Recomiendo:
0

Entrevista a Juan Guzmán Tapia, el juez chileno que procesó al dictador

«Henry Kissinger merece el mismo juicio que Pinochet»

Fuentes: El País

Juan Guzmán Tapia es decano en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Chile. Fue magistrado durante 36 años y procesó al ex dictador chileno Augusto Pinochet. Está casado con Inés, francesa, hija de un militante en la Resistencia. Tienen dos hijas: una vive en París, y la otra, en Santiago, y es […]

Juan Guzmán Tapia es decano en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Chile. Fue magistrado durante 36 años y procesó al ex dictador chileno Augusto Pinochet. Está casado con Inés, francesa, hija de un militante en la Resistencia. Tienen dos hijas: una vive en París, y la otra, en Santiago, y es lo que hubiera querido ser su padre: profesora de literatura. Ha publicado un volumen autobiográfico (En el borde del mundo. Memorias del juez que procesó a Pinochet, Anagrama) y es autor de una trilogía narrativa. Satisfecho con la idea de «justicia universal», cree que Henry Kissinger hubiera debido tener el mismo trato procesal que Pinochet.

Pregunta. ¿Usted estudió derecho por obligación?

Respuesta. Estudié derecho porque no sabía qué otra cosa estudiar. Fue un gran error. Pude haber sido profesor de literatura castellana, que es lo que me estimuló gran parte de mi vida. Pero opté por una de esas carreras que se llaman tradicionales, aunque no lo son nada. Era lo que correspondía en la burguesía chilena. En 1972 llegué a juez y tomé cariño al trabajo de magistrado. Aprendí a utilizar el derecho para tratar de hacer justicia.

P. Una justicia que, dice usted, está al servicio del poderoso.

R. Es algo que vemos permanentemente. Los temas que exigen más tiempo, más dedicación, son los relacionados con el dinero. Sobre todo cuando se trata de cantidades muy importantes. En cambio, una sentencia por homicidio, que trata de la vida de un ser humano, se ve en primera instancia en menos de una hora. Y en las cortes de apelación no lleva más de cinco minutos. En cambio, las causas económicas, con millones en juego, llegan a la Corte Suprema y requieren mucho tiempo.

P. Hay un refrán: tengas pleitos y los ganes. Como si eso solo ya fuera una maldición.

R. La justicia ha sido tradicionalmente lenta. Eso es ya una maldición, y significa perder 20 años de la vida muchas veces.

P. Esa dilación a veces cobra sentido. El proceso a Pinochet, antes hubiera sido imposible.

R. Éstos han sido juicios emblemáticos que han demostrado al país la verdad de los horrores que se produjeron durante la dictadura militar. Ése, para mí, ha sido el principal sentido y la principal lección de los procesos de Pinochet. También se ha producido la rehabilitación de la memoria de las víctimas: se ha visto que se trataba, en la mayor parte, de gente honesta, patriota, que aspiraba a un país más justo e igualitario.

P. A Pinochet se le imputan asesinatos y robos. Hay quien parece considerar peor lo segundo que lo primero.

R. El dictador va contra la vida de sus compatriotas, de hermanos de distintos países que estaban en Chile. La chilenidad más auténtica conoce a Pinochet por los homicidios y otras violaciones de los derechos humanos. El resto de la sociedad, la alta burguesía, se siente ahora ofendida porque se ha dado cuenta de que también fue engañada, porque afectó a su bolsillo.

P. ¿Confiaba en sacar los procesos adelante?

R. Sí. Me di cuenta de que había una base muy fuerte para la acusación en el episodio de la calle de Conferencia [desaparición de seis dirigentes del Partido Comunista, en 1976], y, más adelante, en otro proceso, la caravana de la muerte. Había bastantes antecedentes que me permitían llegar hasta Pinochet como autor de ambos episodios. Luego lo vi en otras causas. Él dice que no sabía, pero está claro desde el principio que fue una actuación de la DINA y que él sabía de los crímenes que se perpetraban en Chile.

P. ¿Corregiría lo que hizo?

R. Hoy, no. En una época hubiera tratado de ser menos mediático. Pero hoy creo que eso sirvió a mis compatriotas para pasar por el mismo proceso que pasé yo: creer que habíamos vivido una dictablanda y no una dictadura donde se produjeron más de 3.000 asesinatos, donde continúan más de mil desaparecidos, donde fueron torturadas 28.000 personas. El haber sido tan mediático permitió que se supiera lo ocurrido durante los 17 años de dictadura.

P. ¿El proceso es esa novela que no escribió de joven?

R. Va a ser parte de la novela que empecé a escribir de joven. Es una trilogía: Los pobres de espíritu. La primera parte está concluida, pero tengo que revisarla y corregirla. ‘Los lazos invisibles’ es la etapa del apego a las cosas, lo contrario a la pobreza espiritual. La segunda parte se titula ‘Lo más profundo de la noche’. La tercera, ‘El jardín de invierno’, cuando el hombre logra despegarse de lo material que tanto representó para él. La segunda parte cuenta la vida y la muerte de personas durante la dictadura.

P. Cuando esta semana se anunció que Pinochet podía ser procesado, una compañera exclamó: «¡Larga vida a Pinochet!».

R. En las cortes de apelación, debido a la pusilanimidad de algunos miembros, y también en la Corte Suprema, hubiera sido lo mejor para ellos que Pinochet hubiera fallecido y no hubieran tenido que pronunciarse sobre su salud mental y sobre sus responsabilidades. Ahora que se ha visto la luz y se conoce la verdad sobre sus facultades mentales, lo mejor para la justicia en Chile sería una larga vida de Pinochet.

P. El Supremo de Chile ha decidido que no hay falta de salud mental. ¿Era pura maldad?

R. Hay unas enfermedades mentales que son las psicopatías. Los psicópatas son aparentemente normales. La historia nos ha demostrado que hay personajes como Hitler, Stalin, que son psicópatas. La jurisprudencia, de acuerdo con la psiquiatría, no les excluye de la responsabilidad penal. Ven al prójimo con menos amor, y ésa es la gran psicopatía: la frialdad, el desamor. Son movidos por lo que les apetece o creen que les engrandece. En el caso de Pinochet, estoy convencido de que hoy no se arrepiente de uno solo de los crímenes, porque se siente llamado por el destino o por Dios para la misión de librar a Chile del comunismo. Y morirá con esa creencia. Yo creo que posiblemente, cuando muera, va sentir que no tiene con quién confesarse.

P. El juicio a Pinochet ¿sirve de advertencia a los dictadores?

R. Sí. Ahí está la fuerza de la jurisdicción universal. Cuando un país no puede o no quiere juzgar a alguien por los crímenes cometidos, la justicia universal se encargará de eso. O se va a encargar. Ése es el mensaje más importante de Baltasar Garzón.

P. Pero no afectará a Estados Unidos; es decir, a los poderosos.

R. Estados Unidos, que declaró los principios que sirvieron para las revoluciones del resto del continente, debería ser el país que más defendiera la democracia, la igualdad, la libertad de credos. Está muy lejos de ello, sólo creen en la seguridad nacional y el dinero.

P. ¿Hubiera habido que procesar a Henry Kissinger?

R. Hubiera sido muy importante. Kissinger merece el mismo juicio que Pinochet.