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El anarquismo, o el movimiento revolucionario del siglo XXI

Fuentes: Znet

Queda cada vez más claro que la era de las revoluciones no ha terminado. Se ve igualmente claro que el movimiento revolucionario global del siglo veintiuno será uno que tenga sus orígenes no tanto en la tradición del marxismo, o incluso de un socialismo restringido, sino del anarquismo. En todas partes, desde la Europa del […]

Queda cada vez más claro que la era de las revoluciones no ha terminado. Se ve igualmente claro que el movimiento revolucionario global del siglo veintiuno será uno que tenga sus orígenes no tanto en la tradición del marxismo, o incluso de un socialismo restringido, sino del anarquismo.

En todas partes, desde la Europa del Este hasta Argentina, desde Seattle hasta Bombay, las ideas y principios anarquistas están generando nuevas visiones y sueños radicales. A menudo sus exponentes no se llaman a sí mismos anarquistas. Hay toda una pléyade de otros nombres: autonomismo, anti-autoritarismo, horizontalidad, Zapatismo, democracia directa… Aún así, en todos los lugares uno encuentra los mismos principios fundamentales: descentralización, asociación voluntaria, ayuda mutua, redes sociales, y sobre todo, el rechazo a cualquier idea de que el fin justifica los medios, y mucho menos que el objetivo de la revolución sea el de tomar el poder estatal para imponer una visión propia a punta de pistola. Sobre todo, el anarquismo, como la ética de la práctica -la idea de construir una nueva sociedad «en un cascarón dentro de la antigua sociedad»- se ha convertido en la inspiración básica del «movimiento de movimientos» (del cual los autores son parte), que tiene como objetivo desde el principio, más que apoderarse del poder estatal, exponer, deslegitimizar y desmantelar los mecanismos del poder mientras se ganan espacios cada vez más amplios de autonomía y de gestión participativa dentro de él.

Hay algunas razones obvias que explican el atractivo de las ideas anarquistas al comienzo del siglo 21: las más obvias, los errores y catástrofes que resultaron de tantos esfuerzos por superar el capitalismo mediante la toma de control del aparato de gobierno en el siglo XX. Un número cada vez mayor de revolucionarios reconocen que «la revolución» no va a venir en un gran momento apocalíptico, de algún equivalente global del palacio de invierno, sino de un largo proceso que ha ido sucediendo en la mayor parte de la historia humana (incluso si, como la mayoría de las cosas, se ha acelerado últimamente), lleno de estrategias de vuelo y evasión tanto como de confrontaciones dramáticas, y que nunca de hecho -así lo piensan la mayoría de los anarquistas- llegará a una conclusión definitiva. [1]

Es un poco desconcertante, pero ofrece un consuelo enorme: no tenemos que esperar hasta «después de la revolución» para empezar a tener una idea de lo que sería la libertad genuina. Como el colectivo Crimethink, los mayores propagandistas del anarquismo contemporáneo estadounidense, dice: «la libertad sólo existe en el momento de la revolución. Y esos momentos no son tan excepcionales como piensas». Para un anarquista, de hecho, el intentar crear experiencias de no alienación, de democracia verdadera, es un imperativo ético; sólo haciendo la organización a la manera de un@ en el presente –al menos para dar una aproximación gruesa de cómo una sociedad libre funcionaría en realidad, de cómo tod@s algún día, deberíamos de ser capaces de vivir- puede uno garantizar que no caeremos de nuevo en el desastre. Los revolucionarios sin alegría, sombríos, que sacrifican todo placer por la causa, únicamente pueden producir sociedades tristes, sombrías.

Estos cambios han sido difíciles de documentar porque hasta ahora las ideas anarquistas apenas han recibido atención académica. Hay todavía miles de académicos marxistas, pero casi ningún académico anarquista. Esta diferencia es algo difícil de analizar. En parte, sin duda, es porque el marxismo ha tenido siempre una cierta afinidad con el mundo académico de la que el anarquismo obviamente carecía: el marxismo fue, después de todo, el único gran movimiento social inventado por un doctor. La mayoría de las referencias de la historia del anarquismo asumen que es básicamente parecido al marxismo: el anarquismo se presenta como la invención de ciertos pensadores del siglo 19 (Proudhon, Bakunin, Kropotkin…) que sirvió entonces para inspirar a organizaciones de clase obrera, se vio envuelta en luchas políticas, se dividió en corrientes…

