La patronal y sus políticos patronales se sienten viviendo un clima de impunidad histórica. Inclinándose por uno u otro candidato, no hacen mayores diferencias y se sienten cómodos tanto con la alternancia como con la continuidad, aunque no terminan de explicar consistentemente, ni sus analistas políticos, lo que llaman el fenómeno Bachelet. La sensación es […]
La patronal y sus políticos patronales se sienten viviendo un clima de impunidad histórica. Inclinándose por uno u otro candidato, no hacen mayores diferencias y se sienten cómodos tanto con la alternancia como con la continuidad, aunque no terminan de explicar consistentemente, ni sus analistas políticos, lo que llaman el fenómeno Bachelet. La sensación es razonable, pero su ceguera creciente es un signo más de las tendencias al declive- lento y controlado- del neoliberalismo en nuestro país.
El reino de la impunidad patronal
Los patrones y sus políticos patronales se sienten en la más completa impunidad. Así lo expresó el estandarte patronal de «la Papelera», la CMPC, Ernesto Ayala, al ser preguntando por la posibilidad de que Bachelet sea la próxima presidenta de Chile: «En los últimos 50 años los empresarios hemos pasado por las alternativas políticas más alternantes que usted conoce. En consecuencia lo que viene puede ser grave o no grave, triste o no triste, pero igual vamos a seguir caminando bien». (El Mercurio, 8/8).
Acorde con este clima de impunidad histórica (¡una mirada de 50 años en una línea!) y en todos los terrenos, Lagos indultó al asesino material de Tucapel Jiménez. El gobierno pretende reconocimiento porque entrega un aguinaldo más alto para las fiestas patrias, con un gesto de aristocrática dádiva. Se juega con fuego en la campaña presidencial, mostrando la punta del iceberg de la corrupción de los políticos patronales (apropiación de riqueza que produce el pueblo trabajador), porque después terminan en acuerdos que denominan gestos de estadistas (demostrando tanto Longueira como Lagos que se vanaglorian de este título qué bajo vuelo tienen creyéndose estadistas pro un acuerdo simple de reparto de excedentes y reformas antiobreras que no necesitan tanta grandilocuencia). Se despliega una campaña sucia en la que oscuros personajes ligados al comando de Lavin hacen revelaciones periodísticas basadas en operaciones de inteligencia ensuciando a su competidor también de derecha. Peor aún se reconoce con toda soberbia que la inteligencia policial estatal contra el pueblo trabajador es de rutina.
Sabiendo no sólo que tienen la campaña presidencial prácticamente perdida, sino que deben disputar la primacía dentro de la derecha, pero sabiendo sobre todo que la Concertación no tiene ni siquiera mínimos gestos de izquierda, la UDI en la figura de Longueira se lanza a una campaña completamente reaccionaria contra los homosexuales y contra el aborto, y definiéndose como el único dique contra lo que llaman el extremismo y la izquierdización de la Concertación. Saben que no pueden polarizar, confían en la Concertación. Tienen motivos.
La muerte por decreto
Los patrones y sus políticos patronales, junto con sus muy sesudos analistas y periodistas, dan por muerto de hecho a la clase trabajadora y a todos los explotados y oprimidos de Chile. Aunque mencionen el escándalo social de la mala distribución de los ingresos, etc, lo toman como un problema de mercado corregible con políticas de focalización del gasto, medidas de ingeniería financiera, asistencia social, compasión patronal (llamada Responsabilidad Social de las Empresas), etc. Los protagonistas, para ellos, son ellos mismos. Veamos lo que nos dice uno de sus analistas: «(…) por debajo de las dos grandes coaliciones, hay razones para temer que en Chile siguen subsistiendo los mismos tres tercios que en un pésimo momento histórico terminaron haciendo inviable la democracia chilena. Hay quienes piensan- seguramente con buenas razones- que no fue eso lo que precipitó el derrumbe, que la atomización de la escena política no era otra cosa que la manifestación de desencuentros irreconciliables en la clase dirigente que al día de hoy posiblemente no están presentes» (Héctor Soto, La Tercera, 7/8). Así que no fueron las grandes clases, los trabajadores, los campesinos, los pobres, las tomas de fundos de los trabajadores agrícolas y campesinos, los cordones industriales, las tomas de fábrica, la organización de la distribución de los alimentos, los estudiantes poniendo sus conocimientos al servicio de la clase trabajadora, las grandes movilizaciones. No, para ellos, el problema era que «la clase dirigente» no llegaba a consensos. Este acto de soberbia, esta distorsión dela realidad, esta manifestación del actual clima de impunidad histórica, esta ceguera creciente, es un signo, aunque aparente la máxima fortaleza, de creciente debilidad.
