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Sobre las energías internas, el fortalecimiento del cuerpo y la homeopatía (II)

Fuentes: Rebelión

La defensa de la verdad es también la defensa del bien público. Manipulación, propaganda, mentiras arrojadizas y demás, siempre ha habido. La mejor manera que la opinión pública tiene de defenderse de ella es mediante el debate abierto y riguroso, con un periodismo consciente y autoexigente, y una ciudadanía activa que no se conforma con […]

La defensa de la verdad es también la defensa del bien público. Manipulación, propaganda, mentiras arrojadizas y demás, siempre ha habido. La mejor manera que la opinión pública tiene de defenderse de ella es mediante el debate abierto y riguroso, con un periodismo consciente y autoexigente, y una ciudadanía activa que no se conforma con el primer rumor que le llega a los oídos. En la red hay de todo. También hay miles de páginas sin ánimo de lucro que aportan análisis serios e información objetiva, hay páginas oficiales fiables, estadísticas que no engañan. Hay, en fin, mucha verdad en el mismo medio en el que la posverdad parece abrirse camino. Se trata sencillamente de no dejarse engañar.

Andrés de Francisco (2017)

Estábamos en el punto siguiente. Enric Llopis, un incansable activista y colaborador de Rebelión y El Viejo Topo, publicó el pasado 28 de abril una nota sobre el médico nutricionista Francisco Mata, a raíz de la participación de éste en las Jornadas Anarcosindicalistas de la CGT-Valencia. El título de su intervención: «La nutrición, una política de la vida cotidiana» [1]. Quiero comentar aquí, como señalé [2], este paso: «defiende [Mata] la homeopatía como un sistema curativo en el que se subrayan las fuerzas energéticas del cuerpo humano; «intentas encontrar un remedio que acompañe a tus energías internas, para que el cuerpo se fortalezca y pueda curarse a sí mismo», explica el facultativo». El mismo, Mata, nos recuerda Llopis, «estudió hace una década un máster para médicos, farmacéuticos y veterinarios impartido por la academia médica homeopática en colaboración con la Universitat de Barcelona».

Algunas consideraciones, algunas de ellas muy generales, sobre estas temáticas, Tomo pie en Ciencia en el ágora [3]:

1. Muchos colectivos, también individuos, partidarios de la homeopatía (también los negacionistas del SIDA o quienes están en contra de las vacunas sin pretender ni decir que sean uno y lo mismo) suelen afirmar que ellos son alternativos y modernos (en términos de pensamiento), y luego, o al mismo tiempo, suelen hablar muy críticamente de la medicina oficial a la que suelen presentar como dogmática, agresiva y poca abierta a las novedades.

Estos conceptos (pseudo)críticos que esgrimen son falaces. No existe de hecho una medicina «oficial».

2. Actualmente. e n ningún lugar del mundo que sea considerado científicamente, en ningún departamento, centro de investigación o facultad, se recibe un boletín oficial o unas directrices que obliguen a mantener una determinada posición en un determinado tema. Por ejemplo, en el Hospital Clínico de Barcelona, un buen centro de investigación barcelonés, hay actualmente fuertes controversias en muchos temas. Como no podría ser de otra forma. No hay una línea «oficial».

3. En ciencia no hay, no debe haber dogmas. La ciencia y la dogmática son, en general, ámbitos con intersección vacía o, cuanto menos, muy poco habitada. Ha sido así hasta ahora (con algunas excepciones conocidas y criticadas) y, desde luego, debe seguir siendo así en el futuro. Ciencia no es dogma ni teorías inalterables.

4. Lo que pretende la ciencia en determinados ámbitos, lo que de hecho hace, es establecer unos criterios experimentales u observacionales a partir de los cuales se construyen, se conjeturan teorías que son y deben ser siempre revisables. El médico, el científico, que considera que algo es un dogma sin discusión no es un buen científico; será otra cosa, pero no es un buen científico. En los ámbitos experimentales de la ciencia se buscan hechos reproducibles que puedan establecerse en cualquier lugar con medios adecuados (aunque no siempre es tarea fácil).

La interpretación de estos hechos bien establecidos, con acuerdo muy generalizado, es lo que lleva a controversias. Establecer a partir de hechos bien contrastados, teorías consistentes, penetrantes, de interés y revisables, ésta podría ser una definición de ciencia (no válida en todos los casos; por ejemplo, en el de las ciencias formales o en ciencias muy matematizadas como determinadas áreas de la física).

