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Karl Marx (1818-1883). En el bicentenario de su nacimiento (IV)

Escritos juveniles

Fuentes: Rebelión

Nota del editor. No son fáciles en general los escritos juveniles de Marx. Hay que estar muy puesto en el lenguaje hegeliano y en cosmovisiones o sistemas filosóficos afines (además de tener paciencia y querer poner codos). Un ejemplo, de la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel (un texto de 1843): Lo importante […]

Nota del editor. No son fáciles en general los escritos juveniles de Marx. Hay que estar muy puesto en el lenguaje hegeliano y en cosmovisiones o sistemas filosóficos afines (además de tener paciencia y querer poner codos). Un ejemplo, de la Crítica de la filosofía del Estado de Hegel (un texto de 1843):

Lo importante es que Hegel convierte a la idea en sujeto, y al sujeto auténtico y real -por ejemplo, la convicción política- en el predicado, cuando en la realidad el desarrollo corresponde siempre al predicado.

Cualquier ayuda es bienvenida en casos como éste.

Curiosamente, Sacristán comentó este texto en una conferencia -mal pensada en su opinión (no en la mía)- que impartió sobre la dialéctica en la Autónoma de Barcelona. Tal vez exigiera mucho a los oyentes en aquella ocasión pero conviene recordar cómo comentaba un paso similar al que hemos destacado antes.

El tema de fondo, en términos filosóficos, la inversión hegeliana.

Fue, pues, en 1973, en la Facultad de Derecho de la UAB, en sesión organizada por Juan-Ramón Capella (ausente aquel día por «enfermedad», esto es, por persecución de la brigada político-social franquista), cuando el autor de «Panfletos y materiales» (¡cuanta modestia de la buena, con puntos de ironía, para tanto buen saber filosófico y político!) dictó la conferencia «Sobre la dialéctica», temática que le acompañó a lo largo de los años. Desde su inolvidable prólogo al Anti-Dühring [1] hasta su último curso de metodología de 1984-1985 que estuvo centrado en este polisémico concepto, sobre el que en 1983, en una entrevista para La Vanguardia, comentaba:

Su enfoque totalizador [el de Marx], lo que con léxico hegeliano se llamaría dialéctico, ha hecho época en las ciencias sociales y está tan vivo como el primer día

Recuérdese, por otra parte, lo que escribía a Sánchez Vázquez en una carta de junio de 1985: «Si consigo reunir a tiempo energía suficiente, enviaré un trabajo sobre dialéctica que tenía pensado para tu jubileo». Lamentablemente no pudo a escribirlo. Falleció un mes después, a finales de agosto, cuando regresaba a casa tras una sesión de diálisis.

En esta conferencia, después de comentar sucintamente el uso de la noción dialéctica en Heráclito y Platón y las novedades de la categoría en Hegel, se centró en el análisis de la concepción joven-marxiana, advirtiendo que aunque la relación Hegel-Marx no era cuestión simple, no había ninguna duda de que el pensamiento marxiano provenía genéticamente de Hegel. Negarlo, como hacían entonces algunas escuelas o tradiciones marxistas, era lo mismo que afirmar que la suma de 2 más 2 fuera 18, 23 o lo que se quisiera: Marx había aprendido del autor de la Fenomenología y usaba su léxico; sostener lo contrario era falsear los hechos por un supuesto cientificismo que, en el fondo, no era tal sino desinformación o, peor aún, (im)puro sectarismo.

Por lo demás, la entonces repetida ruptura epsitemológica entre el Marx filosófico y el Marx científico, entre el joven Marx y el Marx maduro, no tenía un fundamento sólido. Ni siquiera líquido.

Ahora bien, aun aceptando, como había que aceptar en rigor, que la dialéctica marxiana proviniera de la hegeliana no por ello debía inferirse que fueran una y la misma cosa. Génesis no es estructura.

