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Acerca del texto presentado por los miembros de Corriente Roja en el Congreso del PCE

¿Así piensan renovar la izquierda comunista?

Fuentes: Rebelión

Los militantes del PCE Ángeles Maestro, Óscar Gallego, Pilar García y Miquel Cruz, miembros de Corriente Roja, han presentado en el Comité Federal del PCE un texto para la discusión del XVII Congreso del partido, que se celebrará los próximos 24, 25 y 26 de junio. El texto, titulado Las condiciones para un proyecto comunista […]

Los militantes del PCE Ángeles Maestro, Óscar Gallego, Pilar García y Miquel Cruz, miembros de Corriente Roja, han presentado en el Comité Federal del PCE un texto para la discusión del XVII Congreso del partido, que se celebrará los próximos 24, 25 y 26 de junio. El texto, titulado Las condiciones para un proyecto comunista del siglo XXI, ha levantado cierta polémica, pues en él se pide que el PCE abandone Izquierda Unida. Pero también incluye otros análisis y propuestas, que merecen una mínima reflexión.

Los cuatro firmantes señalan en su texto que «La refundación del proyecto de los comunistas españoles, o lo que es lo mismo, la reconstrucción del proyecto emancipatorio de los trabajadores y los pueblos de nuestro estado, no debe pasar ni por la tentación de renegar del pasado, ni por la de no hacer balance de la historia de nuestro partido ni del movimiento comunista internacional.». Nada más justo. Aunque inmediatamente después nos dicen que: «Seriamos enormemente injustos si despreciáramos el enorme potencial que supone para los comunistas el ejemplo y la tradición de la lucha antifascista y de las experiencias unitarias del siglo XX» ¿A qué «experiencias unitarias» se refieren estos compañeros ¿Al Frente Único Obrero defendido por la Internacional Comunista en sus primeros congresos?. No, los cuatro firmantes nos dicen que «El rápido abandono de experiencias, muy positivas, como los frentes populares antifascistas y la liquidación en el este europeo de las experiencias de democracia popular supusieron golpes, quizá definitivos, para el movimiento comunista internacional y especialmente para el europeo occidental». De este modo, para el siglo XXI la propuesta es la reedición de los «frentes populares antifascistas» que tantas veces llevaron a la clase obrera ala derrota, desde el Frente Popular español de 1936 a la «Unidad Popular» de Allende en Chile en 1970.

El Frente popular Español de 1936

Los compañeros se reclaman de la historia de los Frente Populares. Vayamos a las fuentes históricas. Y qué mejor que recordar el programa del Frente Popular español de 1936. Éste comenzaba así: «Los partidos republicanos de Izquierda Republicana, Unión Republicana y el Partido Socialista, en representación del mismo y de la Unión General de Trabajadores, Federación Nacional de Juventudes Socialistas, Partido Comunista, Partido Sindicalista y Partido Obrero de Unificación Marxista, sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas, han llegado a comprometer un plan político común que sirva de fundamento y cartel a la coalición de sus respectivas fuerzas en la inmediata contienda electoral y de norma de gobierno, que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda, con el apoyo de las fuerzas obreras, en el caso de victoria». Se trataba, en sus propias palabras, de una alianza en la que, «sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas», los partidos socialista, comunistas, sindicalista y POUM aceptaban un gobierno «que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda». Es decir, el apoyo de los partidos obreros a un gobierno de la burguesía «republicana». Como de hecho sucedió: tras las elecciones de febrero de 1936, Azaña formó de inmediato el nuevo gobierno, que como se reflejaba en pacto de Frente Popular, estuvo compuesto exclusivamente de republicanos burgueses, y al que los partidos obreros apoyaron sin formar parte de él. Este gobierno, como es sabido, permitió que a la luz del día los militares conspiraran contra la República. El propio 19 de julio, el gobierno declaraba lo siguiente: «El gobierno declara que el movimiento se limita exclusivamente a ciertas ciudades de Marruecos y que nadie en la península se ha sumado a tan absurda maniobra», al mismo tiempo que se niega en redondo a tomar ninguna medida para evitar la extensión del levantamiento. Los ministros republicanos avisados de los preparativos militares, dejan hacer, durante 48 horas, a los insurrectos, sin movilizar las fuerzas leales del ejército, ni impartir una sola orden. Mientras Sevilla, Algeciras, La Línea, Ecija, Cádiz, Pamplona, Burgos y Valladolid caen bajo el control de los militares fascistas.¿Qué dice el gobierno? «Quien facilite armas sin mi consentimiento será fusilado», proclama Casares Quiroga. Sólo cuando las masas obreras en Madrid y Barcelona se echan a la calle para exigir armas, el gobierno cede ante ellas. Y aquí habría que recordar que quienes organizan la resistencia al golpe desde el primer momento no son lo partidos del frente Popular ¿En qué frente había milicias de Izquierda Republicana?, sino las organizaciones obreras y en especial los sindicatos.

