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La verdadera trascendencia de las elecciones

Fuentes: La Nación

Es un hecho, un dato de la realidad, que el escenario político de Chile pos Pinochet, el de la llamada transición, ha estado signado por un tipo de gobernabilidad dada por dos grandes bloques políticos: la derecha y la Concertación. En los dos primeros gobiernos civiles, el referente de la Concertación para sostener la «democracia […]


Es un hecho, un dato de la realidad, que el escenario político de Chile pos Pinochet, el de la llamada transición, ha estado signado por un tipo de gobernabilidad dada por dos grandes bloques políticos: la derecha y la Concertación. En los dos primeros gobiernos civiles, el referente de la Concertación para sostener la «democracia de los consensos y los acuerdos», la democracia «en la medida de lo posible», al interior de la derecha, fue Renovación Nacional. En esa fase, la legitimación política e histórica de una «derecha democrática», provino de la Concertación y sus gobiernos. Una carta de presentación que ni la propia derecha se esperaba. Y que le ha sabido sacar provecho hasta la «última gota».

Los entendimientos no fueron sólo coyunturales, incluyeron agendas estratégicas. A mediados de la década de los 90, el Partido Comunista, antes de las elecciones parlamentarias de ese año, advirtió de que este proceso de legitimación de la derecha, más el desencanto que generaban los regímenes concertacionistas, tendría como efecto el surgimiento de una demagogia populista que podría favorecer, política y electoralmente, a la derecha. Así ocurrió. Entonces, el PC propuso un acuerdo nacional por cambios democráticos, con cuatro asuntos de contenidos políticos y sociales (cambio del binominal; anulación de la ley de amnistía; reformulación del Código del Trabajo y una nueva redistribución de los ingresos y las riquezas). Tal acuerdo, se dijo, debía expresarse en las elecciones, generando una nueva correlación en el Parlamento, con más parlamentarios concertacionistas, tanto en la cámara alta como en la baja; seis a siete diputados comunistas y la posibilidad de dos senadores del PC; y la baja ostensible de la derecha en su representación sobredimensionada por el sistema binominal.

La Concertación no cuestionó los contenidos de la propuesta, pero rechazó el acuerdo político. Las elecciones mostraron a la UDI en crecimiento y Joaquín Lavín se levantó como un nuevo líder presidencialista. El Presidente Lagos, en su Gobierno, en el marco de la «democracia de los consensos y acuerdos» con la derecha, cambió de referente para los grandes y globales consensos: el papel de RN lo asumió la UDI. Ahora, los dos grandes bloques se preparan para medir fuerzas, en pro de nuevos equilibrios en un contexto y marco que no cambia prácticamente en nada. Entonces, ¿qué podría ser lo nuevo, o lo que puede generar nuevos dinamismos en el escenario político chileno?

En rigor, el surgimiento, la emergencia, la consolidación de un tercer actor político; un nuevo sujeto, una nueva fuerza capaz de incidir en este cuadro global. La izquierda y las expresiones progresistas críticas al modelo aplicado en Chile y a sus administradores comenzaron la búsqueda de un nuevo modelo político y económico. Este proceso se extiende rápidamente, aunque en términos mediáticos y sociales amplios todavía no tiene espacios importantes. Pero existe y se extiende, como modelo de futuro. Las elecciones pueden ser un paso adelante en esta dirección. Si esta izquierda crece, se consolida la posibilidad de incidir en este cuadro binominal, de dos bloques, incluso se abre la posibilidad de incidir en algunas expresiones del centro político. Del punto de vista social, de las demandas, una izquierda en crecimiento, será más escuchada, tendrá más espacios de lucha, será más visible. El voto es un instrumento político que se debe ejercer, más allá de los pragmatismos y sus utilidades.

– Juan Andrés Lagos es miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de Chile.