Tras las posiciones mantenidas por Podemos, algunos dirigentes de IU y parte de la izquierda en general, que tratan de explicar que el campo de la batalla política es otro que el de un homenaje de víctimas y que no es momento de aprovechar este acto para sacar rédito en la contienda soberanista, creemos necesario […]
Tras las posiciones mantenidas por Podemos, algunos dirigentes de IU y parte de la izquierda en general, que tratan de explicar que el campo de la batalla política es otro que el de un homenaje de víctimas y que no es momento de aprovechar este acto para sacar rédito en la contienda soberanista, creemos necesario reflexionar y debatir, partiendo sobre las consecuencias de este tipo de posiciones. No pensamos que sea una excepción la línea mantenida. Es más, consideramos que es coherente con la línea que cada vez más va tomando fuerza en Unidos Podemos.
Parece que el diseño de su la estrategia consiste en aparentar ser gente de orden, llegar a un público más allá de la parroquia de los ya convencidos; ya sea porque creemos que la crisis del Régimen se está cerrando, la derecha coge fuerza y de lo que se trata es de llegar a un pueblo cada vez más conservador; ya sea porque el panorama que nos ofrece la nueva etapa con un gobierno del PSOE es el de un renovado bipartidismo, con una nueva hegemonía del PSOE y unas nuevas décadas venideras de paz social.
No cabe duda de que esa estrategia tiene gran arraigo entre unos dirigentes de las organizaciones mayoritarias de la izquierda, que realmente desconfían de cualquier transformación profunda sostenida desde fuera del régimen, pretenden ser optimistas y creen en la posibilidad de arrancar alguna política popular o de izquierdas desde las instituciones del Régimen y siguen deslumbrados por el brillo de una posible (cada vez más lejana) victoria electoral, gracias a una potenciales maniobras que permitan ganar la confianza de la gente y legislar finalmente.
Esa estrategia, si fuera tal, nunca ha sido comunicada a las claras ni a cuadros(dirigentes) intermedios, ni mucho menos a los simplemente afines o votantes. Quizás es que en el mundo de los significantes vacíos es una estupidez comunicar al enemigo el objetivo final, y por eso hay que ir moviéndose siempre entre el misterio y la confusión. Quizás es que no hay una alternativa potente revolucionaria que sea capaz de desnudar el reformismo prácticante por UP y que le exija defenderse o acatarlo. Recordamos en los inicios de Podemos al Nega, bastante convincente, arremetiendo contra el izquierdismo de esas organizaciones que exigían a Podemos claridad en sus objetivos y comparando la línea de Podemos con un Fidel Castro que no reconoció su afinidad con el marxismo-leninismo hasta que no tomó el poder. El mensaje de esa obrita que fue Ganar o Morir de Pablo Iglesias era persuasivo: en un contexto profundamente injusto, apostar por la justicia en los casos concretos puede favorecer la injusticia. Oye, si las oligarquías no tienen pudor alguno en engañar al pueblo, ¿no estamos cayendo en un purismo que dificulta una transformación radical al exponer abiertamente todos nuestros objetivos? Quizás esas reflexiones fueron necesarias en su momento y si la estrategia relámpago de Podemos hubiera funcionado quizás tendríamos que hablar en otros términos, pero a día de hoy esa consigna es irreal y conservadora. Sobre todo es que, ahora en un contexto en el que el impulso movilizador y la tendencia aglutinante de las luchas ha decaído, esa estrategia confunde y desorienta al personal. Ni ilusiona, ni sirve para hacer posible lo imposible, ni para asaltar los cielos.
Nos encontramos con mensajes bastante confusos, un día Pablo Iglesias hace un llamamiento al referéndum sobre la forma de Estado o sale con simbología republicana, otro día aparece una cara pública de Podemos reconociendo la el papel de la figura real o diciendo que la monarquía no es algo que sea central. Lo llamativo aquí es que justo en el momento real en el que una posición republicana puede hacer daño, se considera secundaria. El idealismo conservador de Espinar se muestra cuando dice que la batalla política «se da en las ideas, los valores y los proyectos, no en los homenajes a las víctimas de un atentado». Nada de tocar la realidad política. ¿Podía ser de otra manera en una organización posibilista que solo abarca el corto placismo surgido en las luchas espontáneas de las clases populares contra la tendencia al empobrecimiento de estas, pero sin buscar el origen de esta tendencia, a quien beneficia y por qué?