Pero cuando los partidos obreros entran en el frente Popular, después del golpe militar de Franco, la política siguió siendo la subordinación a los intereses de la burguesía «republicana» y a la política internacional de las potencias «democráticas» (por ejemplo, cuando la República rechaza la petición de agentes de Abd El Krim de abrir un frente tras las líneas franquistas en el Rif, para no comprometer los intereses coloniales de Francia en Marruecos).

Finalmente, la política del Frente Popular fue la que llevó a la República española a la derrota frente a Franco.

Volvamos al programa del Frente Popular que los compañeros Ángeles Maestro, Óscar Gallego, Pilar García y Miquel Cruz propone como base del comunismo del siglo XXI. El historiador Ramos Oliveira ha dicho de él que «cada punto parecía una huida». Salvo los tres primeros puntos, referentes a la amnistía para los represaliados por la lucha de Octubre de 1934, el resto no era sino un conjunto de capitulaciones ante la burguesía, ala que, recordamos, le correspondía, además, según el propio pacto de frente popular, aplicar ese programa desde el gobierno:

«Se declara en todo su vigor el principio de autoridad; pero se compromete su ejercicio sin mengua de las razones de libertad y justicia. Se revisará la ley de Orden Público, para que, sin perder nada de su eficacia defensiva, garantice mejor al ciudadano contra la arbitrariedad del Poder» Y hablamos de la autoridad de la república burguesa, que puede ejercerse contra huelguistas, piquetes… como ya lo habían hecho Azaña y otros republicanos burgueses en Casas Viejas, etc

«Los republicanos no aceptan el principio de la nacionalización de la tierra y su entrega a los campesinos, solicitado por los delegados del partido socialista. En cambio, consideran conveniente una serie de medidas que se proponen la redención del campesino y del cultivador medio y pequeño» Y a continuación vienen medidas de moderadísima reforma agraria, que no tocan la propiedad de la tierra, y medidas industriales de apoyo a las industrias

«En consecuencia, procederá un sistema de leyes que fije las bases de la protección a la industria, comprendiendo las arancelarias, exenciones fiscales, métodos de coordinación, regulación de mercados y demás medios de auxilio que el Estado dispense en interés de la producción nacional»

El punto V sobre obras públicas añade que «Los republicanos no aceptan el subsidio de paro solicitado por la representación obrera.»

«No aceptan los partidos republicanos las medidas de nacionalización de la Banca propuestas por los partidos obreros; reconocen, sin embargo, que nuestro sistema bancario requiere ciertos perfeccionamientos si ha de cumplir la misión que le está encomendada en la reconstrucción económica de España».

«La República que conciben los partidos republicanos no es una República dirigida por motivos sociales o económicos de clases, sino un régimen de libertad democrática impulsado por motivos de interés público y progreso social» de modo que en materia social «la política republicana tiene el deber de elevar las condiciones morales y materiales de los trabajadores hasta el límite máximo que permita el interés general de la producción», es decir, el interés de los propietarios de las industrias y tierras, de modo que «No aceptan los partidos republicanos el control obrero solicitado por la representación del partido socialista.».

Los Partidos Obreros entran en esta alianza «sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas», postulados que no se ponen en práctica porque el gobierno lo «habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda, con el apoyo de las fuerzas obreras, en el caso de victoria».

No parece que ese sea el camino del comunismo en el siglo XXI. Todo lo contrario.

¿Y el «Frente Popular» de 1956-1977?

Los cuatro compañeros que suscriben ese texto que glorifica los Frente Populares no dicen una palabra de la política del PCE entre 1957 (año en que se lanza la política de «reconciliación nacional») y 1977. Años en los que el PCE impulsa la Junta Democrática y la Asamblea de Cataluña, organismos de coalición con la burguesía «antifranquista», basados en un programa «democrático», que constituyen de hecho la forma del Frente Popular en ese momento histórico. En aquel momento el PCE fue la fuerza decisiva, la principal fuerza política organizada y puso toda su organización al servicio de la continuidad de la Monarquía a través del pacto de la «transición». Existe una clara continuidad entre la política de Carrillo en esos años (que contaba con el apoyo del Kremlin) y la política de Frente Popular de los años 30, continuidad que el propio Carrillo -que fue protagonista en ambos momentos- reivindica, y que hubiera merecido un comentario por parte de los compañeros de Corriente Roja.

