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Carta abierta al Secretariado de las FARC

Mi hipótesis sobre las armas y algunas preguntas

Fuentes: Rebelión

Comandantes Timoleón Jiménez, Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Pastor Alape, Joaquín Gómez, Mauricio Jaramillo, Bertulfo Álvarez, Carlos Antonio Lozada y Ricardo Téllez. Y a Jesús Santrich y Gabriel Ángel. Quién y por qué Quien les escribe fue militante urbano del PCCC de las FARC durante 13 años. Casi todo ese período desarrollé mi trabajo clandestino en […]

Comandantes Timoleón Jiménez, Iván Márquez, Pablo Catatumbo, Pastor Alape, Joaquín Gómez, Mauricio Jaramillo, Bertulfo Álvarez, Carlos Antonio Lozada y Ricardo Téllez. Y a Jesús Santrich y Gabriel Ángel.

Quién y por qué

Quien les escribe fue militante urbano del PCCC de las FARC durante 13 años. Casi todo ese período desarrollé mi trabajo clandestino en un centro urbano del suroccidente del país. Me retiré individualmente (ver nota 1) justo al momento de enterarme -tras un período de negacionismo e incredulidad- que sí iba en serio la entrega de las armas del pueblo a la burguesía {por intermedio de la ONU} para su destrucción (ver nota 2). No soy disidente, soy un comunista convencido, que espera que otros comunistas inconformes rompan con el silencio como hoy lo estoy haciendo yo, ese silencio que es demasiado parecido a la estupidez, porque como decía Jaime Pardo Leal hay momentos en que callar es mentir. Yo al menos no quiero mentir, mentirme a mí mismo ni mentirle al país (ver nota 3).

Yo ya no podré romper con el silencio «dando la cara» en el próximo Congreso, pues supongo que por mi decisión de apartarme de lo que considero una aventura electoral a mí se me considera paradójicamente poco menos que traidor, o un «cobarde desertor», y por lo tanto no podré asistir. Es por eso que les escribo esta carta, de cara a toda la izquierda y de paso a todo el mundo porque ese es el precio de la legalidad a la que hoy ustedes se avocan. Les escribo más en concreto por dos razones.

La primera es que quisiera que por fin reconozcan {para ustedes mismos y la militancia, no pretendo que lo hagan públicamente porque ese no es su estilo} que en las FARC hay desacuerdos importantes, pero también que comprendan que no todos los desacuerdos son disensos políticos o ideológicos, que no todos los disensos son disidencias, que no todos los disidentes son adversarios {o simples narcos como se insinúa con cinismo del frente 1º, que como se sabe fue la primera pero no la única disidencia colectiva} y por último que no todos los adversarios tienen que ser enemigos.

Sería muy importante dicho reconocimiento para permitir las francas y abiertas discusiones que se deben dar en el Congreso. También es importante porque el ambiente organizativo interno en la actualidad por lo que aún percibo es de temor a expresar una crítica, de temor a ser señalado de disidente, entendido esto automáticamente como sinónimo de enemigo. Y aunque lo que más existe entre la militancia urbana, y creo que no solo la urbana, son dudas {que es importante aclararles} también existen algunas certezas contrapuestas, algunas inconformidades y por supuesto algunas críticas. De la capacidad para expresarlas, recibirlas, asumirlas, tomarlas en serio y gestionarlas dependerá en buena medida el éxito del nuevo proyecto político que surja del Congreso.

La segunda es para expresar algunas de esas dudas y también algunas de esas inconformidades y críticas. Advierto que la tradición política en la que me formé me empuja a ejercer en estas líneas, y sin pedir permiso, la libertad de expresión como la entendemos los comunistas, como libertad de discusión y crítica, bajo la idea de que hay que decir y decirnos las verdades aunque duelan. Lo hago para dejarlas en el ambiente previo al Congreso, para que desencadenen cosas que estoy seguro de que no pueden ser más que positivas para el proceso revolucionario y para la nueva organización que deberá surgir de entre las cenizas de las FARC.

Aunque en esta carta me exprese con dureza y a veces con rabia {pero nunca con rencor} mis deseos y mi esperanza siguen puestos en que a quienes hoy conforman esta organización les depare un porvenir bienaventurado en política. Después de todo, en un sentido revolucionario siento que somos «de los mismos» aunque no seamos iguales, y por ende mis simpatías siguen con muchos de ustedes.