El anarquismo, en la historia convencional, se presenta normalmente como el pariente pobre del marxismo, teóricamente un poco cojo pero compensando ideológicamente, quizás, con pasión y sinceridad. Realmente la analogía es algo forzada. Los fundadores del anarquismo no pensaron que habían inventado algo nuevo. Consideraban sus principios básicos -ayuda mutua, asociación voluntaria, toma de decisiones igualitaria- tan viejos como la humanidad. Lo mismo sucede con el rechazo del estado y toda forma de violencia estructural, desigualdad, o dominación (anarquismo significa literalmente «sin dirigentes») -incluso con la hipótesis de que todas estas ideas están de alguna forma relacionadas y se apoyan unas a otras. Nada de esto se vio como una doctrina sorprendentemente nueva, sino como una tendencia persistente en la historia del pensamiento humano, y una que no puede comprenderse bajo ninguna teoría ideológica general.

En parte es como una fe: la creencia de que la mayoría de las formas de irresponsabilidad que parecen hacer necesario el poder son de hecho los efectos del poder mismo. En la práctica sin embargo hay un cuestionamiento constante, un esfuerzo por identificar cada relación obligatoria o jerárquica en la vida humana, y desafiarlas para que se justifiquen ellas mismas, y si no pueden -lo que normalmente es el caso- un esfuerzo por limitar su poder y así aumentar el alcance de la libertad humana. Tal como un sufí podría decir que el sufismo es el corazón de verdad tras todas las religiones, un anarquista podría argumentar que el anarquismo es el ansia de libertad tras toda ideología política.

Es fácil encontrar fundadores de escuelas de marxismo. Tal como el marxismo surgió de la mente de Marx, tenemos leninistas, maoístas, althusserianos…. (notar que la lista empieza con cabezas de estado y se diversifica en profesores franceses -que, a su vez, pueden generar sus propias corrientes: lacanianos, foucaultdianos….)

Las escuelas de anarquismo, por el contrario, emergen casi invariablemente de alguna clase de principio organizacional o forma de práctica: anarco-sindicalistas y anarco-comunistas, insurreccionistas y plataformistas, cooperativistas, individualistas, etc.

Los anarquistas se distinguen por lo que hacen, y cómo se organizan ellos mismos para hacerlo. Y de hecho esto ha sido siempre en lo que los anarquistas han pasado la mayoría de su tiempo pensando y discutiendo. No han estado nunca demasiado interesados en las clases de cuestiones generales filosóficas o de estrategia que preocupaban a los marxistas como ¿son los campesinos una clase potencialmente revolucionaria? (los anarquistas consideran que esto es algo que han de decidir los propios campesinos) o, ¿cuál es la naturaleza del bien material? Más bien, (los anarquistas) tienden a discutir sobre cuál es la forma realmente democrática de organizar una asamblea, y en qué punto la organización deja de ser un instrumento de toda la gente y comienza a erosionar la libertad individual. ¿Es el «liderazgo» algo necesariamente malo? Alternativamente, se preguntan sobre la ética de oponerse al poder: ¿qué es una acción directa? ¿debería alguien condenar a otro por asesinar a un cabeza de estado? ¿cuándo es correcto tirar un ladrillo?

El marxismo, de esta manera, ha tendido a ser un discurso analítico o teórico de la estrategia revolucionaria. El anarquismo ha tendido a ser un discurso ético de la práctica revolucionaria. Como resultado, donde el marxismo ha producido teorías brillantes sobre la praxis, han sido mayoritariamente los anarquistas los que han estado trabajando en la praxis en sí misma.

En este momento, hay una cierta ruptura entre las generaciones del anarquismo: entre aquellos cuya formación política tuvo lugar en los 60 y 70 -y que a menudo no se han sacudido los hábitos sectarios del siglo pasado- o que simplemente funcionan en esos términos, y los activistas más jóvenes mucho más informados, entre otras por ideas indígenas, feministas, ecologistas y cultural-revisionistas. Los primeros se organizan principalmente a través de las Federaciones Anarquistas altamente visibles como la IWA, NEFAC o IWW. Los segundos trabajan predominantemente en las redes del movimiento social global, redes como la de la Acción Global de los Pueblos, que unifica colectivos anarquistas en Europa y otros lugares, integrado por grupos que van desde activistas maoríes de Nueva Zelanda, pescadores de Indonesia, o el sindicato de trabajadores de correos de Canadá [2]. Este segundo grupo -a los que podríamos referirnos ambiguamente como «anarquistas con a minúscula», son ahora ya con mucho la mayoría. Pero a veces esto es difícil de decir, ya que muchos de ellos no vocean sus afinidades muy alto. De hecho, hay muchos que se toman los principios anarquistas de anti-sectarismo y apertura tan en serio que se niegan a referirse a ellos mismos como «anarquistas» por ese mismo motivo [3]

