El llamado proceso de «convergencia autonomista», que involucró a integrantes de Izquierda Autónoma (IA) y de la ex Surda, culminó con la consolidación de dos grupos diferentes luego de un ácido debate interno. Los exponentes más destacados de cada corriente son el diputado magallánico Gabriel Boric Font, y el presidente de la fundación Nodo XXI […]
El llamado proceso de «convergencia autonomista», que involucró a integrantes de Izquierda Autónoma (IA) y de la ex Surda, culminó con la consolidación de dos grupos diferentes luego de un ácido debate interno. Los exponentes más destacados de cada corriente son el diputado magallánico Gabriel Boric Font, y el presidente de la fundación Nodo XXI y director del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile, Carlos Ruiz Encina.
Los motivos del quiebre no son fáciles de desentrañar. Según lo declarado por cada fracción, la tendencia que lidera Boric postula acentuar la apertura de IA hacia la comunidad, enfatizando su presencia territorial y electoral. El otro sector cree que el eje de su actividad debe estar en los movimientos sociales, en particular en el movimiento estudiantil.
La entrevista de PF a Carlos Ruiz se efectuó antes de la ruptura de la IA, pero permite conocer las ideas fundamentales que mueven a ambos sectores. El académico y sociólogo afirma que el modelo neoliberal está siendo cuestionado por la sociedad, a la inversa de lo que sucede en otros países en los que se profundizan políticas neoliberales. Dice que esta particularidad despierta interés de investigadores en ciencias sociales de todo el planeta. Se dan cuenta que nuestro país vive conflictos sociales propios de un neoliberalismo avanzado, ante el cual está reaccionando una sociedad donde hay todavía un movimiento obrero y una clase media tradicional.
¿Qué pasa con la política en Chile?
«Se tiende a culpar a la corrupción del divorcio entre política y sociedad, en circunstancias que este fenómeno se origina en la existencia de una elite política ensimismada, que es uno de los productos de una transformación capitalista gigantesca, y de una institucionalidad incapaz de procesar una serie de demandas sociales emergentes en educación, salud, descentralización o medioambiente. Estas demandas han madurado y aún sin estructurarse, han comenzado a chocar con esa casta política sorda.
La Concertación (Ruiz se niega a llamarla Nueva Mayoría) generó la utopía de hacer una política sin ciudadanía. Encerrada en sí misma, esta elite quedó a expensas de la colonización empresarial y de la corrupción; porque la mal llamada gobernabilidad democrática apeló a crear sujetos sociales incapaces de dialogar y por cierto de influir en la construcción de un proyecto colectivo. Si la política no se comprometió con la promoción de intereses sociales, es natural que esos conflictos estallen fuera del sistema, cuando la sociedad comienza a desembarazarse del temor a una eventual regresión autoritaria y vuelve a interesarse en la política. Pero los actores sociales deben intervenir también en los espacios institucionales e instalar sus aspiraciones en la agenda pública para constituirse en fuerza política.
Uno de los movimientos que más ha avanzado en este sentido ha sido el educacional y por eso es importante que se proyecte hacia la discusión de las reformas y no se quede esperando una oferta del gobierno que nunca llegará. El simple criticismo no sirve, hay que intervenir en la construcción de las reformas; porque el fracaso no solo será de Bachelet, sino también de todas las fuerzas que han buscado introducir transformaciones en el modelo.
La lucha por el derecho a la educación moviliza a la sociedad, porque representa un problema más profundo, referido a la refundación capitalista ocurrida en las últimas décadas, que se expresa en este caso en la manera como se entregan servicios públicos como la educación».
PRIVATIZACIONES EN DEMOCRACIA
¿Por qué afirma que Chile es un laboratorio neoliberal?
«En Chile hubo dos ciclos de privatizaciones, y el segundo es inédito en otras experiencias capitalistas. Primero fueron empresas aéreas, eléctricas o telefónicas; pero el capitalismo avanzado chilenos generó después en democracia una segunda ola privatizadora, basada en la mercantilización de servicios provistos tradicionalmente por el Estado, para convertirlos en nichos de expansión capitalista. En salud: el Plan Auge permitió el traspaso de enormes desembolsos del presupuesto estatal para salud a clínicas privadas, y el Crédito con Aval del Estado (CAE) se inventó para dinamizar a la banca privada a través del negocio educacional.
