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Por qué derribar un mausoleo fascista

Fuentes: Rebelión

A finales de enero tomé parte en las jornadas tituladas «¿Qué haremos con el ‘Monumento a los Caídos’?», cuya finalidad era iniciar un debate público -siempre postergado- sobre el edificio que el franquismo construyó en Pamplona para albergar los restos de los generales Mola y Sanjurjo desde su concepción de «Cruzada». Mi posición en este […]

A finales de enero tomé parte en las jornadas tituladas «¿Qué haremos con el ‘Monumento a los Caídos’?», cuya finalidad era iniciar un debate público -siempre postergado- sobre el edificio que el franquismo construyó en Pamplona para albergar los restos de los generales Mola y Sanjurjo desde su concepción de «Cruzada». Mi posición en este debate es clara: soy partidario de demoler esta descomunal cripta, piedra a piedra. Antes de exponer algunas de las razones para ello, haré una breve descripción de la ciudad de Pamplona, porque es fundamental entender cómo la arquitectura franquista ha dejado su huella en el corazón de esta capital. En el llamado Segundo Ensanche hay dos ejes principales: uno va desde la avenida del Ejército hasta la avenida Baja Navarra (el nombre anterior de esta última era Generalísimo Franco) y el otro es el de la avenida Carlos III. Los dos ejes se cruzan, formando efectivamente una cruz en el núcleo de la ciudad. En el primer eje tenemos al comienzo la fortificación llamada Ciudadela y el Gobierno Militar, definiendo el carácter militar y bélico de la ciudad. En medio de este eje se presenta el edificio franquista del Gobierno Civil, con una fachada que remeda el estilo del monasterio de El Escorial, y de ahí se llega a la iglesia dedicada a San Francisco Javier. Este eje termina en una cruz gigantesca que proyectó el arquitecto franquista Víctor Eusa como portada del Seminario. De esta manera, en este eje se difunde la propaganda nacional-católica que va desde el ejército nacional de España hasta la Iglesia católica. En el otro eje, tenemos en su extremo superior el llamado Monumento a los Caídos en la Cruzada, después la iglesia de San Antonio de los capuchinos y el Gobierno Civil en medio. En la zona inferior este eje acaba en la Diputación de Navarra y la Plaza del Castillo. Los dos ejes atraviesan el centro de la ciudad, la cruzan y la crucifican, como en un calvario arquitectónico y urbanístico, donde se expresan los poderes que gobernaron esa sociedad durante décadas.

Realizada esta descripción, hay varias razones para derribar el edificio fascista mencionado. La primera es que es un mausoleo, diseñado especialmente para albergar los restos de Mola y Sanjurjo e imponer la propaganda de un genocidio. La segunda es que se trata de un edificio de tales dimensiones y monumentalidad fascista en todos sus detalles (pinturas, relieves, vidrieras, inscripciones, lemas, espacios) que es difícil resignificarlo sin alterarlo en su totalidad. La tercera es que es un lugar siniestro, que agrede visual y espacialmente, tanto a los vivos como a los muertos. La cuarta es que semejante construcción hipoteca la ciudad: Pamplona está saturada de edificios franquistas con toda su ampulosidad obscena y fascista. La quinta razón es que el valor artístico no es suficiente para mantenerlo en pie: en la historia del arte ha habido vanguardias (el constructivismo, el futurismo, el dadaísmo, por nombrar solo algunas) que optaron por derribar o anular el arte pretérito y cualquier estética del pasado que entorpecieran nuevos desarrollos. Y la sexta razón es que, después de estudiarlo y guardar su historia completa (desde su diseño y su construcción -por trabajadores siempre ignorados u olvidados- hasta sus usos posteriores), hay que derruirlo porque se necesita liberar espacio y vida, necesitamos construir nuestras propias plazas, nuevos símbolos, con nuestras propias palabras, sin depender de los relatos que nos impusieron. Es hora de proyectar nuestro futuro.


Un carlista, un falangista y un soldado del ejército ‘nacional’ (escena pintada en la cúpula del mausoleo)

Por último, quisiera añadir que no me opongo a que se construya un centro sobre la memoria colectiva censurada, perseguida y castigada, pero creo que ese es otro debate. Hay que pensar todavía dónde y cómo hacerlo. No necesariamente tiene que estar situado en el mismo lugar del mausoleo. Para mí más urgente ahora mismo es la necesidad de cambiar el sistema educativo en materia de historia, ya que todavía no se enseña con suficiente detalle y profundidad el horror del golpe de 1936 y el consiguiente genocidio nacionalcatólico y franquista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.