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Dos más una: tres de lo mismo…

Fuentes: Rebelión

No deja de ser inteligente la presentación de la derecha chilena por medio de dos candidaturas postulantes al trono presidencial, las cuales tras sus aparentes y mediatizadas diferencias ocultan el verdadero propósito político de su gesto. La idea no ha sido madurada precisamente con el fin de postularse en dos bloques para ejercer democráticamente el […]


No deja de ser inteligente la presentación de la derecha chilena por medio de dos candidaturas postulantes al trono presidencial, las cuales tras sus aparentes y mediatizadas diferencias ocultan el verdadero propósito político de su gesto.
La idea no ha sido madurada precisamente con el fin de postularse en dos bloques para ejercer democráticamente el derecho a ser diferentes, o luego de no haber logrado aunar una posición única con la que «oponer una alternativa» a la Concertación, sino que es algo mucho más maquiavélico y que esperan sea productivo.
 
Objetivamente, tal y como lo hemos podido experimentar en estos años de «neodemocracia postdictatorial», no es mucho ni tan siquiera apreciable el tramo que distancia las alternativas de gobierno neoliberal de ninguno de los tres postulantes defensores del paradigma impuesto como modelo en Chile durante los años de dictadura; en el fondo son todos «hijos de la misma madre» que los parió.
 
Es cierto que la derecha en sus diferentes versiones de lo mismo, fue quien tuvo el indigno «honor» de tener que aparecer como la impulsora responsable de dicho modelo, habiendo logrado su cometido protegida por la fuerza dictatorial de triste e impune recuerdo. Y ello fue lo que les costó el precio político de ser reemplazada como proyecto de gobierno y nada más, pues como nos consta, no se tocó ni un ladrillo del edificio que se levantaba desde los años de dictadura, sino más bien al contrario, los albañiles que les relevaron demostraron ser mucho más efectivos, menos chapuceros y sobretodo, contaron al principio con el apoyo de los millones que creyeron ingenuamente que la «alegría venía».
 
En esos momentos no se podía apreciar con claridad que el modelo neodemocrático «concertacionista» no estaba diseñado ni por el pueblo chileno antidictarial ni para servir de alternativa real de cambio, sino que era simplemente un relevo para lo mismo que había sido impuesto.
 
Durante años, la Concertación se las arregló para neutralizar mañosamente la esperanza de cambios anidada en el alma popular mientras el pueblo confiaba en que habría una transición hacia algún lado. Durante años, quienes idearon la Concertación como modelo de salida al período dictatorial respiraron tranquilos en sus sillones emplazados no en La Moneda sino más lejos, en el Pentágono. Una vez más, el amo imperial había logrado reducir a nuestro pueblo a la impotencia con el engaño. Tal como lo había hecho en diversos lugares del globo cuando propuso y logró que las dictaduras neutralizaran y desarticularan los movimientos populares que amenazaban su dominio, también se salía con la suya en la propuesta de relevo neodemocrático de las mismas, cuando estimó llegado el tiempo. No es coincidencia que en diversos lugares del planeta, tanto los momentos de imposición dictatorial como los del relevo de las mismas, se produjeran casi al unísono e impulsadas tanto abiertamente como desde las sombras y sin ninguna excepción por el gobierno de los EEUU.
 
Nada era mejor para reemplazar las dictaduras, que un modelo de gobierno neodemocrático que operara de modo contrainsurgente y que además contara con el apoyo de los propios pueblos engañados; de ese modo se podría seguir en lo mismo y tranquilamente. Así es que nuestro modelito de Concertación fue ideado para durar mil años cumpliendo su cometido de desmovilización, restringiendo la participación popular al momento de emitir el voto y elegir «representantes»; reprimiendo sin contemplaciones a quienes osaran salirse de los parámetros trazados y manteniendo así incólume el sistema… La parte «civil» e imprescindible que toda buena Doctrina de Seguridad Nacional que se precie de tal debe poseer.
 