La tasa de formación de capitales en Chile en los años 90 fue la más alta de todo el siglo XX y se materializó en los fondos previsionales de los trabajadores asalariados a través de las AFP. La paradoja es que en ese mismo periodo se triplicó el gasto social en salud y educación, pero la desigualdad no cesó de aumentar. Ese crecimiento del gasto social claramente no se empleó en mejorar los servicios, sino para enriquecer a diversos grupos económicos privados.
Lo más absurdo es que todo esto se hizo en nombre de la libertad y del individuo; cuando en realidad estamos en presencia de nichos de acumulación de capital regulados, que operan en favor de una burguesía que tiene conciencia total de sus intereses como clase en la apropiación de nuestra vida privada cotidiana. No sé qué más nos pueden mercantilizar. Solo les queda el sol o la risa».
¿Qué pasa con nuestra estructura social?
«Tuvimos la dictadura más refundacional de América Latina: combinó autoritarismo y neoliberalismo, y ahora estamos en un momento de transformación profunda de la fuerza laboral. Luego de 40 años, esa situación terminó modificando toda la estructura social. Los sectores medios de hoy no son como las antiguas clases medias desarrollistas, ni los trabajadores actuales como la vieja clase obrera. La economía de servicios ha creado un tipo de trabajador con una tasa de rotación laboral muy distinta, que vive la explotación en condiciones más precarias que sus predecesores, constituyéndose potencialmente en fuerza social nueva, que se enfrenta a una realidad capitalista distinta.
Se han instalado también nuevos mecanismos de discriminación social. Hace 50 años, ser profesional garantizaba de manera casi automática el ingreso a una clase acomodada. Hoy tenemos 150 mil jóvenes estudiando en educación superior, dentro de una población de 18 millones de personas; pero esos profesionales no constituyen un grupo homogéneo, porque las diversas universidades están segmentadas para distintos mercados y esos profesionales terminarán viviendo realidades laborales y de ingresos muy diferentes.
Los términos de los nuevos conflictos clasistas en el país van a ser inéditos y el desafío de la Izquierda es interpretar correctamente lo que está sucediendo y no seguir pegada a la recuperación de las viejas capas medias u obreras. La alta concentración del ingreso y la privatización de la vida cotidiana representan una gran potencialidad política, porque sus efectos sobre la población están generalizados. Las cosas han llegado a un punto extremo y el desafío es convertir la actual realidad en una nueva fuente de politicidad.
Parece que el capitalismo en Chile está llegando a la plenitud de su desarrollo para desarmar la condición humana y nos coloca en el dilema de optar entre humanidad o barbarie. El secuestro de la soberanía de nuestras propias vidas puede ser el sustrato de un nuevo humanismo revolucionario para revertir esta privatización extrema de la vida cotidiana.
A la burguesía en Chile no le basta solo con la tasa de exacción de plusvalía en el espacio laboral, después sigue explotando fuera del trabajo, cuando empresarios usan por ejemplo los fondos de pensiones para incrementar su tasa de acumulación. El capital está omnipresente, pero también el trabajo se hace ubicuo en la propia existencia. Se termina trabajando hasta los fines de semana. En un asado familiar se está contestando el teléfono y no se sabe siquiera dónde se labora en términos espaciales, porque el horario está diluido. Esta universalización del capitalismo es lo que crea la posibilidad de una polaridad política nueva, que obliga a reactualizar la utopía anticapitalista».
TENSIONAR LA INSTITUCIONALIDAD
¿Cómo vive la sociedad esta nueva situación?
«Tomás Moulian aludía en los 90 a la necesidad que tenía el capital de una cierta tasa de endeudamiento de la sociedad para un despegue capitalista, pero a ese endeudamiento de la población se ha agregado ahora el desembolso estatal directo para acelerar la tasa de acumulación.
Los medios de comunicación publicitan un régimen de responsabilidad individual, que es la contracara de la supresión de los derechos universales. Se nos dice: si te va mal es porque elegiste fracasar. Es el divorcio entre el individuo, el mercado, la política y el Estado, y todo está hecho bajo el pretexto de premiar a los mejores.