Sobre las armas: mi hipótesis

¿Por qué las FARC entregaron las armas? (ver nota 4). Es la primera pregunta que cualquier colombiano o colombiana debió haberse hecho y les aseguro que la militancia no fue la excepción. Podría suponerse obvia la respuesta sobre todo para la militancia, algo así como «ya sabíamos que esto iba a pasar en algún momento», pero al menos para una parte -considerable- de nosotros no fue así. En la concepción y plan estratégico de las FARC tal y como nos lo enseñaron y como lo pudimos leer en algunos documentos, nunca estuvo entregar las armas a cambio de participación política, como si éstas fueran moneda de cambio.

Por eso las negociaciones siempre se llevaron a cabo bajo una concepción de «diplomacia de guerreros», o sea sacar ventajas militares en el escenario político, hablar de paz mientras se preparaba la guerra, igual a como lo hacía y lo sigue haciendo aún hoy la burguesía.

Esa actitud no era para nada cínica, era la más recomendable para revolucionarios que «dialogan» con lo más tramposo, despreciable y mezquino que ha engendrado la humanidad, que es la burguesía. Era la mejor actitud de revolucionarios que saben que «en una revolución se triunfa o se muere si es verdadera» como dijo el Ché, que saben que en ella no se transa como si fuera un negocio, sobre todo porque se tiene claro que el enemigo también quiere solamente la victoria y se la juega toda a ella.

En una guerra no hay fórmula «gana-gana», siempre hay derrotados aunque esto no quiere decir que siempre hay exterminio o humillación. Cuando algunos «conflictólogos» recientemente hablan de «empates» o «equilibrios» en los conflictos armados esto se trata simplemente de lo que en ajedrez se llama tablas, que un bando acorrala al otro sin salida y sin posibilidad de moverse pero es incapaz de exterminarlo. Le toca entonces en la vida real negociar la rendición del enemigo con más o menos condiciones según lo permita el nivel de acorralamiento. A esto se le llama victoria estratégica y suele verse expresada en «mesas de diálogos» que llegan a «feliz término» porque una de las partes no se siente capaz de pararse de la mesa a seguir combatiendo.

Estas rendiciones con condiciones se dan siempre en un momento en el que los ganadores tienen afán de victoria por múltiples razones y ante todo presiones y quienes se rinden, habiendo perdido en el plano estratégico saben que lo que sigue no puede ser más que inútil desangramiento con una baja probabilidad de recuperación en el largo plazo y que a lo que más probablemente los puede conducir es a perder la mucha o poca capacidad que aún conservan de poner condiciones para la rendición. Esto las FARC lo ha sabido siempre y por ello diseñó planes tremendamente realistas. En este sentido la llamada «solución política al conflicto» que estuvo siempre presente en el discurso de Manuel, Jacobo y Alfonso no significaba más que la pretensión de hacer rendir al Estado con condiciones en una mesa de diálogos {porque no era posible ni deseable exterminar las FFAA regulares} para terminar de ese la confrontación militar directa.

El plan estratégico de las FARC consistía en lograr dicha rendición del Estado colombiano en un momento en el que se conjugara una neutralización militar de fuerzas {esto implicaba la dispersión de la fuerza enemiga por todo el territorio y despliegue del 50% de las propias en la cordillera oriental, este fue el esquema original posiblemente modificado en la 9ª conferencia tras los golpes inocultables del plan patriota y sucesores} con una insurrección popular urbana concretamente en Bogotá pero con «réplicas» en otras ciudades, dirigida por el PCCC, apoyada por las milicias y las redes urbanas y cohesionada políticamente por un masivo movimiento bolivariano o MBNC quien idealmente sería el llamado a desempeñar el papel de portavoz de los insurrectos con los 10 puntos para un gobierno de reconstrucción y reconciliación nacional» en la mano {puntos que que en la 9a se ampliaron}. Y ni aún entonces se consideraba la posibilidad de entregar las armas, como máximo de suspender su uso.

