En todo este contexto, sin embargo, es necesario entender el término «ciencia» con la generosidad que merece: sólo la profunda alienación del espíritu en la sociedad burguesa, permite entender por ciencia una actividad sin espíritu, que se limita a manipular el ente para explotarlo. En su concepto histórico la ciencia es esencialmente más que eso: […]
Manuel Sacristán (1960)
Estábamos en el siguiente punto, en el asunto siguiente. Enric Llopis, un incansable activista y colaborador de rebelión y El Viejo Topo, publicó el pasado 28 de abril una nota sobre el médico nutricionista Francisco Mata, a raíz de la participación de éste en las Jornadas Anarcosindicalistas de la CGT-Valencia. El título de su intervención: «La nutrición, una política de la vida cotidiana» [1]. Se quiere comentar este paso: «defiende [Mata] la homeopatía como un sistema curativo en el que se subrayan las fuerzas energéticas del cuerpo humano; «intentas encontrar un remedio que acompañe a tus energías internas, para que el cuerpo se fortalezca y pueda curarse a sí mismo», explica el facultativo». El mismo, Mata, nos recuerda Llopis, «estudió hace una década un máster para médicos, farmacéuticos y veterinarios impartido por la academia médica homeopática en colaboración con la Universitat de Barcelona».
La idea de la homeopatía, comenté anteriormente [2], es de Hahnemann, un médico alemán del siglo XVIII. Desde el punto de vista de su fundamento científico, la homeopatía tiene escaso o nulo valor; otra cosa distinta, y probablemente verdadera, es que pueda curar por sugestión.
Los farmacólogos suelen decir que todo tratamiento homeopático es un placebo. ¿Por qué? Véamoslo.
1. L a homeopatía se basa en las diluciones. Frente a la alopatía -terminología muy antigua-, la homeopatía pretende curar con lo similar. Se basa, hablando en términos aforísticos, en el similia similibus curantur, lo semejante se cura con lo semejante. Mientras que, por el contrario, la alopatía (alo sería distinto), la medicina científica actual digámoslo así, se basa en tratar al paciente con lo que se pueda demostrar experimentalmente que cura. Si alguien tiene fiebre, el homeópata te dará «algo» que provoca fiebre pero diluido en diluciones infinitesimales, tanto que ya no queda propiamente una molécula.
2. ¿Qué se suministra entonces en estos tratamientos? Agua. Hacen innumerables diluciones, en número «infinito» si queremos decirlo así y hablando en términos imprecisos (no usamos el término como lo usa un matemático al hablar de la infinitud de los números naturales o de la infinitud superior de los números reales). A partir de una dilución de árnica que es uno de los elementos clásicos (también quinina o sustancia similar, o la corteza del sauce), se van haciendo diluciones y más diluciones. No hablamos de principios puros activos; se está hablando de productos naturales, aunque también de productos artificiales. Se usan también metales aunque esto sea más bien una singularidad de la medicina de tipo homeopático influida por la tradición china o por la ayurvédica, la tradición médica de la India.
Con palabras de Eduard Rodríguez Farré [ERF]:
Si un producto irrita y tú tienes una irritación cutánea, vamos a usar este producto pero muy, muy diluido. Parten, pongamos, de un gramo por litro; de esta solución cogen un mililitro y lo vuelve a disolver en otro litro. De esta nueva solución, extraen un mililitro que disuelven en otro litro. Y así sucesivamente. Hacen tantas diluciones que cuando se calcula la concentración que hay en la última solución de la serie, lo que sería propiamente el medicamento, lo que ellos van a dar a los pacientes, ya no queda nada ahí.
3. Afirmamos que n o queda nada porque el proceso iría más allá de una constante natural, del número de Avogadro: el número de moléculas que hay en un mo l [4 ] de cualquier sustancia es de 6,022 por 10 a la 23 (10 23 ). [5]. De hecho, ya hubo una gran disputa en los años noventa del siglo XX:
Lo que solemos establecer en farmacología es la curva dosis-respuesta. A medida que vas aumentando la dosis vas teniendo una respuesta biológica, farmacológica, curativa en el efecto. Vas aumentando la dosis, en una relación que suele ser logarítmica, y vas obteniendo una respuesta que, en los experimentos que se realizan, llega a matar al animal que se usa en la experimentación, lo intoxicas. Pero las primeras dosis no tienen efecto. Existe generalmente un umbral -aunque no siempre, no en un porcentaje del 100%-, pero en la inmensa mayoría de casos a partir de una determinada dosis empiezas a tener efectos. Con las concentraciones que los homeópatas utilizan te vas a la parte negativa.
4. Estaría en la parte negativa de la serie porque la dosis que se suministra al paciente es inferior al número de Avogadro, inferior realmente a esta constante química muy bien establecida. En l a solución que se suministra no queda ni una molécula de la sustancia.