Nuestro desafío es crear una nueva subjetividad política y convertirla en acción. Cuando se reactiva la movilización social, no está acompañada todavía de una disposición a asociarse. Por eso es positivo lo que hace hoy Revolución Democrática al apelar en la calle al compromiso de la gente para crear una nueva organización política. Es un gran logro que resulta estimulante para todos los que queremos cambiar el actual orden político.
Las fuerzas sociales tienen que empezar a tomarse los espacios de resolución y tensionar a la institucionalidad. Tenemos que estar dispuestos a forzar las cosas donde se pueda y en el resto a entender cuáles son los límites históricos de este ciclo de construcción de fuerza, para luego ir por más. Es muy importante conseguir ahora ciertos logros que permitan cambiar la dirección de 40 años de constante profundización neoliberal.
Estamos ante la posibilidad de construir un bloque protagónico de transformación que deje de mirar la política con las anteojeras de una Concertación decadente, que como cultura también nos ha terminado salpicando su electoralismo. En los extramuros de la política, nos hemos contagiado con la manera institucionalizada de ver la política, despojada de su vinculación con luchas sociales concretas que permitan involucrar a las personas a partir de sus reales problemas. No se trata tampoco de sumar mecánicamente demandas sociales, porque la condición de perdurabilidad y trascendencia histórica de este proceso radica en revertir la pérdida de la soberanía generalizada del individuo sobre su propia vida».
RECONSTITUCION DE LA IZQUIERDA
¿Cuáles debieran ser las nuevas prácticas políticas?
«Lo decisivo es consolidar la construcción de las fuerzas que han emergido desde 2011, para impedir que nos destruyan. Siempre existe otra forma de constituirte en el escenario político. Todavía la Izquierda es reactiva y lo que tenemos que hacer es reapropiarnos del presente. Mientras más tardemos, más larga se nos va a hacer la tarea, porque el enemigo nos cambió el tablero y todavía no terminamos de saber cómo poner las fichas en el nuevo. En las últimas décadas la iniciativa ha sido de nuestros adversarios y tenemos que decidir ahora cómo nos paramos ante esta nueva situación.
Hoy no se puede hacer política sin sociedad y la capacidad de trivializar los conflictos por parte de los poderosos funciona cada vez menos. Eso es lo que está acelerando los tiempos políticos de reconstitución de la Izquierda sobre los conflictos que están estallando y en medio de las mezquinas soluciones que ofrece la elite política en el poder. Si no fijamos objetivos claros, vamos a ser solo parte de una telecomedia política.
Este ciclo histórico inédito exige un diálogo entre lo viejo y lo nuevo. La Izquierda del siglo XXI debe recuperar a Allende y a Gladys Marín, pero además debe construir sus propias banderas de lucha. Temáticas que estaban en la esfera de la vida privada, son ahora parte del debate público e incluso han llegado a constituirse en derechos, aunque no estén del todo reconocidos por la ley. Nos podrán decir que las políticas de protección de la familia no son sustantivas y que no están presentes todos los derechos de género, pero los que ya existen gozan de gran legitimidad. Lo digo de manera provocativa: tu mujer ha dejado de ser tuya nomás, y si la golpeas, te metes con toda la sociedad. Trata de hacerle algo a la mascota de alguien, y verás qué te pasa.
Puede haber también mecanismos de cooptación por parte de los poderosos. De hecho nosotros mismos en Izquierda Autónoma hemos padecido intentos de desarticulación mediante frecuentes intentos de los administradores del sistema de trasladarnos sus compulsiones y especulaciones vacías. La Izquierda no está libre de cierto electoralismo infantil que es como una epidemia. En la pasada elección presidencial las burocracias antisistema resultaron un espectáculo patético, tratando de competir con la Concertación y la Alianza.
Izquierda Autónoma está llana a integrarse a un esfuerzo de articulación electoral, pero no para llegar a candidaturas presidenciales sin sustento político. En ese último caso, lo único que se consigue es hacer más lento el proceso de construcción de una alternativa y se contribuye a extraviar el sentido de la política».
¿Qué piensa del proceso constituyente?
«Es la ambigüedad absoluta, pero no hay argumentos para restarse. Hay que superar el criticismo y tomarse los espacios. De lo contrario no nos quejemos si llega un Ricardo Lagos y por segunda vez nos impone su ‘nueva’ Constitución, como en 2003. Hay que tensionar este proceso para avanzar».
Publicado en «Punto Final», edición Nº 853, 10 de junio 2016.