Y se ve hoy mismo en el proceso electoral en curso y su imposibilidad de explicar lo que llaman el fenómeno Bachelet.
El fenómeno Bachelet
Para explicarlo no vamos a mencionar lo obvio: la favorable coyuntura económica o los desgarros de la derecha entre sí. Lo que seguro no vamos a plantear es la explicación superficial de los analistas y periodistas patronales y sus frases sobre la simpatía, la identificación emocional, etc.
La clave está en que hay una clase social, la clase trabajadora, que mayoritariamente está votando por la Concertación. No porque sea concertacionista. Sino por una combinación de motivos, que, junto con la coyuntura económica favorable, dan este resultado una vez más. Uno de ellos es que la derecha apareció en toda su intensidad como lo que es, la abanderada del pinochetismo en cuanto fuerza de choque política de los intereses patronales que destruyeron las conquistas y aplastaron los derechos y redujeron a la nada casi los intereses de la clase trabajadora. Otro es que ante este escenario, la Concertación retomó la iniciativa y dio curso a una serie de tibias medidas que desde estas páginas llamamos auto- reformas parciales por arriba, con medidas que se presentan como favorables para la clase trabajadora, pretendiendo fortalecer su rol como amigos del pueblo, para evitar que la clase trabajadora tome la resolución de sus problemas en sus propias manos. También queremos plantear que esta ubicación de la Concertación como amigos del pueblo, no sólo se apoya en la derecha como fuerza de choque política del pinochetismo, sino en las direcciones sindicales y la izquierda del régimen que sostienen por izquierda a la Concertación, con su política de colaboración de clases (las direcciones oficiales de la CUT con su política de diálogos sociales con los patrones, el PC y sus amigos con los llamados a votar a la Concertación, a pactos parlamentarios, etc). Por último, un último factor que muestra el carácter de estos políticos patronales: se apoyan en las necesidades terribles de la clase trabajadora, explotando a su favor pérfidamente los padecimientos que ellos mismos provocan: «Ricardo Solari cuenta que las investigaciones que el comando (de Bachelet) viene haciendo desde fines de año pasado revelan que las personas quieren cambios relacionados con su calidad de vida (…) Explica: ‘El discurso ‘ofertero’ está superado. La gente sabe que ni la Concertación, ni la Alianza resolverá sus problemas en el corto plazo; conoce los límites, los tiempos, la complejidad de las cosas. Y como la economía competitiva de mercado es muy exigente, como las jornadas de trabajo son largas y la población concentrada en 3 grandes centros urbanos está obligada a largos traslados, hay agobio. Todos están estresados y se sienten vulnerables. Las posibilidades de progresar, de tener un trabajo con condiciones dignas, son limitadas, Hay mucha rotación y volatilidad. El mundo laboral es un espacio muy duro’ (…). Por eso, ante la incertidumbre, el agobio y la tensión, todos quieren ser acogidos (…) Como dirían en Estados Unidos, comenta Solari, ‘que lo traten como a un blanco’.» (Mercurio, 24/8)
Es así que las encuestas y estudios dicen que el fuerte de Bachelet está en los segmentos C3 y D, según el lenguaje de los estudios de opinión de la sociología de mercado. En chileno, en la clase trabajadora y el pueblo pobre.
La desesperanza y resignación que menciona Solari viene modificándose. Lentamente, dificultosamente. Pero persistentemente. La ceguera de este período, se los impide ver. A los marxistas no.
Los muertos que vos matáis, gozan de buena salud
Ese peso decisivo de la clase trabajadora que se expresa distorsionadamente en las elecciones y votando por su verdugo, la Concertación (y en parte a la derecha), muestra, en esta forma distorsionada, la potencialidad de la clase trabajadora para decidir los destinos del país. Sus luchas crecientes, sus esfuerzos por construir nuevas organizaciones, por definir nuevas políticas sindicales, por hacerse pesar en la vida política nacional, en respuesta a los ataques patronales incesantes, expresan más propiamente la potencialidad de una clase trabajadora viva y decisiva para determinar los destinos de un país. Aunque aún se trata de procesos iniciales, defensivos y aislados, pero que comienza a acumular fuerzas, extraer lecciones, preparar el futuro. Es necesario comenzar a avanzar más decididamente por este camino. Sólo será posible a condición de que levantar una política independiente como clase, construyendo un partido de trabajadores revolucionario que comience por enfrentar la impunidad patronal hoy respondiendo a los problemas actuales e inmediatos planteados, y preparándose desde aquí para luchar por una República de Trabajadores basada en los organismos de la democracia directa de la clase trabajadora, terminando con la explotación patronal, base de la impunidad de la que hoy hacen uso y abuso.