5. ¿Cómo responden los partidarios-defensores de la homeopatía a este argumento crítico? Es cierto, responden los más avisados, es verdad, admiten, no queda ninguna molécula pero afirman que «queda en el agua la memoria del paso de la molécula». ¿Qué significa esta afirmación sobre la «memoria en el agua» del paso de la molécula? Cuando usan esta metáfora, ¿qué sentido tiene «memoria» en el enunciado?
No es fácil saberlo, no es fácil obtener una respuesta comprensible.
6. Las personas partidarias de la homeopatía suelen decir también: nos basamos en especulaciones, claro, siempre especulamos los seres humanos; también los científicos lo hacen… ¡y no poco! Pero, añaden, también nos basamos en resultados; curamos y curamos mucho. Hablemos con las personas, con los ciudadanos que han usado la homeopatía. Se remiten entonces a resultados positivos, a enfermos, bebés y niños en muchas ocasiones, no sólo personas mayores, que superan síntomas y trastornos.
7. Pero con esa línea nos situamos en otro vértice. Si cogemos un grupo de pacientes, el A, y otro grupo de pacientes, el B, en un ensayo controlado… Me explico mejor: para saber si un medicamento es efectivo o no, en medicina siempre se tiene el factor nada secundario del médico, del terapeuta en general, y del paciente y la relación entre ambos y la expectativa del paciente de curarse, conviene utilizar un placebo. De nuevo con palabras de ERF:
Si lo que se quiere es estudiar el valor curativo de una sustancia, siempre se prueba antes en un grupo de personas sanas. A un grupo de ellas se les suministra la sustancia y a otro grupo el placebo. En principio, ni el médico conoce lo que suministra ni los sujetos saben lo que toman. Un tercero conoce los códigos de cada tratamiento. Al final se comparan los efectos observados en el grupo tratado con la sustancia y en el grupo al que se le ha administrado el placebo. Lo mismo se hace cuando se estudian efectos terapéuticos en pacientes.
8 . Estamos así ante el uso del placebo en estudios de doble ciego. Por otra parte, estaría el análisis del efecto del placebo como tratamiento de complacencia o incluso de sugestión. Es decir, s e le dice a un paciente ( o, en su caso, al familiar de un paciente ) o a una p ersona sana, que va a tener sueño, por ejemplo, o que se va a poner nervioso (ocurre lo mismo con el dolor, incluso en pacientes con amputaciones). Se observa entonces un porcentaje de resultados positivos en función de la confianza que inspire el médico, aún cuando, y este es el punto, no se les haya suministrado ningún principio activo. Dependiendo del o la médico que lo suministre, del tipo de paciente y de la relación entre ambos, insisto en ello, con el placebo se llegan a obtener hasta el 40% -incluso más en algunos casos- de efectos positivos, incluso, como decía, en dolores muy fuertes. Si el medicamento en cuestión es morfina, por ejemplo, y experimentamos con un grupo de pacientes doloridos, un 30% o un 40% de ellos, sin tomar nada, sólo con el placebo, van a encontrarse aliviados. Si les suministramos morfina, desde luego, el porcentaje será mucho mayor, el 90% o más. Lo mismo ocurre con los antidepresivos bien suministrados y controlados (no estamos abonando su uso generalizado y descontrolado).
9 . Se obra así, decíamos, para evitar el factor de influencia, un factor que está en función, como decíamos, del o la médico que interviene y de la psicología del paciente. Si estamos ante un médico adusto, que tiene un poco o un mucho de mal genio, malcarado que trata al paciente de forma seca o descortés, seguro que tiene menos curaciones que si le habla y le trata de forma afable. El carisma del médico influye enormemente. No hay duda. De hecho, puede ocurrir que ese médico, esa médico, tenga un gran éxito en curas y su práctica científica sea relativamente pobre. En cambio, podemos tener el caso de un médico que sea realmente un estudioso, brillante incluso, pero que tenga un carácter seco y que no tenga la virtud -en absoluto despreciable, todo lo contrario, es muy importante- del contagio positivo. La presencia, el contacto, la relación dialógica entre médico-paciente es muy importante (6)
10 . Para evitar est as influencias , en los tratamientos se practican siempre ensayos a doble ciego: n i el médico ni el paciente saben lo que dan ni lo que toman. En la homeopatía, en cambio, no se practican estos estudios de doble control [ 7 ] . ¿ Por qué?
Podemos dejarlo en este punto. Continuamos la próxima semana.
Notas.
1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=225959
2) Sobre las energías internas, el fortalecimiento del cuerpo y la homeopatía (I) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226141. También: Sobre las energías internas, el fortalecimiento del cuerpo y la homeopatía (II) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=226769
3) Tomo pie de nuevo en el IV capitulo de Eduard Rodríguez Farré y SLA, Ciencia en el ágora, Vilassar de mar (Barcelona), El Viejo Topo, 2012.
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