Nuevamente nos disponemos a celebrar el Día Internacional de los Derechos Humanos (10 de diciembre). Es un buen momento para recordar las obligaciones pendientes en materia de derechos humanos y aportar una reflexión desde el ámbito universitario, planteándonos la cuestión de si los derechos humanos están presentes en él; presentes no sólo en la celebración […]
Nuevamente nos disponemos a celebrar el Día Internacional de los Derechos Humanos (10 de diciembre). Es un buen momento para recordar las obligaciones pendientes en materia de derechos humanos y aportar una reflexión desde el ámbito universitario, planteándonos la cuestión de si los derechos humanos están presentes en él; presentes no sólo en la celebración de actos puntuales, sino en la formación de los universitarios.
¿Hay obligación de impartir derechos humanos en el sistema educativo, y en concreto en la universidad, o se trata simplemente del empeño de unos cuantos románticos ociosos. Veamos algunas referencias:
– La Declaración y el Programa de Acción de Viena, emanados de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993, pide a Estados e instituciones que incluyan los derechos humanos, el derecho humanitario, la democracia y el imperio de la ley como temas de los programas de estudio de todas las instituciones de enseñanza académica y no académica (art. II.79).
– La UNESCO, en el marco de la 44ª Reunión de la Conferencia Internacional de Educación (Ginebra, 3-8 octubre 1994), señala que debe introducirse en todos los niveles educativos una auténtica educación cívica que comprenda «los fundamentos éticos, religiosos y filosóficos de los derechos humanos, las fuentes históricas y la evolución de dichos derechos, su expresión en las normas nacionales e – internacionales…» (art. 17). Igualmente, recomienda introducir en los programas de estudio de las instituciones de enseñanza superior, valores y aptitudes referentes a la paz, los derechos humanos, la justicia, la práctica de la democracia, la ética profesional, el civismo y la responsabilidad social.
– El Decenio de las Naciones Unidas para la Educación en la Esfera de los Derechos Humanos (1995-2004) resalta que deberán incluirse temas y cuestiones fundamentales relacionados con los derechos humanos en los programas de capacitación técnica y profesional, los códigos de conducta profesionales, los procedimientos de funcionamiento, así como en los niveles de enseñanza preescolar, primaria, secundaria, universitaria y en otras instituciones de enseñanza superior.
– Aunque el texto anterior tenía vigencia hasta 2004, en la actualidad sus planteamientos siguen vigentes a través del Programa Mundial para la Educación en Derechos Humanos, que en el apartado dedicado a políticas educativas en materia de educación en derechos humanos, indica (art. 23) que «…la planificación y la organización de actividades apropiadas para el desarrollo educativo y profesional es una responsabilidad compartida entre múltiples agentes: el ministerio de educación, las universidades, por medio de sus facultades de Educación y otros departamentos…».
– El Consejo de Europa, en su Recomendación [Rec (2002)12] sobre la educación para la ciudadanía democrática (que incluye taxativamente educación en derechos humanos) señala que las políticas educativas relativas a estas cuestiones deben tener en cuenta todos los niveles educativos.
Este tipo de declaraciones son rimbombantemente apoyadas por los gobiernos de todos los países desarrollados. Lamentablemente, los sucesivos gobiernos de nuestro país las han interpretado no como compromisos, sino como auténticos «brindis al sol», demostraciones de buen «talante», gestos para la galería. El caso que se ha hecho a organismos como la Unesco o el Consejo de Europa ha sido literalmente nulo. De manera que cabe interpretar el entusiasta apoyo a estos textos sólo desde la deliberada postura de no tener ni la más remota intención de cumplirlos. Como no hay sanciones previstas, es fácil hacerse la foto en estos actos y apoyar en todo el mundo la democracia y los derechos humanos. Sólo que a uno se le ponen los pelos de punta cuando oye este tipo de expresiones en boca de determinados líderes mundiales, que las emplean cuando están preparando a los ejércitos. Porque, en realidad, las grandes causas se invocan para disfrazar intereses inconfesables.
Pero, ¿basta con echar la culpa a los gobiernos? Asumamos también nuestras responsabilidades desde la Universidad y promovamos la conciencia de la necesidad de este tipo de formación. El actual proceso de construcción del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) brinda una ocasión idónea para estas reflexiones. Las futuras titulaciones de grado y posgrado pueden albergar este tipo de formación, pero se necesitan personas concienciadas para llevar adelante debates e iniciativas que contarán, seguramente, con la resistencia de las mentes tecnocráticas y de los que abogan por que la Universidad ofrezca exclusivamente formación profesional y descarte la reflexión intelectual y social. La comunidad universitaria debe plantearse estas cuestiones, y los equipos rectorales también deben impulsarlas, no dejando que este tipo de formación quede al albur del voluntarismo de algunos profesores que ofrecen asignaturas de libre configuración, seminarios o cualquier otro tipo de actividad.
Pedro López López
Profesor de la Universidad Complutense
Miembro del equipo de Educación en Derechos
Humanos de Amnistía Internacional