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¿Quiénes son «Las Kellys»?

Fuentes: Rebelión

«A pesar de la cantidad de llegadas de turistas a España y las nuevas inversiones hoteleras, el empleo que se genera en este sector no tiene nada que ver con un trabajo decente. Los hoteles se han convertido en objeto de grandes fondos de inversión internacional que están buscando recuperación muy rápida y a quienes […]

«A pesar de la cantidad de llegadas de turistas a España y las nuevas inversiones hoteleras, el empleo que se genera en este sector no tiene nada que ver con un trabajo decente. Los hoteles se han convertido en objeto de grandes fondos de inversión internacional que están buscando recuperación muy rápida y a quienes les importa poco la calidad del servicio y del empleo«
(Ernest Cañada, autor de «Las que limpian los hoteles»)

No se trata de ningún grupo musical, ni de aficionadas a tal o cual deporte, ni ningún club de fans de ningún artista. Tampoco de ninguna organización clandestina o mafiosa. Es la denominación de mujeres a las que les une su profesión, una profesión cada vez más precarizada, como son las camareras de piso. Trabajan en hoteles, limpiando habitaciones, una ocupación fundamental dentro de la estructura turística, de la cual tanto presumimos dentro de nuestro débil y dependiente modelo productivo. Pues bien, el caso es que estas mujeres, estas profesionales, en vez de estar cada vez más valoradas, remuneradas y prestigiadas, están cada vez más explotadas y precarizadas. En las Kellys (acrónimo de «las que limpian») se dan seguramente todas las vertientes de la explotación laboral, porque el trabajo precario no sólo es consecuencia de los bajos salarios, sino también de las malas condiciones laborales, de tener un contrato a tiempo parcial cuando se demanda uno a tiempo completo (así le ocurre al 61,2% de todos los trabajadores a tiempo parcial), de realizar horas extraordinarias y no cobrarlas (más de 3 millones de horas extraordinarias a la semana no se pagan), de no cobrar por tener un contrato en prácticas (incluso algunas instituciones públicas, como el Teatro Real, han lanzado ofertas de empleo sin sueldo), de estar contratado por semanas, o por días, de estar contratado como falso autónomo, o de formar parte de una indecente cadena de subcontratación de espiral explotadora creciente.

Pero no nos desviemos de nuestro asunto, que son las Kellys. Esta asociación comenzó a crecer, empujada por las redes sociales, en 2014. Poseen un portal en Internet (https://laskellys.wordpress.com/), donde los lectores y lectoras podrán encontrar enlaces para los diferentes grupos de trabajo en las diferentes localidades donde están organizadas (Barcelona, Benidorm, Cádiz, Fuerteventura, Lanzarote, Madrid o Mallorca), podrán enterarse de casos concretos de explotación de estas mujeres en su actividad laboral, así como un blog de artículos dedicados a su problemática. ¿Alguien duda de que cobrar 1,90 euros por limpiar una habitación es explotación laboral? ¿Criticamos después la pobreza de países como Cuba o Venezuela? ¿Con qué autoridad moral? ¿Por qué no miramos primero nuestro deprimente modelo laboral? La periodista María F. Sánchez lo ha contado magníficamente en este artículo para el medio Cuarto Poder, que tomamos como referencia. En su trabajo, que ya es un trabajo duro físicamente donde los haya, llegan a hacer jornadas ininterrumpidas de 12 horas, a dejarse los huesos llevando grandes cantidades de peso, o a no poder librar ni un sólo fin de semana en cinco meses. La mayoría de ellas poseen algún tipo de lesión derivada de su actividad laboral: tendinitis, contracturas musculares crónicas, enfermedades derivadas de la columna, ciática, dolores articulares, trastornos musculoesqueléticos, inflamación de articulaciones, dolores lumbares y de espalda, hernias discales, etc. Esas en el terreno físico. En el terreno mental, abundan los insomnios, los ataques de ansiedad, el estress, el nerviosismo, las depresiones, etc.

Por su parte, la patronal del sector turístico canta a bombo y platillo el auge de su sector, y los continuos récords que baten. Durante 2016 se han llegado a dar 184 millones de pernoctaciones en hoteles, lo que significa 44 millones más que antes de 2008, en los inicios de la crisis económica. Pero la patronal únicamente ve estos datos, no ve las tremendas realidades sociales y laborales que se encuentran detrás. Y no sólo no las ve, sino que las explota cada vez más. No existen voces críticas, voces concienciadas, sólo alguna excepción rara avis, como el Director de la cadena hotelera ACS Hoteles, que ha realizado recientemente unas sorprendentes declaraciones (viniendo de quién vienen), detallando la realidad laboral que se vive, y despotricando de una reforma laboral de 2012 (del PP) que les permite a los empresarios llevar a cabo todas estas tropelías. Y una de esas tropelías consiste en la brutal «externalización» (eufemismo para indicar una cadena de privatizaciones en cascada), quizá la principal causante de esta perversa explotación multifacética que las grandes cadenas hoteleras realizan cada vez en mayor grado. La operación es bien sencilla: si antes teníamos una empresa matriz para la que trabajaban todos los empleados de todos los sectores que tenían que ver con el hotel, ahora dicha empresa matriz «externaliza» tal o cual actividad (por ejemplo las camareras de piso, pero también la cocina, el mantenimiento, los guías turísticos, etc.), derivándola a una tercera empresa privada, externa al hotel, a la que dicho hotel paga directamente, pero se olvida de todo lo demás, siendo esta tercera empresa la encargada de realizar el servicio, contratando y pagando al personal encargado de ello.

