Soplan vientos democráticos en esta piel de toro a la que llamamos Península Ibérica: vientos del pueblo. En ella conviven diversas naciones, la mayoría sin Estado, pues tan solo la República Portuguesa y el Reino de España lo tienen por ahora. Los pueblos que convivimos en este espacio hemos sufrido dictaduras fascistas no hace tantos […]
Soplan vientos democráticos en esta piel de toro a la que llamamos Península Ibérica: vientos del pueblo. En ella conviven diversas naciones, la mayoría sin Estado, pues tan solo la República Portuguesa y el Reino de España lo tienen por ahora.
Los pueblos que convivimos en este espacio hemos sufrido dictaduras fascistas no hace tantos años. El pueblo portugués lo resolvió con un golpe militar incruento que desencadenó la revolución de los claveles, al son de una bella canción: Grandola Vila Morena, que anteponía la voluntad del pueblo a la de los poderes fascistas que lo dominaban (es el pueblo el que más manda, decía la canción).
Aún recuerdo, pues ya soy bastante mayor, las caras de pánico que se les puso a los altos mandos militares franquistas, me refiero a los generales y almirantes, pues temían perder las jugosas ventajas que les reportaba la dictadura franquista si el ejemplo cundía en el resto de la península.
La dictadura franquista fue un régimen criminal que suprimió las organizaciones obreras libres e impuso un sindicato vertical controlado por la Falange, sembrando el terror entre la mayoría de los trabajadores, que reclamaban, como ahora, pan, trabajo, techo y dignidad.
En el siglo pasado, nuestros amigos y vecinos del Norte, el pueblo francés, también combatió contra el nazismo. Fue legendaria la lucha de la Resistencia francesa, cuyo himno, Le chant des partisans, es cantado por los militares franceses, e incluso por el presidente de la República Francesa, en los actos oficiales conmemorativos del Día de la Victoria.
Aquella pesadilla del siglo pasado -la odiosa dictadura, con un dictador asesino y ridículo que se hacia llamar generalísimo- está a punto de desaparecer, pues los residuos franquistas van a ser barridos en esta etapa histórica que nos ha tocado vivir. Entre esos residuos, la monarquía con su rey y su bandera bicolor, que no es la del pueblo, sino la impuesta por los Borbones, herederos de Franco.
Sin embargo, una asociación de tropa y marinería -el escalón más humilde y honesto del ejército, procedente socialmente en su mayoría del pueblo trabajador- cuya principal reivindicación es el poder seguir trabajando a partir de los 45 años de edad, se hace representar por una persona que, cuando menos, está manipulada o es ingenua, pues apesta a franquismo. Lamento, sin embargo, que se le expediente por haber defendido un derecho básico: el derecho de cualquier trabajador a no ser despedido injustamente.
La asociación #45sindespidos, con vuestras amistades peligrosas, no vais a ninguna parte, pues -además del desprecio de las clases altas, por ser trabajadores- os ganaréis también el desprecio del conjunto de la ciudadanía, que no siente ninguna simpatía por el fascismo ni por sus modos estridentes y ridículos. Seréis percibidos como una amenaza para las libertades que tanto costó conseguir. Sé que esa no es la intención de la mayoría de vosotros, pero es lo que parece.
No os dejéis manipular por intereses ajenos a vuestro legítimo derecho: no ser despedidos injustamente. Pensad bien a quienes os acercáis a pedir apoyo, pues esa será vuestra tarjeta de visita. Si no conseguís la simpatía de la sociedad, vuestras peticiones caerán en saco roto.
Manuel Ruiz Robles, es Capitán de Navío de la Armada, miembro de ANEMOI.
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