ACTO I: Un proceso que avanza muy poco. En el 8avo Juzgado del Crimen de Santiago, hay tres tomos referidos a él. Cerca de 1200 fojas se hermanan desde hace más de 23 años, aunque desde hace menos fue posible comenzar a investigar que le sucedió. Usted quizás lo recuerda, haga memoria. «Carlitos» era una […]
ACTO I: Un proceso que avanza muy poco.
En el 8avo Juzgado del Crimen de Santiago, hay tres tomos referidos a él. Cerca de 1200 fojas se hermanan desde hace más de 23 años, aunque desde hace menos fue posible comenzar a investigar que le sucedió.
Usted quizás lo recuerda, haga memoria. «Carlitos» era una de las pancartas-fotografías más repetidas por «el piquete Londres», cuando Pinochet estuvo retenido allá. El es un Detenido Desaparecido que estuvo exiliado en Inglaterra. Su identidad legal es: Oscar Eliecer Rojas Cuellar, nació el 16 de diciembre de 1946 en la ciudad de Iquique. Desapareció en Santiago un día de diciembre de 1981, a los 29 años de edad. Era de estatura baja, tenía el pelo negro y una estructura menuda. En la foto aquella, tiene los ojos muy abiertos, se le ve serio, quizás demasiado. Le gustaba comer ranitas fritas y tomar helados del Copelia en La Habana. A él lo conocí y lo estime. Por eso, concurrí hace un mes a declarar, para ver si en el esfuerzo de jueces especiales, y la existencia del Departamento V de Investigaciones, con una sección especial dedicada a estos procesos judiciales, esta vez, por fin, quizás se podía lograr avanzar en esa investigación.
«Carlitos» fue el nombre político de Oscar en el MIR, fue el que escogió para prepararse y volver clandestino a Chile con el propósito de acelerar la caída de la dictadura. Se cuenta que las pistas se pierden en el ex-cine Continental, dónde «Carlitos» con su pareja habrían detectado seguimientos de personas extrañas. Su casa no fue allanada. Al momento de su desaparición tenía 29 años, se había desempeñado como dibujante técnico, era casado y padre de dos hijos de quienes se había despedido en marzo o abril de 1979. Su expediente dice: «presunta desgracia» y la denunciante es su hermana Norma.
Al momento de su detención el coronel Barriga es parte del mando de la CNI. Hay denuncia judicial de su desaparición, pero los jueces no pudieron, Investigaciones no quiso y la Corte Suprema sólo observaba lo que sucedía en esos años.
ACTO II: se suicida un agobiado coronel
«Don Jaime» tomó la drástica determinación, seguramente luego de pensarlo mucho. Su nombre era German Barriga. Obviamente sus familiares sienten y lamentan tan extrema decisión. El les dejó una carta de despedida, y les dice que «obedeció órdenes como oficial subalterno». Con seguridad, también las impartió. Algunos pocos, no obedecieron esas órdenes. El coronel Barriga había pertenecido a la Brigada «Purén», y fue traspasado de la DINA a la CNI, acumulando décadas de pertenencia en el alto mando de esas estructuras represivas. Es responsable-según procesos judiciales existentes- de a lo menos 20 personas detenidas desaparecidas, entre ellos la dirección clandestina del PC y del PS. El general Cheyre manifestó sobre el agobiado coronel «el no eligió el camino que le tocó vivir». ¿Quién lo hizo? ¿Quién es original y finalmente el responsable de su desesperanza? Yo no conocí al coronel, eso creo, pero no lo puedo asegurar porque el 84 estaba vendado cuando el mandaba el cuartel Borgoño de la CNI.
Sus funerales se transformaron en una verdadera asamblea de ex-miembros de la DINA y la CNI. Con tres generales en servicio en el velatorio. Luego Cheyre- de uniforme- irá a dar sus condolencias a los familiares. ¿Signos y mensajes? El Comandante en Jefe no es un ingenuo y no es lo mismo un terno que sus estrellas de general. Por su parte, Manuel Contreras asiste y despide a su camarada, diciendo: «fue un soldado valiente» ¿Dónde? ¿Cuándo? y ¿Por qué? Su muerte consolida la cadena del silencio, a la vez que la rompe. ¿Cuantos se «descargaran» en él ahora?
Los oficiales (r) en proceso llaman a terminar con «el secuestro permanente». ¿Cómo el de «Carlitos» que es un Detenido Desaparecido? Él fue secuestrado hace 23 años. Si estuviese vivo tendría 52 años. Si fue ejecutado poco tiempo después de ser detenido, ahora sus hijos ya son mayores que él. Ni García Márquez podría llevar la realidad a esos extremos.
Señores militares procesados por crímenes: no se agobien más, no involucren a sus familias, recuerden sus juramentos respecto a la Patria, apelen al machismo de sus pantalones y asuman lo que hicieron. Así habrá más rápida justicia para ustedes y un poco de verdad sobre el destino de «Carlitos».
Hace pocos días, Alemania conmemoro los 60 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. La lección es obvia, puede haber reparación, pero sin justicia no sirve. Puede haber justicia, pero ni una ni otra borrarán la memoria.