Pero detengámonos en el tremendo desarraigo laboral que la práctica de la externalización provoca. Antes de ella, las camareras de piso compartían durante años «familia laboral» con el resto de empleados de sus hoteles: camareros/as de bar y restaurante, cocineros, recepcionistas, etc. Y entonces, las echan de esa empresa (típicamente mediante una comunicación por burofax), para luego meterlas en otra empresa distinta de la cual no saben nada, y por si ello fuera poco, les rebajan el salario del orden del 40%. Y todo, para enriquecer a los equipos directivos de los hoteles, y a los grandes propietarios y accionistas de los mismos. Así de sencillo. Así de terrible. ¿Cuáles son los verdaderos objetivos de la externalización? No lo duden: precarizar el trabajo. Es decir, obtener más beneficios a costa de la explotación laboral. Porque al situar más intermediarios en la cadena de la prestación de servicios, el único que pierde es el trabajador final de la cadena, pues todos los empresarios situados en medio del camino sólo entienden de lo mismo: obtener mayores beneficios a toda costa, entrando en una diabólica espiral de abaratamiento de precios para la empresa matriz, a costa de devaluar las condiciones laborales de los trabajadores finales, que son, como siempre, los que pagan los platos rotos.

Pero en el caso de las Kellys estamos hablando de un sector muy especial, ya que es un sector absolutamente feminizado, y donde muchas de sus empleadas superan los 50 años. Y así, durante los últimos años a las trabajadoras fijas y temporales se les han incorporado las camareras de servicios externalizados de los hoteles, que denuncian situaciones de extrema vulnerabilidad como contratos precarios, reducción de salarios que no llegan al mínimo interprofesional (a pesar de lo que diga la Ministra Báñez), y jornadas extenuantes que se ven obligadas a cumplir bajo la amenaza de ser despedidas. Como no pueden marcharse hasta dejar listas todas las habitaciones que tienen que hacer, y al ir aumentando este ratio, hay compañeras que ni comen, ni beben agua, ni van al baño, porque tienen niños pequeños y a las 5 de la tarde tienen que estar para recogerlos del colegio. La situación de las Kellys es ciertamente indignante. Otros sectores en luchas parecidas son los/as teleoperadores/as, o las empleadas de hogar, que también han protagonizado recientes reivindicaciones sobre sus condiciones laborales. Pero el caso de las Kellys es claramente paradigmático, pues es la cara invisible de uno de nuestros sectores económicos bandera, como es el turismo.

Según datos del sindicato Comisiones Obreras, la totalidad de las trabajadoras, que son más de 100.000, reconoce que la carga de trabajo es excesiva, con un número de habitaciones inabarcable, mientras que el 85% declara sufrir problemas de conciliación de la vida laboral y familiar. Su ritmo de trabajo es frenético, y ello se traduce en graves afecciones psicosomáticas, porque al final, es puro maltrato psicológico el que sufren estas mujeres. Y por supuesto, como decimos, salvo raras excepciones, los empresarios no sólo incumplen la ley, sino que se aprovechan de la necesidad extrema de estas mujeres (muchas de ellas migrantes o familias monoparentales), para cometer ilegalidades y para presionarlas, de modo que no protesten ni decidan organizarse. Su previsibilidad laboral es prácticamente inexistente, de modo que éstas no conocen con antelación si van a trabajar los fines de semana, o los festivos, hasta casi los días anteriores a dichas jornadas. Además, la facilidad que poseen las empresas para despedirlas y reemplazarlas por otras, hace que también se vean presionadas para no tomarse las oportunas bajas médicas. Porque ante una rotación laboral tan intensa, una mujer que ha superado la cincuentena, ¿a qué nuevas oportunidades puede aspirar?

