En los últimos años, Loquillo ha aparecido en los medios de comunicación como alguien que está de vuelta del éxito, de las largas giras (tocó ante -dicen- 140.000 personas en Barcelona), de las grupis, de ese mantra preposmoderno del sexo, las drogas y el rock and roll. Ha sabido construirse la imagen pública de viejo […]
En los últimos años, Loquillo ha aparecido en los medios de comunicación como alguien que está de vuelta del éxito, de las largas giras (tocó ante -dicen- 140.000 personas en Barcelona), de las grupis, de ese mantra preposmoderno del sexo, las drogas y el rock and roll. Ha sabido construirse la imagen pública de viejo dinosaurio del rock que se mantiene en el ámbar de los catálogos de las grandes compañías y de esa construcción mítica que es la «movida madrileña»; una imagen de rokero incorrecto, con cierto aire de dandysmo subversivo, de elegancia basada en el orgullo de los bajos fondos y su vertebración en un contexto de cierto éxito y fama honesta (debido a ese poso barrial). Presumió de que fueron los mejores y que incluso después se rehicieron (Joe Strummer dixit). Algunos a eso lo llaman «actitud».
Como muchos otros, Loquillo ha apuntado, publicado y alardeado de su pasado de barrio (el agujero de El Clot), de su padre estibador y carabinero republicano, («mi familia tiene un pasado muy concreto: CNT y POUM»), de su cercanía a los poetas con los que grabó varios discos y a la gran canción francesa. Afirman que perteneció al comité «No nos resignamos», «gente que pidió a Felipe y Anguita que compartan una botella de Jack Daniels´s mano a mano», que colabora con Elkarri y con la Asociación contra la tortura en España. Pero la lista sigue: aboga por la supresión del servicio militar, el aborto libre y gratuito y la información clara sobre las drogas como paso previo a su legalización Además participó en la grabación de la banda sonora del documental «Mujeres en pie de Guerra«, donde aparecen canciones como «Durruti» o «A las barricadas» entre otras . Su evolución desde «Esto no es hawai» y «R’n’r star» culminó con un segundo personaje, más poético, elegante y con Sopeña, que cantaba a Gil de Biedma, a Pavese, a Benedetti, a Jacques Brel, a Vázquez Montalbán y que llegó a calificar de «momias del pasado» a los partidos políticos con los que ahora coopera en su pasión europeísta y neoliberal.
Loquillo aparece en la campaña a favor del sí en el referéndum de la Constitución Europea. «La unión respetará la riqueza de su diversidad cultural«. Así reza el artículo junto a su rostro adornado de tupé, ése rostro que quizá, siguiendo a Antonio Gamoneda, se resiste a mirarse en el espejo porque « No he visto al amo en diecinueve años / pero todos los días yo me miro a mí mismo / y ya voy sabiendo poco a poco / cómo es el rostro de mi amo». La campaña cuenta con otros personajes políticamente correctos de la vida pública de este país. Comparte vayas publicitarias con dos locutores de radio, un exfutbolista ahora reconvertido en manager general y algún actor. «Alguien está sufriendo una confusión / entre inspirar respeto y crear terror / he de acabar estas líneas / oigo sirenas sonar / echan abajo la puerta / alguien me viene a buscar. «(«La policía», Lp: Morir en primavera). Pero las sirenas que oyó el rockero no fueron las de la policía sino las del ministerio de exteriores; los buenos le brindaban el vano privilegio de aparecer en la campaña y de este modo quebrar su capital rebelde y simbólico acumulado. Vale más una imagen con un articulo de una constitución que cien firmas en un manifiesto contra la guerra o a favor de la SGAE. «C uando vengan a por ti/ renunciaras a tu pasado» (Cuando vengan a por ti, Tiempos asesinos)
Quizá Josá María Sanz, al parecer un músico con principios, no sabe que el día 20 de febrero la ciudadanía votará una Constitución que se queda en una simple declaración de principios; no sabe o no quiere saber que estamos ante un tratado internacional multilateral, como refleja su adopción, ratificación y revisión por parte de los Estados y no de los ciudadanos y en los que objetivos como la paz o el desarrollo sostenible no son concretados posteriormente; no sabe o no quiere saber que se dificulta la armonización impositiva y se prohíbe la convergencia legal en las condiciones de trabajo, las prestaciones de seguridad social o la lucha contra la exclusión social (Art. III-210), que mantiene la paralizante unanimidad para la adopción de políticas fiscales y sociales tales como leyes contra toda discriminación por razón de sexo, raza u origen étnico, religión o convicciones, discapacidad, edad u orientación sexual (Art. III-124). Loquillo no quiere saber o no sabe que se amplía la mayoría cualificada para temas económicos como la liberalización de los servicios, con los efectos sociales negativos que conlleva.
