Es una de las noticias de este diciembre. La etimología de la palabra mercenario procede de la latina «merces», en español «merced», que significa premio o retribución que se otorga por un trabajo. En el campo de la guerra esas mercedes son los salarios o prebendas de cierta consideración que se pagan a los soldados que trabajan a sueldo para una patria que no es la propia. Como, en términos generales, a los soldados nativos también se les paga, se presenta un equívoco, no se sabe dónde termina el ejército mercenario y dónde comienza la tropa nacional
Sin embargo, hay algo más que el salario para saber si un soldado es mercenario o no. Si en los soldados predomina el espíritu patriótico forman parte de las tropas nacionales, aunque reciban sueldo. Pero si sólo los guía el sentido de lucro o la esperanza del botín de guerra, sirviendo con igual lealtad hoy a un bando y mañana al contendiente, los soldados se denominarán mercenarios.
La figura o institución de los soldados mercenarios es bastante antigua y desgraciadamente su cuna es la misma donde se arrulló la democracia, Grecia. En efecto, los primeros mercenarios de los que tenga noticia la Historia fueron los 10.000 griegos que, comandados por Jenofonte, acudieron en auxilio de Ciro el Joven para derribar del trono de Persia a su hermano Artajerjes. También fueron mercenarios la mayor parte de los soldados que acompañaron a Aníbal en la guerra contra Roma, (las legendarias Púnicas) y las tropas extranjeras que con César a la cabeza recorrieron el mundo.
En el período feudal los mercenarios tenían como finalidad defender las propiedades de los señores y mantener la opresión sobre los siervos. Cuando los reyes tuvieron controversias con los dueños de la tierra también se vieron en la necesidad de contratar mercenarios, quienes desempeñaron un papel preponderante durante la Edad Media. Un hecho destacado en la historia medieval fue el realizado por 6.000 soldados mercenarios de Aragón, Cataluña y Sicilia, que bajo el mando de Roger de Flor acudieron en auxilio de los griegos, quienes se sentían impotentes ante el ímpetu amenazante de los turcos.
En la Edad Moderna merecen singular mención los mercenarios de la guerra de los Treinta Años (1618-1648), que comenzó en Alemania y afectó a toda Europa. El emperador Fernando II «contrató la guerra» con el célebre general Waldstein, quien reunió y equipó a su costa un ejército de 50.000 mercenarios. Su fama atrajo bajo sus banderas a todos los aventureros de Europa, y en poco tiempo organizó la tropa e invadió Bohemia (en 1626) y siguiendo el curso del Elba se dispuso a cortar las comunicaciones al rey de Dinamarca. Parte del ejército de Napoleón también fue de mercenarios.
Pero la era de los mercenarios en Colombia no comenzó en este diciembre de 2004, sino hace quince años, cuando quienes hoy son contratados para matar iraquíes eran alumnos de los veteranos matones de Israel, Inglaterra y Australia. En efecto, los paramilitares que ahora se desmovilizan y los que permanecen en armas fueron entrenados por mercenarios israelíes, ingleses y australianos.
Según el testimonio del mayor Óscar Echandía Sánchez, fue el capitán Luis Meneses quien contactó en Panamá al mercenario Teddy Melnick y a través de él a Fair Klein y a Abraham Tzedaka, pero ya Acdegam había hecho contactos con mercenarios británicos por intermediación del capitán Luis Guillermo Tarazona. Según Echandía, en marzo de 1989, él y 22 personas más asistieron a un curso dirigido por Klein, quien años más tarde dijo: «Estuve en Colombia por invitación de los americanos y punto». El mismo Klein le dijo a Semana (18 de marzo de 2002) que «el ejército y la policía estaban informados de lo que estábamos realizando y el lugar estaba rodeado de bases militares […]. Yo no sentí que hacía nada contra la ley».