Por tanto, ya es hora de reaccionar, de pasar a la lucha organizada, y a la acción firme y determinante para detener tanta precariedad laboral, y conseguir determinadas mejoras que estas trabajadoras necesitan. Las Kellys llevan pidiendo desde hace tiempo el reconocimiento de su actividad como un trabajo penoso, el derecho a la conciliación familiar, la protección de los derechos laborales de las embarazadas, el reconocimiento de sus enfermedades profesionales, la adecuación más racional de los ritmos de trabajo, una jubilación anticipada (dado el carácter de la actividad laboral en sí misma), o que las famosas estrellas (de calificación de los hoteles) se otorguen en función de si éstos respetan los derechos de sus trabajadores. Y por supuesto, la deriva privatizadora y externalizadora tiene que cesar, así como las erosivas y antisociales reformas laborales, tanto la de 2012 del PP (la más agresiva) como la de 2010 del PSOE (de la que se habla menos, pero que también abrió la puerta a futuras precarizaciones). La fuerza laboral las acompaña, pues las Kellys suponen aproximadamente el 25% del total de las plantillas hoteleras. Y la organización hace la fuerza. El argumento fundamental para la lucha por la dignificación de sus puestos de trabajo es que su propio sector no es un sector en crisis. Las cifras lo demuestran. España es el tercer país del mundo en número de turistas y el segundo en ingresos. El turismo en España supone nada menos que el 10% del PIB. Es impensable por tanto, y todo un escándalo, que precisamente un sector que genera y mueve tanta riqueza, esconda realidades laborales tan deplorables. Necesitan por ello la solidaridad y el reconocimiento de todos, y un apoyo a su queja, a su denuncia, a su orgullo, a su esperanza y a su rebeldía.

Sobre todo, como decíamos, hay que poner coto a la subcontratación, poniendo fin al agravio, la explotación y la desigualdad. Es preciso dotar de seguridad jurídica al proceso de subcontratación, y definir las obligaciones que ello conlleva. Hay que evitar la competencia desleal de empresas de un mismo sector (basada en la degradación de las condiciones laborales y la rebaja de la calidad en los servicios), y hay que asegurar que los trabajadores y trabajadoras que presten sus servicios en un mismo sector, tengan garantizados el mismo salario y las mismas condiciones de trabajo. Todo ello pasa también por no reconocer a las famosas empresas «multiservicio» como parte de las empresas del sector. Se necesita igualmente un incremento del número de las Inspecciones Laborales en todos los territorios, así como una dura y firme política de sanciones para todas las empresas que no respeten los convenios. En definitiva, hay que poner fin a la capacidad impune de las empresas de jugar con la vida y con las necesidades de estas mujeres, hay que acotar la vileza de este capitalismo que juega salvajemente con las personas. Sofía Polke lo ha expresado con ciertas palabras en este artículo: «El caso de las camareras de piso es sólo un ejemplo del uso de los cuerpos que realiza el capitalismo para cubrir sus necesidades. Cuerpos movilizados hacia zonas donde se necesita su fuerza de trabajo, son explotados mientras son útiles –no se tienen en cuenta sus necesidades ni sus derechos– se hace de ellos el mismo uso que el de una máquina, sin dejarlos ni siquiera ingresar a aquél sistema para el cual trabajan; una vez que estos cuerpos dejan de ser útiles se descartan, tal como una máquina que cumplió su vida útil, dejándolos fuera de un sistema que sólo esperaba de ellos el cumplimiento de la jornada laboral». Este es, por tanto, uno de los colectivos donde la irracional deshumanización y despersonalización del capitalismo se nota con mayor virulencia.

Vivimos en un país donde a la vez que esto ocurre, el flamante Presidente de la Junta de Galicia se sube el sueldo, y donde Fátima Báñez, Ministra del ramo, declara abiertamente en el Congreso de los Diputados que nadie en España cobra por debajo del SMI, porque ello sería ilegal. Como si a los empresarios les preocupara mucho la legalidad de sus medidas. Es el colmo de la desvergüenza. Este gobierno y esta patronal están tan alejados de la realidad laboral de nuestra clase trabajadora, que parecen estar en otro planeta…en el planeta del descaro, de la crueldad y de la desvergüenza. En el planeta de la explotación descarnada, de los ERE injustificados (o mejor dicho, justificados en la obsesiva necesidad de obtener mayores beneficios), del acoso laboral a las mujeres, del SMI más bajo de casi toda Europa, del insufrible desempleo de larga duración, del historial delictivo de algunos líderes de la patronal (alguno de ellos incluso en la cárcel), del exilio laboral de los jóvenes (del cual nuestro Ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, asegura que «enriquece, abre la mente, y desarrolla capacidades», que se lo digan a todos los ingenieros, arquitectos o abogados que están siriviendo copas mal pagados, explotados y sin derechos en Berlín, en Bruselas, en Roma o en Nueva York), o del ataque a las prestaciones por desempleo. Como siempre, las partes forman un todo. Y ese todo, desgraciadamente, da asco. Así que…¡¡Ánimo, compañeras!! ¡¡Todo nuestro apoyo y solidaridad!! ¡¡Vuestra lucha es la lucha de toda la clase trabajadora!! ¡¡Vivan las Kellys!!

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es 

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