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El «cártel» de las farmacias

Fuentes: Punto Final

Los poetas suelen decir la verdad. Su mirada lúcida trasciende la cáscara de la realidad y los transforma en conciencia de los pueblos. De todo han hablado y hablan los poetas: también de las farmacias. Eduardo Vasallo en «Las Farmacias de la Infancia», dice «…Vueltos al mostrador como enfermos para la muestra, vueltos a la […]


Los poetas suelen decir la verdad. Su mirada lúcida trasciende la cáscara de la realidad y los transforma en conciencia de los pueblos. De todo han hablado y hablan los poetas: también de las farmacias. Eduardo Vasallo en «Las Farmacias de la Infancia», dice «…Vueltos al mostrador como enfermos para la muestra, vueltos a la calle como sanos que sanan ahí, confiados, cada uno con su bolsita de remedios al salir de las farmacias. Bolsitas de salud, tabletas para las lenguas de los enfermos que esperan apoyados en el borde las camas» (*). Para Neruda la farmacia era la «Iglesia de los desesperados, con un pequeño dios en cada píldora».

Un retrato lúcido, certero de esa muchedumbre creciente que sale de las farmacias, aferrada a sus bolsas colmadas de remedios. Caminan en distintos sentidos, con su «cargamento esencial», la promesa de salud incumplida, que los hará regresar una y otra vez a esa especie de «supermercado-iglesia», en que mutaron las antiguas boticas. Las farmacias han proliferado de manera incesante y con ellas también aumentaron los enfermos, que devenidos en clientes, han hecho de la industria farmacéutica un negocio floreciente que factura, según cálculos de la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios (Conadecus), alrededor de 1.600 millones de dólares al año.

Pero la avidez de lucro parece no tener límites para los tres consorcios que controlan el 96 por ciento del mercado. Fasa (Ahumada), Salcobrand y Cruz Verde aseguran que la denominada «Guerra de Precios», que se extendió por nueve meses, afectó sus márgenes en forma considerable. Esas pérdidas, explicarían la decisión de Cruz Verde de disminuir sus rebajas de los días lunes, de 30 a un 20 por ciento. Si bien, por el momento Fasa ha mantenido su política de descuentos todos los días de la semana y Salcobrand un 25 por ciento de rebajas los lunes, pronto cambiarán de estrategia. La razón: el nivel de descuentos impulsado por los tres consorcios farmacéuticos, es insostenible en el tiempo, porque afecta la rentabilidad del negocio, según voceros del sector.

No obstante, la realidad dice otra cosa. Tras la agresiva estrategia impulsada por el consorcio de la familia Harding, la participación de Cruz Verde en el mercado de medicamentos creció en un año sobre los 6 puntos y su participación en el mercado superó el 34 por ciento. Ha tenido una expansión explosiva: en 1995 contaba con 40 locales a nivel nacional y a enero de 2005 tiene más de 370, algunos de ellos en lugares alejados como Tierra del Fuego, Cerro Sombrero e Isla de Pascua.

De acuerdo a las cifras, a Fasa también le ha ido muy bien. Es la cadena de farmacias más importante de Latinoamérica, con ventas que en 2003 superaron los 1.062 millones de dólares. Cuenta con 1.000 locales distribuidos en Chile, Perú, Brasil y México, donde atiende a 167 millones de clientes al año. En Chile controla el 30 por ciento del mercado y es primera en ventas con 241.097 millones de pesos al año. En 2004, atendió a más de 47 millones de clientes en sus 229 locales del país.

La situación de Salcobrand no es diferente a la de sus competidoras. Cuenta con 219 locales, 82 en Santiago y el resto en Provincias, además de 12 locales en Perú. Según Conadecus el análisis de las declaraciones de Impuesto al Valor Agregado (IVA), permite deducir que vende aproximadamente 500 millones de dólares al año. Y si bien, no todo ha sido «miel sobre hojuelas», tras la dura disputa entre las familias accionistas, todo hace prever que Salcobrand seguirá creciendo. Al menos eso esperan lograr las familias Colodro, Selman y Weinstein, que luego de un acuerdo extrajudicial tomaron el control de la sociedad. Cabe señalar, que la familia Jaque salió del directorio al vender el 13 por ciento de su participación accionaria.

Pierden los clientes

Pero la denominada guerra de precios de los consorcios farmacéuticos ha sido puesta en duda por diferentes actores sociales. Uno de ellos, es la Unión de Dueños de Farmacias de Chile (Unfach), que agrupa a los pequeños propietarios de farmacias. La entidad, presentó una acusación ante la Fiscalía Nacional Antimonopolio y la Cámara de Diputados, denunciando que Fasa, Salcobrand y Cruz Verde acuerdan los precios de los medicamentos. Para el presidente de Unfach, Raúl Álvarez, no existe transparencia en los precios de los remedios, lo que permite a los tres consorcios engañar al público con supuestos descuentos. «Nadie sabe cuál es el valor real de los remedios y la autoridad no ha mostrado voluntad para terminar con una situación que beneficia a los grandes y lesiona los intereses y derechos de los pequeños comerciantes de nuestro sector», sentencia.

Una visión similar tiene Ernesto Benado, presidente de Conadecus, al analizar el impacto que ha tenido para los consumidores la excesiva concentración del sector farmacéutico. La gente tiene la impresión que con la guerra de precios puede comprar más barato, pero lo concreto es que el índice de precios promedio ha subido, asegura el dirigente. «Una de las causas más probables de este incremento es que está operando un cartel, un acuerdo en los precios entre las tres cadenas», señala.

