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Respuesta no secesionista a Joan Martínez Alier

Fuentes: Rebelión

La ideología dominante ha conseguido sus objetivos: sustituir la prioridad de una conciencia social (la lucha de clases) para dar la primacía a otras identidades, el tema nacional. Se trata de una deriva trágica. Samir Amin (2017)   Agradezco a Joan Martínez Alier [JMA] el tono respetuoso y el estilo argumentativo de su nota crítica […]

La ideología dominante ha conseguido sus objetivos: sustituir la prioridad de una conciencia social (la lucha de clases) para dar la primacía a otras identidades, el tema nacional. Se trata de una deriva trágica.

Samir Amin (2017)

 

Agradezco a Joan Martínez Alier [JMA] el tono respetuoso y el estilo argumentativo de su nota crítica del pasado sábado 30.12.2017: «Respuesta separatista a Rosa Guevara! [1]. Me extrañan (a mi compañera más que a mí: conoce más que yo su trayectoria y su obra), el título de su artículo -«respuesta separatista»- y su actual adscripción política formulada por él mismo en estos términos: verde-separatista. La vida y la semántica política dan sorpresas.

Adelanto mi idea central: la formulada por Samir Amin en los términos indicados en la cita inicial. También para mí la lucha político-cultural en la Cataluña de estos inicios de 2018 es una deriva trágica, que afecta especialmente, es lo que más duele, a la izquierda que se dice, se piensa o tiene voluntad de ser transformadora y más o menos feminista. La primacía de la identidad nacional, muy poco diversa y muy (falsamente) homogénea, sin apenas matices alternativos para la ubicación: o con nosotros o con ellos, es un indudable éxito político de la derecha neoliberal .Cat (y de sus aliados nacionalistas). Un sector de la ciudadanía que se decía y creía de izquierdas sigue ubicado en esas coordenadas y en esa temática para satisfacción, goce y provecho del nacionalismo catalán.

JMA me critica, con razón, por el uso de algunas expresiones desafortunadas. Pido disculpas por ello. No debería haberme expresado en estos términos. Yo también soy una viejecita (mi compañera un poquito más). Eso sí, sigo pensando que el movimiento secesionista usó (y manipuló) el 1-O a personas mayores y a niños/as muy pequeños para dar mayor sensación (televisiva y presencial) de represión y neofranquismo, sin que ello implique amparar o estar de acuerdo con las actuaciones policiales de ese día que en absoluto justifico. Fue, a un tiempo, un error y una barbaridad que contó con la «colaboración desinteresada» de los Mossos d’Esquadra que se comportaron ese día -ellos mismos lo han señalado orgullosamente y sacando pecho, un pecho muy masculino- como la policía política del secesionismo catalán.

Apunto a continuación un postulado (revisable) que tal vez debería haber indicado en mi anterior comentario.

Yo no creo ni veo razonable que una decisión como la que se sigue discutiendo, la aspiración política de varias fuerzas políticas (muy o ultra)nacionalistas y de una parte sustantiva de la sociedad civil catalana, por esas fuerzas abonada y estimulada, a la destrucción de un demos común, a la irrupción de un nuevo muro-Estado, pueda estar justificada democráticamente porque un 50% no ya del censo sino de los votantes reales (que no es el caso hasta el momento) apueste a favor de ella. Una mayoría cualificada del 66% (de los votantes con un mínimo de participación: pongamos del 70%) parece más prudente, más justo y más a la altura de esas circunstancias (sin que ello implique aceptar el «derecho de autodeterminación» en el caso de Cataluña que no es una colonia ni nada que se le parezca). No estamos hablando de si una nueva calle de nuestra ciudad debe llevar o no el nombre de «Joan Martínez Alier» (asunto al que tanto mi compañera como yo responderíamos con un Sí-Sí sin dudarlo). Estamos en una situación muy distinta. Admito que mi consideración, como casi todo, es discutible y estoy abierta a rectificar por supuesto.

Una parte de la reflexión y de las críticas de JMA se sitúa en temas de cómputos electorales. Creo que podemos ponernos de acuerdo, admitiendo una parte de sus matices (yo no tuve en cuenta suficientemente, por ejemplo, el voto exterior en mi nota anterior), en la mayor parte de los casos:

1. En el 9N de 2014 -el año del extraño abrazo David Fernàndez-Astut Mas y de aquel nefasto congreso político titulado «España contra Cataluña (1714-2014)» que inauguró (incomprensiblemente) otro maestro de mi compañera, Josep Fontana-, el secesionismo consiguió un muy excelente resultado (jugando-manipulando, eso sí, con el asunto del «derecho a decidir», una «chorrada» en el decir, no mío, de algunos intelectuales del nacionalismo separatista como Agustí Colomines i Companys), lejano en todo caso del 50% del censo electoral (descontando, como indica JMA. un número razonable de abstencionistas permanentes).

