Recomiendo:
0

Cuba y Nuestra América en Chile

Fuentes: Nuestra América

Una fiesta cultural, la 24 Feria Internacional del libro de Santiago, se vivió en ese lugar que otrora vez fuera una gran Estación de Tren que conectaba a ese hermano alto y flaco que es el querido país de Chile. La ex-estación construida por el mismo arquitecto de la famosa Torre de la ciudad que […]

Una fiesta cultural, la 24 Feria Internacional del libro de Santiago, se vivió en ese lugar que otrora vez fuera una gran Estación de Tren que conectaba a ese hermano alto y flaco que es el querido país de Chile. La ex-estación construida por el mismo arquitecto de la famosa Torre de la ciudad que tiene al Sena por surco natural, es ahora el Centro Cultural Estación Mapocho y tiene su propia música, la del río Mapocho que toca a su izquierda. Este lugar se transformó en albergue de millones de libros y de algo aún más importante: de miles de personas que vinieron a deleitarse con su contenido. ¿De que sirve un libro sin un lector?. En este marco de fiesta, donde el país invitado fue México, estuvimos presentes con el stand de «Nuestra América – Cuba». Los libros de la Editorial Nuestra América y los libros de las Editoriales Cubanas dijeron presente, y el pueblo chileno asistió a disfrutar de escritores que hace mucho tiempo no se editan, ni se ven en las librerías de su país. El Che, Martí, Fidel, Dalton, Retamar, Guillen, Loynaz, Carpentier,Labra, Gelman, M.Estrada, Cortazar,G.Marquez, y miles más …estuvieron allí. El calor humano y el sentir profundo llegó de la mano de hermanos como el poeta Cristian Cottet y amigos como: Simón, Francisca, Caro, Tio Jano (quien me curó un terrible dolor de espalda), Caleu (un perrazo que dejó sus patas embarradas en mi vestimenta todos los días) y muchos más , que me hicieron sentir en familia. Viajar en «la micro» y «el metro» camino a «la pega» y a la casa en Vicuña Mackena paradero 21, comer «sopaipilla» en las calles de Santiago, disfrutar de un «pisco», unas «empanadas», encontrarme con el «flaco Pineda» en la Feria, hacer nuevos amigos y deslumbrarme cada día dando gracias a esa naturaleza que nos regaló la columna vertebral de nuestras tierras, la Cordillera de los Andes. Y cómo describir luego de un día de lluvia, cuando los aires se encargaron de barrer literalmente el podrido «smog» con el que el hombre ha techado Santiago de Chile, para permitir a los ojos de los seres que aún se maravillan con una ladera nevada. Santiago oscuro, ocho treinta de la noche, el horizonte blanco, el sol allá arriba, sólito se va ocultando como dirigiéndose a descansar mientras nos va pintando a las cumbres nevadas de un color rosado, dulce rosado, delicado rosado, rosado mujer. Sí, la cordillera es una bella mujer que enamora a quién la sepa mirar. La rosa es por antonomasia, la flor del amor. ¿Quién no regaló una rosa alguna vez?. Pero también, ¿Quién, que se haya acercado a un rosal, o a un ramo de rosas no sintió la presencia, inevitable en la vida, de las espinas?. También las hay en Chile, como en toda Nuestra América. Un país que vende la gran imagen de vergel de la economía en ascenso y desarrollo industrial. Las dos cosas son verdad. Pero tienen sus peros, y hay que decirlos también. En el ascensor sólo entran algunos, muy poquitos, y el desarrollo industrial es de empresas y es de y para afuera, la ganancia. América Latina vive hoy una burlona escena de repetición de 1492. Sí, es otra época. No hace falta el arcabuz, pero hay arcabuceros de la economía mundial. Sí, también son los mismos, más los nuevos. La península Ibérica y el Norte brutal, más otros tantos, hacen más daño que las carabelas de antaño. Y, ellos, se están quedando con todo o casi todo «que no es lo mismo pero es igual». Cada país de «Nuestra Mayúscula América» como la llamó el Che, tendría que volver a realizarse una soberana endoscopia para ver que nos queda, o que nos han dejado, o que nos hemos dejado. Aunque se puede vivir con un riñón, el «fifty and fifty», a la larga termina siendo un cien. ¿Para quién?. ¿A costa de quién? Mirémonos en el espejo de la historia. Mirémonos, no con los ojos ajenos, sino con los nuestros en los ojos de nuestros hijos y en los hijos de nuestros hijos; y sus lágrimas tal vez no serán de agua, serán de color, y el color no será insípido y transparente, ni su sabor salado, sus lágrimas serán dulces y rojas e hirientes. Mirémonos en nosotros y nos vemos. Y vemos que sí, que somos más Y que sí, estamos peor. En Chile están dando la misma obra que en el resto de nuestros países. Y la gente?. Y el pueblo chileno?. Allí, resistiendo, y viviendo en un «sociolismo» «lagoseano» como se pueda, y muriendo, y gritando, y puteando (a la visita de Bush, a Lagos) y haciendo poesía al andar, y amándose bajo las alamedas, y escribiendo, y leyendo, y soñando, porque en definitiva, somos realistas y soñamos lo imposible. Y sabemos que si nos vemos y queremos, podemos. Nuestro paso por Chile un aporte más, de libros con ideas que se suman a las que ya existen en el querido hermano flaco y alto que es Chile.

Director , Nuestra América – Buenos Aires, Argentina