También nos enseñaron {aunque esto no pudimos conocer documentos específicos por motivos de seguridad, según nos dijeron} que en la 9a conferencia se había replanteado, o mejor que se le había dado desarrollo al plan estratégico en su aspecto político, definiendo unos momentos en un proceso ascendente de medición de fuerzas urbanas con 2019 como el momento culminante idealmente insurreccional.

Cuando nos enteramos de esto pensamos en primer lugar que era pretensioso pretender dictarle una ruta cronológica a un levantamiento insurreccional. Pero como pasos en un proceso de preparación organizativa para un levantamiento podía funcionar. Lo segundo que percibimos fue un evidente paralelo que nos agradó y pareció acertado con la planificación estratégica de Hugo Chávez en Venezuela, el llamado Plan Nacional de la Patria que en su primera versión conducida por el propio Chávez llegaba hasta 2013 y cuya segunda versión que fue su invaluable legado político confiado a Nicolás Maduro iba también hasta 2019. ¡Qué bella iba a ser América Latina para 2020, según esos planes! (ver nota 5)

Así entendida la estrategia en lo militar y en lo político (ver nota 6) debe ser claro el hecho de que ésta no se logró concretar con éxito ni en lo militar ni en lo político. En lo militar, porque lo militar ya no existe y eso habla por sí solo. Y en lo político porque hasta ahora no ha habido tal medición de fuerzas como la imaginábamos, ha parecido más bien que la bandera de la solución política negociada, que burdamente ha sido llamada «paz», se ha tragado el trabajo organizativo y de movilización popular y que, a dos años del «plazo final» de 2019, todo parece indicar que lo electoral con sus campañas sucesivas y sin fin se va a tragar, nuevamente, el trabajo político que debía tener vocación insurreccional. Si alguien piensa que el capital político y la militancia de una sola organización alcanzan para perseguir de manera realista ambas ambiciones, está popularmente hablando «miando fuera del tiesto».

Creo que hasta aquí he nombrado algunos elementos importantes para intentar responder a la pregunta de por qué las FARC entregaron las armas. La respuesta más verosímil y plausible sería pues que las entregaron porque no tuvieron otra opción viable o al menos porque fue la mejor opción que tenían en un contexto de reveses irreparables en lo militar que comprometieron de fondo la estrategia. Esto se llama derrota estratégica aunque duela decirlo y escucharlo. Los diálogos de la Habana fueron una rendición con condiciones.

Evidencia de eso es el hecho de que se negociara tras el asesinato de Alfonso Cano. Si mal no recuerdo Timoleón dijo en una entrevista que estas habían sido las palabras de Alfonso: «Santos quiere poner mi cadáver aún tibio sobre la mesa». Otra evidencia fue que en el acuerdo no se tocara ni un pelo del modelo económico, ni tan siquiera de los tratados ni de la política económica, ni de la doctrina militar contrainsurgente del Estado, y que la promesa de reforma rural fuera tan pobre (ver nota 7).

Otra evidencia fue que se continuara el proceso después de que tras el NO que le dieron a Santos en el plebiscito la burguesía a una sola voz exigiera la renegociación. Otra prueba fue que efectivamente se renegociaran cosas muy sensibles para beneplácito del uribismo y el cristianismo recalcitrante, esto sí fue una verdadera humillación que un ejército que no estuviera derrotado jamás la habría aceptado.

Una evidencia más es que haya habido concentración y desarme total cuando aún no se hace nada por desmontar el paramilitarismo, cuando aún todo el acuerdo renegociado sigue en manos de un congreso {un congreso con voceros sin voto o convidados de piedra por parte de las FARC} que va a manosear punto por punto antes de aprobarlo. Y eso sin hablar de las bajas probabilidades de implementación plena de esos puntos, primero renegociados y después manoseados, bajas probabilidades ante la eventualidad de que el próximo presidente de Colombia sea Vargas Lleras u Ordóñez (ver nota 8).

No se me tome por pesimista, reitero que mis deseos son de bienaventuranza política para las FARC, y hasta electoral aunque soy abstencionista. Pero para ganar en política primero hay que conocer el terreno que se pisa y sobre todo saberse ver al espejo tal cual se es y saber ver al enemigo tal cual es.