5. Hablamos ahora , f undamentalmente, de ciencias biológicas. Generalmente, al menos en este tipo de ciencias, lo más frecuente es lo siguiente: primero están los experimentos o los datos de observación epidemiológicos, o los mismos hechos naturales, y, a partir de ahí, se establecen hipótesis o teorías que luego se vuelven a comprobar en el laboratorio y, a partir de todo ello, se van ampliando, van surgiendo nuevas cuestiones y desarrollos. Pero no hay una hipótesis, una teoría o una creencia oficial.

¿Qué implica en este contexto el término «oficial»? Pues que hay un gobierno o una autoridad pública -o privada si se quiere también-, que determina unas directrices de obligado cumplimiento. No existe. Otra cosa son las presiones que las grandes corporaciones pueden realizar sobre comunidades o equipos científicos.

6. Puede haber, como resulta evidente, consenso sobre un conjunto de temas y, en cambio, discusión abierta y profundas diferencias sobre otros asuntos. Muchas aristas, muchos puntos, muchas hipótesis son objeto de discusión.

6.1.Esto ocurre incluso en las ciencias físicas. Las hipótesis sobre la expansión del universo, sobre si el universo es cerrado o abierto, siguen debatiéndose desde hace bastante tiempo (¡nos cuantos siglos siglos!). Las interpretaciones sobre los resultados experimentales contrastados de la mecánica cuántica forman un arco hermenéutico amplísimo, casi inabarcable (recordemos la aporía sobre la comprensión de la cuántica de Richard Feyman). La teoría de las supercuerdas, por ejemplo, no tiene hasta ahora ningún consenso indiscutido entre la comunidad científica implicada. ¿Es o no es una teoría que deba marcar los pasos de la física de partículas?

7. Esta forma de hablar, el uso de la noción «ciencia oficial», no es correcto ni es justo. La base «teórica» de muchos de estos grupos y colectivos que se presentan como «medicina alternativa» es en realidad muy antigua; «medicina antigua» sería una designación mejor.

8. Un ejemplo dado por Eduard Rodríguez Farré de miembros de estos colectivos (que no pretende generalizar):

«Una vez, hace ya tiempo, la Comunidad Europea me encargó que estuviese trabajando -de hecho, observando con detalle, junto con un profesor italiano del gran Instituto Mario Negri-, a un grupo de homeopatía para el que ellos mismos pedían una subvención. El profesor italiano, mi colega, se largó el primer día dando un portazo. Yo aguanté más pero lo que es inaceptable es que se llamen «alternativos» y, además, progresistas, y tú representes, así, despectivamente dicho, «la medicina convencional y oficial». Vamos, hablando en plata, que seas un carcamal de derechas y un dogmático cerril. ¡Ya está bien! La homeopatía es mucho más antigua que la actual medicina científica. Por lo demás, no hay que olvidar que parten de postulados y principios generales que no acostumbran a cuestionarse».

9. La homeopatía tiene su origen en el siglo XVIII. La medicina que se practica hoy en día en gran parte del mundo que, por supuesto, puede y debe aprender de otras tradiciones y de conocimientos prácticos y observacionales populares, tiene su punto de partida en la obra de Claude Bernard, un siglo después en el XIX. Es entonces, con la obra de Bernard, cuando se produce una auténtica ruptura epistemológica, por decirlo con términos prestados y de forma algo más pretenciosa (Es recomendable: Oriol Martí, Claude Bernard y la medicina experimental, Barcelona, Montesinos (Biblioteca de Divulgación Temática), 2006) Fue entonces, hacia la mitad del XIX, cuando irrumpieron los grandes avances en ciencias biológicas y en medicina sobre todo. Fue la época de las vacunas y de la teoría bacteriana (se conocían ya las bacterias pero no se había establecido una relación entre ellas y las enfermedades).

10. La idea de la homeopatía es de Hahnemann, un médico alemán del XVIII. Desde un punto de vista científico, siento expresarme así, la homeopatía tiene escaso valor. Otra cosa es que pueda curar por sugestión. Perfecto, sin ninguna duda. Los farmacólogos, dignos de tal nombre, suelen decir que todo tratamiento homeopático es un placebo.

¿Por qué? Nos podemos quedar en este punto. Continuamos la semana próxima.

Notas

1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225959

2) Sobre las energías internas, el fortalecimiento del cuerpo y la homeopatía (I) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226141

3) Tomo pie en el IV capitulo de Eduard Rodríguez Farré y SLA, Ciencia en el ágora, Vilassar de mar (Barcelona), El Viejo Topo, 2012.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.