Generalmente, proseguía Sacristán, la manera de presentar la relación entre ambos clásicos consistía en afirmar que Marx prescindía del sistema hegeliano, pero conservaba su método invirtiéndolo. En el Marx epicúreo, el de sus tesis doctoral, el punto de partida no era lo ideal sino lo real-empírico. Ya en 1843 había formulado el joven Marx su primer comentario crítico y en él aparecían afirmaciones que avalaban esa línea interpretativa:

La familia y la sociedad civil son los presupuestos del Estado. Ellas son los elementos propiamente activos, pero en la especulación [es decir, en el sistema de Hegel, aclaraba MSL] sucede a la inversa.

Hegel había sostenido que el Estado era la base de la familia y de la sociedad mientras que para Marx era el Estado lo fundamentado en aquéllas.

Empero, si sólo se destacaba esta inversión, se ignoraba entonces, señaló inmediatamente Sacristán, otro tipo de crítica que Marx había formulado también muy tempranamente.

Así, en ese mismo texto, podía leerse: «Lo importante es que Hegel hace en todas partes de la Idea el sujeto y del sujeto real o propio el predicado» (recordemos el texto que hemos destacado en el primer compás de este texto).

Curiosamente, Francis Wheen, en su estudio sobre la génesis de El capital, recogía el siguiente apunte de Marx que sobrevivió a uno de los cuadernos utilizados por él en Kreuznach:

Nota. Bajo Luis XII; la Constitución por la gracia del rey (Carta magna otorgada por el rey); bajo Luis Felipe, el rey por la gracia de la Constitución (monarquía impuesta). En general, podemos señalar que la conversión del sujeto en predicado y del predicado en sujeto, la sustitución de lo que determina por lo que es determinado, constituye siempre la revolución más inmediata… El rey hace la ley (vieja monarquía), la ley hace al rey (nueva monarquía).

Vuelvo al autor de Introducción a la lógica y al análisis formal.

El paso le permitía a Sacristán construir su propia interpretación: ante el hecho de que los griegos habían tenido una cultura muy geométrica, un historiador empirista se limitaría a constatarlo; un historiador de orientación materialista buscaría las causas de ello y, muy probablemente, estudiaría la base agrícola de esa cultura; en cambio, proseguía, Hegel lo que sostenía era que el Espíritu de Geometría se realizaba a sí mismo en Grecia. El sujeto ya no es el individuo -los griegos, materialmente viviendo, que son geómetras- sino el predicado. Y a la inversa. Hegel no dirá, pues, que «Los griegos han sido geómetras» sino que «La Geometría es griega», que «la Edad de la Geometría es la Edad griega».

Hasta aquí, hasta esta primera parte del enunciado marxiano, proseguía el amigo y maestro de Francisco Fernández Buey, seguiríamos en la socorrida idea de que hay que invertir a Hegel para obtener una dialéctica ajustada, materialista.

Pero, proseguía Sacristán, Marx añadía a continuación: «Pero de hecho el proceso va siempre por el lado del predicado«. Marx estaba señalando que Hegel sostenía en teoría, sólo en la teoría, la inversión de sujeto y predicado (Grecia-Geometría), pero en su práctica lo que hacía propiamente es historia de los griegos, y el proceso seguía entonces por el lado del predicado.

Con ello, el supuesto Hegel-idealista, el autor especulativo por antonomasia, como se solía y suele decir, adquiría riqueza y fuerza empíricas porque, a la hora de la verdad, desarrollaba el predicado -los hechos, la vida material griega- aunque, teóricamente, no los considerara propiamente sujetos. Pero aún había más.

La crítica que Marx había formulado a Hegel era una crítica en dos frentes: no sólo le reprochaba su falseamiento de lo real, de lo empírico, convirtiéndolo en ideal, sino que, además, discrepaba de él por transformar frecuentemente lo ideal en empírico.

Cuando Hegel sostenía que «la edad de la Geometría es Grecia», Marx pensaba que no sólo se estaba deformando la realidad griega sino también la idealidad de la propia ciencia geométrica. No se trataba sólo de invertir, de poner la Geometría donde estaban los griegos y viceversa, sino de reconstruir los dos polos, dado que, señaló oportunamente Sacristán, al cambiar sujeto por predicado, observación que solía pasarse por alto, «Hegel ha falseado los dos», no sólo uno y, además, impedía pensar correctamente el tema si nos limitábamos a la usual metáfora de la inversión.

