Hoy, al sur de nuestra culebra marítima, distintas comunidades se levantan exigiendo dignidad, tienen la fuerza de la lluvia que riega y suaviza el archipiélago, y el canto del viento surweste que levanta marejadas y susurra el canto de La Pincoya. Esta dignidad, en su más amplio sentido, brota en cada barricada, en cada canto […]
Hoy, al sur de nuestra culebra marítima, distintas comunidades se levantan exigiendo dignidad, tienen la fuerza de la lluvia que riega y suaviza el archipiélago, y el canto del viento surweste que levanta marejadas y susurra el canto de La Pincoya. Esta dignidad, en su más amplio sentido, brota en cada barricada, en cada canto y olla común que se puede ver como una gran minga por un Chiloé que «está privao».
Pero, suponer que las causas de este levantamiento de dignidad chilota es solo producto de la extensa marea roja que se ha desarrollado o por el vertimiento de miles de toneladas de salmones muertos en el Océano Pacífico, es también negar la historia reciente de un Chiloé que ha sido saqueado sistemáticamente, al igual como todo el resto del país, transformándose en un laboratorio más del modelo de desarrollo productivo, en donde las ganancias y utilidades van para las empresas y el «chorreo» es lo que esperan los miles de trabajadores de sus industrias. Este modelo de crecimiento, que consiste en arrancar árboles, chupar peces y estrujar piedras, no es más que una de las tantas facetas que ha encontrado el capitalismo al estilo chileno, que no posee el espíritu de weber, que no es el benefactor de Keynes, es un capitalismo extractor, mono productor y rentista, el capitalismo más devastador y sucio del mundo.
Es sabido que Chiloé durante décadas se caracterizó por la predominancia de una economía doméstica tradicional mixta de autoconsumo, tanto por su alta ruralidad; por el flujo migratorio de su población en busca de trabajo hacia la zona sur-patagónica de Chile y Argentina; y por la existencia de pequeños pueblos y caseríos conectados entre sí por rutas marítimas. Sin embargo, durante los últimos treinta años Chiloé se enfrenta a un panorama diferente donde se atestiguan nuevos e importantes cambios en la estructura socio-económica del Archipiélago y que vienen a prolongar el continuum de transformaciones (descomposición/preservación) en el sistema económico de las unidades domésticas de la isla. Estos últimos cambios han estado determinados principalmente por la inserción de un modo de producción capitalista de corte neoliberal, lo que se traduce en la llegada de la industria acuícola al territorio insular. En relación a esto, se debe contemplar que las dinámicas de desarrollo económico modernizador en Chiloé han respondido, al igual que en muchas partes del mundo, a un proceso de industrialización acelerado que se vale de medios y modos de producción específicos para su consolidación. La industrialización, en este sentido, no es más que un modo técnico de producción que requiere de mucho capital concentrado, es decir, de mucho empleo de trabajo para producir mercancías; requiere para su desarrollo de la interacción de dos instituciones: la propiedad privada y el nacionalismo, ya que la primera sólo existe donde el Estado es lo bastante fuerte como para conseguir respeto a las leyes (Russell, 1962) .
¿Es libre nuestro libre mercado?
Es realmente libre un mercado que jamás presentó ninguna de las características que presuponen sus teorías, es decir: actores informados, en un mercado libre y competitivo, además de un sistema de precios que equilibre oferta y demanda. En Chile, la instalación del modelo, que tiene hoy a Chiloé en el estado en el que está, necesitó del shock y la crisis, necesitó desorientación y torturas, necesitó, en definitiva, de aniquilar a la oposición política. Más que un mercado libre, acá se impuso un «capitalismo entre amigos», o lo que Naomi Klein describía como «Corporativismo», es decir, la fusión entre el Estado y una elite económica. La crisis en el sur encuentra su génesis en la instalación de ese modelo. La industria salmonera, aunque tiene antecedentes de aparición en el país cuando se inicia el siglo XX, se instala fuertemente en Chiloé durante el tiempo de la dictadura militar y producto de la internacionalización de la economía nacional hacia los mercados globales. Esto no solo sucedió aquí, sino que fue un proceso a nivel nacional que afectó a diversas industrias (forestal, vitivinícola, pesquero, etc.). En la década de 1980 la irrupción de la industria acuícola era evidente, aumentando el número de empresas y centros de cultivo, creándose la Asociación de Productores de Salmón y Trucha de Chile e iniciándose exportaciones a Estados Unidos donde el país llega a alcanzar el segundo puesto a nivel mundial, después de Noruega (Rámirez, et al., 2009) . En Chiloé se instalan las balsas para la crianza en cautiverio del salmón en los canales, costas y mar interior de prácticamente todo el archipiélago. La alimentación de estos peces en su proceso de crecimiento y el excremento que éstos mismos producen han generado un daño ambiental al ecosistema marino que se traduce en la desaparición y/o disminución de otras especies, afectando con esto a las poblaciones humanas que se han dedicado a la extracción artesanal para el auto-consumo y la comercialización de ellas por centenas de años. Pero, tan o más importante en cuanto a transformaciones socio-económicas y culturales, con la industria salmonera se crean nuevos mercados laborales que modifican las condiciones de trabajo de los integrantes de las unidades domésticas. Muchos de ellos migraron hacia este nuevo rubro, abandonando y subordinando la práctica de ciertas actividades económicas a este nuevo sistema. Sin embargo, la instalación de la industria muestra también sus propias debilidades e inestabilidades. En el año 2008 aparece el virus ISA, por lo cual se cierran plantas de crianza y procesamiento del salmón, y crea una nueva condición para los trabajadores provenientes del sector rural: la cesantía. Este panorama viene a formar parte de las interrogantes y problemáticas sobre cómo las transformaciones socio-productivas derivadas por la inserción de la industria salmonera y su posterior crisis, por causa del virus ISA, han impactado fuertemente en los núcleos domésticos de la isla y, en particular, en la forma de articulación de sus relaciones sociales de producción en torno al trabajo. De lo anterior se puede pensar incluso que esto puede traer consigo también nuevas formas de concebir el tiempo y el espacio social por parte de estos actores locales.
Ya Marx decía que ningún modo de producción le trasciende el siguiente sin que se haya agotado. O sea, el capitalismo caería cuando ya se hubiese ramificado en todos los ámbitos de la vida humana. Rosa Luxemburgo decía que, mientras el capitalismo siguiera siendo abierto y existieran países subdesarrollados, no se cumpliría predicción de Marx. Y tenía razón. Acá, en Chile, el capitalismo encuentra nuevas facetas, se mueve, como un cáncer, en todos los ámbitos de la vida humana, todos los síntomas de este país provienen de la misma enfermedad que, mientras destruye la naturaleza, seduce con nuevos televisores para enterarnos, desde Santiago, de la catástrofe. Acá no hay billetera fácil, pero si condiciones ideales para devastar comunidades, crear monopolios y envenenar la tierra, el aire y el agua que cae y cae sobre las comunidades chilotas en rebeldía. En Chile si se cumple la predicción de Galeano: como Dios, el capitalismo tiene la mejor opinión sobre sí mismo, y no duda de su propia eternidad.
GIPART (Grupo de Investigación de la Pesca Artesanal: http://gipart.wordpress.com
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