Pero las tres ideas fundamentales presentes en todas las manifestaciones de ideología anarquista son definitivamente la del anti-estado, el anti-capitalismo y la política prefigurativa (es decir, modos de organización que conscientemente se asemejan al mundo que queremos crear. O, como dijo un historiador anarquista de la guerra civil española «el esfuerzo de pensar no sólo en las ideas sino en los hechos del futuro mismo») [4]. Esto está presente en cualquier colectivo, desde los «jamming collectives» hasta Indymedia, todos ellos pueden llamarse anarquistas en este sentido más nuevo [5]. En algunos países, hay sólo un grado muy limitado de confluencia entre las dos generaciones coexistentes, mayormente en la forma de seguimiento de lo que cada uno está haciendo -pero no mucho más.

Una razón para ello es que la nueva generación está mucho más interesada en desarrollar nuevas formas de funcionamiento que argumentar sobre los puntos más finos de la ideología. El más importante de estos ha sido el desarrollo de nuevas formas del proceso de toma de decisión, los comienzos, al menos, de una cultura alternativa de democracia. Las famosos «reuniones populares» de América del Norte, donde miles de activistas coordinan eventos a gran escala mediante consenso, sin una estructura directiva formal, son los más espectaculares.

Realmente, incluso llamar a estas formas «nuevas» es un poco engañoso. Una de las principales inspiraciones de la nueva generación de anarquistas son los municipios autónomos Zapatistas de Chiapas, basados en las comunidades de lengua Tzeltal y Tojolobal que han estado utilizando el proceso de consenso durante miles de años -solo que ahora ha sido adaptado por los revolucionarios para asegurar que las mujeres y la gente más joven tienen voz. En América del Norte, «el proceso de consenso» emergió más que nada del movimiento feminista de los 70, como parte de una reacción más amplia en contra del estilo macho de liderazgo típico de la Nueva Izquierda de los 60. La idea del consenso en sí misma fue tomada de los cuáqueros, quienes también dicen haber sido inspirados por las Seis Naciones y otras prácticas de los norteamericanos nativos.

El consenso es a menudo malinterpretado. Se oyen muchas veces críticas que afirman que (el consenso) causaría una conformidad sofocante, pero casi nunca son críticas formuladas por alguien que haya observado realmente un proceso de consenso en acción, al menos uno guiado por moderadores cualificados, con experiencia (algunos experimentos recientes en Europa, donde hay poca tradición en estas cosas, han resultado un poco «crudos»). De hecho, la hipótesis operante es que nadie puede realmente convertir a otro completamente a su punto de vista, y probablemente no deba. En lugar de eso, el objetivo del proceso de consenso es permitir a un grupo decidir un curso de acción común. En lugar de votar propuestas de arriba abajo, se trabajan las propuestas y se vuelven a revisar o reinventar, hay un proceso de compromiso y de síntesis, hasta que se llega a algo que todo el mundo puede aceptar. Cuando se llega a la etapa final, cuando llegamos al momento de «encontrar el consenso», hay dos niveles de objeción posible: uno puede «apartarse a un lado», que viene a decir «no me gusta esto y no voy a participar en ello aunque no voy a impedir que nadie lo haga» o «bloquearlo», lo que tiene el efecto de un veto. Uno sólo puede bloquear una propuesta si siente que viola los principios fundamentales o las razones de ser del grupo. Podría decirse que la función que en la constitución de los EE.UU. se relega al Tribunal Supremo, la de rechazar decisiones legislativas que violan los principios constitucionales, se relega aquí a cualquiera que tenga el suficiente coraje para realmente ponerse en contra de la voluntad del grupo (aunque por supuesto hay también maneras de luchar contra bloqueos injustificados).

