Acabó mal el 2004. Acaba de ser extraditado a los Estados Unidos Simón Trinidad, el comandante de las FARC – EP, vocero de la organización guerrillera en el anterior proceso de paz, el académico de la Universidad Popular del César, el egresado bueno de Harvard y el ex-gerente de Banco, quien sacrificó las posibilidades obscuras […]
Acabó mal el 2004. Acaba de ser extraditado a los Estados Unidos Simón Trinidad, el comandante de las FARC – EP, vocero de la organización guerrillera en el anterior proceso de paz, el académico de la Universidad Popular del César, el egresado bueno de Harvard y el ex-gerente de Banco, quien sacrificó las posibilidades obscuras de ser un usurero gerente de cartel financiero o un hedonista burgués, para irse al monte dejando a su familia y convertirse en un político armado, adolorido por la injusticia vigente de nuestro país y por la miseria de su gente.
Trinidad pasa a ser el primer preso político colombiano en el imperio, un paso más en la internacionalización de nuestra guerra, con impredecibles consecuencias en el desarrollo del conflicto político, social y armado y en la posibilidad de lograr acuerdos parciales como el canje de prisioneros de guerra o intercambio humanitario.
AUV y sus séquito se equivocaron de nuevo tratando de barajar un «cañazo» a manera de ultimátum y chantaje sobre las FARC – EP, utilizando el ilegítimo y antisoberano mecanismo de la extradición, colocándole plazos de días a una guerrilla añeja que lleva más de cuatro décadas «tocándole los cojones», como dicen en España, y desestabilizando a la pequeña élite del poder en Colombia.
Esta decisión solo puede obedecer al arrogante desconocimiento histórico que la oligarquía colombiana ha tenido del proyecto guerrillero, a la presión de los gringos o a que estos dos han empezado a creerse la propaganda por ellos mismos fabricada y a darle tratamiento de bandidos, terroristas y narcotraficantes a las organizaciones político – militares colombianas.
Al desconocer la naturaleza de su oponente de clase y al asumir como política propia lo dictado erróneamente desde Washington la oligarquía se introduce cada vez más en la ceguera del tradicional uso de la violencia y de la fuerza para solucionar los conflictos y regular las relaciones sociales, económicas y políticas de los colombianos.
Pretender hacer uso de la extradición para presionar negociaciones o acuerdos con una organización que siempre ha manifestado estar en contra de esta política de sometimiento a la administración de los Estados Unidos es tan corto mentalmente como bombardear un país para «salvarlo del terrorismo», como ocurre actualmente en Iraq.
Se sabe que AUV es un hombre de pocas ideas propias, como la mayoría de los latifundistas convertidos en administradores públicos, fenómeno recurrente en Colombia. Su «irresistible ascensión» se explica más en una especie de circunstancia que se podría denominar «uribiedad»: un cóctel de manipulación mediática, respaldo de grupos económicos y del establecimiento estadounidense que utiliza a un personaje esquizofrénico y autoritario, cobijado con un manto virtual de transparencia, asepsia e incorruptibilidad, elevado a la altura del «mesías salvador de la patria».
Sin este análisis psico-político es difícil comprender el accionar de un personaje que un día pide la intervención de los cascos azules, otro la invasión directa de los marines yanquis, que fumiga con glifosato todo un país, que se complace acabando con la institucionalidad social del Estado, que se inventa monólogos de paz con las estrategias encubiertas de terrorismo agenciadas por él mismo y que en su último delirium desea que la «justicia infinita» de un país que promueve guerras en todo el mundo solucione nuestros problemas.
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