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En Colombia defender la Constitución y el estado social de derecho es ser de extrema izquierda

Fuentes: Rebelión

El candidato a las elecciones presidenciales de 2018, Gustavo Petro (respaldado por la coalición Colombia Humana), ha expresado en múltiples ocasiones que su carta de navegación para implementar su programa de gobierno es la Constitución de 1991. En ella se define a Colombia como un Estado social de derecho, eso quiere decir, que el Estado […]

El candidato a las elecciones presidenciales de 2018, Gustavo Petro (respaldado por la coalición Colombia Humana), ha expresado en múltiples ocasiones que su carta de navegación para implementar su programa de gobierno es la Constitución de 1991. En ella se define a Colombia como un Estado social de derecho, eso quiere decir, que el Estado velará por las necesidades colectivas de la población y que las libertades (derecho a la propiedad, entre otros) deberán estar en armonía con las oportunidades y los derechos fundamentales que igualitariamente deben brindársele y garantizársele a toda la sociedad colombiana.

Veamos un resumen extractado del Plan de gobierno de la Colombia Humana:

Política y economía: «La Colombia Humana de Petro será un país diverso y multicolor, con una economía productiva y moderna, basada en energías limpias, que permita a cada cual vivir dignamente del trabajo, que redistribuya la tierra y respete la naturaleza, que reactive la producción agropecuaria e industrial.» En resumen, producir aguacates en vez de petróleo.

Salud: «La salud en la Colombia Humana y en paz irá directamente a la gente. Dejaremos de ser clientes y volveremos a ser pacientes.»

Educación: «La Colombia Humana de Petro será un país con educación universal, pública, gratuita y de calidad, que construirá una sociedad en torno al amor al saber, a la naturaleza y al trabajo en equipo.»

Justicia: «En la Colombia Humana la justicia será honesta e imparcial, independiente de la política. Y sin excepciones todo corrupto irá a la cárcel y devolverá los dineros que se robe.»

Mujeres: «Las mujeres en Colombia Humana estarán libres de violencias, tendrán poder e igualdad de oportunidades y derechos.»

Niñez: «En la Colombia Humana niñas, niños y jóvenes estarán en el centro de todas las políticas. Pero también se cumplirá con los derechos a una pensión justa de quienes lleguen a la edad de merecerla.»

Surge la pregunta, ¿de dónde saldrán los recursos para todo esto? De un riguroso control del gasto público que evite la corrupción, más los impuestos que el latifundio y la gran empresa habrán de pagar de forma progresiva, es decir, el que más tiene paga más que proporcionalmente que el menos tiene, cumpliendo así su papel de equilibrar las oportunidades para todos los colombianos.

El anterior programa no tiene nada de subversivo, pero en Colombia sí. Ha sido denominado «castrochavista», es decir, comunista y socialista. Exponer con firmeza que la tierra se distribuirá, que se impulsará la producción agropecuaria e industrial, que se respetará la naturaleza, que los pacientes dejarán de ser clientes y el Estado contratará directamente con los hospitales (acabando con los bandidos de las EPS), que los corruptos irán a la cárcel, que la justicia será independiente de los poderes fácticos, que la educación será pública y gratuita hasta el nivel universitario, todo eso es «polarizar». Pero si algunos candidatos dicen más o menos lo mismo, ¿por qué si lo dice Petro es subversivo y los otros no? Por una razón muy simple, porque el candidato de la Colombia Humana sí lo va a implementar y los demás no. Veamos a los más opcionados a la presidencia.

Iván Duque y Germán Vargas Lleras representan el capitalismo salvaje, es decir, las masacres para desplazar a las comunidades o a las familias de su territorio, la más desvergonzada corrupción, la no restitución (devolución de tierras mal habidas), la minería destruyendo el medio ambiente, la extracción de petróleo por medio de la ruptura hidráulica (fracking) que produce desastres como el que hemos visto en Barrancabermeja, la salud y los servicios públicos privatizados, es decir, más miseria para el pueblo.

Sergio Fajardo, de «centro», representa el mismo capitalismo, sólo que disfrazado de piel de oveja, ha sido un alfil del Grupo Empresarial Antioqueño y su paso por la Alcaldía de Medellín y la Gobernación de Antioquia dejó una estela de malos manejos hasta el punto que le embargaron cautelarmente dos casas: es falso que no está untado de corrupción. El apoyo de los Verdes es entendible, han estado del lado de la derecha sin ningún pudor, Claudia López apoyó en las elecciones presidenciales de 2014 a Enrique Peñalosa, el neoliberal que convenció a Bogotá que eran mejor los buses (Transmilenio) que un Metro, la empresa sueca Volvo quedó feliz y Peñalosa también. El apoyo de Jorge Robledo a Fajardo no es de extrañar: su fantasía de que existe una «burguesía nacional» le sirve para todo.

Humberto De la Calle, también de «centro», político de trayectoria, formado, neoliberal convencido, así lo demostró cuando fue Ministro de Gobierno en el nefasto mandato de César Gaviria (1990-1994). La reforma laboral, la reforma a la salud y las privatizaciones tienen su huella. Posteriormente Ministro del Interior del conservador Andrés Pastrana (2000). Y ni que hablar de Clara López, su fórmula vicepresidencial, renunció al PDA por un Ministerio en el gobierno de Santos.