Preguntas

Pero como dije, en el centro deben estar las preguntas más que las hipótesis. La primera de esas preguntas sigue siendo ¿por qué entregaron las armas? (ver nota 9). Pero hay otras preguntas, quizá más pertinentes, más vigentes, más acuciantes y de las cuales urge una respuesta.

Al haber entregado las armas, ustedes ¿consideran caduca la táctica de guerra de guerrillas frente a la actual tecnología militar burguesa?, ¿o lo caduco es la estrategia insurreccional apoyada por un ejército irregular de base campesina?, ¿ha perdido vigencia el planteamiento de la toma del poder por la vía de las armas en manos del pueblo levantado? Estas preguntas son importantes porque permitirían un juicio más sensato por parte de otras organizaciones insurgentes que aún no han entregado y que probablemente no lo van a hacer en el corto plazo.

Si las respuestas fueran afirmativas {en cuyo caso serían necesarios argumentos sólidos que lo evidenciaran}, sería un grave error no advertirles a los demás compañeros que siguen alzados en armas. Si se tienen estos elementos de juicio deberían ser compartidos con ellos, y de paso con muchos militantes de las FARC, como el propio Jesús Santrich que hace poco en una entrevista dijo valientemente que sigue pensando, como muchos lo pensamos, que está vigente y abierta la puerta de la lucha armada en Colombia, que si no les cumplen a ustedes habrá que volver a levantar los fusiles.

Y si son afirmativas las respuestas a esas preguntas, ¿cuál es la estrategia revolucionaria que proponen y que no requeriría el uso de las armas? Esta tiene la misma importancia que las anteriores. Para muchos de nosotros viene siendo más que claro a la luz de las experiencias históricas, que si en una revolución no hay músculo militar que la respalde, proveniente ya sea de la fragmentación del ejército regular, de la conformación de un ejército insurgente o de una milicia popular, no hay continuidad posible de cualquier victoria político electoral pasajera. No hay construcción posible de Socialismo (ver nota 10). Por eso las FARC en su origen eran el brazo armado de los comunistas colombianos para la revolución. Pero es posible que estemos equivocados quienes así pensamos, es posible que ustedes hayan hecho otros análisis u otros descubrimientos basados en otras experiencias. Es lo que deberían aclarar, por lo menos a su militancia y a otras fuerzas de la izquierda revolucionaria.

Finalmente, ¿consideran viable el triunfo de una estrategia política revolucionaria que no cuente con la participación concertada de las fuerzas bolivarianas de las cuales ustedes pretenden la hegemonía, con las fuerzas camilistas, las fuerzas guevaristas y las fuerzas M-L, entre otras? Esta pregunta no es retórica. Hasta ahora parece que ustedes estuvieran asumiendo una de dos cosas, o bien que el ELN también va a entregar armas y que una parte mayoritaria del camilismo se va a sumar al Bloque que ustedes proponen, y que por lo tanto la parte minoritaria del ELN y los M-L no importan. O bien que no importa ni siquiera lo que suceda con el ELN y en ese sentido que la «unidad de los comunistas» -PCC y FARC- por sí sola puede con todo (ver nota 11).

En ese sentido, más valdría aprender de la experiencia histórica. La burguesía colombiana siempre ha procurado dividir para vencer y derrotar a las fuerzas insurgentes y por lo tanto nunca ha aceptado la integración de todas ellas a la política legal. Esto fue muy claro para las FARC en 1990, cuando en medio del proceso de desmovilización del M19, el Quintín Lame y disidencias del ELN y el EPL, y la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que las FARC habían venido pidiendo desde finales de los 80, se produce el ataque a «Casa Verde», al campamento del secretariado de las FARC, fuerza mayoritaria de la CGSB.

