Dolor y rabia producen las masacres. Dizque la sociedad humana se ha civilizado y ya no se producen esas horrorosas guerras exterminadoras de los primeros siglos; sin embargo en las dos guerras mundiales del siglo XX cayeron asesinados más de 70 millones de humanos; en menos de una semana, en dos masacres cometidas por Estados […]
Dolor y rabia producen las masacres. Dizque la sociedad humana se ha civilizado y ya no se producen esas horrorosas guerras exterminadoras de los primeros siglos; sin embargo en las dos guerras mundiales del siglo XX cayeron asesinados más de 70 millones de humanos; en menos de una semana, en dos masacres cometidas por Estados Unidos, murieron más de 50.000. Hace poco los gringos invadieron a Irak sacrificando entre 1.5 y 2 millones. En Siria van más de medio millón. En Francia, finalizando el 2015, fueron asesinados como 130. En Orlando murieron 49 que andaban de rumba en un bar frecuentado por la comunidad LGTBI. En Colombia son cientos de miles los compatriotas asesinados en masacres cometidas por intolerantes políticos. ¿Para qué tratar de enumerarlas cuando son tantas y la memoria tan frágil?
Todos sabemos que, no obstante los avances teóricos ecuménicos en materia de respeto a los derechos humanos, a la diversidad ideológica, política, religiosa, sexual, los seres humanos no hemos sido capaces de llevarlos a la práctica cotidiana, no hemos podido aprender a vivir en solidaridad, en armonía. Todo lo contrario, el capitalismo globalizado, el neoliberalismo, nos ha impuesto los antivalores (rivalidad, competencia, corrupción, etc,) como la filosofía que debe guiarnos en este mundo de «sálvese quien pueda». Así que el tema es un lugar común, las masacres no son hechos insólitos.
Lo rarísimo es que sólo se armen gigantescos escándalos publicitarios alrededor de las masacres ocurridas en Estados Unidos. Cuando son asesinados 50 campesinos colombianos, o 100 ó 352, porque pertenecían a un partido opositor al sistema gobernante o porque era necesario quitarles sus pegujales para montar allí una agroindustria o una explotación minera, los medios no se preocupan por indagar sobre sus autores materiales o intelectuales, ni por el cómo fue, ni si quedó algún sobreviviente. Lo mismo ocurre con las masacres en Africa y en el Medio Oriente. Parece que no tuvieran dolientes. Los naufragios de miles de migrantes en el Mediterráneo no se llaman masacres pero se parecen mucho porque son provocados por las injusticias sociales no resueltas por los gobernantes de sus países.
¿O es que cuando las masacres son cometidas por Estados Unidos, Israel, Francia, Inglaterra, Rusia, etc. éstas dejan de ser crímenes y se convierten en actos heroicos en defensa propia, en castigos merecidos por las víctimas? ¿Inventarse una amenaza de guerra para justificar la invasión a un país es plausible, legal, no delictuoso? ¿Y por qué tan permisivos con el comercio de armas y municiones? ¿O es que las masacres contra homosexuales y lesbianas son reprobables pero contra los opositores políticos son bienvenidas? ¿O es que vale más un humano gringo que uno árabe o un indígena caucano? La aplicación de esta lógica antivalores es la que hace que muchos se enloquezcan, se suiciden u opten por la paz espiritual a través de la muerte o del iluso encuentro con los dioses.
Vivimos dentro de un sistema de lucha de clases y mientras no construyamos un acuerdo de convivencia universal seguirán las masacres, el terrorismo, las guerras, las invasiones, las justificaciones, las disculpas, las falsedades.
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