Conocido por su intensa actividad cultural en la comuna de Peñalolén y en la Sociedad de Escritores de Chile, y autor de varios libros, el poeta Amante Eledín Parraguez conversa con El Siglo sobre su papel en la historia que dio lugar a la película «Machuca», uno de los mayores éxitos de la cinematografía chilena.
-Viviste un proceso determinado en la historia de Chile y de alguna manera eres protagonista de «Machuca»: ¿cómo describirías tu vivencia de integración en el Sant George y como plataforma experimental de la Escuela Nacional Unificada, ENU?.
«Escribí una novela en la que hablo de mi experiencia. Es una experiencia personal, pero no significa que sea el único que pasó por eso. Fueron muchos los compañeros de curso que venían de sectores populares, de poblaciones que estaban cerca o más alejadas del colegio. Vivía en una población y después, durante mi estadía en el colegio, en un campamento en Tabancura con Las Condes que se llamaba Ñncahuazú. Era 1972. Me acuerdo que los días domingos ponían música de Víctor Jara, del Quilapayún, Inti-Illimani, música folclórica latinoamericana. Era una radio comunitaria con altoparlantes, bocinas. Nueva Canción Chilena: Violeta Parra, Rolando Alarcón. Como niño no sabía mucho de eso, pero escuchaba sus canciones. Estaba en un colegio básico en Las Condes. Terminé el 8º., pero tenía que continuar mis estudios medios y me integraron al Sant George en 1971, a 1º. medio. El 70 asumió Allende y el Colegio tenía ese programa de integración para alumnos de sectores populares, hijos de trabajadores. Era la congregación Santa Cruz y se inspiraron en los documentos del Concilio Vaticano II. Fue un texto relacionado con la educación y la cultura. La idea era simple: ofrecer una formación de calidad a hijos de trabajadores, independientemente de su situación económica».
-La figura del Padre McEnroe, representada por Ernesto Malbrán en la película de Andrés Wood juega ese papel. ¿Encarna la iniciativa de la «integración»?
«El era el rector del colegio. Cuando llegó a Chile, por lo que he escuchado, era un poco tradicional. Se fue a la Universidad de Chicago, para obtener un post grado. Retornó con ideas más progresistas, siempre fundamentadas en los documentos de la Iglesia».
-¿Influenciado por el proceso chileno?
«Sólo coincidió».
-Pero debieron tener un punto de vista de lo que significaba la denominada «Vía chilena al socialismo»: ¿qué análisis hacían o de qué modo clasificaban esa coyuntura? ¿Había cierta simpatía?
«Conversé con el Padre Gerardo y, en realidad, el gobierno le brindó todos los espacios para que implementara su programa. Era un situación que coincidía con las aspiraciones de un gobierno progresista, de cambio. Tenían, de algún modo, ‘marcha blanca’ aunque era un colegio particular… privado. Para ellos, sin duda, era algo interesante».
-¿Se hacía sentir la influencia de la Teología de la Liberación, la experiencia brasileña?
«La hubo, porque algunos sacerdotes pertenecieron al movimiento Cristianos por el Socialismo».
-¿Se adscribían a partidos como la Izquierda Cristiana?
«Claro, hay conexión con eso, pero no sé si fue directa. Lo fundamental del colegio era la inspiración de la Iglesia. Valores que se transmiten a través de ella como la justicia, la igualdad de oportunidades, desarrollo de las personas y sus derechos. Eso era muy simple».
-En la película estableciste amistad con un niño del colegio…
«Tuvimos, como en la película ‘Machuca’, en el grupo de compañeros un amigo, por decirlo de algún modo, similar a ‘Infante’, compañero de curso que siempre andaba con nosotros, nos ayudaba en Inglés, trabajábamos en grupo y se integró. Fuimos a su casa. No fui a una fiesta, como aparece en la película, pero lo invitamos a la nuestra».
-En la película se muestran elementos de la época, situaciones ligadas al tema político, pero va más allá. Describe roles sociales, modos de mirar la vida que no necesariamente tienen que ver con la militancia o de los grandes discursos. ¿Eso también se reflejó en tu vivencia?
«‘Machuca’ es una metáfora. No representa a una sola persona, no me representa a mí: representa a una figura que es la idea de ‘los integrados’. Es un sueño, un anhelo de unir dos mundos que están separados -en la película- por el río, mediante un proceso de crecimiento, de compartir, de hacerse amigos en el sentido de lo que ‘un mundo le puede entregar al otro’. Recibí mucho mediante la experiencia de integración. Los curas me dieron una visión para la vida. Los que estaban más cercanos a nosotros se nutrieron de una experiencia y de nuestros propios valores. La idea era integrar a los que tienen recursos, opciones, y a los que tienen menos. Había diferencias materiales, y también en el modo de ser. Al principio me costaba hablar entre los compañeros. Tenía el temor de que me ‘cacharan’ de dónde venía, por mi acento, por algunas palabras que yo usaba y ellos no».