El 12 de agosto del año siguiente (1991) Manuel Marulanda decía «Hubiéramos podido estar en la ANC si [el señor presidente] no nos hubiera cerrado el paso con el ataque del 9 de diciembre». Y el propio Alfonso Cano, quien se encontraba liderando los diálogos con la Coordinadora, decía el 4 de septiembre «Hubiésemos querido argumentar y luchar en el seno de la ANC pero las circunstancias que el país conoce, frustraron la posibilidad histórica de convertir sus conclusiones en un tratado de paz». Para muchos en el país ha sido claro que el M19 y el EPL haciendo política legal cumplían el papel de deslegitimar con su discurso pacifista a los que se mantuvieron armados, a la vez que estos grupos sin el apoyo de las otras fuerzas de la Coordinadora Guerrillera no podían lograr gran cosa en política electoral. Efectivamente en 1992 pierden la personería jurídica 12 movimientos políticos, incluido Esperanza Paz y Libertad, el PCC y el MOIR. Y los logros revolucionarios del M19 han sido muy pocos, algunos piensan que nulos.

Estas experiencias deben revisarse, repasarse y analizarse para evitar que en esta coyuntura se vaya a jugar algo parecido, tener a las FARC desarmadas para deslegitimar al ELN y al EPL, y a éstos aún armados para aislar fácilmente a las FARC en la política electoral parlamentaria.

Para clarificar todas estas posturas y cuestiones, no bastaría con declaraciones públicas coyunturalistas, por eso se hace urgente la tarea, que el Congreso debe exigir y delegar, de construir una historia interna de las FARC, donde puedan revelarse las diferentes posiciones sobre todos estos asuntos que se han disputado en los distintos momentos históricos de la organización y cuáles han sido sus portavoces, donde se puedan identificar los diferentes planteamientos y líneas, donde la militancia pueda encontrar referentes reales detrás de la apariencia de consenso y unidad.

Es la hora de superar el secretismo y la imagen artificial de consenso que solamente sirven en tiempos de guerra para mantener disciplina y cohesión. En tiempos de lucha democrática, que no se debe confundir con paz, solamente podrán servir para cimentar una bancarrota política sin precedentes en la historia reciente del país. Asumir el reto de construir esa Historia interna sería lo más honesto de cara a la militancia en vísperas del Congreso constitutivo del partido. Son ustedes como Secretariado, que han participado de las Conferencias y Plenos, los primeros llamados a asumirlo.

Si eso no sucede, y mientras eso no suceda, solamente puedo convocar a los comunistas que hay dentro de las FARC a que participen del partido de masas o electoral que surja de las FARC asumiéndolo como frente de masas organizado; pero que por aparte que entablemos un diálogo amplio, gestionado en la clandestinidad pero público en sus argumentos y conclusiones, con todos los cuadros revolucionarios del país {del PCC, PCC-ML y EPL, PCC-M, GCR, ELN, CMR, MRP, entre otros} que ayude a clarificar e interpretar de forma acertada y crítica la derrota estratégica de las FARC y de otras insurgencias históricas como el M19 y el Quintín Lame, y que permita cimentar las bases de una nueva organización revolucionaria de cuadros basada en una nueva estrategia con posibilidades reales de éxito a la luz de las experiencias históricas. En ese diálogo se podría encontrar la ruta hacia la victoria revolucionaria.

Quisiera terminar con una frase de Vladimir Lenin, que sirve para la reflexión:

«La actitud de un partido político ante sus errores es una de las pruebas más importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio.» V.I.Lenin. Izquierdismo.

Esperando lean estas líneas con atención y consideren algunos de sus argumentos para el Congreso, se despide con los mejores deseos.

PD: tengo mucho que decir sobre las propuestas consignadas en las «tesis de abril». Particularmente sobre el carácter del partido que se pretende construir {de masas, de cuadros o electoral}, ya que hay muchas imprecisiones y contradicciones, pero también sobre la historia de las FARC y el papel tan importante que ha jugado en ella la división campo-ciudad, la preeminencia del campo sobre la ciudad y la inminente inversión de la fórmula en el futuro inmediato y sus consecuencias. Y sobre otros puntos cardinales que allí se proponen. Sin embargo tendrá que ser en un próximo escrito, porque este ya fue demasiado largo, el cual tendré la decencia de no dirigírselos a ustedes personalmente, porque que en él no plantearé preguntas sino solamente opiniones argumentadas.

