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Algunos factores que debilitan al sindicalismo chileno

Fuentes: Revista Izquierda

El movimiento sindical chileno atraviesa por una profunda crisis; factores de origen diverso fácilmente perceptibles son los que han contribuido en un largo período a moldearla; a riesgo de ser esquemático se podría puntualizar cinco elementos  que a nuestro juicio han sido determinantes para configurar y mantener  en el tiempo la crisis del movimiento sindical.En […]

El movimiento sindical chileno atraviesa por una profunda crisis; factores de origen diverso fácilmente perceptibles son los que han contribuido en un largo período a moldearla; a riesgo de ser esquemático se podría puntualizar cinco elementos  que a nuestro juicio han sido determinantes para configurar y mantener  en el tiempo la crisis del movimiento sindical.

En ningún caso  se trata de ignorar la influencia de otros elementos que aportan a modificar la correlación de fuerzas sociales favorables del proletariado, sino de  relevar aquellos elementos importantes que los trabajadores podemos enfrentar y modificar en perspectiva de potenciar nuestra capacidad de lucha y movilización.

1.- La escasa sindicalización. Las estadísticas dan cuenta que no hay más de 700 mil trabajadores sindicalizados en una fuerza laboral que supera los cinco millones de trabajadores. Esta simple constatación nos permite aceptar que existe una gran tarea por delante y que es redoblar los esfuerzos por aumentar la sindicalización ya sea aumentando el número de trabajadores adscritos a los sindicatos existentes y/o creando nuevas organizaciones sindicales.

2.- La debilidad orgánica del sindicalismo. La forma organizativa de sindicatos por empresa que se dio tempranamente en nuestro país se corresponde con un proletariado artesanal, del siglo pasado, pero el desarrollo de numerosas industrias y la presencia de un proletariado industrial han hecho obsoleta esa forma organizativa. En efecto, hoy existe una  proliferación de más de 14 mil sindicatos similares e insignificantes desparramados en la geografía nacional; los  que se auto limitan voluntariamente negociando colectivamente cada dos, tres o cuatro años aislados los unos de los otros, la mayoría sin fuerza real, que simplemente hacen gratuita cesión de su potencial capital ofensivo, pues   la ordenación de sus fuerzas no se corresponde con la realidad presente. Se trata entonces de dar paso a nuevas formas organizativas y, en este sentido,  la experiencia  internacional ha demostrado que la mejor forma organizativa para mejor defender los derechos de los trabajadores es el sindicato por rama de actividad productiva. No tiene mucho que ver el hecho que hoy la ley impida su formación, lo que interesa es primeramente constatar esa deficiencia y proponerse remediarla haciendo conciencia en las amplias capas de trabajadores sindicalizados que es necesario dar paso a nuevas estructuras organizativas.

3.- La falta de democracia sindical. Es común constatar la tendencia a la separación entre la base sindical y su dirección. Este fenómeno se da desde el pequeño sindicato en donde los trabajadores, una vez elegida la directiva, se despreocupan, descansan y dejan en manos de sus dirigentes todas las tareas que implican mantener y desarrollar una organización sindical. Por su parte los dirigentes tienden a alejarse de sus bases y asumen tareas, roles y compromisos que raramente son refrendados por sus asambleas de base.

Esto también ocurre en  las organizaciones sindicales de orden superior, como es el caso de las centrales sindicales, en donde  es aún más notoria y visible esta separación, pues en ellas,  los dirigentes obedecen a estructuras políticas partidistas y lo común es que  se transformen en funcionarios rutinarios y carreristas  que asumen  compromisos que nunca son acordados por las bases sindicales.

Para superar esta debilidad es necesario que demos  paso a una genuina democracia sindical, en donde haya mecanismos de control de la base sobre los dirigentes; que exista la revocabilidad de los cargos cuando nuestros dirigentes no cumplen con sus funciones, se permita la promoción de nuevos líderes dispuestos a la lucha. El sindicato debe convertirse en un verdadero parlamento en donde todos y cada uno de los problemas que aquejan a los trabajadores sean debatidos en sus asambleas. No pueden existir dirigentes asumiendo compromisos sin haber pasado antes por sus respectivas asambleas sindicales.