Un día, el 9N; que, como se recuerda, en el que todo aquel que quiso pudo ir a votar. Nosotras no fuimos desde luego. Hicimos bien. Lo seguimos pensando. JMA, Ada Colau y Lluís Rabell sí lo hicieron. Nunca hemos entendido sus razones.

2. El 27S de 2015 con una más que notable participación electoral, el secesionismo («si queréis la independencia, votadnos a nosotros» gritaron mil veces los portavoces más destacados de de Junts pel sí) perdió su nueva apuesta, al convertir las elecciones autonómicas en unas (inexistntes) «elecciones plebiscitarias».

No lo digo yo que soy parte interesada por estar a favor de la unidad de las mujeres oprimidas españolas. Lo dijo la misma noche electoral el cabeza de lista de la fuerza con la que JMA simpatiza y a la que apoya: Antonio Baños, de la CUP (Por cierto, JMA habla de fuerza anticapitalista y feminista al referirse a la CUP. Será eso, si él lo dice, pero es un anticapitalismo bastante peculiar que no ha tenido muchos problemas en apoyar durante dos años una de las fuerzas más neoliberales del panorama europeo -los del PDCat está en el grupo parlamentario liberal europeo, cogidos de la mano con Ciudadanos/Ciutaans- y un feminismo no menos peculiar que hace que presenten siempre en las elecciones autonómicas, para ellos las más importantes, las verdaderamente nacionales en su lenguaje, un hombrecito como primer candidato hasta el momento).

A pesar de ello, a pesar de ese reconocimiento de don Antonio, el de «Súmate» (¡qué bien que paga el secesionismo a sus fieles y seguidores!), el separatismo gobernante se olvidó del dato crucial y convirtió sus dos años de legislatura en una apropiación nacionalista-secesionista antidemocrática de las instituciones. De todas ellas, sin muchos miramientos. El estado en Cataluña, piensan, sienten desde tiempos pujolistas, «soy yo. Es decir, ellos y sin cortarse un pelo. ¡Y luego critican a Rajoy y al PP! ¿Cuál es la diferencia en este punto?

3. En las elecciones de este 21D, con un atmósfera política a su favor (políticos presos que llaman «presos políticos» en contra de la opinión de Amnistía Internacional, digan lo que digan Le Figaro y el Financial Times (¿ diarios de referencia para un verde-separatista de tradición libertaria?) y de las asociaciones de presos antifascistas; un gobierno que vive más que holgadamente que dice que está en el exilio: el victimismo, sabido es, es una de sus temáticas más destacadas y usadas por la cosmovisión separatista en sus relatos), los partidos secesionistas estuvieron muy lejos del 50% del censo y les faltaron dos puntos, aproximadamente, para alcanzar el 50% de los votantes. Excelente resultado pero es éste, no es otro. Desde su punto de vista, volvieron a perder. No tuvieron mayoría de votos aunque una ley electoral no proporcional (¡y española!) haya convertido ese resultado en una mayoría parlamentaria.

Creo el profesor JMA podría aceptar, con una formulación acaso más suya, más propia de él, lo señalado anteriormente.

¿Dónde están nuestras diferencias? En los puntos siguientes:

1. Comenta JMA: «Yo devolvería la pregunta. Si la disyuntiva es, como se ha presentado en cuatro votaciones en Cataluña desde noviembre 2014 a diciembre 2017, por un lado intentar que nazca una república catalana (posiblemente algo oligárquica y corrupta) o por otro lado continuar en una monarquía borbónica comprobadamente oligárquica y corrupta, ¿usted que prefiere?». Pues ni una cosa ni otra como es normal. ¿Qué duda cabe, qué duda puede caber? Me extraña que una persona de la inteligencia de JMA piense que esa es la disyuntiva excluyente y que no hay más, que no hay otra. Me extraña porque, desde luego, nadie ha afirmado que la monarquía borbónica oligárquica y corrupta sea una alternativa de interés para las mujeres situadas en la izquierda. Ni para nadie de izquierdas. Nadie apuesta por ninguna Monarquía borbónica.

En todo caso, lo que pretende el secesionismo no es acabar con la Monarquía borbónica que siempre queda bien (obrarían del mismo modo, amparándose en otros relatos, si estuviéramos viviendo en una República democrática). Lo que pretende el separatismo catalán es destruir el demos común español, la unidad de las mujeres y las clases oprimidas españolas y, sobre todo, acumular poder y riqueza. Voluntad de poder no les falta; la voluntad de justicia y equidad no cuenta en sus cuentas. Están más cerca, digan lo que digan, de Millet, Pujol o Alavedra que de las trabajadoras aragonesas, galledas o andaluzas que las pasan canutas para llegar a final de mes o para tener un trabajo digno y en condiciones.

