Los tiempos de ahora son una constante de incertidumbre, los días son cada vez más preocupantes. La juventud de estos tiempos en su mayoría se subsume en las drogas, y la liquidez de la historia manifiesta la cara oculta que ha traído la famosa idea del progresismo – liberal. En estos tiempos, ya discutir, dialogar […]
Los tiempos de ahora son una constante de incertidumbre, los días son cada vez más preocupantes. La juventud de estos tiempos en su mayoría se subsume en las drogas, y la liquidez de la historia manifiesta la cara oculta que ha traído la famosa idea del progresismo – liberal. En estos tiempos, ya discutir, dialogar y construir temas que generen conocimiento en campos como la filosofía, la literatura, la poesía, el arte y la política paso a ser un segundo plano en la vida de las personas, y aun más complejo re-pensar las condiciones históricas y la propia realidad del sujeto en Latinoamérica.
Ahora la preocupación consiste en vivir la diferencia de los días, sobrevivir en las deudas, alimentar las pasiones, odios y deseos – destruir los espacios comunitarios y difundir la idea de una cultura basada en la arrogante perspectiva del individualismo. Parte de este fenómeno responde a la crisis civilizatoria de la que tanto hemos discutido, un tipo de crisis que tiene el meollo del asunto en la política económica que han impuesto en la periferia.
Ya bien lo reconocía uno de los grandes pensadores latinoamericanos el Maestro John Saxe Fernández, cuando asumía que la periferia es el resultado de los centros capitalistas y que esto ha condicionado la pérdida de valores y la decadencia que se ha producido a lo largo de la historia pero ha tomado mayor fuerza en los años 90 con el famoso rótulo del neoliberalismo. Una muestra de este plano es la conocida política internacional que ejerce el Banco Mundial, el BID y tiene todo el aval del FMI y el departamento de Tesoro en los Estados Unidos. La razón no se centra en desconocer la figura planetaria que ha ejercido los países del norte en los territorios oprimidos, por el contrario, la iniciativa radica en legitimar lo que Chomsky ha denominada como políticas regresivas, perversas y ofensivas contra la soberanía, la libertad y la dignidad de los territorios en el Sur.
El caso colombiano presenta una particularidad, acá la simulación económica, la tardía forma de los gobiernos y la instauración de una democracia postergada sólo ha contribuido a la expresión desfigurada del liberalismo, la aceptación opaca de un sistema económico y político donde no se respete y acepta las libertades civiles. Por el contrario, acá la imposición de una política tradicional y de prácticas culturales basadas en el gamonalismo y el criollismo fueron el telón de fondo que constituye el imaginario de la sociedad colombiana.
La forma más simple de reconocer este fenómeno que tiene una condición global pero se manifiesta en la cotidianidad, es el trayecto histórico y los cambios que ha asumido las famosas fiestas tradicionales y folclóricas del San Juan en el Tolima, un conjunto de prácticas y acciones que constituye el discurso histórico de las comunidades indígenas, la muestra de construcción colectiva de un carnaval donde se celebraba y adoraba la importancia de la vida, el agua, el fuego y la naturaleza. Pero en medio de estos tiempos, ha pasado a ser un escenario de grupos politiquero, gremios empresariales y cuerpos gamonales que contribuyen a gestar los tipos de violencia a través del consumo, la perdida por el respeto hacia el otro y en particular la fragmentación de la identidad, resultado de la mercantilización de las famosas fiestas, véase: http://www.las2orillas.co/los-lunares-de-anglogold-ashanti/.
En últimas, son Tres pesos para la recolecta del San Juan y con ello se puede re-producir la mercantilización de la vida, ya no a través de la necesidad sino del deseo por consumir, comercializar y exponer la naturaleza, el ser humano y la cultura como un momento de inversión » social» que realizan las empresas transnacionales en la región. Un caso concreto es el financiamiento que ha realizado las empresas mineras y petroleras, en particular Anglogold Ashanti para las fiestas de este año y que se ha convertido en la constante de los dueños del negocio, la lógica es sencilla: invertimos, creamos la visión de responsabilidad social y luego explotamos a gran escala los bienes comunales de estos ignorantes.
Notas
1 Se resalta el San Juan – haciendo referencia a las denominadas fiestas folclóricas del Tolima. El motivo, se sitúa en reconocer que más allá de ser una fiestas con una larga tradición son parte del meollo ente la delincuencia, la ignorancia y el consumo exacerbado de la región.
2 José Javier Capera Figueroa es Politólogo de la Universidad del Tolima (Colombia), Analista político y columnista del Periódico el Nuevo Día (Colombia) y del portal de ciencias sociales rebelión.org (España). Correo: [email protected]
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.