Resumiendo:

Marx no sólo había dicho, que la dialéctica hegeliana invertía los hechos sino también que falseaba la Geometría (la teoría, la Idea si se quiere) misma porque para hacer plausible la afirmación de que «la Geometría es griega» o que «la Idea se hace Geometría en Grecia» no tiene más remedio que forzar la idea de Geometría para «embutirla» en los datos griegos, falseando simultáneamente de este modo la vida griega real y también -punto importante en la aproximación de Sacristán- la idea de Geometría. En su lectura no se trataba sólo de invertir sino de recomponer los dos extremos y «obtener» así la dialéctica marxiana de la hegeliana.

Como nota final de su comentario, Sacristán recordó que muy pronto la dialéctica de Marx aplicaría al pensamiento de Hegel una crítica que normalmente se suponía que había dirigido sólo a la filosofía de Feuerbach: la consideración de que el verdadero conocimiento se consumaba en la práctica, no tan solo en la contemplación teórica. Marx no sólo había sostenido que tenía que invertirse el idealismo hegeliano sino que tenían que recomponerse, además, los dos polos de la relación y, por último, para llegar al punto final, había «que resolver ese conocimiento en la consciencia práctica, en la vida cotidiana y en la práctica revolucionaria, transformadora».

Sobre la noción de práctica acaso convenga recordar algunas aproximaciones de Sacristán en diversos momentos de su obra. En otra ocasión.

 

Y ya que hoy hablamos del joven Marx, acaso sea el momento de ver «El joven Karl Marx».

Esta aproximación de Eulàlia Iglesias acaso de su interés: https://www.elconfidencial.com/cultura/cine/2018-01-19/el-joven-karl-marz-raoul-peck-cine-critica_1508144/ : «El haitiano Raoul Peck plasma cómo se forjó el texto clave del pensamiento político contemporáneo en un filme que retrata a Marx y Engels desde el torbellino vital e ideológico de la juventud».

Algunas observaciones de la comentarista

¿Debería el cine de izquierdas distanciarse no solo en lo temático e ideológico sino también en su forma del modelo industrial y conservador que ha marcado Hollywood? En este debate eterno sobre la naturaleza de un cine revolucionario podríamos enmarcar la nueva película de Raoul Peck. HYPERLINK «https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-02-13/karl-marx-berlinale-pelicula_1330238/»HYPERLINK «https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-02-13/karl-marx-berlinale-pelicula_1330238/»El joven Karl MarxHYPERLINK «https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-02-13/karl-marx-berlinale-pelicula_1330238/»HYPERLINK «https://www.elconfidencial.com/cultura/2017-02-13/karl-marx-berlinale-pelicula_1330238/»  renuncia a una estética rompedora y apuesta por un clasicismo a la europea que puede chocar a quien crea que el ‘biopic’ del fundador teórico del comunismo debería vestirse con otro tipo de ropajes. El filme incluso presenta tics propios de los ‘euromixs’ cinematográficos, como el evidente doblaje del reparto internacional (que incluye, entre otros, al belga Olivier Gourmet, la luxemburguesa Vicky Krieps y la británica Hannah Steele) al alemán, la lengua del pensamiento moderno. Más que una entrega al academicismo burgués, la opción de Peck entronca en parte con la idea rosselliniana de considerar el cine desde una perspectiva didáctica, y aprovecharlo como un vehículo universal que permite acercar a un número ingente de espectadores en este caso la biografía de un filósofo tan citado y tan poco conocido como Karl Marx.