Podríamos seguir hablando mucho más de los métodos elaborados y sorprendentemente sofisticados que se han desarrollado para asegurar que esto funcione; de formas de consenso modificadas para grupos muy grandes; de la manera en la que el consenso en sí refuerza el principio de descentralización al asegurar que uno no quiera presentar propuestas ante grupos grandes a menos que sea necesario, de los medios para asegurar la igualdad de género y resolver conflictos… La clave es que ésta es una forma de democracia directa distinta de la clase que normalmente asociamos con el término -o, igualmente, con el sistema de voto por mayoría normalmente utilizado por los anarquistas europeos o norteamericanos de generaciones anteriores, o que es todavía empleado, digamos, en las asambleas argentinas urbanas de clase media (aunque no, curiosamente, entre los piqueteros más radicales, los parados organizados, que tienden a operar por consenso). Con contactos cada vez más internacionales entre los distintos movimientos, la inclusión de grupos indígenas y de África, Asia y Oceanía de tradiciones radicalmente diferentes, estamos presenciando los comienzos de una reconcepción global nueva de lo que la «democracia» debería significar, una lo más lejos posible del parlamentarismo neoliberal promovido actualmente por los poderes que existen en el mundo.

De nuevo, es difícil seguir este nuevo espíritu de síntesis leyendo la mayoría de la literatura anarquista existente, porque aquellos que gastan la mayor parte de sus energías en cuestiones teóricas, más que en las formas emergentes de práctica, son los que probablemente más mantienen la vieja lógica dicotómica sectaria. El anarquismo moderno está imbuido de incontables contradicciones. Mientras los anarquistas con a minúscula están incorporando lentamente las ideas y prácticas aprendidas de los aliados indígenas a sus modos de organización o comunidades alternativas, el rastro principal en la literatura escrita ha sido el del nacimiento de una secta de Primitivistas, un grupo notoriamente controvertido que aboga por la abolición completa de la civilización industrial y, en algunos casos, incluso de la agricultura [6]. A pesar de esto, es sólo una cuestión de tiempo que la vieja lógica comience a dejar paso a algo más parecido a la práctica de los grupos basados en el consenso.

¿En qué consistiría esta nueva síntesis? Algunas de las líneas que la vertebrarían pueden discernirse ya dentro del movimiento. Insistiría constantemente en la expansión de la atención al anti-autoritarismo, alejándose del reduccionismo de clase intentando abarcar «la totalidad de las áreas en las que la dominación se manifiesta», esto es, señalando no sólo al estado sino también las relaciones de género; no sólo las relaciones económicas, sino también las culturales, la ecología, la sexualidad, y la libertad en cada una de las formas en las que puede buscarse, y cada una no sólo a través del prisma de las relaciones de autoridad, sino también mediante conceptos más ricos y diversos.
Esta aproximación no aboga por una expansión sin fin de la productividad, ni sostiene la idea de que las tecnologías son neutrales, aunque tampoco reniega de la tecnología per se. Al contrario, se familiariza con ella y la emplea cuando sea apropiado. No sólo reniega de las instituciones per se, o de las formas políticas per se, sino que intenta concebir nuevas instituciones y formas políticas para el activismo y una nueva sociedad, incluyendo nuevas formas de reunirse, de tomar decisiones, nuevas formas de coordinación, en las mismas líneas en las que ya funciona con grupos de afinidad y estructuras de diálogo. Y no sólo no reniega de las reformas en sí, sino que lucha por definir y conseguir reformas no reformistas, prestando atención a las necesidades inmediatas de la gente y a mejorar sus vidas aquí y ahora, al mismo tiempo que a avanzar hacia logros mayores, y finalmente, la transformación total. [7]

Y por supuesto, la teoría tendrá que adaptarse a la práctica. Para ser totalmente efectivo, el anarquismo moderno tendrá que incluir al menos tres niveles: activistas, organizaciones populares, e investigadores. El problema ahora mismo es que los intelectuales anarquistas que quieren superar viejos hábitos -de la borrachera marxista que todavía acecha a mucho del mundo intelectual- no están seguros de cuál debe de ser su papel. El anarquismo necesita ser reflexivo. ¿Pero cómo?. Hasta cierto punto la respuesta parece obvia. No se debería dar lecciones, ni sentar cátedra, ni siquiera pensar en uno mismo en términos de profesor, sino que se debe escuchar, explorar y descubrir.

