Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano. *** Finalizábamos la última entrevista con estas palabras: «Esto, en caso de hacerse, generará otras experiencias y su reflexión nos […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y Estado republicano.
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Finalizábamos la última entrevista con estas palabras: «Esto, en caso de hacerse, generará otras experiencias y su reflexión nos enseñará a percibir nuestra libertad humana, la que nos constituye. Generará nuevas figuras de consciencia. Ninguna de ellas es una forma de consciencia fija, ahistórica, inherente a un capitalismo también entendido como una estructura también fija, ahistórica como una, como otra, ahistoricidad. Es la libertad, la historicidad auto creada lo que así lo determina. Aún me permito una vuelta más». Adelante con esa vuelta querido Joaquín.
Marx parte en su trabajo de la categoría «mercancía», que es lo que, a la vez, percibimos, y guía nuestra actividad creadora. Es una noción fenoménica y cotidiana, inherente a nuestra forma de consciencia, y a la vez, ontológica, porque creamos mercancía con nuestra actividad al dirigirla mediante ese auto interpretarnos, pero sobre ambas cosas el poner aparecer y la apariencia, ya hemos tratado. Marx elige esta noción como punto de partida para su obra porque considera que, si se pretende estudiar con provecho, críticamente, la economía, no se puede generalizar y comenzar a tratar de la producción, el consumo, etcétera, categorías genéricas válidas para toda sociedad, y útiles, por tanto, para entender específicamente a ninguna de ellas.
Estamos ante el debate sobre «el método» de investigación, debate que es el que explica por qué Marx, que quiere estudiar el capital, la sociedad del capitalismo, y que sabe que el capitalismo es solo comprensible como totalidad integrada que genera dinámicas sistémicas, en vez de comenzar poniéndose en el trabajo sobre la totalidad y generar hipótesis heurísticas directamente sobre totalidades, parte, sin embargo, de una categoría «celular», la mercancía, que, tal como hemos dicho, es una categoría propia del pensamiento y acción cotidianos de todo individuo en el capitalismo, y que es una categoría que es «causa eficiente» inmanente al capitalismo porque nosotros, individualmente, y capilarmente, conscientemente, la ponemos en obra, al auto interpretarnos como mercancía.
Marx considera que si se adopta una heurística general para estudiar la economía -y en ello sigue al pie de la letra la crítica de Hegel al «formalismo», al kantismo, por ejemplo en el «Prólogo» de Fenomenología del espíritu, y en realidad en la totalidad de la obra así como en Ciencia de la Lógica– y elaboramos para ello categorías tales como «producción», «consumo», etcétera, aceptables tanto para las sociedades de cazadores recolectores como para la capitalista, pues, como ya hemos dicho, habremos hecho una elaboración intelectual inútil, dado que no será capaz de explicarnos la especificidad histórica de las dinámicas productivas de cada sociedad concreta.
¿Y cuál es entonces la aproximación explicativa adecuada?
La aproximación explicativa adecuada a una sociedad específica -trato de elaborar a mi vez una aproximación intelectual de la crítica de Hegel, a mi juicio impecable, hacia términos analíticos- para poder acoger la especificidad del objeto de estudio, la totalidad dinámica del capital, no puede ser elaborada desde hipótesis externas al propio objeto de estudio. Ha de ser una aproximación desde nociones interpretativas, heurísticas, apropiadas, específicas, para esa singular totalidad histórica. El «método de investigación» hay que «pedírselo al objeto» que investigamos, porque es este, subjetividad intersubjetiva, el que se crea a sí mismo conscientemente. Quién nos iba a decir que Marx estaba tan por la «fusión de horizontes hermenéuticos», fuese tan filósofo hermenéutico -si se me permite la broma-…
Se te permite.
