Sencillez expositiva y atrevimiento evaluador sobresalen en el discurso sobre cine de Frank Padrón. ¿Cómo puede estimar de súbito acerca del hecho fílmico quien, como él, empieza un texto, por lo general, yuxtaponiendo datos, asegurando un juicio, contándote una anécdota…, alejado en apariencia de la interpretación del objeto de análisis? El cinéfilo exigente pudiera poner […]
Sencillez expositiva y atrevimiento evaluador sobresalen en el discurso sobre cine de Frank Padrón. ¿Cómo puede estimar de súbito acerca del hecho fílmico quien, como él, empieza un texto, por lo general, yuxtaponiendo datos, asegurando un juicio, contándote una anécdota…, alejado en apariencia de la interpretación del objeto de análisis? El cinéfilo exigente pudiera poner en entredicho a uno de los más prolíficos y mediáticos críticos del país. Pero no procede. Desde hace años, la mirada y el gusto de Frank legitiman porque están escoltados por el conocimiento. Allí donde él, una y otra vez, afirma, invita a la reflexión. Luego no importa si convenimos con su criterio.
Cuanto llevo apuntando hasta ahora permite testificar otra realidad: el autor de El cineasta que llevo dentro. Más de 30 años en la revista Cine Cubano (1984-2015) -Ediciones ICAIC, 2017― es, de los reconocidos críticos cinematográficos, el menos pretencioso. La obra de Frank Padrón confirma no tanto sus ambiciones intelectuales, como su dependencia y tributo continuos por la cinematografía de todo el orbe.
Uno puede disentir de una opinión suya e incluso de su tono. Pero, en verdad, es el tono de sus ideas la clave que conecta enseguida y mejor con el lector. El crítico revistero por excelencia que es también, practica el arte de la palabra impresa; aunque, para ser honesto, el autor de este libro aprovecha sobre todo el lenguaje cual método de expresión en provecho de la referencia y el análisis fílmicos. No le interesa tomar como pretexto una película para erigir una escritura aparatosa. Que llame la atención cuanto y como lo digo. No sacrifico una idea por su construcción rimbombante, parece decirnos tras cada uno de estos textos. Ello no significa una apatía por la «calidad de página». Todo lo contrario.
Al examinar esta selección de lo publicado por Frank Padrón en la revista Cine Cubano, se (re)conocen no solo aquellas obras cinematográficas que interesaron al crítico, sino los caminos de una escritura con ganancias en lo conceptual y estilístico. Sin embargo, al tomar uno de los textos escritos en la pasada década de los ochenta para compararlo con otro del nuevo milenio, apreciamos tanto una evolución conceptual y temática, como una ratificación sintáctica.
De este modo, se le reconoce a Frank Padrón la calidad de su prosa desde sus inicios como crítico de cine. Prosa sobria y segura, coloquial y cómoda, amable y astuta al mismo tiempo. No es preciso llegar al párrafo final de una de estas piezas para saber qué siente del referente. La prudencia lo acompaña, si bien no esconde sus (dis)gustos con la recepción de determinada propuesta cinematográfica. En este sentido, confirma una franqueza mucho más atractiva que valiente. «El crítico cauteloso, al reprimir o disimular sus gustos, abandona a los espectadores, y es natural que ellos, a su vez, terminen por abandonarle» [1].
Frank no abandona su preferencia por los subtítulos. Estos le ayudan a organizar el contenido de cuanto escribe. No obstante, ya sentimos su comodidad y una mayor osadía en sus entregas más recientes, desprovistas de las acostumbradas divisiones. Así como las segmentaciones fijan los propósitos autorales, al mismo tiempo pueden contribuir al menosprecio de otros contenidos o a enseñar carencias no siempre manifiestas en otros artículos o comentarios críticos. Lo sabe este autor.