Ante éstos políticos de «centro» apareció Gustavo Petro quien desde un principio los llamó a la unidad, los invitó a una consulta, pero nada. Fajardo y De la Calle le han dado la espalda, en una consulta el candidato de la Colombia Humana los hubiera barrido. Ante esta situación ha surgido una matriz de opinión que tácita o expresamente exhorta a que Petro renuncie, que en la medida que Petro crezca a Iván Duque le irá mejor: Ariel Ávila, Daniel Coronel, María Jimena Duzán, Francisco Gutiérrez Sanín, etc., hacedores de opinión que haciéndole juego a encuestas manipuladas predicen la catástrofe si Petro continúa en la lucha presidencial.

El panorama no es nada fácil para Gustavo Petro. Tiene a su favor que ha despertado la ilusión de muchas personas desencantadas de la politiquería, sobre todo en la juventud y eso tiene mucha importancia. Pero también tiene limitaciones que pueden superarse: el «ego» del candidato y la organización política que lo apoya.

-. El «ego» del candidato. Ese ego puede tener dos manifestaciones: la individualista decadente y la individualista creadora. La decadente se expresa en «se hace lo que yo digo porque lo digo yo»; tuvo sus manifestaciones en las críticas al presidente Hugo Chávez, cuando el establecimiento exigía ser antichavista y antibolivariano; cuando calificó a las Farc como terroristas, criminales de lesa humanidad, ofreciéndose incluso a denunciarlos ante la Corte Penal Internacional; cuando como senador contribuyó, con su voto y el de otros seis senadores del PDA, a la elección de nada menos que del inquisidor Alejando Ordoñez como Procurador General de la Nación; cuando fue candidato a la presidencia de la república en el 2010, recordemos que fue el «elegido» de la prensa oficial en contra del «extremo izquierdista» Carlos Gaviria y cuando, como Alcalde de Bogotá, fueron conocidos sus desencuentros con algunos funcionarios de su administración, entre ellos su antiguo copartidario Antonio Navarro.

La individualidad creadora salta a la vista en sus denuncias del paramilitarismo como senador, en la gestión como Alcalde de Bogotá (mínimo vital de agua, subsidio de transporte a los más necesitados, etc.) y ahora, como candidato de la izquierda, encontramos un Petro muy ecuánime, humilde en buena medida, pues es sabedor que depende del pueblo y sus organizaciones.

-. La organización política que lo apoya. Una organización popular, ágil, flexible, muy horizontal pero suficientemente vertical cuando toque, es la garantía para que neutralice el ego decadente y potencie hasta el infinito el ego creador, tanto del futuro presidente como de sus cuadros. ¿Existe tal organización en la actualidad? Podría responderse que va por buen camino. Tiene a su favor que mucha de las personas que hoy están con Petro han estado en organizaciones sociales y de izquierda, es decir, tienen una sensibilidad y una empatía natural para conectar con el pueblo, pero tiene una cierta debilidad y es que algunos de esos cuadros han asumido un modo de funcionamiento y un estilo de vida burgueses, se han vuelto agalludos, ambiciosos y hasta sin escrúpulos, claro que para ello hay un antídoto, la lucha resuelta que habrá de asumirse en el presente y en el futuro y que pone a cada cual en su sitio.

Los retos y desafíos que habrá de afrontar la candidatura de Petro son enormes. En Colombia no se ha podido modernizar la política, entiéndase respetar las reglas de juego, ni mucho menos democratizar la riqueza. El primer intento serio lo hizo Alfonso López Pumarejo con la reforma constitucional de 1936, aprobada en agosto, pero dejada a mitad de camino tan solo cuatro meses después; en diciembre de 1936 López le impuso una «pausa», que luego se convirtió en letargo y en 1945 en retroceso; tales reformas fueron contestadas por el Partido Conservador y la derecha liberal, con llamados a desobedecer la Constitución, a echar mano de la «acción intrépida (atentados personales)» y a «hacer invivible la república».

El segundo intento lo hizo Jorge Eliécer Gaitán en la década de 1940, pero su asesinato el 9 de abril de 1948 truncó las esperanzas de un pueblo y dio inicio a una ola de violencia política que aún hoy continúa. El tercer intento lo protagonizó Luis Carlos Galán con su «Nuevo liberalismo»: seguro ganador en las elecciones presidenciales de 1990 corrió la misma suerte de Gaitán, en agosto de 1989. Y si hablamos de Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo, ambos candidatos por la izquierda en las mismas presidenciales de 1990, asesinados entre marzo y abril del mismo año, más el genocidio de la Unión Patriótica (UP) con más de 5.000 víctimas, nos prueban que en Colombia la derecha no está dispuesta a ceder el poder a una opción política que como sumo podría tildarse de socialdemócrata.

Las viejas y nuevas generaciones que hoy confluyen en la candidatura de Gustavo Petro deberán prepararse para ingentes esfuerzos y valerosas luchas, sea para ganar en la primera vuelta, vencer en la segunda o si queda como una organización fortalecida de cara a las elecciones locales de 2019 y las presidenciales de 2022, pero sobre todo cuando se pongan al frente de las luchas sociales que habrán de neutralizar el capitalismo salvaje y el terrorismo de estado, los cuales querrán robar al pueblo y explotar la naturaleza hasta dejarla en un desierto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.