Notas

1 De manera dialogada, sin quedar debiendo nada, sin resentimientos y con el compromiso vigente del cuidado de la seguridad de quienes allí conocí; toda esta aclaración es importante para ustedes y lo sé. Pero evidentemente no puedo ni quiero demostrar que quien escribe efectivamente es quien dice ser. También podría tratarse de un agente de la CIA o del nuevo DAS o algo por el estilo. Lo que quiero decir es que no es importante si se cree en mi presentación o no, lo importante es que se escuchen y ojalá debatan o incluso refuten mis argumentos, tanto en la izquierda como en la Organización misma de cara al Congreso. Porque eludir un debate serio mediante el desconocimiento de las «calidades» del interlocutor sería por lo menos triste.

2 Varias veces escuché de boca de comandantes guerrilleros que el fusil no era propiedad del guerrillero ni propiedad de las FARC sino que era del pueblo y como tal había que cuidarlo y por lo tanto nunca se podía entregar porque al hacerlo se cometía un delito contra el pueblo, delito que podía ser castigado hasta con fusilamiento. No creo que sea diferente cuando se entregan más de siete mil. El hecho de que quien decide entregarlas es el Estado Mayor encabezado por el Secretariado no resulta suficiente justificación porque ustedes tampoco eran dueños de esas armas.

3 Lo del silencio lo digo por esto, el M19 antes de entregar armas hizo un plebiscito interno para saber si la militancia estaba de acuerdo. En el caso de las FARC el plebiscito implícito se basó en la máxima «el que calla otorga» asumiéndo que si alguien está en desacuerdo simplemente debe irse como disidente y traidor y el que se quiera quedar debe callar y otorgar. Por eso la X conferencia se ideó como consumación de una decisión previamente tomada y que ya no tenía reversa, por eso los ahora llamados «disidentes» no esperaron para participar en ella y los que lo hicieron se enfrentaron a un consenso dictado. El silencio se convierte en mentira cuando algunos que están callados en realidad no están de acuerdo y me consta que los hay. Ese plebiscito implícito puede ser muy eficaz porque deja intacta la apariencia de consenso que en realidad es férrea unidad militar establecida por línea de mando, pero como método para la toma de decisiones que afectan a toda la militancia de una organización política {que deja de ser militar} deja mucho que desear.

4 Resulta casi ridículo negar que hubo entrega de armas. Algunos todavía dicen que upuestamente habría habido «dejación» de armas lo cual supuestamente no es un eufemismo. En las negociaciones de los conflictos en el mundo no siempre hubo entrega física, y el mismo Jacobo Arenas llegó a hablar en los 80 de la posibilidad de una eventual suspensión del uso de las armas. Pero en este caso que nos concierne se entregaron físicamente a la ONU para su destrucción. Eel hecho de que ustedes no permitieran poner ninguna fotografía en la prensa no quiere decir que no pasó, pues Alfredo Molano tuvo el coraje de dejarnos una fotografía en prosa de tan triste evento, llamada «La dejación de armas no es una fiesta» y publicada en internet, prosa que no deja interpretaciones posibles.

Hay que reconocer que la palabra «dejación» jugó un papel importante en las primeras etapas del proceso de negociación, cuando lo estaba conduciendo el comandante Iván Márquez. En ese momento «dejación» significaba que no habría entrega física de las armas, que simplemente se dejarían de usar. Luego todo cambió, quiero pensar que no fue solamente una maniobra tipo «hacernos los difíciles» para obtener más en la negociación, pero sea como sea «dejación» pasó a ser un simple refinamiento terminológico para referirse a la entrega.

Otra cosa sería si dijeran que «dejación» se refiere a la actitud y decisión definitiva de dejar de usar armas para hacer política, frase que han repetido muchas veces, sobre todo Timoleón y que de ser verdad sería preocupante puesto que las armas han sido son y serán un instrumento inseparable de la política en el capitalismo, instrumento al cual la burguesía nunca ha renunciado y nunca renunciará. Que algunos comunistas colombianos renunciaran a la combinación de las formas de lucha fue triste a principios de los 90 y sería triste y paradójico que hoy lo hicieran quienes en ese entonces fueron los férreos contradictores de esa decisión del PCC.

