Como en otras zonas del país, la polarización frente al proceso de paz es marcada en este municipio del Caquetá, donde las FARC han tenido presencia histórica y ha sido fuerte la confrontación armada. Viajar de Bogotá a San Vicente del Caguán, en el departamento del Caquetá, me tomó 16 horas por vía terrestre. Hasta […]
Como en otras zonas del país, la polarización frente al proceso de paz es marcada en este municipio del Caquetá, donde las FARC han tenido presencia histórica y ha sido fuerte la confrontación armada.
Viajar de Bogotá a San Vicente del Caguán, en el departamento del Caquetá, me tomó 16 horas por vía terrestre. Hasta Florencia la carretera está en óptimas condiciones. De ahí en adelante empieza a desmejorar progresivamente y también, de manera progresiva, aumenta la presencia del Ejército; en un tramo de casi tres horas conté tres batallones y siete puestos de control, algunos de ellos con tanques e improvisadas trincheras construidas con bultos de arena.
En el trayecto, varios lugares guardan la memoria de cinco décadas de conflicto; el sector donde secuestraron a la excandidata presidencial, Ingrid Betancur, comenta la gente; el sitio donde hubo un enfrentamiento con el Ejército; el lugar donde explotó una bomba; o el pueblo que se tomó algún día, o en muchas ocasiones, la guerrilla. Municipios como Puerto Rico, El Doncello o Paujil, traen a mi mente titulares de prensa sobre emboscadas, operativos militares o crímenes de guerra cometidos en medio del conflicto.
Al pasar por una guarnición militar, un señor que viaja en el asiento trasero del bus le pregunta a su compañera: ¿Qué irá a pasar con estos batallones?» A lo que ella responde con otro cuestionamiento: «¿Qué va a pasar de qué?» Pues, indaga el señor, «¿Los irán a quitar por lo del proceso de paz?» La mujer finaliza el diálogo con otro interrogante, esta vez dejando una preocupación en el aire: «¿Pero de qué paz hablan? Si ya han dicho que los otros -los paramilitares- están entrando a las zonas que las FARC están dejando.