Isaac Rosa ha escrito la primera gran novela sobre el franquismo debida a un autor que no lo padeció directamente Y había de ser un joven sevillano de apenas 30 años quien por fin llegara a poner algunos puntos sobre las íes y metiera un barrido a tanta chatarrería sentimental, a tanto docudrama nostálgico, a […]
Isaac Rosa ha escrito la primera gran novela sobre el franquismo debida a un autor que no lo padeció directamente
Y había de ser un joven sevillano de apenas 30 años quien por fin llegara a poner algunos puntos sobre las íes y metiera un barrido a tanta chatarrería sentimental, a tanto docudrama nostálgico, a tanta memoria coloreada que de un tiempo a esta parte inunda este país con la pretensión, dicen, de hurgar en su historia reciente.
Ni la Guerra Civil ni la transición: desdeñando el tirón narrativo del que se benefician en la actualidad una y otra, Isaac Rosa se adentra en el inmenso agujero negro que se abre entre las dos: esos cuarenta años de franquismo cuya negra sombra todavía hipoteca el presente. Y lo hace con la firme resolución de no dejarse embaucar por los discursos heredados.
Se veía venir, todo hay que decirlo. Se le tenía ganas al asunto, por parte al menos de los más insumisos miembros comprendidos dentro de la ancha franja generacional que cabe agavillar bajo el rótulo de «los niños de la transición». Pero los acercamientos a los largos años de la dictadura y -sobre todo- a sus postrimerías emprendidos hasta ahora por quienes cuentan en la actualidad menos de cuarenta años han solido echar mano del choteo más o menos gamberro para trazar una visión jocosa y, por así decirlo, chiripitifláutica del franquismo, que Guillem Martínez acertó a bautizar como Franquismo pop (tal fue el título bajo el que reunió, en un libro que pasó injustamente inadvertido, un puñado de textos que frecuentaban en su mayoría esta onda).
Armado por su parte de ironía -de feroz y sangrante ironía-, de humor, de sarcasmo, pero imbuido a la vez de una auténtica voluntad de interpelación y de una contundente mala leche (que no confunde la valentía con la travesura, la inquietud formal con el espíritu juguetón, y que no se embelesa indulgentemente con el kitsch de los años sesenta y los setenta), Isaac Rosa ha escrito, para su generación y para las que vienen, pero también para sus mayores, la primera gran novela sobre el franquismo debida a un autor que no lo padeció directamente. Ha escrito, además, una novela extraordinaria. Una novela que en sus primeras páginas se plantea explícitamente la exigencia de resultar necesaria. Y lo consigue. Después de haberla leído no cabe ninguna duda: existía la necesidad de una novela como El vano ayer, y hay que aplaudir su advenimiento.
No se olvide: la denuncia del ré- gimen y de la sociedad franquista dio lugar a algunas de las más importantes novelas españolas del último medio siglo. Con savias del todo nuevas, afincándose muy conscientemente en la perspectiva del presente, El vano ayer, del autor sevillano, sume e impugna la herencia de la que se nutre, y se alinea en la poderosa corriente crítica que, dilatando los horizontes del propio género, dio pie a algunas decisivas novelas de autores como Luis Martín Santos, Juan y Luis Goytisolo, Miguel Espinosa, Juan Marsé o Manuel Vázquez Montalbán. Lo menos que cabe decir de El vano ayer es que, sin desmerecerlo, entronca por derecho propio con este linaje, sin que de ningún modo pueda tachársela de novela epigonal, más bien todo lo contrario.
Entre los alicientes principales de El vano ayer se cuenta una severísima contestación de los moldes narrativos que no sólo a través de la literatura, sino también del cine e incluso de la televisión, han contribuido a conformar, a menudo con poses supuestamente comprometidas, «una memoria que es fetiche antes que uso; una memoria de tarareo antes que de conocimiento, una memoria de anécdotas antes que de hechos, palabras, responsabilidades: en definitiva, una memoria más sentimental que ideológica».
Toda la novela se construye en contra de esa memoria hegemónica, y en la medida que es así se cuestiona e indaga -desde «el hartazgo ante cierta escritura de plantilla»- su propia viabilidad en cuanto novela, en cuanto relato, en cuanto artefacto retórico, dando lugar a una logradísima estructura de «novela en marcha», una variante narrativa de eso de «catorce versos dicen que es soneto…», que con impresionante solvencia, y entre carcajadas temibles, dibuja en este caso, como sin pretenderlo, el destino trágico de un oscuro profesor universitario implicado en los graves disturbios estudiantiles que conmovieron el régimen de Franco en los años sesenta.
Las averiguaciones y las espe- culaciones en torno a las circunstancias que habrían conducido a la detención e inmediata expulsión del país de Julio Denis (tal es el nombre del supuesto profesor, idéntico al de un seudónimo empleado en su día por Julio Cortázar) sirven a Isaac Rosa de pretexto para elevar una durísima requisitoria al franquismo, a la brutalidad de su sistema policial, a la corrupción moral que implantó en el país y de la que no deja de ser fruto la «repugnante nostalgia» que en más de una ocasión apunta en los recuentos costumbristas que hoy se hacen de aquel tiempo.
Las dos citas que presiden el libro declaran muy abiertamente su rumbo. La primera procede de La memoria insumisa, de Nicolás Sartorius y Javier Alfaya: «Leyendo a determinados escritores, oyendo a ciertos políticos y visionando algunas películas, se diría que militar en el antifranquismo fue hasta divertido». La segunda son dos versos de Antonio Machado que inspiran a Isaac Rosa el título de su novela: «El vano ayer engendrará un mañana / vacío y ¡por ventura! pasajero». Isaac Rosa ha publicado con anterioridad una pieza dramática, Adiós muchachos (Premio Caja España de Teatro Breve 1997), la novela La malamemoria (Del Oeste Ediciones, 2000) y varios relatos desperdigados en distintos libros colectivos. Es coautor, además, del ensayo Kosovo, la coartada humanitaria (Ediciones Vosa, 2001), un lúcido y premonitorio balance de las mentiras y las manipulaciones con que fue amparada la intervención internacional en aquella guerra.
Con ocasión de la publicación de El vano ayer, Rosa redactó para la prensa un breve texto que no tiene desperdicio, donde se plantea las condiciones en que le cabe a un menor de 30 años escribir acerca del franquismo. El texto plantea cómo «a la carencia de recuerdos se une la insatisfacción acerca de la oferta de recuerdos disponibles». Y concluye: «Es necesario entonces recordar preguntándome a la vez por qué recuerdo así, por qué me hacen recordar así. Es necesaria una memoria reflexiva, autocrítica, diseccionada. Reformular las preguntas, aunque se demoren las respuestas. Escribir lo que no recuerdo, pero también lo que otros no recuerdan, aunque deberían».
«El vano ayer». Isaac Rosa Seix Barral. Barcelona, 2004. 462 páginas. 17 euros
Nota de Rebelión:
Esta crítica fue publicada el 12 de junio del año 2004. Este mes de julio del año 2004, Isaac Rosa recibió el Premio Rómulo Gallegos por esta novela.
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