5 Plan ignorado luego por Maduro, convertido en letra muerta y utilizado como simple propaganda electoral, en mi humilde opinión. Esta opinión decido expresarla aunque con ella sigo alimentando el estigma de disidente y hasta traidor. Pero algo debe quedar claro, es indispensable, es verdaderamente indispensable, que en el Congreso fundacional del Partido se analice críticamente el proceso revolucionario en la hermana República Bolivariana de Venezuela incluso bajo Chávez que no era perfecto. No se puede aprender de una experiencia mediante una venia irreflexiva y sólo emotiva que prefiere pensar desde la perspectiva de un gobierno que no siguió los lineamientos legados por Chávez, gobierno en franca crisis no exclusivamente producida por la guerra híbrida de la CIA y que se resiste a caer, en vez de considerar como prioridad el punto de vista del Bloque Popular venezolano, o sea la fracción organizada y combativa del «pueblo» que aún, pese a derrotas, frustraciones y desilusiones, sigue siendo Chavista y Bolivariano.

La izquierda venezolana está fragmentada y dividida en este momento. No todos apoyan al círculo de Maduro y Diosdado Cabello. La Constituyente tuvo mucho de maniobra política coyuntural y pudiendo haber sido la oportunidad para un amplio foro de discusión entre toda la izquierda sobre el rumbo a seguir lo que hizo fue excluir a sectores importantes del Bloque Popular y de la misma izquierda. Y es increíble que el Estado Mayor de las FARC en vez de considerar las distintas posturas en discusión, en sus tesis automáticamente apoyen al grupo que está en «posiciones de gobierno» y simplemente por el hecho de estarlo. Lamentablemente, las amenazas recientes de Trump y la CIA van a empañar nuevamente estas verdades, poniendo a Maduro en posición creíble de defensor de la patria, justo la posición que ha querido ocupar, su último asidero político.

6 Es evidente que no soy la «autoridad competente» que pueda definir esos planes con precisión porque no estuve en las conferencias 8a y 9a, pero puesto que dichas autoridades nunca lo harán, por «razones de seguridad» que ahora no tienen ningún sentido, yo hablo desde lo que conocí y comprendí como militante que tuvo siempre la preocupación de indagar e ir más allá de las simples «declaraciones políticas» que nada dicen. Así que debe ser una base respetable aunque no sea precisa, respetable porque de hecho fue la concepción que teníamos en la cabeza muchos y que nunca nadie nos la desmintió y eso debe importar.

7 En la agenda de diálogos de 1991 entre el Estado y la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar desarrollados en Caracas y liderados por parte de la insurgencia por Alfonso Cano pueden leerse temas como estos: «(…) 3. Concepciones sobre la denominada doctrina de la seguridad nacional. (…) 6. Elementos para desarrollar la Soberanía nacional, tales como el manejo de los recursos naturales y aspectos de los tratados internacionales relativos a los temas de este proceso y la política económica exterior. (…) 7. Elementos para la democratización de la política económica y social. (…) 8. Acuerdos y medidas que materialicen la superación definitiva del conflicto armado y garanticen el ejercicio de la actividad política sin el recurso de las armas, dentro del marco de la vida civil y democrática del país, una vez satisfechos los requisitos necesarios para este propósito». Gran contraste con los actuales acuerdos. Es sabido que en aquel entonces al no lograrse acuerdos en estos puntos, por las razones que hayan sido, la confrontación siguió porque ninguna de las dos partes estaba ni se sentía derrotada.

8 Esta eventualidad las mismas FARC saben que es muy probable pues el «fenómeno Trump» implica y exige la derechización de los gobiernos latinoamericanos tal como efectivamente se viene dando. Siempre ha habido una correspondencia entre el gobierno gringo y sus gobiernos «aliados», y se sabe que ya pasó el período de la zanahoria que eran Obama y Santos, sigue el del garrote con Trump y en colombia probablemente el neouribismo. No se debe pensar el futuro político con el deseo.

9 En las llamadas «tesis de abril» (las tesis para el congreso), encuentro una posible respuesta. La tesis número trece dice así: «La sola firma de los Acuerdos de La Habana representa [una] contribución al propósito de hacer de la Región una ‘zona de paz’ en los términos propuestos por la CELAC, limitando de esa manera el campo de la intervención militar directa del imperialismo. Por otra parte, si los acuerdos se logran implementar en los términos previstos y se avanza en la consolidación de una perspectiva democrática, derrotando las fuerzas de la ultraderecha en Colombia, se habrá aportado también a una correlación política y social de fuerzas favorable al cambio político en el conjunto de la región».

