al abastecimiento en el frente, libros del anarquista Eliseo Reclus («Evolución y Revolución» y «Mis exploraciones en América») y de Federica Montseny («La Comunne de París y la revolución española»). Incluso una colección de monedas de una peseta acuñadas en 1937 en nombre del Gobierno de la República. Una vista con tiempo y atención al detalle permite descubrir la edición del 21 de agosto de 1937 de «Pasionaria. Revista de las mujeres antifascistas de Valencia», que se vendía por 20 céntimos. La portada es de José Luis Bardasano, y representa la pasión de cristo ambientada en la guerra civil española.
Todas las representaciones se adaptan al contexto bélico. El mismo motivo piadoso -pero en un sentido netamente laico- aparece en el óleo de Alfred Claros, «La Piedad». El joven miliciano muerto tiene como gran referencia a la célebre «Pietà» de Miguel Ángel, aunque también sigue el rastro de «La muerte de Marat», obra realizada en 1793 por Jacques-Louis David. La madre del miliciano, ataviada de negro y llena de desesperación, recuerda «El entierro de cristo» de Caravaggio. El ideal, el mito del proletario desplegando su fuerza de trabajo encarna en una escultura de bronce de Rafael Pérez Contel, «El martillo neumático», de 1936. En todas estas obras el arte se funde con la exaltación y la propaganda, que se utilizan también en la Economía. Dada la importancia de los cítricos, la Central de Exportación de Agrios impulsó carteles como uno de Lluis Dubon, en el que puede verse a un labrador ofreciéndole a una diosa un ramo de naranjas. La leyenda adjunta señala la importancia de este producto para las exportaciones: «La ley castiga con la pena de muerte al saboteador de la economía nacional; cometen sabotage (sic) los que impiden que la mejor naranja se convierta en dinero». Otro aviso diseñado por «Pepe» (José Soriano Izquierdo) es más explícito si cabe: «Campesino! Entregando tus naranjas al CLUEA (Consejo Levantino Unificado de la Exportación Agrícola) aplastas al fascismo». Y, en efecto, se muestra una caja de naranjas machacando a la hidra nazional-socialista.
Un texto de la Jefatura de Sanidad del Ejército (Sección de Proyectos, Propaganda y Prensa) recogido en un panel pide cautela: «Soldado: (…) recuerda que te amenaza un serio peligro: la PROSTITUCIÓN, que puede hacerte caer enfermo en estos momentos decisivos, en los que la libertad del pueblo y la derrota total del fascismo está en tus manos». La cartelería de guerra abundaba en esta idea, así, un diseño gráfico que se atribuye a Darío Carmona de la Puente: «Evita las enfermedades venéreas…tan peligrosas como las balas enemigas». Y otro del Socorro Rojo Internacional: «Las culpas de los padres las pagan sus inocentes hijos ¡Todos a una contra el venéreo!» Al margen del discurso profiláctico, la II República tuvo especial interés en proyectar la idea de prosperidad, así ocurrió con motivo de la Exposición Nacional de Obras Públicas celebrada el 14 de abril de 1937 en Valencia. Diseños como los de Alfonso Contreras y José Briones se hacen eco de esta aspiración.
Buena parte de los carteles del bando republicano durante la guerra civil se realizaron en talleres litográficos ubicados en Valencia, en algunos casos por diseñadores de fuera de la ciudad. Algunas de estas representaciones se convirtieron en ejemplos señeros de la propaganda política. Los dibujos y las consignas se pergeñaban con un fin inmediato. En diferentes lugares de Valencia, en un tiempo capital provisional de la República, un cartel del Comité Ejecutivo Popular (Delegación de Prensa y Propaganda) instaba a los ciudadanos a compartir casa y comida con las personas evacuadas. El cartel fue obra del taller de cartelistas de artes gráficas de la CNT. Lo que se pedía, en definitiva, a obreros del campo y de la ciudad era un permanente estado de tensión para ganar la guerra.
En este campo de fusión entre arte y propaganda de guerra, el militante comunista Josep Renau tenía pocos rivales. La muestra del MUVIM acoge alguno de sus carteles más conocidos, como el del campesino, musculoso y bronceado, que empuña un fusil en defensa de la reforma agraria. Una serpiente enroscada en el arma de guerra representa al «propietario faccioso». El catálogo de la exposición incluye este cartel en el «tríptico rojo», junto a otro del anarquista Artur Ballester que simboliza el valencianismo de izquierdas. Al lado de la imagen de una fallera puede leerse: «Cultura és llibertat/Feixisme és esclavitud/El País Valencià a l’avantguarda d’Ibèria». Completa la tríada el diseño del anarcosindicalista Manuel Monleón, en el que bajo las siglas de la CNT puede visualizarse a un trabajador golpeando con un martillo enorme a la serpiente del fascismo.
Otros carteles del periodo 1937-1939 ofrecen un contrapunto radical. Tres soldados y la simbología de la Falange inscrita en el mapa de la península acompañan a una apelación a «la unidad de las tierras de España». El cartel es de Teodoro Delgado. Otros dos, de Juan Cabanas, exhiben motivos parecidos: fusiles, soldados desfilando, yugos, flechas e invocaciones al «amanecer en la alegría de nuestras entrañas». Después de la «Cruzada» llegó la dictadura franquista y la «nueva España». De 1939 es el retrato del dictador de perfil titulado «El caudillo»; también puede visitarse el cartel de un obrero del metal y un campesino dándose la mano sobre la advocación «¡¡Franco!!», que posiblemente data de 1939. El cartel de la XX Feria Muestrario Internacional de Valencia (mayo de 1942), de José Calandín, evidencia la influencia de los fascismos y de las vanguardias del momento. Es la propaganda que anticipa cuarenta años de oscuridad y terror. Pero el catálogo de la muestra no termina de este modo, sino con una evocación a Artur Ballester, quien en los años 20 revolucionó el diseño gráfico español, ilustró muchos libros del líder republicano Blasco Ibáñez y durante la guerra realizó trabajo de cartelería para la CNT y los partidos de izquierda. Recuerda el periodista Jaime Millás que murió a los 89 años, pobre y enterrado en soledad.
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