Hay mucho de Brecht en lo señalado. Más aún. Sobre Peck:

Este cineasta, que ha estado implicado de forma activa en la vida política de su país natal, estrenó el año pasado HYPERLINK «https://www.elconfidencial.com/cultura/cine/2017-04-07/i-m-not-your-negro-violenta-historia-negra-estados-unidos_1362449/»I Am Not Your NegroHYPERLINK «https://www.elconfidencial.com/cultura/cine/2017-04-07/i-m-not-your-negro-violenta-historia-negra-estados-unidos_1362449/» , una aproximación a la experiencia de la negritud en Estados Unidos a través de la figura de James Baldwin, y cuenta en su haber también con dos películas sobre Patrice Lumumba, una en formato ‘biopic’ y la otra documental. Ahora incide en la vida y obra de los jóvenes Karl Marx y Friedrich Engels a través de este filme de acabado clásico, registro didáctico y espíritu revolucionario .

 
 

La juventud de los responsables del Manifiesto no es solo una mera cuestión de edad en la película comenta Iglesias.

Peck insufla al relato la energía, el romanticismo y el idealismo propios del cine de juventud. Las juergas y la amistad inquebrantable entre Karl y Friedrich recuerdan por ejemplo a las correrías bohemias de los protagonistas del ‘Jules y Jim’ de François Truffaut, aunque aquí no entramos en ningún triángulo amoroso. El director presenta el primer encuentro entre los dos personajes masculinos desde una perspectiva más emocional que racional. Primero miden con juvenil arrogancia sus respectivos egos en un plano que los enfrenta cual rivales cara a cara, después se acercan para poner en común su admiración mutua para acabar ambos de fiesta nocturna antes de enfrascarse a escribir el manifiesto. ‘El joven Karl Marx’ basa buena parte de su calidez humana en el vínculo fraternal entre los dos protagonistas. A Peck no le interesa confrontar los aspectos más oscuros de las biografías de sus protagonistas ni hurgar en sus posibles incoherencias

El clasicismo del filme, una opinión de la autora que a mí se me escapa como espectador, concuerda con las procedencias de dos personajes más revolucionarios por ideología que por origen social.

Engels se nos presenta en una de las factorías de Mánchester de las que era propietario su acaudalado padre. Las industrias familiares fueron su campo de investigación para conocer de primera mano las condiciones de explotación de los trabajadores. Marx podría haber optado a una situación más acomodada gracias a su matrimonio con Jenny von Westphalen, pero ambos llevan una vida familiar en unas condiciones que recuerdan a las del precariado actual. Al contrario de otros ‘biopics’, a Peck no le interesa confrontar los aspectos más oscuros de las biografías de sus protagonistas ni hurgar en las posibles incoherencias entre sus vidas y sus obras. Ante todo reconstruye cómo se forjó el Manifiesto comunista en el contexto de ese hervidero de ideas y movimientos sociopolíticos, ligados a diversas expresiones de socialismo y anarquía, que supone el siglo XIX. Desde una postura dialéctica respecto al pensamiento de figuras como Pierre-Joseph Prodhoun, Marx y Engels desarrollan la base teórica que propone superar el concepto de fraternidad universal para desembocar en una de lucha de clases a partir de la unión de los proletarios del mundo.

A Iglesias, no se le escapa, no es posible que se nos escape, que ‘El joven Marx’ también reivindica a su manera el papel de Jenny von Westphalen y Mary Burns, la compañera de Engels. Además de colaborar desde el anonimato en el trabajo de sus respectivas parejas, «ambas tomaron decisiones respecto a sus propias vidas mucho más valientes, libres y rompedoras que las de esos hombres que cambiarían el curso de la Historia». No hay que hacer comparaciones necesariamente ni concursos de quien y quien menos, pero la grandeza humana, política y filosófica de Jenny y de Mary Burns (también de otras grandes mujeres en la vida de ambos) está fuera de discusión.

Nota:

(1) Véase M. Sacristán, Sobre dialéctica, Mataró (Barcelona), El Viejo Topo, 2009 (edición de SLA, prólogo de Miguel Candel, epílogo de Félix Ovejero, texto complementario, deslumbrante en mi opinión, de Manuel Monleón Pradas).

 

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.