El general en jefe ha llorado sobre los cadáveres de decenas de conscriptos… quienes murieron congelados mientras estaban siendo entrenados con el fin de que aprendieran a dar la vida (perderla), si fuese llegado el caso de defender a la patria ante una hipotética agresión enemiga. Es de suponer que sus lágrimas habrían sido torrenciales […]
El general en jefe ha llorado sobre los cadáveres de decenas de conscriptos… quienes murieron congelados mientras estaban siendo entrenados con el fin de que aprendieran a dar la vida (perderla), si fuese llegado el caso de defender a la patria ante una hipotética agresión enemiga. Es de suponer que sus lágrimas habrían sido torrenciales en el caso de haberse tratado de una guerra verdadera, en directa proporción a la cantidad de chilenos que en ella moriría defendiendo… ¿defendiendo qué? Todos «nuestros» representantes políticos en funciones de gobierno así como los diversos aspirantes a ellas se han expresado quejumbrosos y apenados por la tragedia, ocupando un espacio de sus ya abultadas agendas, entre citas, ágapes, entrevistas y reuniones; ninguno se ha atrevido a tocar por supuesto el punto que constituye el problema de fondo, a lo más se han referido a la posibilidad de hacer del SMO algo voluntario y a investigar lo sucedido…
La preparación como soldados que año tras año reciben muchos de nuestros hijos, voluntariamente o no, nunca ha sido hecha en broma, o en vano; por ello se realiza sin escatimar costos ni sacrificios humanos que no sólo alcanzan como en este caso, a sus protagonistas inmediatos y familiares, sino que remueven hoy nuestras conciencias y nuestra memoria con dolor e indignación. La cruda verdad es que todos nuestros soldados son entrenados por ser necesarios para «defender de enemigos» una patria que como concepto y realidad abarca sólo a algunos. Son hijos del pueblo los que reciben formación militar para «defender la paz y el progreso» de esta pequeña patria que no a todos alcanza, y por ello han matado y muerto combatiendo a «enemigos» que eran hijos de pueblos igual que ellos, o a su propio pueblo. Miles de pueblo/soldados chilenos, bolivianos y peruanos murieron así en la guerra de 1879; después, un odio reproducido a conveniencia por el chovinismo ha separado hasta hoy a nuestros pueblos hermanos, mientras los sucesivos imperios de turno y sus representantes criollos, disfrutan de los territorios conquistados y sus riquezas. En nombre de la patria se usurpó asimismo el terruño en que el pueblo mapuche vivía desde su génesis y desde entonces se le ha tratado como a un enemigo, como a parias despreciables y sin derechos. A la sombra del crimen y el despojo se instaló allí entre otros, a colonos traídos desde remotas tierras, muchos de cuyos descendientes fueron promovidos para ocupar paulatinamente el rango superior en la oficialidad de clase. Se esperaba así contar con la lealtad «patriótica» de los hijos de quienes fueran un día favorecidos en el reparto del botín. También se ha «defendido a la patria» masacrando periódicamente obreros, estudiantes, campesinos, militantes, presidentes. Se habían catalogado previo a ello como «enemigos» de acuerdo a Doctrinas de Seguridad Nacional ideadas en el corazón del imperio y cuyos manuales de contrainsurgencia remozados, constituyen el sustento ideológico del concepto de patria vigente hasta hoy.
La verdadera patria que se ha defendido hasta ahora en el nombre de todos es la patria de propiedades territoriales privadas y privilegios que son sólo para algunos. ¿Queremos acaso entonces que las FFAA sean más profesionales todavía para efectuar mejor la defensa de estos cometidos tradicionales? ¿Qué sean voluntarios quienes se presten y apresten para enfocar en sus miras a su propio pueblo o a otro pueblo hermano como a un supuesto enemigo? Necesitamos en cambio que la institución de las FFAA se comprometa con la verdad y la justicia respecto al pasado y al presente. Su papel en nuestra historia ha ocasionado un reguero de dolor y las huellas de esa injusticia no se borrarán con investigaciones parciales ni lágrimas circunstanciales. Hoy, son los familiares de las decenas de conscriptos muertos por la irresponsabilidad y la desidia de sus jefes, los que sufren por sus deudos, pero también les acompañan en ese dolor quienes desde el fondo de la historia de nuestra patria grande esperan todavía incansablemente por la Verdad y la Justicia para los miles más que han muerto.
Sólo una refundación de las FFAA podría salvarla como institución; no sería suficiente «profesionalizarla» para modificar ese fundamento ideológico que no contempla a todos los chilenos y a los pueblos hermanos, sino como potenciales enemigos… Hace falta que los soldados y oficiales honestos reflexionen seria y profundamente acerca del sitio concreto en que hoy se encuentran y opten por refundar de raíz la institución; por acercarla codo a codo al pueblo del cual proceden; por apoyar sus demandas justas y necesarias; por imaginar no un mundo de enemigos al acecho, como les enseña el manual contrainsurgente que atesoran sus jefes y los jefes de sus jefes, sino trabajar junto a y defender al pueblo chileno y a los pueblos latinoamericanos en el camino hacia un Chile y una América más justa y solidaria.
Para que las lágrimas de dolor vertidas por los familiares directos de los chilenos víctimas de la irresponsabilidad y la desidia, que el nudo en la garganta de todos los chilenos honestos, no sea en vano.
————————————————————————————————
ver anexo: «Carta abierta a los soldados y oficiales honestos» en:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=10856