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¿La hora final de la Democracia Cristiana?

Fuentes: Punto Final

El Partido Demócrata Cristiano chileno ha sido un actor gravitante en la política desde su fundación, en 1957. Su posición en el espectro partidario le ha permitido jugar un rol de árbitro permanente, especialmente en momentos de polarización y definición. Pero luego de sesenta años de historia, la DC parece haber entrado en un momento […]

El Partido Demócrata Cristiano chileno ha sido un actor gravitante en la política desde su fundación, en 1957. Su posición en el espectro partidario le ha permitido jugar un rol de árbitro permanente, especialmente en momentos de polarización y definición. Pero luego de sesenta años de historia, la DC parece haber entrado en un momento de rediseño general, que podría cambiar radicalmente su identidad. La ruptura de su alianza con el resto de los partidos de la Nueva Mayoría, el lanzamiento de la débil candidatura presidencial de Carolina Goic y su dificultad para llegar a un acuerdo de lista parlamentaria con otros actores, parece augurarle un momento de declive significativo en las próximas elecciones. Sin embargo, tras bambalinas, lo que se incuba es otra cosa: se trata de una reestructuración de este conglomerado a partir de los intereses del sector más conservador y derechizado del partido de la flecha roja.

A la cabeza de este giro estratégico se ubica el ex ministro del Interior, Jorge Burgos, quien es el coordinador político de la campaña de Carolina Goic. Anticipándose a los hechos, Burgos argumenta de esta forma el momento político que enfrenta su partido: «Soy un convencido de que la DC, en la lógica de la Nueva Mayoría, el mejor camino que puede tomar es uno que le permita a la gente identificarla más claramente. Me van a pegar algunos, pero tengo la impresión de que aun a riesgo de perder cuatro o cinco diputados, es un costo que se puede pagar, porque para el futuro es mucho mejor, con tal de diferenciarse de una coalición que corrió su eje brutalmente a la Izquierda. Y desde ahí reconstruir, aunque sea con menos diputados, una alianza socialcristiana, porque hay bases para reconstruir eso, más allá de la moda del momento. La DC debe priorizar su identidad aun a riesgo de perder diputados».(1)

Obviamente, este súbito e inédito interés por reforzar la identidad a costa de perder poder es bastante extraño, ya que se contradice con el habitual pragmatismo político que ha caracterizado a este partido, al menos desde mediados de los años 80. Cabe sospechar. ¿Quién se beneficiará de este cambio de enfoque? O dicho de otra forma, ¿qué diputados son los que Burgos da por perdidos? Lo que el ex ministro desea es tener una bancada más pequeña pero más homogénea políticamente, alineada totalmente con el liderazgo del sector «guatón», que hoy está en condiciones de reducir a la insignificancia a los sectores progresistas al interior de este partido. Y a partir de esa nueva homogeneidad, abrir una negociación con el eventual gobierno de Piñera, para convertirse en un apoyo parlamentario clave para el nuevo gobierno. Lo que debería redundar en un alto «premio político» de parte de la Presidencia de la República.

Esta jugada no fue posible entre 2010 y 2014 debido a que la bancada DC no tuvo la suficiente homogeneidad para plegarse mayoritariamente a ese diseño. Pero si el plan de Burgos se llega a implementar, la pérdida relativa de diputados, lejos de ser una debilidad, representará un fortalecimiento, ya que la DC podría dar el giro estratégico definitivo hacia la derecha que no pudo tomar anteriormente.

 

LOS «GUATONES»

REINVENTAN LA DC

 

Hoy la DC tiene setenta alcaldes, 400 concejales, 21 diputados y seis senadores, sin contar a los ministros y altos funcionarios en el actual gobierno. Es una fuerza considerable, que debe su existencia a los acuerdos electorales que ha tejido desde 1990, en el marco de la Concertación y la Nueva Mayoría. Estos pactos han blindado muchas de sus candidaturas y le han sostenido en el aparato público durante estas décadas, haciendo que el declive electoral se amortiguara. Aunque entre 1992 y 2016 este partido ha perdido 1.200.000 votos, sin un acuerdo con la centroizquierda la debacle de la DC hubiera sido mucho más acentuada, como lo reconocen los expertos electorales de la propia DC. Por ese motivo la tesis del camino propio nunca logró apoyo al interior de este partido. Los únicos que dieron el paso a la derecha fueron los «colorines», liderados por Adolfo Zaldívar, Hernán Bosselin y Ramón Briones, quienes en 2010 votaron por Piñera, no por Frei. Pero con el fin del sistema binominal se han abierto nuevas posibilidades para esta tesis.

En esta ocasión han sido los «guatones» (Gutenberg Martínez, Soledad Alvear, Andrés Zaldívar, Eduardo Frei) los que han lanzado esta idea, seguidos con entusiasmo por el sector de los «príncipes» (Alberto Undurraga, Felipe Céspedes, Jorge Burgos, Claudio Orrego), que no representa más que un recambio generacional del mismo mundo «guatón». Su estrategia política consistió en dividir a la llamada «disidencia» (Yasna Provoste, Ximena Rincón, Aldo Cornejo, Gabriel Silber, Jorge Pizarro), sensibilidad que agrupa a los DC más cercanos al actual gobierno. Para eso apoyaron al sector de los «ex colorines», liderados por Carolina Goic y Fuad Chahín. Y de paso profundizaron el aislamiento de los «chascones» (Víctor Torres, Mariano Ruiz-Esquide, Laura Albornoz), el ala más abiertamente afín al entendimiento estratégico con la Izquierda.

