Es común que en el tratamiento de temas que tengan que ver con la infancia se caiga en el error de considerarla como una edad mítica o como un periodo susceptible de ser olvidado. Parecería existir entonces una ruptura entre la infancia y la edad adulta. Ambas perspectivas se manifiestan de uno u otro modo […]
Es común que en el tratamiento de temas que tengan que ver con la infancia se caiga en el error de considerarla como una edad mítica o como un periodo susceptible de ser olvidado. Parecería existir entonces una ruptura entre la infancia y la edad adulta. Ambas perspectivas se manifiestan de uno u otro modo en la investigación social y son límites que la obstaculizan. Pero pocas áreas de la investigación socioeconómica son tan nebulosas y se prestan a una gran cantidad de interpretaciones contradictorias y divergentes como el «trabajo infantil».
Es por eso por lo que es más conveniente hablar sobre las definiciones del «trabajo infantil». A pesar de sus divergencias, tales interpretaciones terminan por confluir en una interpretación vaga.
Crítica a la definición convencional
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no todas las tareas realizadas por los niños deben clasificarse como trabajo infantil que se ha de eliminar. Por lo general, la participación de los niños o los adolescentes en trabajos que no atentan contra su salud y su desarrollo personal ni interfieren con su escolarización se considera positiva. Entre otras actividades, cabe citar la ayuda que prestan a sus padres en el hogar, la colaboración en un negocio familiar o las tareas que realizan fuera del horario escolar o durante las vacaciones para ganar dinero de bolsillo.
Este tipo de actividades son provechosas para el desarrollo de los pequeños y el bienestar de la familia; les proporcionan calificaciones y experiencia, y les ayuda a prepararse para ser miembros productivos de la sociedad en la edad adulta. El término «trabajo infantil» suele definirse como todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico.
Así pues, se alude al trabajo que:
- es peligroso y perjudicial para el bienestar físico, mental o moral del niño;
- interfiere con su escolarización puesto que:
- les priva de la posibilidad de asistir a clases;
- les obliga a abandonar la escuela de forma prematura, o
- les exige combinar el estudio con un trabajo pesado y que insume mucho tiempo.
En las formas más extremas de trabajo infantil, los niños son sometidos a situaciones de esclavitud, separados de su familia, expuestos a graves peligros y enfermedades y/o abandonados a su suerte en la calle de grandes ciudades (con frecuencia a una edad muy temprana). Cuando calificar o no de «trabajo infantil» a una actividad específica dependerá de la edad del niño o la niña, el tipo de trabajo en cuestión y la cantidad de horas que le dedica, las condiciones en que lo realiza, y los objetivos que persigue cada país. La respuesta varía de un país a otro y entre uno y otro sector.
Distribución por sector de actividad económica: El sector de la agricultura comprende las actividades de la agricultura, la caza, la silvicultura y la pesca. El sector de la industria comprende las minas y canteras, la manufactura, la construcción, y los servicios públicos (electricidad, gas y agua. El sector de los servicios comprende el comercio al por mayor y al por menor; los restaurantes y hoteles; el transporte, almacenamiento y comunicaciones; sectores de la finanza y los seguros; los servicios inmobiliarios, a empresas y comunidades; así como los servicios sociales a las personas.
Las peores formas de trabajo infantil
Aunque adopta muchas formas diferentes, una prioridad es la eliminación inmediata de sus peores formas de trabajo infantil según la definición del Artículo 3 del Convenio núm. 182 de la OIT:
a) todas las formas de esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, como la venta y la trata de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo, y el trabajo forzoso u obligatorio, incluido el reclutamiento forzoso u obligatorio de niños para utilizarlos en conflictos armados; b) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la prostitución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas; c) la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la realización de actividades ilícitas, en particular la producción y el tráfico de estupefacientes, tal como se definen en los tratados internacionales pertinentes, y; d) el trabajo que, por su naturaleza o por las condiciones en que se lleva a cabo, es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños.