Extraer y hacer explícita la lógica tácita subyacente a las nuevas formas de práctica radical. Ponerse al servicio de los activistas proveyendo información, y exponiendo los intereses de la elite dominante escondidos cuidadosamente tras los discursos autoritarios, supuestamente objetivos, más que tratar de imponer una nueva versión de lo mismo. Pero al mismo tiempo, muchos reconocen que la lucha intelectual necesita reafirmar su papel. Muchos están empezando a señalar que una de las debilidades básicas del movimiento anarquista de hoy, con respecto a los tiempos de, digamos, Kropotkin o Reclus, o Herbert Read, es exactamente el descuido de lo simbólico, lo visionario, y el pasar por alto la efectividad de la teoría. ¿Cómo pasar de la etnografía a las visiones utópicas -idealmente, con tantas visiones utópicas como sea posible? No es coincidencia que algunos de los grandes reclutadores al anarquismo en países como los EE.UU. hayan sido escritoras feministas como Starhawk o Ursula K. Le Guin [8]

Una manera en la que esto está empezando a ocurrir es a medida que los anarquistas empiezan a recuperar la experiencia de otros movimientos sociales con un cuerpo más desarrollado de teoría, ideas que vienen de círculos cercanos a, y de hecho inspirados por, el anarquismo. Tomemos por ejemplo la idea de la economía participativa, que representa una visión anarquista por excelencia y que suplementa y rectifica la economía anarquista tradicional. Los teóricos de Parecon proponen la existencia de no sólo dos, sino de tres clases sociales distintas del capitalismo avanzado: no sólo el proletariado y la burguesía, sino una «clase coordinadora», cuya labor es la de gestionar y controlar la producción de la clase trabajadora. Esta es la clase que incluye la jerarquía directiva y los consultores y consejeros profesionales básicos para su sistema de control -como abogados, ingenieros y contables importantes, etc.

Mantienen su posición de clase por su monopolio relativo del conocimiento, cualificaciones, y conexiones. Como resultado, los economistas y otros que trabajan en este ámbito han estado tratando de crear modelos de una economía que eliminara de forma estructural las divisiones entre trabajadores intelectuales y físicos. Ahora que el anarquismo se ha vuelto claramente el centro de la creatividad revolucionaria, los proponentes de tales modelos han estado cada vez más, si no intentando usar la bandera anarquista exactamente, entonces por lo menos enfatizando el grado en que sus ideas son compatibles con una visión anarquista [9]

Cosas similares están empezando a suceder con el desarrollo de las visiones políticas anarquistas. Bien, ésta es un área donde el anarquismo clásico tenía ya ventaja sobre el marxismo, que nunca desarrolló una teoría de organización política. Escuelas distintas de anarquistas han abogado a menudo por organizaciones sociales muy específicas, aunque a menudo claramente en desacuerdo las unas con las otras. Aún así, el anarquismo en su conjunto ha tendido a promover lo que a los liberales les gusta llamar «libertades negativas», «libertades de», más que libertades sustantivas, «libertades para». A menudo ha celebrado este compromiso como evidencia del pluralismo del anarquismo, de su tolerancia ideológica, o su creatividad . Pero como resultado, ha habido una renuencia a ir más allá del desarrollo de formas de organización a pequeña escala, y una creencia en que estructuras más grandes, más complicadas, pueden improvisarse después en el mismo espíritu.

Ha habido excepciones. Pierre Joseph Proudhon intentó dar con una visión total de cómo una sociedad libertaria debiera operar [10]. Se considera generalmente como un intento fallido, pero señalaba el camino hacia visiones más desarrolladas, como el «municipalismo libertario» de los Ecologistas Sociales de Norteamérica. Hay un desarrollo vivaz, por ejemplo, de cómo equilibrar los principios del control de los trabajadores -enfatizado por el grupo de Parecon- y la democracia directa, enfatizado por los Ecologistas Sociales [11]