Loquillo no sabe o no quiere saber, quizá acallando los ecos de aquello de Brassens de que «en el mundo pues no hay mayor pecado / que el de no seguir al abanderado», que el artículo I-41 de su Constitución, afirma que los países miembros destinarán «capacidades civiles y militares» y crearán la Agencia Europea de Defensa «para identificar las necesidades operativas, fomentar medidas para satisfacerlas, contribuir a identificar y, en su caso, a aplicar cualquier medida oportuna para reforzar la base industrial y tecnológica del sector de la defensa».
Y quizá no sabe porque no ha leído. Lector de Gil de Biedma y demás poetas de la Generación del 50, sería en vano tachar a Loquillo de analfabeto funcional o de lector algo perezoso al igual que los leyentes de Los del río. Éstos votarán que sí siguiendo la corriente de la masa que compró su single machacón -y que les hizo ricos- con una justificación mercantilista bastante simple que habla de defender «productos» como el aceite de oliva y la música. Carne de populismo barato de karaoke. Otro lector inveterado es aquel que afirmó que «no hace falta leerse la constitución europea, pues pocos se han leído la constitución española y estamos de acuerdo mayoritariamente con ella» (Josep Borrell, presidente del Parlamento Europeo). Pero pensamos que Loquillo, como intelectual del rock, se ha leído la Constitución.
Es común cuando se habla de estos intelectuales orgánicos, en los debates sobre su función en la era de falsimedia, se aluda a la condición de filisteos que callan, de las chaquetas que cambiaron de perchero y de demás mordazas. También se hace referencia a los que quieren nadar en el proceloso mar de los media y guardar sus ropajes ideológicos en un hatillo de «supervivencia»; son aquellos que afirman tajantemente que ni un solo tachón ha tiznado una de sus columnas como grieta, son aquellos doxólogos que viven de las dávidas que el poder les otorga y que a su vez critican sin exponerse a sus represalias de silencio. Loquillo, alguien que no era nadie y se ha labrado su personaje a golpe de oficio musical, en vez de ignorar lo que pasa y refugiarse en la cómoda posición de observador distante y crítico moderado prorrumpe en el punto de vista del que es observado junto a un lema de un documento injusto. Sus fans mirarán el cartel ¿y qué se preguntarán? Porque «El Loco» toma partido por todo aquello que durante estos años ha parecido combatir.
Por lo visto los decibelios no rugen cuando el rock and roll «estar» (esa forma de vida) se convierte en una contradicción que Loquillo resuelve apareciendo en una campaña mediática a favor del Sí a una Constitución que consagra los valores neoliberales y que lo convierte en un tonto útil a la hora de hablar de diversidad cultural. ¿Por qué no se negó a colaborar? ¿Qué le llevó a prestar su imagen? Por eso, como afirmaba Carlo Frabetti a propósito de los intelectuales, tengan río propio o no: si callan -en este caso hablan por la voz del amo- no lo hacen para salvar sus vidas o el pan de sus hijos, sino, como dijo Dalton Trumbo de aquellos que durante el macartismo traicionaron a sus compañeros, para salvar sus piscinas.
Y se ahogarán en ellas.
Eres un rocker / y no darás tu brazo a torcer. /Las manos sucias de trabajar. /Tu pelo/ colocado para no defraudar. /Eres un rocker. /Eres un rocker /y no darás tu brazo a torcer.