Y en el PCE, precisamente, esa balance es fundamental. Precisamente esa política de coalición primero con la burguesía «democrática» y «antifranquista» y luego con sectores del propio Aparato de Estado franquista llevó a la restauración de la monarquía en 1975-78, en la persona del heredero designado por Franco, y a la destrucción del propio PCE, entonces la principal fuerza obrera organizada y hoy una organización marginal.

La cuestión sindical

Respecto de los sindicatos, los cuatro firmantes del texto afirman que: «El partido comunista no debe apoyar ninguna organización sindical incondicionalmente «por tradición». En la actualidad ni UGT ni CCOO constituyen herramientas eficaces para la defensa de los intereses de los trabajadores, sino todo lo contrario: forman parte y son sostén imprescindible de la estructura de dominación, por lo que el partido debe apoyar todas las experiencias sindicales que se desarrollen bajo premisas democráticas, combativas y de clase.». Un llamamiento abierto a que los comunistas abandonen CC.OO. y las dejen en manos de la burocracia sindical de Fidalgo.

La Internacional Comunista en vida de Lenin decía al respecto «es importante que los comunistas de todos los países formen parte de los sindicatos y trabajen para convertirlos en órganos conscientes de lucha para la liquidación del régimen capitalista y el triunfo del comunismo. Ellos deben tomar la iniciativa de la creación de los sindicatos en aquellos lugares donde aún no existan.

Toda deserción voluntaria del movimiento profesional, toda tentativa de creación artificial de sindicatos que no esté determinada por las violencias excesivas de la burocracia profesional (disolución de las filiales locales revolucionarias sindicales por los centros oportunistas) o por su estrecha política aristocrática que cierra a las grandes masas de trabajadores poco cualificados la entrada a los organismos sindicales, presenta un gran peligro para el movimiento comunista. Aparta de la masa a los obreros más progresistas, más conscientes, y la impulsa hacia los jefes oportunistas que trabajan para los intereses de la burguesía» [resolución sobre «El movimiento sindical, los comités de fábrica y de empresas» del III Congreso de la Internacional Comunista (1920)].

En el III Congreso de la IC , dentro de la resolución sobre «la Internacional Comunista y la Internacional Sindical Roja», encontramos: «Durante el próximo período, la tarea capital de todos los comunistas es la de trabajar con energía, perseverancia, encarnizamiento para conquistar a la mayoría de los sindicatos. En ningún caso los comunistas deben dejarse desanimar por las tendencias reaccionarias que se manifiestan actualmente en el movimiento sindical y tienen que dedicarse, mediante la más activa participación en todos los combates cotidianos, a conquistar a los sindicatos para el comunismo pese a todos los obstáculos y las oposiciones».

En el IV Congreso de la IC (1922) se aprobaron unas «Tesis sobre la acción comunista en el movimiento sindical» que dedican un apartado a «la lucha por la unidad sindical». En él se dice:

«21. La consigna de la Internacional Comunista (contra la escisión sindical) debe ser aplicada tan enérgicamente como antes, pese a las furiosas persecuciones a que los reformistas de todos los países someten a los comunistas. Los reformistas quieren prolongar la escisión valiéndose de las expulsiones. Persiguiendo sistemáticamente a los mejores elementos de los sindicatos, esperan desanimar a los comunistas, alejarlos de los sindicatos y hacerlos abandonar el plan profundamente meditado de la conquista de los sindicatos desde adentro pronunciándose por la escisión. Pero los reformistas no lo conseguirán.

22. La escisión del movimiento sindical, sobre todo en las condiciones actuales, representa el mayor peligro para el movimiento obrero en su conjunto. La escisión en los sindicatos obreros haría retroceder a la clase obrera varios años, pues la burguesía podría entonces retomar fácilmente las conquistas más elementales de los obreros. Los comunistas deben impedir a cualquier precio la escisión sindical. Por todos los medios, con todas las fuerzas de su organización, deben obstaculizar la criminal ligereza con la que los reformistas rompen la unidad sindical.

23. En los países donde existen paralelamente dos centrales sindicales nacionales (España, Francia, Checoslovaquia, etc.), los comunistas deben luchar sistemáticamente por la fusión de las organizaciones paralelas. Dado el objetivo de la fusión de los sindicatos actualmente escindidos, no es conveniente apartar a los comunistas aislados y a los obreros revolucionarios de los sindicatos reformistas, transfiriéndolos a los sindicatos revolucionarios. Ningún sindicato reformista debe quedar desprovisto del fermento comunista. El trabajo activo de los comunistas en los dos sindicatos es una condición para el restablecimiento de la unidad destruida.»

Y las conclusiones del texto son: «Prosiguiendo su camino hacia la conquista de los sindicatos y la lucha contra la política escisionista de los reformistas, el IV Congreso de la Internacional Comunista declara solemnemente que cuando los dirigentes de Amsterdam no recurran a las expulsiones, cuando den a los comunistas la posibilidad de luchar ideológicamente por sus principios en el seno de los sindicatos, los comunistas lucharán como miembros disciplinados en las filas de la organización única, marchando siempre adelante en todos los enfrentamientos y en todos los conflictos con la burguesía.