ACTO III: la Corte Suprema está inquieta
El suicidio del coronel y las últimas señales de Cheyre con los militares en retiro procesados; los ecos del informe Valech; el año electoral; el ministro Álvarez y su indisimulado pinochetismo; los magistrados que llevan casos de Derechos Humanos y siguen investigando; todo eso y más se combina, mezcla y remezcla y la Suprema se pronuncia. ¿Qué dicen? Falta cooperación de los procesados y que instituciones como el Servicio Médico Legal funcionen con mayor profesionalismo, entre otras afirmaciones.
Se avanza lento en las investigaciones. Las instituciones castrenses carecen de archivo y memoria. Luego, hay que deducir que las funciones eran en extremo compartimentadas. Unos ordenaban detenciones y sólo eso, otros seguían, otros secuestraban; los traslados y la vigilancia la hacían otros distintos, alguien torturaba; a otros se les ordenaba ejecutar, (pero nadie los conoció), otros se encargaban de los cuerpos, y transcurrido un tiempo otros los desenterraban y hacían desaparecer (estos últimos ya son otra generación que la originada el 73). Así, muchos que comenzaron como teniente en esta historia, la culminaron como coronel e incluso general. Entonces de ejecutar crímenes, luego pasaron a ordenarlos.
Unos pocos hablan. El resto deja transcurrir el tiempo, haciendo variadas apuestas. Primero que Pinochet los blindaría, luego sus sucesores. Siempre, la mayoría ha mantenido un pacto de silencio, de evasivas y mentiras. También costo calzar las chapas con los nombres y cargos. Desde hace un tiempo, altos mandos dicen que cumplían órdenes, que eran oficiales subordinados. ¿El 73? ¿Y el 81 también con «Carlitos»? ¿Quién ordenaba el 73, 75,80, 85, o en el crimen de Jecar Neghme en 1989?
La Suprema quiere apurar las cosas ¿Por qué? ¿Se reivindica de esta forma? ¿Entrampa al gobierno? ¿O cada uno está en lo suyo? ¿Así quiere finalizar su gobierno el presidente? ¿El «empalme» será todavía necesario? ¿Apurar es cerrar?
Muchas causas han estado estancadas durante décadas, al igual que la de «Carlitos». Recién en los últimos años se conjugan las diversas condiciones. Ya se conoce que habrá nuevos fallos este año, en un interminable desfile, imposible de evitar si de verdad se quiere avanzar en la justicia y la verdad, para luego dar paso a la memoria.
ACTO IV: los Contreras ya están, faltan los López
Eso lo dijo el Rumpy en el Club del Cangrejo, el viernes 27 de enero. Por una conjunción de factores los jueces especiales muestran resultados, los mismos que parecían cuestionados e invalidados por el supremo acuerdo.
La cúpula de la DINA-CNI está detenida. La desaparición de un sastre militante del MIR, Miguel Ángel Sandoval es el motivo. Los falsos enfrentamientos de la Operación Albania completan el cuadro. Los ministros Hugo Dolmestch y Alejandro Solís, son jueces exclusivos y tienen resultados.
Más allá del show mediático de Contreras, y de las condiciones especiales del nuevo Penal Cordillera, la cúpula de la DINA-CNI está encarcelada. Unos con recursos pendientes, mientras el jefe de la DINA ingresa para cumplir 12 años y un día. ¿Le correspondería esto también al coronel Barriga? Porque el no facilitó las investigaciones y tampoco estuvo dispuesto a cumplir ninguna condena. ¿Quién es en esencia responsable de su muerte? ¿Quiénes están buscando saber de sus padres e hijos? ¿O quiénes lo instruyeron, juramentaron y utilizaron hasta su trágica decisión?
El ministro Dolmestch manifiesta estar satisfecho de haber «podido establecer la verdad material de cómo ocurrieron los hechos». En familiares como Alicia Lira, viuda de Felipe Rivera y Fabiola Letelier, había alegría en las manifestaciones frente a los tribunales. Muchos carabineros y detectives para proteger la integridad de los jerarcas. Protegerlos de tomates y huevos; y gritos de: ¡asesinos! Ninguno de ellos arriesga torturas, ni menos desaparecer como «Carlitos».
¿Continuará en pié el acuerdo de la Suprema? ¿Qué dirá el gobierno? ¿Es necesario todavía el «empalme» que acelere casos?
Hay que dejar investigar a los jueces especiales, que los inculpados colaboren y las instituciones y mandos terminen con las señales disléxicas. Los «gestos» últimos de Cheyre confunden, son cantinflescos, retrasan y envalentonan a los Contreras que incluso pueden tener armas o transformar las detenciones en estelares para la televisión desde sus casas.
Apurar las investigaciones cuando algunas avanzan es dar señales equivocas en el sentido de fortalecer los pactos de silencio y complicidad. También, si se dejan transcurrir las agujas del reloj con procesos inmóviles, las huellas se borrarán aún más y esa verdad escurridiza puede tornarse inalcanzable. ¿O se repetirá el macabro juego de los desentierros y las versiones contradictorias hiriendo aún más la memoria de familiares y colectiva?
En este año electoral y en este caluroso verano en Santiago, corre algo de brisa fresca. Los familiares se lo merecen, este país mejora en ese índice «raro» de curar heridas y avanzar en justicia, aunque de «Carlitos» sepamos todavía tan poco.
* Ignacio Vidaurrázaga Manríquez es periodista