Parece como si la entrega de armas hubiera sido motivada por el propósito (propuesto por la CELAC) de reducir las posibilidades de intervención militar de Estados Unidos en Venezuela. Esto es como entregar las armas a la burguesía nacional para no hacer enojar a la burguesía trasnacional. Y lo peor es que todo indica que podrían estar propiciando todo lo contrario, la intervención militar, porque las FARC habían sido el más serio desafío en Colombia para la movilización de las siete bases estadounidenses. Y aparte, parece que el propósito político en el país no fuera derrotar a la burguesía, sino a la fracción burguesa de «ultraderecha», propósito que es compartido por Santos, traidor de la ultraderecha que ahora se pinta de «centro».

10 El ejemplo más elocuente sigue siendo la Chile de Allende. Sin el respaldo de un ejército se cae cualquier revolución. La comparación que algunos hacen de la Venezuela actual con el caso chileno es superficial. Chávez no podía haber triunfado en elecciones sin el apoyo de toda una tradición política «cívico-militar» venezolana que lo convirtió en héroe tras el intento de golpe del 92 y su larga estadía en prisión. Sin hablar de que hubiera sido imposible su retorno a la presidencia en 2002 sin el respaldo armado que literalmente lo rescatara e hiciera retroceder un golpe militar que se daba por consumado. Ni Maduro hubiera podido resistir, como lo ha hecho, cuatro años de guerra híbrida sin el pleno uso y abuso de la Guardia Nacional Bolivariana {Y a la luz de las recientes amenazas de Trump y la CIA, es claro que no podrán aplicar en Venezuela la fácil fórmula de magnicidio y golpe militar, tendrán que pasar por encima del grueso de las Fuerzas Armadas Bolivarianas, las milicias y además de la resistencia armada colombiana que aún se mantiene en pie y que no dudará en defender a la hermana república en peligro}. El punto es que muchos estamos seguros de que una revolución sin tiros sólo podría verse en el cine de Holliwood.

11 Por una parte, en las «tesis de abril», tesis 6, dicen que [el imperialismo] «ha tratado de preservarse recurriendo a guerras localizadas (incluida la que tuvimos que enfrentar en nuestro país)», dando a entender que ya no hay guerra y, por lo tanto, desconociendo a los aún alzados ELN, EPL y al recientemente constituido MRP, sin mencionar las propias disidencias de las FARC. Por su parte, en la tesis 19 dice: «la concreción de un acuerdo [del Estado con el ELN], con independencia del momento en el que se puede producir, cualificaría las posibilidades de democratización política, económica y social del país, brindándole a ellas mejores condiciones». Aquí se habla, no de urgencia y necesidad sino al contrario de que no importa cuándo se dé el acuerdo y de que su importancia sería simplemente «cualificar» un proceso que asumen de todas formas exitoso. Pero también expresan vanidad y arrogancia en la frase «brindándole a ellas mejores condiciones». Finalmente, en la tesis 21 se dice que «la superación definitiva de tales estructuras [paramilitares] constituye una condición indispensable del proceso de implementación. En desarrollo de ese propósito, se precisa insistir en un acuerdo político nacional en el que se exprese el compromiso de todas las fuerzas políticas y sociales de dejar atrás todo vínculo de armas y política».

Esta última afirmación es más peligrosa puesto que coquetea con la hipótesis burguesa según la cual la lucha armada del pueblo justifica la existencia del paramilitarismo y por lo tanto para que éste se desmonte debe desmontarse primero o simultáneamente su justificación, es decir la lucha armada del pueblo. Además podría inferirse de ella que las organizaciones armadas que decidan no entregar armas {como el EPL que ya lo dijo claramente} serían tratadas como poco menos que cómplices de la continuidad del paramilitarismo, por seguirle «dando excusas». Nótese aquí la similitud con el argumento, que hoy se ve desmentido, de «limitar el campo a la intervención imperialista». Es necesario que ustedes como Secretariado aclaren este tipo de frases y de tesis que, suponiendo que sean ambiguas, dejan mucho que desear.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.