-Lo particular de «Machuca» es que el protagonista conoce el mundo de la clase acomodada chilena, con sus defectos y virtudes. A la par, Infante conoce el horror de la represión. Es testigo, sin tener una gran comprensión de lo que sucedía.
«No viví el final trágico de la película. Eso no significa que no fuera así. Hubo compañeros integrados que terminaron en la cárcel o torturados. Otros que fueron ‘arrestados’ cuando estaban en la universidad. En eso no hay ninguna exageración. La película hace una síntesis exhaustiva, por eso es buena. Yo tuve un final más feliz: continúe haciendo mi vida, aunque no exenta de dificultades. El golpe fue un corte porque no pude terminar el colegio. Estuve en esa lista que leyó el militar. Concluí mi enseñanza en el San Ignacio. En 1973 estaba en 3º. medio. Vino el golpe y continué en el 4º. medio en el Sant George, pero me tuve que ir a los dos meses por orden del comandante que estaba de rector. Eso fue así».
-La película muestra una controversia entre los apoderados. También era un modo de «mostrar» la diversidad de opiniones del momento: ¿hubo apoderados que se opusieron y otros que apoyaron la integración?
«Sí, por eso el colegio fue intervenido. No se produjo una situación similar en otro establecimiento».
-¿Los sacerdotes fueron calificados de «curas rojos», de «comunistas», por el proceso al interior del Sant Goerge?
«Eso salía en la prensa de la época. Si se revisa El Mercurio, los diarios de esos años, eso aparece. No es algo inventado. En la película sólo se hace una síntesis del momento, de lo que pasaba, de las opiniones».
-Eras de un campamento, presenciaste los allanamientos y a los militares que llegaron a detener personas: ¿de qué modo la película se aproxima a lo dramático de esa situación?
«Murieron dirigentes. Hubo presos, desaparecidos. No participé en una organización política, pero al salir de mi casa me registraban. ‘Pa dónde vai’… y todo eso».
-¿Fusilamientos en el lugar?
«No lo vi, pero hubo gente que desapareció».
-Infante es el vínculo con el otro mundo, el «puente» con el otro lado: ¿te has vuelto a ver con ese compañero representado por el niño colorín? Es una pregunta elemental, pero tiene un grado de incertidumbre.
«No nos hemos visto desde hace 30 años. En realidad, llegó el golpe y tuve que salir, en 1974, como ‘exiliado’ a otro colegio y no pude ni siquiera decir ‘chao’. Fue de un día para otro. Ahora estamos invitados a una reunión, en noviembre, de todo el curso. De toda una generación».
-¿Fue a raíz de la película?
«No, se reúnen cada cierto tiempo, pero ahora va a tener una motivación especial. Nunca he ido a esas reuniones porque nunca me gradué ahí. Ese el vacío que me quedó. El de no haber terminado. El golpe rompió ese proceso.
-«Tres años para nacer», se llama la novela que escribiste. Llegó a manos de Andrés Wood y la utilizó para agregar elementos a «Machuca»: ¿se puede afirmar que eres el verdadero «Machucha»?
«En algún sentido, pero no soy el único. Hay otros. Escribí un libro y lo leyó Andrés Wood para incorporar elementos en la película. Por eso me ha tocado, en cierto modo, ser ‘el representante’, pero no soy el único. Además, soy profesor del colegio. Les hago clases a alumnos que son hijos de ex compañeros de curso. Son cosas del destino… Escuché que iban a hacer una película de la historia del colegio. Escribí la novela, pero sin la pretensión de que fuera una novela. Fue sólo una necesidad. Se publicó el 2002 por el Centro de Padres. El protagonista tiene otro nombre. ‘Machuca’ es un inventó de Wood. No quiso que calzara con la realidad, para hacerlo más universal. Es sólo un nombre. No es que la novela sea la película. Andrés Wood, para ese entonces, era niño.. No era un ‘Infante grande’. En 1971 estaba en 1º. o 2º. básico. En el 71 yo estaba en primero medio y era ahí donde se producía todo el debate».
-Las situaciones, la historia, son continuas. Generan recuerdos que pasan de generación en generación. ¿Cómo es la percepción actual de ese momento? ¿Qué reflexión se hacen? ¿De qué manera incide que el establecimiento haya sido intervenido militarmente y depuesto al Padre McEnroe?
«El efecto ha sido muy positivo, aparte del impacto de la película como una obra de arte. La gente del colegio se siente muy orgullosa de que el colegio tenga parte en la historia de Chile, de que esté involucrado en cosas que tienen sentido, que sirven para la reflexión. Quienes conocieron al Padre Gerardo se sienten orgullosos. El no se fue de Chile, pero estuvo preso. Se nacionalizó chileno. Otros sacerdotes fueron expulsados, como es caso del Padre Plasket . Ellos eran norteamericanos. El Padre Gerardo estuvo preso porque el año 1974 ayudó a Andrés Pascal Allende. Lo protegió, le brindó ayuda.
En relación a ‘Machuca’, lo más importante está representado por el anhelo de los curas: querer más justicia, incorporar a personas de menores recursos. El tema de la ‘unión de mundos’ es fundamental».