En ese contexto, ciertamente ganan los consorcios, que aprovechan la creciente afluencia de un público que compra, inducido por la propaganda de descuentos que no son. Es aquí donde funciona la «Iglesia de los desesperados» a la que se refería Neruda. Miles de chilenos agobiados por una realidad que no ofrece alternativas a la competencia salvaje, el desempleo y la precarización laboral, sucumben ante la angustia, las crisis de pánico, la depresión, el stress o simplemente la hipocondría. En ciudades como Santiago, considerada entre las capitales con más enfermedades de carácter nervioso del mundo, los desesperados son presa fácil de las farmacias. Aseguran a los consorcios una clientela devota que consume cada vez más medicamentos.

El presidente de Conadecus coincide en que existe un incremento en el consumo de remedios en los chilenos. Lo atribuye al hecho que en la actualidad, el 80 por ciento de todas las enfermedades y tratamientos de salud, se pueden resolver mediante la receta de medicamentos genéricos, que no pagan patente. Ello significa que alrededor del 60 por ciento de todos los tratamientos de salud que requiere la sociedad actual se pueden resolver con remedios relativamente baratos. Sin embargo, «el problema que enfrentamos en Chile, es que ningún seguro de salud, público y privado, entrega los medicamentos en forma gratuita. Por ello, en Conadecus hemos planteado desde hace varios años, que el punto más importante de cualquier programa de salud, es la entrega gratuita de medicamentos genéricos», indica.

Lamentablemente, la respuesta de la autoridad no ha sido la mejor. «Recién hemos conseguido que en el Plan Auge (Acceso Universal con Garantías Explícitas), se entreguen medicamentos para 25 enfermedades. Si bien, no todos serán de acceso gratuito, sino a través de copago, los sectores de menores recursos, correspondientes a las tres primeras clasificaciones de Fonasa, lo recibirán gratis», explica. No obstante, reconoce que el problema no será resuelto mientras los demás medicamentos para tratar la mayoría de las enfermedades, no sean incluidos en el Auge.

Una de las soluciones planteadas por Conadecus es que Fonasa extienda la entrega de medicamentos genéricos gratuitos, a la brevedad. Sin embargo, Benado explica que hay otro obstáculo: como en Chile existe un formulario único de medicamentos, no hay capacidad para realizar la evaluación terapéutica de los remedios genéricos. «Cuando un médico receta en Chile una medicina genérica, que no es conocida por la marca o por un laboratorio, sino sólo por la molécula química, nadie certifica que su efecto terapéutico sea igual al de los otros medicamentos», señala. La solución está en manos de las autoridades del Ministerio de Salud, que se han comprometido a resolver el tema este año, señala. No obstante, reconoce que no hay ninguna seguridad que ello efectivamente suceda.

Mientras la autoridad decide actuar, la evaluación terapéutica de los genéricos es realizada por laboratorios extranjeros. Lamentablemente, como el interés de esos laboratorios es vender sus propios productos con marca y patente, mucho más caros que los genéricos, es muy difícil garantizar un buen resultado, sostiene el dirigente de Conadecus.

Algo parecido sucede con los consorcios farmacéuticos. Privilegian la venta de sus propios productos y los de aquellos laboratorios más caros. Los medicamentos del Formulario Nacional, sustancialmente más baratos que los demás, nunca son ofrecidos a los clientes. Por el contrario, generalmente son negados, obligando al público a pagar más. El resultado es siempre el mismo: ganan las grandes cadenas y pierden las farmacias pequeñas y los clientes.

«Mientras en este país no se cumplan las leyes antimonopólicas como la 211, ni las resoluciones de la Comisión Nacional Antimonopolios, nada cambiará», reclama el presidente de Unfach. Un mal precedente en ese sentido, es el nulo resultado que han tenido las dos comisiones de la Cámara de Diputados, encargadas de investigar el tema, encabezadas por los socialistas Juan Pablo Letelier y Fulvio Rossi. Raúl Álvarez, sostiene que no hay voluntad de la autoridad para investigar. Y tiene razón: la ausencia de un estado que se niega a intervenir y a regular el mercado, ha permitido que prevalezcan en el ámbito farmacéutico – como en los demás sectores productivos – los intereses de los empresarios por sobre las necesidades y derechos de todos los chilenos.

Por eso, por las puertas de las farmacias, deambula un Chile enfermo, que no tiene conciencia de su enfermedad. Un país que no encuentra un camino ancho que lo sane de verdad. Como dice Eduardo Vasallo, «Nos preguntábamos quién sería el próximo en enfermar y entrar a la farmacia para escuchar una teoría de males para la que no parecía dar abasto lo que nos quedaba de vida. Y no creímos que fuera posible. La tos de mi hermano, el asma mía, la fiebre, nada, nada nos importaba, ni siquiera el remedio para un dolor que todavía no imaginábamos».

El gasto en salud de los chilenos

Chile destina alrededor de un 5,8 % del Producto Interno Bruto (PIB) a salud. Los países vecinos como Argentina y Uruguay gastan un 8 y un 10%, respectivamente. Mientras Estados Unidos y España, un 13 y un 8 %.

Los chilenos costean de su bolsillo un 27 % del gasto total en salud, que en 2003 ascendió a US$ 1.080 millones. Cabe señalar, que esta cifra sólo contempla los gastos realizados en copagos y remedios, y no incluye el 7 % de la renta, que le es descontada en forma obligatoria a cada trabajador para pagar Isapre o Fonasa.

En nuestro país, las personas financian alrededor del 60 % de todo el gasto en salud. En otros países, el financiamiento es compartido con el empleador y el estado realiza un aporte mayor. Además, la cobertura de los planes de salud cubren medicamentos e insumos médicos.

(*) del poeta chileno Eduardo Vasallo, «Las Farmacias de la Infancia».