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Los invisibles sean unidos

Fuentes: Rebelión

En algunos lugares de Santiago el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca ha realizado encuestas tendientes a corroborar una verdad aceptada por muchos como infalible. Los resultados de esta encuesta, una más entre tantas, indican lo obvio: la señora candidata de la Concertación será Presidenta de un país cuyas decisiones […]


En algunos lugares de Santiago el Centro de Estudios de Opinión Ciudadana de la Universidad de Talca ha realizado encuestas tendientes a corroborar una verdad aceptada por muchos como infalible. Los resultados de esta encuesta, una más entre tantas, indican lo obvio: la señora candidata de la Concertación será Presidenta de un país cuyas decisiones fundamentales se toman en Washington. Será gobernadora de las cifras a favor, del drama que va por dentro, de las desigualdades aumentando, de los recursos nacionales en manos transnacionales, de la voracidad sin límites del capital financiero y la gran industria, de las soluciones pospuestas.

Pero no es de cuestiones de Perogrullo de lo que quiero hablar sino de algo mucho más trascendental; las izquierdas y sus caminos por andar. Todo entendido en dialéctica sabe, intuyo que los no entendidos también, que no hay causa sin efecto o lo que es lo mismo, que sabiendo de donde viene podemos intuir hacia donde va. Lo cual en buen romance nos indica que nada es puro azar sino leyes del movimiento. Un nuevo periodo de gobierno concertacionista no ha de ser muy diferente de los ya probados, por más gracia o chatura que tenga tal o cual gobernador.

Sin necesidad de remontarnos a un pasado imposible de no tomar en cuenta, podemos decir que la Concertación únicamente administra, con una política neoliberal, los intereses del imperio y sus lacayos, los rascas capitalistas chilenos. Lo desgraciado del caso es que en la Concertación hay partidos que se dicen de izquierda. Ellos pretenden hacernos creer que todo irá mejor con la ya designada Presidenta.

Este fatal destino amerita una respuesta imparcial. Todo irá mejor para los más iguales, para los que están en los círculos del poder, para los que conocen información de primera mano. Esto mismo tiene otra lectura; todo irá peor para los que nunca están en el baile: los que trabajan por escaso salario, los que no tienen trabajo, los que luchan desesperadamente por salir de pobres, en fin la mayoría invisible.

¿Alguien recuerda el rostro de un pordiosero? Son los invisibles que todos vemos sin ver. Es la imagen de lo invisible que nos hemos vuelto desde la gloria del discurso y el poder. En las cuentas alegres del actual ocupante del sillón de O’higgins no figuramos quienes dependemos de un salario, en las realidades desde el poder no figuran las víctimas, en los Reality Show no aparecen quienes deben auto inmolarse para que su drama de personas con todos sus derechos pisoteados sea visto un instante, en las encuestas no aparecen quienes siendo pocos llegaron a obtener un 10% en la elección pasada. Ahora son mucho más, tienen un programa y se dirigen con soluciones y participación a la mayoría. Y sin embargo en las encuestas no aparecen.

Para quienes se benefician con el binominalismo, para quienes no tienen voluntad política de cambiar la constitución, pues el estado de cosas actual les beneficia, se trata de una elección más, algo así como una raya en el agua. Para las izquierdas se trata de sentar las bases para algo diametralmente opuesto al neoliberalismo; la construcción de un Chile para todos.

Necesario es lamentar que la unidad de todos los sectores de la izquierda no se haya producido, es posible que estas izquierdas vayan con dos candidatos debilitando así su potencialidad.

Soy de los que piensan que no hay derrota que no pueda ser convertida en triunfo. El triunfo de esta no unidad de todas las izquierdas es y será la emulación, la discusión fraternal, el desarrollo de la inventiva popular, la capacidad de organización y multiplicación de nuestras voces, la difusión de sus candidatos y propuestas desde las necesidades e intereses de todos los invisibles. El desafió es mantener y ampliar lo logrado, una de cuyas vertientes es sin duda regenerar la confianza de la gente en su propia capacidad de lucha, rompiendo el falso apoliticismo de la no participación. En definitiva se trata de pasar de invisibles dispersos a fuerza unida visible. Una tal estrategia requiere de la alta conciencia de que estamos hoy sembrando las bases de lo que ha de ser el Chile post Bachelet, caso contrario será tirar perlas a los cerdos.