4.- La ofensiva empresarial flexibilizadora. La declinación de la tasa de ganancia debido entre otras cosas a la competencia exacerbada  entre capitalistas  en una economía abierta a los mercados internacionales ha hecho que las industrias sean incapaces de expandirse y    de generar nuevas fuentes de trabajo lo que está provocando una cesantía estructural que va en aumento y que no retrocederá de los dos dígitos. A la par crece el número de subcontratados y de empleos temporales y precarios. No se puede seguir tolerando pasivamente que los empresarios achiquen las organizaciones sindicales por la vía de achicar la dotación estable de las empresas a costa de la subcontratación de un número cada vez mayor de trabajadores empleados con salarios miserables. El sindicato debe de preocuparse con claridad y decisión tanto de los trabajadores que son arrojados a la cesantía  como de aquellos que los reemplazan en la forma de subcontratación. Huyendo de la rutina los líderes sindicales deben proponer nuevas formas de organización y lucha más de acuerdo con las características que está tomando la explotación de los trabajadores actualmente, deben  estar  atentos a las iniciativas que surgen desde las bases. Se deben desarrollar formas de  organización amplias y democráticas y, en este sentido es que debemos proponernos constituir   Comités de Fábrica que reúnan a todos los que trabajan en una unidad productiva sindicalizados y no sindicalizados, contratados y subcontratados , esta tarea puede tener éxito en las empresas, pues estos comités se corresponden con la experiencia directa   de los trabajadores, es sabido que en ocasión de la negociación colectiva y huelga, la dirección y coordinación de las acciones queda en manos del comité de fábrica.

5.- Debilidad ideológica. Todas las conquistas sociales que el movimiento sindical alcanzó en el pasado tras cincuenta años de lucha fueron avaladas por un discurso y un programa de independencia de clase que unía claramente la lucha por los objetivos inmediatos de los trabajadores con aquellos de la transformación del orden social capitalista imperante por una sociedad nueva que termine con la explotación del hombre por el hombre. Este discurso está totalmente ausente hoy día. El sindicalismo no conocerá nuevos progresos si no procede a recuperar lo mejor de su tradición histórica. Tradición que está justamente en pronunciarse con independencia de clase sobre todos los problemas que afectan a los trabajadores del país.



 El sindicalismo debe escapar como de la peste de cualquier compromiso que lo amarre al Gobierno de turno, a los empresarios o a las formaciones políticas; pero sin caer en el apoliticismo ni en la instrumentalización de organizaciones políticas partidarias, el sindicalismo debe saber defender con firmeza y claridad sus intereses uniendo los objetivos inmediatos con aquellos ineludibles del mañana, diferenciando a aquellas formaciones políticas que trabajan efectivamente por la emancipación de los trabajadores de aquellas que sólo persiguen servirse del movimiento sindical para satisfacer mezquinos intereses de grupos.

¡ A superar nuestras debilidades !

Las debilidades que hemos brevemente consignado han estado presentes en toda la historia del sindicalismo, excepción hecha de las últimas dos que son de reciente data. Si el sindicalismo pudo en el pasado superando sus falencias alzarse agresivamente para ensanchar sus conquistas sociales, lo fue gracias a haberse impregnado de una fuerte conciencia de clase y un discurso ideológico que apuntaba al cambio de sociedad. La dictadura Pinochetista primero y la adormecedora influencia de la Concertación después se han esmerado en desterrar del lenguaje sindical toda alusión a la lucha de clases, como si fuera posible convivir pacíficamente y en armonía empresarios y trabajadores.

Hoy como ayer los trabajadores sólo podrán sobreponerse a todas las endémicas debilidades programáticas y organizativas si logran salir del profundo extravío ideológico al que han sido empujados en los últimos 30 años, y se proponen   retomar  lo mejor de su histórica tradición, para avanzar  con firmeza y decisión a pronunciarse con independencia de juicio sobre todos los aspectos que afligen a la sociedad chilena.

(1) Este artículo fue escrito, en el mes de mayo de 2003, por Hector Velásquez, importante dirigente sindical y militante revolucionario chileno. Hector fallecio el 4 de septiembre 2003, en Santiago de Chile.