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La ley del embudo de la propiedad intelectual

Fuentes: http://movimientos.org

Uno de los propósitos de Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio que tramita con Colombia es aumentar las prerrogativas que las normas sobre propiedad intelectual les confieren a sus trasnacionales, las cuales, eufemismos aparte, van tras el monopolio de la producción y las ventas para lograr los altos precios implícitos en la ausencia […]

Uno de los propósitos de Estados Unidos en el Tratado de Libre Comercio que tramita con Colombia es aumentar las prerrogativas que las normas sobre propiedad intelectual les confieren a sus trasnacionales, las cuales, eufemismos aparte, van tras el monopolio de la producción y las ventas para lograr los altos precios implícitos en la ausencia de competidores. Estas normas afectarán negativamente a todo el aparato productivo nacional, pero son especialmente perniciosas en la farmacéutica, porque marcan la diferencia entre la salud y la enfermedad y la vida y la muerte.

Algunos ejemplos de los precios que alcanzan los medicamentos con el monopolio ilustran el problema. En Estados Unidos, la droga contra el SIDA cuesta unos diez mil dólares al año, cuando producirla vale entre trescientos y quinientos. El New York Times denunció que en 1999 el Xalatan rindió utilidades por quinientos millones de dólares, frente a un costo de producción del uno por ciento. Estudios realizados para Colombia demuestran que el precio de los medicamentos aumentaría en 777 millones de dólares al año si Estados Unidos logra lo que pretende en el TLC. Y por efecto de su «libre comercio» con los gringos, a los mexicanos les cuestan sus fármacos dos y media veces más que los colombianos.

Las pretensiones estadounidenses van más allá de lo mucho que ya lograron en la OMC y son las siguientes: patentes por más de 20 años; con el TLC a Chile le impusieron 25 y eso que en Estados Unidos no pueden superar los 14. Poder patentar los segundos y más usos de los fármacos, lo que rompe con la lógica de los sistemas de propiedad intelectual que protegen la invención y no el descubrimiento. Crear una nueva especie de patente por diez años para moléculas viejas, utilizando como pretexto una interpretación amañada de lo que es la información divulgada. Prohibir las importaciones de medicamentos de países donde las transnacionales los expenden a menores precios. Negarles la posibilidad a los gobiernos de aplicar excepciones en casos de calamidad pública. Generar patentes espurias por modificaciones menores a los remedios. Patentar la vida animal y vegetal, así como los métodos quirúrgicos, de diagnóstico y tratamiento. Eliminar las normas que les imponen a las trasnacionales transferir tecnología. Y convertir en obligatoria la adhesión a los tratados internacionales sobre propiedad intelectual.

Las trasnacionales maquillan su rapacidad aduciendo que sin los sistemas de propiedad intelectual que pretenden, no progresarían la investigación y el desarrollo científico y tecnológico. Pero estudios realizados en los países industrializados muestran que la mitad de la Investigación y el Desarrollo lo pagan los Estados, que el costo promedio de cada patente no es de 800 millones de dólares como aducen sino de 100 y que esos monopolios disfrutan de menores impuestos (17 contra 28 por ciento) frente a los demás sectores industriales, todo lo cual les genera utilidades superiores a la media.

Los monopolistas además silencian que, si bien el monopolio que les confieren las patentes estimula el desarrollo, también lo entraba. Y esta contradicción se convierte en antagónica cuando el avance científico y tecnológico se produce en unos pocos países y el monopolio se establece en todos, que es lo que sucede con la globalización neoliberal. Porque mientras las patentes pueden generarles avances a los países industrializados, en los atrasados el monopolio concedido a las trasnacionales solo les deja los precios mayores y el entrabamiento del aparato productivo. Con todo y lo discutible que es el actual sistema de propiedad intelectual para estimular la invención en cualquier parte, hacerlo más gravoso es absolutamente inaceptable para las naciones atrasadas, que solo podrán salir del subdesarrollo si protegen su producción nacional.

Por último, debe saberse que apenas el uno por ciento de las patentes tramitadas por las trasnacionales se relaciona con enfermedades tropicales, a pesar de que estas causan el 90 por ciento de las muertes en los países atrasados. Y esos monopolios actúan así porque, al fin y al cabo, el 80 por ciento de sus ganancias las consiguen con los enfermos de las naciones donde tienen las casas matrices.

Por donde se mire, entonces, aceptar las pretensiones estadounidenses en propiedad intelectual lesiona el interés nacional de Colombia.

Bogotá, 15 de julio de 2004.