La política no es lo que quiera en cada momento Unidos Podemos. Un homenaje público es política y, como se hemos escuchado muchas veces decir a los jefes de Podemos, lo simbólico es muy importante. Y evidentemente es muy simbólico que el jefe del estado (que la mayoría de catalanes no reconoce como legítimo) vaya a un acto público. Otra cosa es que ellos consideren que no es oportuno ahora confrontar. Pero claro, volvemos a lo mismo, decidlo claro y respondemos sobre eso. Otra vez nos encontramos otro ejemplo de posibilitismo que les hace variar sus posiciones en los aspectos que pueden ser rupturistas. Mayormente se suelen mostrar críticos con la monarquía, pero un momento clave donde puede suponer un posicionamiento claro contra ella, no marcan linea, ante el temor de perder apoyos electorales.
Pero supongamos que no es oportuno ahora confrontar. Derivado probablemente de su falta real de confianza en un cambio profundo no entienden que los movimientos políticos e incluso ideológicos son pasajeros, más cuanto más inestable es la situación económica. Y bueno, hoy por hoy, el mapa económico, a todos los niveles, nos ofrece a unas élites económicas cada vez más enfrentadas y unas clases populares cada vez más jodidas. Solo observando los desplazamientos ideológicos y políticos en el último año nos damos cuenta de lo precaria que es cualquier estabilidad (Referendum catalán, ofensiva españolista, explosión del movimiento feminista, moción de censura, Juan Carlos y Corina….), que se sostenga sobre una oligarquía cada vez más sin proyecto unido y, sobre todo, sobre un pueblo cada vez más exprimido y reprimido. Si no somos capaces de darnos cuenta de los cambios que han supuesto esos acontecimientos en las posibilidades de cambio (a veces avanzando hacia posiciones progresistas, a veces retrocediendo), del sustrato inestable que posibilita esos cambios, del creciente malestar y desconfianza de las clases populares que esto genera y, sobre todo, de la causa de todo esto, solo podremos caer en consignas erráticas que sólo respondan a la coyuntura y, finalmente, al pesimismo y al posibilismo. La gente sin orientación, se desorienta, y en los momentos en los que se puede hacer valer la posición republicana, como en el caso concreto del homenaje del 17-A en Barcelona, si cedemos ante las posiciones conservadoras, dejamos claro que no estamos en condiciones reales de enfrentarnos a las élites o que ese no es el proyecto.
¿No es acaso este homenaje el espacio para denunciar que la monarquía es complice al hacer de intermediario de venta de armas a Arabia Saudi, país que financia yihadistas? ¿No es acaso el momento, más cuando la popularidad de la monarquía está en uno de sus peores momentos, de decir que este jefe del Estado, concretamente, es un fascista, que se ha alineado con lo más conservador? ¿No deberíamos decir que los líderes legítimos de Cataluña, los que dieron la cara durante los atentados, están en la cárcel o en el exilio, mientras el Jefe ilegítimo del Estado Español ha apoyado que existan esas víctimas?
Pero aún en el caso bastante improbable de que no fueran pasajeros y que al final nos esperaran otros diez, veinte o treinta años de posible paz, lo que se necesita es construir alternativa que parta de lo que sí que va a ser estable: que el capitalismo hoy ya no va a ofrecer de ninguna manera una creciente sociedad del bienestar, sino un empobrecimiento y precarización cada vez más agudos. Ahora presentarse como soporte crítico del Régimen y del sistema, tal y como fue durante décadas IU, evidentemente no va a ayudar.
El mensaje de Ruptura, agresivo, que erosione y haga posible el asalto de los cielos es necesario. Una apuesta por unir en torno a un mensaje de ruptura de manera nítida. Uno puede ser muy Republicano en teoría y muy poco en la práctica. No olvidemos al PCE de Carrillo o incluso al PSOE republicano y juancarlista. Los juegos y embustes pueden ser muchos. En fin, casi peores que los monárquicos son esos Republicanos que no tienen ni un poquito de valor, ni sentido estratégico y hacen malabarismos para que la gente siga doblando el lomo.
Lo que necesitamos es ser realistas, decir a la gente que nuestro futuro es el de no ser siervos ni vasallos y organizar a las clases populares en torno a un futuro entre iguales, lo otro es descontento, farsa y desilusión.