Pero la vida es más sabia y hábil que los ideólogos del «fin de historia» y los pueblos más sabios y rebeldes para sobrepasar los marcos en que se les quiere contener. Es imposible, para un sistema intrínsicamente inhumano, aparentar buenos modos por un largo tiempo; su verdadera cara y propósitos son contradictorios con las «buenas maneras» que trata de mostrar. Así como nunca ha tenido reparos ni escrúpulos en dominar pueblos mediante el crimen, la tortura, el hambre y la guerra, tampoco los tiene en el empleo de la mentira… pero la mentira, como dice el dicho popular, «tiene las patas cortas».
 
Hoy, para restarle votos a la novel alternativa del Podemos planifican presentarse «divididos en tres» postulaciones. Calculan así que lograrán capitalizar los votos que anden por ahi dando vueltas en el limbo de la indecisión hacia cualquiera de las tres ofertas; pura técnica de mercadeo. De ese modo esperan contrarrestar la «corrida» de votos hacia el Podemos que se producirá inevitablemente desde muchos hasta ahora esperanzados en la Concertación. Lo que aparece como dos propuestas alternativas desde la derecha frente a la Concertación en realidad no hace más que «prestar ropa» y asegurar el proyecto estratégico de dominación, sumando a todos los que pudieran estar en contra del Podemos hacia alguna de las ofertas que en el fondo, siguen siendo más de lo mismo y para todos los gustos. Después se repartirán la torta.
 
Tiemblan ante las urnas pero seguirán siendo títeres de los designios imperiales.
 
Aunque el Podemos y su reciente conformación no constituye todavía ni con mucho un «peligro real» para el sistema en el corto plazo, es en los hechos una alternativa a la que recurrirán miles de chilenos y que se hará expresa en el porcentaje de votos que le apoye. Para el pueblo chileno que hasta ahora no tenía otra alternativa de expresión en el marco del modelo, el Podemos la será en términos de esperanza de cambios. Cualquier porcentaje que el Podemos obtenga será entonces de pueblo dispuesto a creer y construír otro Chile diferente y necesario; una base imprescindible.
 
La responsabilidad es inmensa. Después de décadas alternando entre dictadura y mentiras, sectores diversos de nuestro pueblo vuelven a tener esperanza y a creer en que es posible levantarse organizadamente. Ello debe servir de aliciente y de responsabilidad para que las organizaciones políticas que conforman el Podemos asuman la tarea de unir a todos, no sólo para este efímero momento electoral sino en una proyección hacia el futuro. Y para ello tendrán que comprometerse a incorporar unitariamente en un proyecto gigantesco a todos los sectores posibles de andar ese camino, sin los sectarismos cuasi atávicos ni otros métodos que atentan contra la unidad necesaria y que son precisamente algunas de las razones que en esta coyuntura electoral han restado a muchos de integrar el Podemos.
 
La experiencia que los jóvenes militantes y simpatizantes del Podemos han realizado durante estos meses de campaña electoral en medio del pueblo, debe conceptualizarse para proyectarse más allá de la coyuntura en un referente fraterno y unitario que alcance a todos aquellos que ahora «quedaron fuera»; cada individuo y sector en lucha, cada lugar en donde el sistema capitalista hiera con su inhumanidad los derechos de millones, tiene que ser motivado a incorporarse a ese proyecto, interrelacionando solidariamente a sus protagonistas. Infinidad de luchas sectoriales hoy dispersas deben ponerse en contacto para potenciar la solidaridad y la acción y esa es una tarea que corresponde a todos los que entienden que hace falta un Chile diferente, que de continuidad a nuestra historia interrumpida y pendiente desde un ya lejano Septiembre de 1973. Estas formas de verdadero poder popular, construído en el corazón del sistema con respuestas concretas ante cada necesidad, será en la práctica estar construyendo lo que todavía hoy se menciona en voz baja: nuestro proyecto al socialismo.
 
«Y si todos fuéramos capaces de unirnos… ¡Qué grande sería el futuro y qué cercano!»
 
Ernesto Che Guevara