2. JMA comenta que no entiende «por qué no quiere polemizar con los argumentos de Ramón Grosfoguel denunciando el españolismo de izquierda. ¿Sabe quién es Grosfoguel y qué ha dicho y la difusión que ha tenido y está teniendo? » Pues lo sabía pero no me acordaba. Pero, ciertamente, no puedo polemizar porque me parecen un horror (muy horroroso( sus pseudoargumentos, e incluso el tono que usan. Lo siento. No he podido finalizar la entrevista del secesionista y ex podemista Fachín (¡alguien que dijo no ser independentista sino federalista!) con el muy confundido Grosfoguel. ¡Me resulta una condena! Lo siento. Es superior a mis escasas fuerzas.

3. Cito de nuevo a JMA: «Se les puede llamar «botiflers», una palabra de 1714, está en Wikipedia, no sé por qué se enfada y exclama…». Pues una se sigue enfadando. Pienso que «botifler» es uno de los peores insultos del lenguaje despectivo secesionista (a la altura de fachas o españoles de mierda). Puigdemont lo fue por momento cuando quiso convocar elecciones el día anterior a la DUI. Todos lo somos o podemos serlo, todos sin excepción, cuando no bailamos la cuerda y la música de los secesionistas o incluso cuando se les señala algún matiz secundaria.

Incluso JMA puede serlo en cuando se despiste un poco y diga, por ejemplo, que tiene amigos españoles, economistas y ecologistas como él, de valía.

4. JMA aspira a ampliar la base social del secesionismo (es decir, los electores) y llegar a un 60%. Lo señala en varios momentos. No veo que esa finalidad tenga nada que ver con la izquierda. De hecho, él, como simpatizante de la CUP, a lo que aspira realmente es a romper el demos común actual. Una ver conseguido, una vez proclamada la Cataluña independiente (con o sin Tabarnia), se pretende volver a romper el demos español restante y anexionarse el País Valencià. Luego, exactamente lo mismo, con las islas Baleares. Más tarde, en la misma línea, con las llamadas -¡tiene narices la denominación!- «franjas aragonesas». No sé si lo mismo también con alguna parte de Murcia. Tal vez. Una vez conseguido ese nuevo territorio, anexionarse Andorra y romper Francia e Italia, recordando quizás el mapa de la Cataluña imperial del medioevo.

Me parece inaudito que alguien como JMA piense que un «proyecto político» de estas características -incendiar Europa y el mundo es metáfora muy suave- tenga algo que ver con la emancipación de la ciudadanía más desfavorecida.

5. Tampoco coincido con la tesis de su formación amiga, la CUP, probablemente suya también, de que los resultados del 1-O justifican democráticamente la proclamación de la República catalana. De eso nada. Ni los resultados ni las votaciones descontroladas. Nada de nada. Otro punto más del relato ficcional del secesionismo que no fue avalado por ninguno de los observadores que acudieron, todos ellos elegidos por las propias fuerzas convocantes

6. Sobre el tema del catalanismo popular no tengo opinión propia. Me falta lectura y reflexión. Remito, eso sí, a la reedición por el Viejo Topo (con interesantes prólogos para la ocasión: Joan Botella, Javier Cercas, Borja de Riquer: ¡todos hombrecitos puñetas!) del libro que él cita -Jordi Solé Tura, Catalanismo y revolución burguesa– y a otro libro que, en mi opinión, la de una lectora aficionada a la historia, nada más que eso, es una joya: Joan-Lluís Marfany, Nacionalisme espanyol i catalanitat. Cap a una revisió de la Renaixença, Barcelona, Edicions 62. En él ando.

Creo que es suficiente. No se trata de agotar a las lectoras.

JMA dice ser un «viejecito» (no lo es, solemos verlo mi compañera y yo paseando por el casco antiguo de Barcelona) porque nació en junio de 1939, «cuando el presidente Companys estaba exiliado y no había sido entregado al estado español para ser fusilado el 9 de octubre de 1940». Mi abuelo cenetista, de su misma tradición, se confió, no se exilió y fue asesinado un año antes, en mayo de 1939. Tenía entonces 52 años. Está enterrado al lado del presidente mártir, en el Memorial dels Immolats, con el nombre y el apellido catalanizados. Nunca me había importado (tampoco a mi familia).. pero desde hace unos años me ha empezado a importar. ¿Por qué? Por el sectarismo secesionista, por su inmensa y falsaria capacidad de reconstruir la historia sin muchos miramientos. JMA, mi compañera y yo estamos muy seguras de ello, está muy lejos de esos escenarios revisionistas.

Nota.

1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235951

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.