En este proceso los «guatones» han contado con un batallón de choque que les permitió radicalizar posiciones llamado «Progresistas con progreso», liderado por Mariana Aylwin apoyada por Eduardo Aninat, Clemente Pérez, Hugo Lavados, que ha contribuido a tensar la cuerda hacia la derecha mediante una agresiva campaña de total y abierta oposición al gobierno en que participa su propio partido. La propuesta política de este grupo radica en consolidar una alianza inmediata con Ciudadanos, partido del ex ministro Andrés Velasco, para después de la primera vuelta cerrar un acuerdo con la derecha. La enorme polarización interna de la DC, generada artificialmente por el grupo de Mariana Aylwin, le ha permitido a los «guatones» situarse en el lugar en el que siempre les gusta jugar: en el «extremo centro» conciliador, dispuestos a arbitrar el partido. Pero obviamente «Progresistas con progreso» no es más que la voz de los «guatones» que no tienen cargos en el gobierno, y por eso pueden hablar libremente. Esto revela que el «centro» en política no existe, es un lugar imaginario situado en un punto que delimitan quienes tienen el poder de correr el eje de las discusiones hacia su propio interés. El centro es siempre un invento muy conveniente para aquel que logra definir el término medio en una discusión que él mismo controla.

 

LA DISPUTA POR

LA IDENTIDAD DC

 

El argumento para la derechización que plantean los «guatones» radica en la defensa de la identidad democratacristiana. Sin embargo, esa defensa identitaria tiene trampa: la identidad la definen ellos, como guardianes de una esencia doctrinal y partidaria que nadie les puede cuestionar. Pero la historia misma de la DC es una larga e inacabable disputa por esa misma identidad.

Recordemos que la Falange Nacional fue fundada en 1935 por un núcleo de jóvenes del Partido Conservador que consideraron que la identidad de su partido había sido tergiversada por sus mayores. El falangismo original, de Frei, pero sobre todo de Tomic, Silva Bascuñán, Leighton, Garretón, Palma y Gumucio, era fundamental y radicalmente reformista. Sostenía su propia propuesta de revolución, levantando banderas como la sindicalización campesina y la reforma agraria, que la propia Izquierda había postergado en razón de priorizar otros objetivos políticos que parecían más viables de alcanzar. Este falangismo era un núcleo coherente, pero con escaso peso electoral.

El cambio vino de la mano de su fusión con el Partido Conservador Social Cristiano, en 1957. Ese partido no tenía la voluntad reformista de la Falange y en él arribaron a la DC dirigentes como Horacio Walker Larraín, fundador de una dinastía política de la que han salido los senadores Ignacio y Patricio Walker, el diputado Matías Walker y el ex senador Ignacio Pérez Walker. Este sector conservador, que nunca pasó por la Falange, imprimió el primer giro derechizante en la identidad de la DC.

Con el triunfo de Eduardo Frei en 1964 comenzaron a arribar a la DC ex radicales y ex agrario-laboristas que tampoco traían el sello de la Falange original. Se trataba ante todo de funcionarios de anteriores gobiernos, que encontraron alero en la DC e impulsaron la indefinición programática de ese partido. Esta tensión es la que explica la doble escisión hacia la Izquierda, primero del sector «rebelde» que se convirtió en el Mapu en 1969 y luego del sector «tercerista», que pasó a ser la Izquierda Cristiana en 1971, empujados por la imposibilidad de mantener a ese partido fiel al programa de cambios que él mismo se había fijado. Paradojalmente estos quiebres facilitaron al «freísmo», antecesor de los actuales «guatones», su control total del partido, lo que desembocó en la constitución de la Confederación de la Democracia (Code), en alianza con el Partido Nacional, heredero de las ideas políticas que el viejo falangismo había combatido desde su nacimiento. Esa abierta derechización de la DC explica que sólo trece militantes del Partido Demócrata Cristiano firmaran una declaración pública de rechazo al golpe militar el día 13 de septiembre de 1973, dos días después del derrocamiento y muerte del presidente Salvador Allende.

¿Quiénes fueron fieles a la «identidad» DC? ¿El grupo de los 13 que rechazó el golpe, o la directiva partidaria, presidida por Frei y Aylwin? En la DC militaron colaboradores entusiastas de la dictadura, como Juan de Dios Carmona y William Thayer Arteaga. Pero también grandes defensores de los derechos humanos y de la democracia como Andrés Aylwin, Roberto Garretón, Jaime Hales y Jaime Castillo Velasco. Ha cobijado a neoliberales despiadados, como Edgardo Boeninger y René Cortázar. Pero también a defensores de los derechos sociales y de los bienes públicos como Jorge Lavandero y Ricardo Hormazábal. Nada parece más cercano a la «identidad» DC que la permanente disputa por esa misma identidad. Por eso lo que buscan Burgos y sus socios no es defender la DC, sino crear un nuevo partido, bajo el ropaje del que ya existe.

 (1) La Tercera , 16/07/2017.

 Publicado en «Punto Final», edición Nº 880, 21 de julio 2017.

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