Uribe no logró derrotar a la izquierda, ni exterminar a la insurgencia, ni obtuvo éxitos con el modelo económico, ni recupero la imagen del país ante el mundo, pero en cambio derrotó a la derecha y la puso a su disposición. La metió en los líos mas grandes que haya tenido que afrontar. Las elites […]
Uribe no logró derrotar a la izquierda, ni exterminar a la insurgencia, ni obtuvo éxitos con el modelo económico, ni recupero la imagen del país ante el mundo, pero en cambio derrotó a la derecha y la puso a su disposición. La metió en los líos mas grandes que haya tenido que afrontar. Las elites acostumbradas a las libertades y el disfrute del capital sin impedimentos, saben que están a merced del programa de ultraderecha del régimen Uribe y que si le entregan otra vez el poder quedaran sepultadas para siempre, sus hijos podrán crecer pero sus opciones de poder no. Cuando repasan sus balances encuentran que no les jugo limpio en su anterior gobierno, comprometió a muchos hombres de derecha en asuntos ilegales y luego por virtud de sus faltas los llevó a prisión, como al empresario Sabas Pretelt, magistrados y numerosos políticos regionales.
La derecha era experta para solucionar problemas y mantenerse altiva, sabia salir de las crisis y negociar los asuntos difíciles del estado. Su ultima gran crisis de estabilidad y legitimidad la supo superar con la Asamblea Nacional Constituyente, donde se unieron todos los sectores de derecha para formular conjuntamente con otros sectores sociales y políticos la constitución de 1991, que para las dos ultimas generaciones de jóvenes son su único referente de nación, de estado y de política. Los gobiernos de la constitución (Barco, Belisario, Samper, Pastrana), hicieron lo que las elites necesitaban para concentrar su riqueza y afianzar su poder. Cuando todo estaba bien, había opciones de terminar la guerra, pactar la rendición de grupos ilegales asociados al narcotráfico e inclusive adelantar el desmonte del sector paramilitar que dudaba en meterse en el narcotráfico, irrumpió en la escena nacional como un temible destructor Uribe, con un discurso emocional, belicoso y agitador del odio y la creación de enemigos, que convenció, no a la derecha si no a la franja electoral que en medio de múltiples necesidades, es modelada fácilmente.
Uribe derrotó a la derecha, le cambio las reglas de juego del poder por turnos y delicada selección de clase, se reeligió con trampa y escandalizó al mundo con crímenes de responsabilidad suya, debilitó a las elites de derecha y las puso a su servicio. Pero ya no están cómodas, sus jefes políticos como Gaviria o Pastrana, no son siquiera respetados y las adhesiones que le ofrecen a Duque, parecen fruto de su propio interés personal. Para la derecha, Duque no representa nada, es el simple candidato de turno, inconexo, desconectado de la verdad, no es un jefe político como si lo es Uribe a quien por ahora le deben una obediencia que no están dispuestos a ratificar. Cesar Gaviria, es la imagen del hombre pusilánime, que traicionó al hombre decente, al gentilhombre De la Calle que se jugo su vida y prestigio en el proceso de paz, con el que la derecha estaba conforme, Gaviria es solo uno mas entre tantos, repudiado por los jóvenes liberales y mirado con desprecio por los viejos liberales que sostuvieron en el poder a Samper y aplaudieron a López, el tío abuelo de Clara López formula del hombre traicionado. Con Gaviria no hay votos, hay prensa oficial, risas, entrevistas y manipulaciones. Tampoco hay grandes electorados que sigan al derrotado cambio radical, del que no entienden como su líder vicepresidente no logro vincular el poder de las maquinarias con el electorado de base liberal de las regiones, aquí las elites prefiere mirar a otro lado antes que entregar sus banderas a Uribe quien le propicio su derrota, le rapó los votos. Tampoco las bases conservadoras tienen ya respeto por sus dirigentes, aficionados a los cargos para ellos y a las grandes sumas del chantaje al poder que nunca llegan a satisfacer las necesidades de sus electores.
Si Uribe ha hecho algo bien, ha sido derrotar a la derecha. Y si esta ha hecho algo mal es caer arrodillada a sus pies, en espera de ordenes para actuar. Sin embrago a la derecha le queda defender su supervivencia negociando elementos para un gobierno de centro real, que no encontraría con la ultraderecha que la tiene derrotada. La derecha sabe en su pragmatismo que sin negociar su proyecto histórico de modernidad liberal, puede negociar espacios de control institucional, leyes de estabilidad económica, de propiedad, de recursos regionales por proyectos y de reformas democráticas y sobre todo sabe que necesita mantenerse viva como clase independiente, libre y sin las restricciones y acecho del régimen Uribe, para quien ella es su real enemigo.
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