Cómo encontrar, si no, una categoría que nos dé acceso la interpretación específica, que nos permita aferrar la especificidad del mundo del capitalismo. ¿Fantaseándola a priori? ¿Cómo justificar entonces que la hipótesis heurística elegida, y en la que se va a basar el «método de investigación», no es una arbitrariedad generada por el Sujeto estudioso para tratar de dar cuenta de un Objeto de estudio -sujeto/objeto- que es abordado por el primero desde fuera del segundo? Pues eligiendo una categoría que no sea una arbitrariedad ficcionada por el investigador
Es decir…
Interpelando reflexivamente a la consciencia de quienes participan en la producción de ese objeto -el objeto de estudio somos nosotros, la wiklichkeit intersubjetiva y sus relaciones sociales- y partiendo de la noción claramente puesta en obra por toda subjetividad consciente, toda individualidad, en su vida cotidiana dentro de ese mundo. Preguntándole al «objeto» de estudio cuál es su «método»…»método ontológico»… de auto producción de praxis, de praxis productiva, en este caso. El sujeto se reflexiona y comparte: el mundo aparece como cúmulo de mercancías. La auto consciencia reflexiva registra, propone una afirmación que interpela a todo sentido común, a toda consciencia práxica que se desenvuelve en el capitalismo. Ha registrado una categoría nodal, del pensamiento cotidiano, que guía el hacer capilar de todos. Todo el mundo en el capital, «sabe» que el saber hacer que cada persona pone en obra -desde su consciencia- es el de que se compra y se vende, que mi capacidad de trabajar es mi mercancía y por eso yo me contrato, etcétera. Y por ello, a pesar de que lo que Marx quiere explicitar es la dinámica específica de la totalidad social interactiva de las subjetividades en el presente, es decir, la dinámica del Sujeto social «Capital» – Sujeto que es interactividad intersubjetiva: wirklichkeit, «realidad efectiva» que es la denominación del plano de lo intersubjetivo; por cierto que los estudiosos filólogos actuales de Marx insisten en que las traducciones al uso no distinguen cuando Marx escribe realität y cuando escribe wirklichkeit…: muy gordo- Marx quiere partir, para no forzar «formalistamente» la cosa ni inventar hipótesis heurísticas arbitrarias, de esa noción que es antropomórfica pero celular, microfundamento de la actividad consciente de todo sujeto en el capitalismo, inmanente al capitalismo, específica del hacer de los sujetos en el capitalismo.
Es, pues, una categoría ontológica…
Sí, es una categoría ontológica -me repito porque es chocante-, porque es la noción con la que gobernamos intencionalmente la actividad que producimos, lo hacemos conscientemente, orientándonos y auto interpretándonos como mercancía a nosotros y a los demás y su hacer. Y es una noción de la que tomamos consciencia reflexionando cómo nos comportamos como parte activa del «objeto». No es ni una arbitrariedad, ni una «intuición genial» tampoco, porque Marx la registra al someter a auto reflexión el saber hacer nuestro, el suyo mismo.
«Mercancía» es una categoría simple, que hace referencia a una unidad discreta, a un elemento -o a una serie de ellos- concreto, discreto; a un determinado, discreto poder hacer, que se vende como tal, a un determinado objeto discreto que compramos. Es, en lenguaje hegeliano y marxiano, una categoría «abstracta»
¿Categoría abstracta?
Es eso lo quiere decir «abstracto» en hegeliano: una unidad empírica, vista como tal unidad, empírica discreta, sin conectarla ni con las demás unidades mercancía. Pero Marx sabe que la totalidad social interactiva denominada capital genera dinámicas específicas, las específicas del capital, que no se explican sino desde ese nivel, no desde el nivel celular, microfundamentador de la actividad capilar de cada uno. Por eso, tiene que hacer la elaboración a partir de su hilo de Ariadna. Tiene que partir desde el nivel que es el que resulta reflexivamente consistente y no arbitrario, por ser el que usamos empíricamente para orientar nuestro hacer como individuos, ir de ese nivel, el de la unidad empírica discreta, que es el que ponemos en obra, y no es inventado como especulación epistemológica por el investigador. Nivel de la unidad empírica discreta, que es denominado a la hegeliana, el nivel de lo «abstracto», nivel de lo empírico estudiado sin conexión con la «totalidad concreta». Y desde ahí, tiene que «elevarse» hasta el otro nivel que es el que en Hegel es denominado lo «concreto», y que en hegeliano es la denominación para la totalidad práxica interactiva, para la totalidad de subjetividades activas interactivas -wirklichkeit- cuya dinámica material, real, inmanente, específica del capitalismo da la explicación del capitalismo. Relaciones intersubjetivas interactivas, «relaciones sociales», que están en cada mercancía a pesar de que cada agente no se percate, porque no las tiene presentes ni las necesita, para orientar y generar su hacer; pero están. Basta ver la etiqueta de origen de cualquier objeto -la funda de gafas, las zapatillas deportivas o incluso la estilográfica: made in Taiwan, made in Bangladesh, made in Corea o made in Great Britain.