El IV Congreso de la Internacional Comunista declara que todos los partidos comunistas deben extremar todos sus esfuerzos para impedir la escisión en los sindicatos, hacer todo lo posible para reconstruir la unidad sindical destruida en ciertos países y obtener la adhesión del movimiento sindical de sus países a la Internacional Sindical Roja.»

Y podíamos seguir hasta el infinito para demostrar que los compañeros Ángeles Maestro, Óscar Gallego, Pilar García y Miquel Cruz presentan una propuesta que en el terreno sindical rompe con las concepciones de Lenin. Tienen todo el derecho a hacerlo, pero al menos debían explicar dónde estaban los errores de Lenin, que ellos proponen «corregir».

Balance del estalinismo

El texto presentado por los cuatro compañeros dice que «A la muerte de Lenin, el grupo que resultó vencedor en la lucha por la dirección del partido soviético, encaminó el citado partido, y, por ende, al movimiento comunista internacional, hacia una línea política que fue poco a poco separando la voluntad de las masas de la de sus gobernantes; que destruyó el profundo contenido democrático del concepto «dictadura del proletariado»; que fue gradualmente subordinando el internacionalismo a los intereses del estado soviético; y que, terminó con la vengonzante traición, del pase, con armas y bagajes, de la burocracia dirigente, a las filas del capitalismo. El divorcio definitivo de esa línea política y de la socialdemocracia, en su actual versión neoliberal, constituye condición indispensable para poder plantear hoy la cuestión del comunismo.»

Pero, como texto pretendidamente marxista, ¿no haría falta un mínimo análisis del carácter de clase de ese grupo. Y es que, sin analizar qué intereses defendía y representaba la corriente estalinista, es imposible hacer balance alguno, más allá de hablar de «traición». De lo que habría que hablar es de cómo la Nomenklatura se apropió del control de estado soviético, utilizando la propiedad colectiva en su beneficio y rompiendo con toda perspectiva revolucionaria (que hubiera amenazado su monopolio del poder). ?, y, en honor a la memoria histórica, recordar que el estalinismo no sólo fue poco a poco separando la voluntad de las masas de la de sus gobernantes, sino que aniquiló físicamente a la inmensa mayoría de la vieja guardia del Partido Bolchevique.

Los compañeros dicen en su texto que «No creemos, tampoco, que de haber triunfado el grupo que disputaba por la dirección del estado soviético con el de Stalin, en la lucha desarrollada en los años 20 del pasado siglo, debido a su tendencia al personalismo y a la interpretación dogmática del marxismo, estuviera garantizado un desarrollo de los acontecimientos mucho mejor que el que finalmente se dio.». Pero esa posición plantea un grave problema ¿Cómo es posible que en el Partido Bolchevique, la organización revolucionaria más avanzada de la historia, no surgiera ninguna corriente que defendiera la esencia revolucionaria de la organización? ¿Y cómo la tendencia que luchaba contra el «culto a la personalidad» es calificada, sin más explicaciones, de «personalista»?

Además, tuvieran razón o no la Oposición de Izquierdas (cuyo programa, recordemos, era la vuelta a Octubre de 1917) o la tuviera la Oposición de Derechas de Bujarin, es profundamente inmoral, es puro jesuitismo el poner en el mismo plano a las víctimas y a los verdugos, a los organizadores de los infamantes Proceso de Moscú y a los asesinados en ellos, a quienes llevaron al Gulag y al paredón a la mitad del Partido Bolchevique y a los que fueron asesinados en la purgas.

A modo de conclusión

Los comunistas del siglo XXI necesitamos una organización comunistas que recupere las mejores tradiciones de comunismo, las del Partido Bolchevique de Lenin y la Revolución de Octubre, las de la Internacional Comunista antes de que Stalin la controlara, la convirtiera en un mero instrumento de su política exterior y la disolviera por decreto en 1943. Una organización que no puede crearse sin realizar un riguroso balance de la actividad de los Partidos Comunistas en el Siglo XX, desde su surgimiento como organizaciones revolucionarias hasta la debacle de los años 80 de ese siglo.

Pero el texto que nos proponen los miembros de Corriente Roja no responde a esas aspiraciones. Por el contrario, nos remite a las tradiciones ultrasectarias de la primera época estalinista en el terreno sindical, rompiendo con las concepciones de Lenin al respecto, para luego proponernos la capitulación ante la burguesía liberal que supusieron los Frentes Populares.

Para ese viaje no necesitábamos alforjas