Sin embargo, hay muchos detalles por definir: ¿cuál es el conjunto total de alternativas institucionales positivas del anarquista a las legislaturas contemporáneas, a los tribunales, a la policía, y a diversas agencias ejecutivas? ¿Cómo ofrecer una visión política que englobe la legislación, su implementación, adjudicación y cumplimiento y que muestre cómo realizar efectivamente cada uno de estos apartados de forma no autoritaria -no sólo para proporcionar una esperanza a largo plazo, sino para dar respuesta inmediata al sistema electoral, legislativo y judicial actuales, y por tanto, a muchas opciones estratégicas–? Obviamente, nunca podría haber una línea de partido anarquista sobre esto, el sentimiento general entre los anarquistas con letra minúscula es que por lo menos necesitaríamos muchas visiones concretas. Sin embargo, entre los experimentos sociales reales en las crecientes comunidades autogestionadas en lugares como Chiapas y Argentina, y los esfuerzos por parte de activistas/ «académicos» anarquistas como la recientemente formada Red de Alternativas Planetarias o los foros como La Vida Después del Capitalismo es Posible para empezar a localizar y compilar ejemplos exitosos de formas económicas y políticas, se está empezando a trabajar [12]. Es claramente un proceso a largo plazo. Pero, bueno, el siglo anarquista tan sólo acaba de comenzar.

* David Graeber es profesor ayudante en la universidad de Yale (EE.UU.) y activista político. Andrej Grubacic es historiador y sociólogo de la antigua Yugoslavia. Ambos están involucrados en la Red de Alternativas Planetarias (Planetary Alternatives Network, PAN).


Notas

1. Esto no quiere decir que los anarquistas estén en contra de la teoría. Podría no ser necesario un Gran Ideario, en el sentido que nos es familiar hoy. Ciertamente el anarquismo no utilizará una única teoría, el Gran Ideario Anarquista. Eso sería completamente contrario a su espíritu. Mucho mejor, pensamos, algo más en el espíritu de los procesos anarquistas de toma de decisiones: aplicado a la teoría, esto significaría aceptar la necesidad de una diversidad de grandes perspectivas teóricas, unidas solamente por ciertos compromisos y premisas compartidas. Más que basarse en la necesidad de probar que las suposiciones fundamentales de los demás están equivocadas, busca encontrar proyectos particulares sobre los cuales reforzarse unos a otros. Sólo porque las teorías son inconmensurables en ciertos aspectos, no significa que no puedan existir o incluso reforzarse las unas a las otras, de la misma manera que individuos que tienen únicas e inconmensurables opiniones sobre el mundo no quiere decir que no puedan ser amigos, o amantes o trabajar en proyectos comunes. Más aún que el Gran Ideario, lo que el anarquismo necesita es lo que podría llamarse un glosario de ideas: una forma de resolver las cuestiones inmediatas que surgen de un proyecto transformador.
2. Para más información sobre la excitante historia de Acción Global de los Pueblos, sugerimos el libro «We are Everywhere: The irresistible Rise of Global Anti-capitalism» (Estamos en todos los lugares: el levantamiento irremediable del anti-capitalismo global), editado por Notes from Nowhere, London: Verso 2003. Ver también la página web PGA: www.agp.org
3. Cf. David Graeber, «New Anarchists» («Los nuevos anarquistas»), New left Review 13, Enero-Febrero 2002
4. Ver Diego Abad de Santillán, «After the Revolution», (Después de la Revolución) New York: Greenberg Publishers 1937
5. Para más información sobre el proyecto de indymedia ir a la página web: www.indymedia.org
6. Cf. Jasón McQuinn, «Why I am not a Primitivist», («Por que no soy un primitivista»), Anarchy: a journal of desire armed, printmps/été 2001. Cf. La web anarquista www.arnarchymag.org. Cf. John Zerzan, Futuro Primitivista & Otros Ensayos, Autonomedia, 1994.
7. Cf. Andrej Grubacic, «Hacia otro anarquismo», en: Sen, Jai, Anita Anand, Arturo Escobar y Peter Waterman, El Foro Social Mundial: Contra todos los Imperios, Nueva Delhi, Viveka 2004.
8. Cf. Starhawk, «Redes de Poder: Notas de un Levantamiento Global», San Francisco 2002.Ver también www.starhawk.org
9. Albert, Michael: «Economía Participativa», Verso 2003. Ver también www.parecon.org.
10. Avineri, Shlomo. «El pensamiento social y político de Karl Marx». Londres. Cambridge University Press, 1968.
11. Ver «The Murray Bookchin Reader», editado por Janet Biehl, Londres. Cassell 1997. Ver también la página web del Instituto para la Ecología Social: www.social-ecology.org
12. Para más información sobre el foro La Vida Después del Capitalismo Es Posible ir a www.zmag.org/lacsite.htm