El trabajo que pone en peligro el desarrollo, físico, mental o moral del niño, sea por su naturaleza o por las condiciones en las que se efectúa, es denominado «trabajo peligroso».
Algunas cifras
En todo el mundo, 218 millones de niños de entre 5 y 17 años están ocupados en la producción económica. Entre ellos, 152 millones son víctimas del trabajo infantil; casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso.
- En términos absolutos, casi la mitad del trabajo infantil (72 millones) se concentra en África; 62 millones en Asia y el Pacífico; 10,7 millones en las Américas; 1,1 millones en los Estados Árabes; y 5,5 millones en Europa y Asia Central.
- En términos de prevalencia, 1 de cada 5 niños de África (19,6%) están en situación de trabajo infantil, mientras que en otras regiones la prevalencia oscila entre el 3% y 7%: 2,9% en los Estados Árabes (1 de cada 35 niños); 4,1% en Europa y Asia Central (1 de cada 25); 5,3% en las Américas (1 de cada 19); y 7,4% en la región de Asia y el Pacífico (1 de cada 14).
- Casi la mitad de los 152 millones de niños víctimas del trabajo infantil tienen entre 5 y 11 años; 42 millones (28%) tienen entre 12 y 14 años; y 37 millones (24%), entre 15 y 17 años.
- La prevalencia del trabajo infantil peligroso es mayor en los niños de entre 15 y 17 años. Con todo, una cuarta parte de los niños ocupados en el trabajo infantil peligroso (19 millones) son menores de 12 años.
- De los 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, 88 millones son varones y 64 millones son niñas.
- Los niños varones representan el 58% del total de ambos sexos en situación de trabajo infantil, y el 62% del total de ambos sexos que realizan trabajo peligroso. Se observa que los niños corren más riesgos que las niñas de verse involucrados en el trabajo infantil, pero esta apreciación puede deberse a que el trabajo de las niñas no siempre se declara, especialmente en el caso del trabajo infantil doméstico.
- El trabajo infantil se concentra en primer lugar en la agricultura (71%), que incluye la pesca, la silvicultura, la ganadería y la acuicultura, y comprende tanto la agricultura de subsistencia como la comercial; el 17% de los niños en situación de trabajo infantil trabaja en el sector de servicios; y el 12% en el sector industrial, en particular la minería.
La Organización Internacional del Trabajo al definir el trabajo infantil muestra una posición ambigua y contradictoria. Ciertamente que las razones para combatir el trabajo infantil sea una obviedad, no obstante, esta varía según sean los intereses. Aquí se admite la gravedad del problema, pero establece que exigir la desaparición del «trabajo infantil» es inconveniente para las familias que sobreviven de los ingresos que obtienen de él.
El Estado y la sociedad deberían entonces alentar la protección de estos niños y el mejoramiento de sus condiciones de trabajo. Se afirma que el trabajo no es perjudicial para el niño y que, al contrario, estimula su independencia, confianza en sí mismo y lo dota de habilidades que le serán útiles en trabajos futuros. Los niños se sienten, así, satisfechos de sentirse útiles y de contribuir con el gasto familiar, dejando de ser una carga económica.
En Asia, África y América Latina, los niños desempeñan un papel económico con una presencia muy importante en la vida de las comunidades campesinas. Por el otro lado si se aborda el problema desde la perspectiva de los derechos humanos y considera que no es conveniente que los niños trabajen.
Al considerar que es una violación a los derechos del niño opina que es deber del Estado intervenir para impedirlo, aunque es flexible al reconocer su contribución económica; en esas circunstancias admitiría el trabajo infantil siempre y cuando se realice dentro de ciertos límites, buscando cuidar el esfuerzo y el tiempo de la jornada laboral que los niños tendrían que realizar. Amen de cierta incoherencia lógica en el planteamiento, que no es motivo de discusión en este artículo, sino el de la reflexión para abatir una injusticia flagrante.
Eduardo Camin: Periodista uruguayo, exdirector del semanario Siete sobre Siete. Miembro de la Asociación de Corresponsales de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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