¿Y qué pasa con esas etiquetas?
Que tan solo leerlas nos pone en conocimiento de la trama concreta de relaciones sociales práxicas, de interacción intersubjetiva -wirklichkeit- que han intervenido para que ese objeto haya sido producido y haya llegado a una modesta tienda de una localidad provincial, la papelería casa Figuerola, por ejemplo. Ascenso de lo Abstracto a lo Concreto, a esa elaboración intelectual de Marx que va de la célula de la acción, que no es arbitraria porque es la que todos sabemos cómo la que aplicamos, a la totalidad concreta, Marx la denomina el despliegue de la mercancía. Y es imperativo porque se trata de no fabular hipótesis. Se trata de explicar las consecuencias de la actividad consciente, libremente consciente, de la actividad auto generada por nosotros en el capitalismo. Por eso El capital comienza con una frase que hace referencia no a sesudas hipótesis epistémicas, ni tan siquiera a lo que es una definición científica, sino a algo experiencial del sentido común: sea lo que sea una mercancía, y sea lo que sea «riqueza», en el mundo del capitalismo, la riqueza aparece como inmenso cúmulo de mercancías. Marx lo hace en El capital y lo había hecho ya años antes, en 1859, pues esa es, aproximadamente, la misma primera frase que usa en su Contribución a la crítica de la economía política.
Esta es la frase: «La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista aparece como una «gigantesca acumulación de mercancías», y la mercancía como la forma elemental de esa riqueza, Por eso nuestro estudio empieza con el análisis de la mercancía». En nota a pie Marx remite, como decías, a Zur Kritik der politischen Oekonomie.
No es en absoluto una casualidad. Es así porque el capitalismo somos nosotros, es consecuencia del hacer de nuestra consciencia: menos mal, si no fuese así no podríamos tratar de cambiarlo.
Bueno, que la teoría de la consciencia subjetiva libre de Marx se construye sobre la concepción de Hegel. Aquí es donde yo quería ir a parar en este colofón.
De acuerdo. La última por hoy, sigo en el capítulo y cambio un poco de tercio. Aristóteles señala, lo citas tú mismo, que todo es obra de la filia, de la amistad, que la elección de la vida en común presupone amistad. Pero, ¿es eso posible en comunidades grandes, enormes, diversas y complejas como las nuestras? ¿Cómo podemos sentir amistad por gentes que no conocemos ni conoceremos seguramente?
He recordado antes el hermoso ejemplo que debo a Cornelius Castoriadis. Él decía que su abuelo, ya muy mayor, se había puesto a plantar olivos. Olivos que él sabía que no iba a disfrutar él. Y sin conocer quién acabaría disfrutando. Este es un hecho empírico.
Aparte de eso, todos nos sabemos miembros de comunidades, y las comunidades sociales nos transmiten -paideia- la solidaridad. Una catástrofe nos conmueve, y si nos hallamos próximos, tratamos de ayudar, como podemos. La percepción de copertenencia a una sociedad y a la especie humana nos induce a comportamientos sociales solidarios. No por utilitarismo sino por reversibilidad de consciencia: no espero nada a cambio de lo que hago, pero hago lo que quisiera que se hiciera conmigo, con los míos, lo hago porque son mis iguales. Porque me parece que no es justo que teniendo yo para comer, haya quién no pueda comer, puesto que es mi igual; no seré yo quien se ría de quien aporta unos alimentos a un centro de reparto. No es mala conciencia, pero incluso si aceptáramos esa peyoración: por qué de la misma.
Es la ideología del individualismo antropológico liberal la que hace apología del aislamiento
Pero la experiencia de que toda actividad nuestra es en común, es inmediata…Y además, la creación de instrumentos para la organización política que nos permita intervenir en la sociedad, nos crea mayor consciencia de ello.
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