Colombia es un país en emergencia humanitaria, desde cualquier aspecto que quiera analizarse: soberanía, empleo, salud, educación, derechos humanos, laborales, políticos. En fin, tanto la existencia de su pueblo, como la de nación están gravemente amenazadas. Afirmar esto no es tremendismo, ni vocación apocalíptica. Es la realidad que se oculta bajo los discursos y las […]
Colombia es un país en emergencia humanitaria, desde cualquier aspecto que quiera analizarse: soberanía, empleo, salud, educación, derechos humanos, laborales, políticos. En fin, tanto la existencia de su pueblo, como la de nación están gravemente amenazadas.
Afirmar esto no es tremendismo, ni vocación apocalíptica. Es la realidad que se oculta bajo los discursos y las informaciones de la mayoría de los medios de comunicación.
Para asestar el golpe definitivo, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez está negociando el TLC al ritmo de las necesidades y urgencias de los Estados Unidos.
En la ronda de Lima, realizada entre el 26 y el 30 de julio pasado, terminaron las presentaciones protocolares y el tiburón empezó a mostrar sus dientes a las sardinas.
Dicho de otra manera, empezaron a presionar de modo más abierto que en la reunión de Atlanta por algunos objetivos que para ellos son importantes: la propiedad intelectual, las patentes sobre seres vivos y la total apertura del mercado para sus productos, mientras presentaron una mezquina lista de los que ellos necesitan.
Exigieron la privatización total de las telecomunicaciones y hasta se pusieron bravos y amenazaron porque el argentino representante por Colombia en la mesa de discusión sobre propiedad intelectual no era funcionario del gobierno. Realmente lo que quisieron fue reafirmar a la delegación colombiana quién es el que manda.
Todo esto era de esperarse y es apenas el comienzo.
A los gringos, a ciencia cierta, les interesa muy poco el comercio con Colombia. A ellos lo que les preocupa es asegurar su área vital más cercana, América Latina, tal como reza la estrategia trazada luego de la Segunda Guerra Mundial.
El pretexto de crear un área de libre comercio (ALCA o TLCs) les sirve para asegurar a largo plazo importantes recursos energéticos, minerales y biológicos, agua, así como posesionarse geoestratégicamente frente a otros bloques económicos como el europeo y el asiático.
El arroz, el algodón, la soya, los pollos, productos lácteos, los zapatos o los textiles que se producen en nuestro país no los necesitan.
Este 11 de agosto el subsecretario de Agricultura J.B. Penn expresó claramente la necesidad de mercados que tiene el sector agropecuarioestadounidense y por tanto la urgencia del TLC.
El sector agropecuario de los Estados Unidos tiene un crecimiento productivo del 2% anual, mientras la demanda crece sólo al 0,8% al año. Además el desarrollo tecnológico facilita el incremento de la producción cada vez más, lo cual los obliga a buscar dónde vender sus productos. En esta situación, no requieren comprar la mayoría de los productos del agro colombiano.
Por otra parte, nuestro mercado se contrae permanentemente debido al bajo poder adquisitivo del pueblo empobrecido, por lo que tampoco es que los gringos vean grandes posibilidades comerciales.
Igual sucede con productos industriales como los zapatos u otros artículos de cuero o la industria textil. Sus necesidades las satisface la industria nacional o las compras mucho más baratas hechas a países como China o los tigres asiáticos.
La dependencia de nuestra economía, en cambio, es y será cada vez mayor y esta realidad les sirve para presionar y chantajear en las mesas de negociación del TLC o mediante el FMI.
De ahí que su verdadero interés es de orden geoestratégico.
Poco a poco algunos sectores productivos empiezan a sentir los pasos aplastantes del monstruo.
Las pequeñas y medianas empresas (PYMES) lograron conformar el Foro Andino para hacer seguimiento a la «negociación» del TLC, aunque esto no es garantía para su existencia pues el jefe de la delegación negociadora por Colombia, Hernando José Gómez, ya habló de que este sector debe buscar «alianzas estratégicas y dónde pueden complementarse para maximizar los contenidos regionales en sus exportaciones hacia EEUU» y es ahí justamente que está su condena: no tienen para competir.
Los productores de arroz de los departamentos de Meta, Tolima y Huila, los del Bajo Cauca, los productores de otros cereales, así como los de aves, productos lácteos, algodón y textiles han comenzado a organizarse para analizar su futuro.
Por otra parte 73 rectores de universidades, otros académicos y científicos han advertido sobre la gravedad de convertir la educación en una mercancía dependiente del tratado, no solo en cuanto a la privatización sino también en cuanto a programas y métodos docentes.
En el tema de la salud, para mayor preocupación aparte de las medidas privatizadoras que ya se han adelantado, está la amenaza del mayor encarecimiento de los medicamentos debido a la patentización por parte de las transnacionales yanquis del ramo, que pretenden proteger durante 5 años los datos de prueba de medicamentos y durante 10 años los agroquímicos que no estén registrados.
Los alcaldes, reunidos en Bucaramanga (capital del Departamento de Santander, al nororiente del país) en el II Consejo Ejecutivo de la Federación Colombiana de Municipios, exigieron participación en las importantes decisiones que se están tomando frente al futuro del país y cada una de sus regiones.
En síntesis la situación se complica por la creciente protesta popular y la de numerosos sectores productivos que empiezan a percatarse de lo que está en juego. Uribe responde con represión y oídos sordos, con los movimientos y documentos secretos.
Por otra parte, un hecho que les molesta como piedra en el zapato a los estadounidenses para su gran proyecto, son los bloques regionales que existen en el sur del continente. El afán en concretar algunos puntos del «libre tratado» es torpedear y romper lo alcanzado en el MERCOSUR, la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el G-3 (Colombia, Venezuela y México).
Hay una serie de acuerdos funcionando en estas instancias regionales que no pueden ser negociadas en el TLC sin que haya acuerdo entre los países que las han suscrito, por ejemplo en lo referente a la propiedad intelectual y las patentes. Pero en otros aspectos, como el arancel común, que la CAN no ha logrado concretar, quedarían supeditados a lo acordado en el TLC, lo cual Venezuela no aceptaría con justa razón.
Las desavenencias que se presentaron en la ronda de Lima no son fundamentales. Los gobiernos de los tres países negociantes están empeñados en firmar el acuerdo y los grandes empresarios tienen importantes intereses económicos en juego. Es decir, en lo fundamental hay identidad. No importan la soberanía ni la pauperización de sus pueblos.
Lo que les preocupa es regatear un poco para que les dejen más ganancias y cualquier motivo que pueda atrasar la firma del tratado, claramente esto ha sido expresado por el presidente de la ANDI (Asociación Nacional de Industriales) en Colombia.
El camino para el TLC no está tan llano como quieren la oligarquía colombiana y el actual gobierno yanqui. Crece la resistencia popular, la de los sectores que serán aniquilados como los productores agropecuarios, las PYMES, la educación, la salud y todos los colombianos que tenemos memoria y dignidad.