Tres meses después de que empezaran los encarcelamientos, la represión del 1-O y la aplicación del art. 155 de la Constitución sobre el independentismo y las instituciones catalanas, el Gobierno del Estado valora muy positivamente su actuación argumentando que ha servido para descabezar, poner fin o, al menos, apaciguar el conflicto catalán. Se trata de […]
Tres meses después de que empezaran los encarcelamientos, la represión del 1-O y la aplicación del art. 155 de la Constitución sobre el independentismo y las instituciones catalanas, el Gobierno del Estado valora muy positivamente su actuación argumentando que ha servido para descabezar, poner fin o, al menos, apaciguar el conflicto catalán. Se trata de una visión absolutamente incapaz de entender los procesos históricos.
La tesis que sostengo es la contraria, después del 155, el conflicto catalán recomienza con mayores potencialidades de ruptura que antes, por dos razones: 1. La erosión del sentido común dominante; y, 2. La aparición de una nueva estructura de conflicto con un cambio de clivaje político central.
1. La erosión del sentido común dominante: Gramsci definió el sentido común como el principal instrumento de dominación. Ahora bien, el sentido común que garantiza la reproducción del sistema no es un bloque de hechos, prácticas, saberes, valores o relatos homogéneo, uniforme y exento de contradicciones. Si lo percibiéramos así caeríamos en una excesiva absolutización del Poder que convertiría a los sujetos en meros idiotas culturales y a la sociedad en un espacio sin resistencias posibles. El sentido común no es un bloque puro. El movimiento real de la Historia ha incrustado en nuestro sentido común multitud de prácticas, discursos y saberes contradictorios. En él conviven lógicas que reproducen el orden dominante con lógicas que lo desafían y generan sospechas ideológicas hacia el primero. Conjuntamente con prácticas-saberes patriarcales y capitalistas plenamente interiorizados, gran parte de los ciudadanos creen a la vez, por simple sentido común y sin ningún sostén teórico complejo, que la educación y la sanidad pública o unas condiciones de trabajo dignas son necesarias y tienen que ser derechos universales.
Tal despurificación del sentido común dominante es fruto de las luchas históricas del mundo del trabajo, las organizaciones feministas, ecologistas, etc. que, a veces ganan y otras pierden, pero por el simple hecho de haber existido, han ido generando acumulados históricos que sedimentan e integran como parte del sentido común de una sociedad lógicas emancipadoras y democráticas. Son estas luchas las que introducen contradicciones en el sentido común dominante de una sociedad, provocando que la legitimidad del Poder no sea una posesión completa y estática, sino un proceso social abierto en disputa, donde el Poder está siempre amenazado. No es por casualidad que sociedades con una rica tradición de luchas obreras y sociales sean hoy más progresistas, movilizadas y desafiantes con el Poder que otras.
Si algo ha generado el proceso de movilización y desobediencia de la población catalana, así como la represión que está sufriendo, es un acumulado histórico vuelto subjetividad personal en cientos de miles de catalanes e intersubjetividad compartida, empotrando en el sentido común de una amplia parte de la población catalana numerosos elementos que problematizan con el régimen del 78 y que antes de la represión no estaban. Esto coloca al régimen en una situación de mayor debilidad hoy que ayer. No sé cuánto tiempo el régimen podrá resistir en Catalunya, si mucho o poco, pero lo que es evidente es que fruto del proceso y, sobretodo, de los encarcelamientos, la represión y el 155, el régimen está, en Catalunya, más débil y la ruptura más cerca. Si la represión y la negativa al referéndum pactado siguen, sólo es cuestión de tiempo.
2. La aparición de una nueva estructura de conflicto con un cambio de clivaje político central: En Catalunya, especialmente desde la sentencia del Tribunal Constitucional sobre l’Estatut en 2010, la estructura de conflicto se configuró por el clivaje social igualdad-desigualdad y por el clivaje nacional independentismo-no independentismo. Ambos en coexistencia.
La negativa a dejar votar, el cierre de páginas web, la entrada en sedes de organizaciones políticas e imprentas a requisar carteles, sobres y papeletas, la represión contra ancianos el 1-0, el encarcelamiento de los Jordis, la destitución del gobierno e intervención de las instituciones, el control sobre TV3, los juicios contra la Mesa del Parlament y encarcelamiento del Gobierno, imputaciones masivas, etc. ha generado, en la conciencia de una amplia parte de la población catalana, una nueva estructura de conflicto donde las dos clivajes señaladas, la nacional y social, se reagrupan y transforman en una de nueva que pasa a configurarse como clivaje política central dictadura-democracia.
La naturaleza del clivaje político dictadura-democracia es totalmente distinta de las otras dos. Fijémonos. Tanto el clivaje igualdad-desigualdad como el clivaje dictadura-democracia se refieren a sistemas de jerarquía, sin embargo, en cada uno de ellos existen patrones de relación con el Estado y consignas de movilización social y política totalmente diferentes.
En cuanto a los patrones de relación con el Estado, mientras el clivaje igualdad-desigualdad implica un patrón de entrada en el Estado, el clivaje dictadura-democracia implica uno de salida. En nuestras sociedades donde el proletariado como clase revolucionaria que quería abolir el Estado ya pasó a la historia, el clivaje igualdad-desigualdad implica un sistema jerárquico de integración subordinada, de distinta posición entre personas con desigual acceso a derechos pero caracterizadas por desear su inclusión o entrada en el sistema como vía de acceso a sus derechos. Por el contrario, el clivaje dictadura-democracia implica, igualmente, un sistema jerárquico aunque dominado por el principio de represión y negación de derechos, donde la única vía de acceso a derechos no es la entrada sino la salida del Estado.
A la vez, estos distintos patrones de relación con el Estado generan consignas de movilización social y política totalmente distintos. Mientras en el marco del clivaje igualdad-desigualdad la consiga de movilización es la reforma legislativa de ampliación de los derechos, en sujetos y contenido, para que los desiguales puedan entrar en el interior del sistema. En el marco del clivaje dictadura-democracia la consigna de movilización es lo constituyente para salir del viejo Estado y construir uno de nuevo donde estén garantizados los derechos. El desplazamiento del clivaje político central del de igualdad-desigualdad al de dictadura-democracia tiene como consecuencia la extensión en la sociedad de una consigna de movilización reformista a una rupturista.
En resumen, a diferencia de la posición sostenida por el Gobierno del Estado, el 155 no ha servido para descabezar, poner fin o apaciguar el conflicto catalán, sino todo lo contrario, ha servido para provocar una erosión del sentido común dominante y la creación de una nueva estructura de conflicto configurado alrededor del clivaje político dictadura-democracia como central. Esto hace que aunque no podamos pronosticar todavía el devenir concreto de los próximos meses en Catalunya, lo que sí podemos saber es que después del 155, el conflicto catalán recomienza con mayores potencialidades de ruptura que antes. Ante este fracaso de la solución judicial i represiva, necesariamente debe abrirse una solución política como en Escocia o Quebec.
Fuente: http://www.eldiario.es/contrapoder/Catalunya-despues-va-pasar_6_729737030.html