Sin embargo, con los años elige la manera expositiva más cómoda, según lo reclamen las piezas analizadas. Dos ejemplos muy ilustrativos al respecto son los artículos «Las mil y una Gúrchenko», de 1986, y «No siempre abril es primavera», de 2001. Este último es revelador por la sobriedad del tono y el despliegue argumentativo de cómo un acontecimiento histórico puede devenir hecho artístico alejado de lo panfletario. «Las mil y una Gúrchenko», por su parte, aparenta ser solo un testimonio en torno a la visita a Cuba de la reconocida actriz soviética Liudmila Gúrchenko, cuando en realidad es un ejercicio crítico con todas las de la ley. Aquí la anécdota consiente por fortuna el adentrarse en la generalidad histriónica. Para ello recurre a la narración analítica o análisis narrativo, lo cual viene a evidenciar las influencias de la crítica de arte de José Martí en Frank. Tómese al azar cualquier texto de los apartados «Articulando ideas», «Cuando el este era el paraíso» y «Crítica múltiple». En todos está presente el Maestro.
El autor de El cineasta que llevo dentro… es de los críticos que no quieren soslayar un elemento cinematográfico mientras haya algo que decir. En su intento de abarcarlo casi todo, revela sus materias preferidas, ya constantes en sus pasajes escriturales. Ellas son ―en el interior de la hechura fílmica― la puesta en pantalla, la narración, el guion, el trabajo actoral, la correspondencia, entre otras artes como la música, la literatura, la pintura y la danza. Desde el punto de vista prefílmico, no le resta interés a cuanto pudo originar la realización: la ocurrencia de una idea o la adaptación de un libro, el presente contextual y la historia.
Existen muchas maneras de ejercer la crítica de cine de acuerdo a las exigencias de los soportes impresos o de los medios de difusión. Al colaborar para todos, Frank se encuentra a sus anchas incluso cuando entrevista o reverencia alguna figura. Léanse los apartados concernientes a los músicos («Nosotros la música») y a las semblanzas («Reverencias»). No menos significativos resultan sus comentarios de las obras de pensadores, investigadores y estudiosos del cine («Cine impreso»). «Me encanta escribir sobre libros que a su vez discurren sobre el audiovisual (ya hace tiempo, como se sabe, hay que hablar más allá de la pantalla grande), por lo cual nunca he vacilado cada vez que las jefaturas de redacción de Cine Cubano me proponen un tema de ese tipo, cuando yo mismo no llevo las sugerencias» [2], confiesa satisfecho en sus palabras preliminares «Cine Cubano, travesía compartida».
Ahora bien, para contrastar criterios de lectores atentos sobre los libros de Frank, merece especial atención «Cazador cazado» que, junto a «Rocío de gallo», el prólogo siempre riguroso, justo y elegante de Francisco López Sacha, se ocupan en estimar el aporte de Frank Padrón a la cultura cinematográfica de la isla. Como sé cuánto le debe su proceder crítico y ensayista al veterano José Alberto Lezcano, cierro este intento de puntualizar la cosecha valorativa con palabas de su coterráneo, las cuales valen también para evaluar la aventura impresa que representa El cineasta que llevo dentro. Más de 30 años en la revista Cine Cubano (1984-2015).
Maldita como tiene que serlo una profesión que sale al ruedo con dosis incontrolables de lucidez y terquedad, subjetividad y distanciamiento, lógica y fetichismo, indiferencia y apasionamiento, la crítica es para Frank Padrón, en primer término, exploración desprejuiciada del suceso artístico; gramática trascendentalita que asciende unos escalones, se detiene, cobra nuevos impulsos, prosigue su trayecto, aporta una observación oportuna, llama la atención sobre un detalle nada obvio y evita las veleidades y la gratuidad teñidas de refinamiento. Declaro sin reservas que nunca he visto en él al crítico que gusta de atrapar y descuartizar las películas, arrancarles las vísceras y exponerlas a la cambiante atmósfera de sus estados de ánimo [3].
La vocación empezó hace muchos años en el cine Rialto: su Cinema Paradiso. Inevitable estudioso y fiel promotor del séptimo arte es Frank Padrón. Sin embargo, aún no se lo cree. (2018)
Notas: