Hubo un día, aciago, en el que el PSOE tropezó. Decidió cambiar su vereda histórica con respecto a la territorialidad vasca y nos metió a todos en un berenjenal del que, tarde o temprano, tendremos que salir. Fue un día en que el PSOE se mintió a sí mismo y luego, con la ayuda de […]
Hubo un día, aciago, en el que el PSOE tropezó. Decidió cambiar su vereda histórica con respecto a la territorialidad vasca y nos metió a todos en un berenjenal del que, tarde o temprano, tendremos que salir. Fue un día en que el PSOE se mintió a sí mismo y luego, con la ayuda de la derecha, socializó la mentira.
Recordemos que la Federación Socialista Vasco-Navarra ya existía en los años 20 y durante la República, los socialistas navarros se mostraron a favor de aprobar un Estatuto vasco siempre que fuera laico, liberal y de acuerdo a la constitución republicana. Por eso aceptaron en principio el que elaboró la Sociedad de Estudios Vascos, y en las grandes plazas del socialismo navarro, Pamplona y Tudela, sus concejales votaron a favor.
El apoyo masivo al Estatuto Vasco o Vasco-Navarro en tres asambleas generales de Ayuntamientos tuvo como protagonistas no sólo a grandes líderes socialistas como Constantino Salinas, Salvador Goñi o Florencio Alfaro, primer concejal socialista de Pamplona, sino la flor y nata de la izquierda republicana, como Mariano Ansó; Rufino García Larrache; Ramón Bengaray; Jesús Artola; Julio Huici; Javier Iciz; David Jaime; los tudelanos Aquiles Cuadra y José Burgaleta, y otros muchos que luego fueron fusilados o exiliados.
El Frente Popular Navarro
Sólo las cláusulas vaticanistas de Estella introducidas en el Estatuto, y el miedo a que éste fuera capitalizado por la derecha, hizo dudar a parte de la izquierda en la última asamblea de Ayuntamientos, en la que, por mínima diferencia, Navarra se quedó fuera del proyecto, para regocijo de los fascistas arrebañados en torno al Diario de Navarra. Pronto se dieron cuenta del engaño y en 1936, nada más triunfar el Frente Popular, todas las izquierdas navarras solicitaron al Gobierno que Navarra se integrase en el Estatuto Vasco. El escrito, rotundo y de gran calado histórico, lo firmaban ANV, republicanos, comunistas y socialistas. Entre estos últimos, el PSOE, la UGT y las Juventudes Socialistas.
Luego, la cárcel, la cuneta y el exilio. Los navarros exiliados se integraron de forma natural en organismos de resistencia vascos. Así que cuando en los años 70 se formó en Navarra el Partido Socialista de Euskadi, simplemente continuaba la historia. La ikurriña presidió sus sedes y se colocó en los ayuntamientos con el apoyo de sus alcaldes y concejales. Sus parlamentarios cantaron el Gernikako Arbola junto a todos los parlamentarios vascos. Urralburu y Víctor Manuel Arbeloa no se cansaban de ensalzar las ventajas de la unidad vasca… En 1979, en el congreso de Tudela, reconocía «la pertenencia de Navarra a la comunidad natural del País Vasco», y al Comité de Euskadi pertenecían María Jesús Aranda de Tudela, Adriano Santalla de Tafalla, Gabriel Urralburu, Reyes Berruezo, J. A. Asiain Carlos Solchaga… Todos lo recordamos. Era ayer mismo.
Las actas
¿Cómo fue posible el chaquetazo posterior? Un buen día un amigo me trajo la explicación. Había fallecido su suegro, miembro del Consejo Regional del PSOE navarro en aquellos años, y me regaló las actas internas del partido. Una maravilla para un historiador. Una tragedia para Navarra.
El cambio se vislumbra ya en el Consejo celebrado en Tudela el 4 de Abril de 1981. En la reunión planea constantemente el golpe de Tejero. Urralburu comenta la recién aprobada Ley de Defensa de la Democracia, y «cree que hay un pacto» para cerrar EGIN. En este ambiente de acojono democrático debaten la Resolución sobre la Autonomía de Navarra. Ésta comenzaba afirmando que Navarra «es el origen del pueblo vasco o Euskalherria», pero a partir de aquí la Resolución falsea descaradamente la historia del propio partido, diciendo que «las fuerzas políticas de la izquierda navarra se opusieron a la incorporación de Navarra al Estatuto Vasco-Navarro». El documento redunda en el disparate: «Históricamente los socialistas navarros y, en general, la izquierda navarra nunca fueron partidarios… La primeras manifestaciones de la izquierda en pro de la integración se producen los últimos años del franquismo…»
Lógicamente, superada la «confusión» de los primeros años sin Franco, «no puede aceptarse la tesis de que ser de izquierdas implica la necesidad de ser partidario de la integración de Navarra en Euskadi». Tras una serie de argumentos en esta línea, la Resolución proponía una alternativa diferenciada entre el nacionalismo vasco y la derecha navarrista, «que no consista ni en la integración ni en la separación». Dicha alternativa consistía en establecer «una vinculación entre la Comunidad Foral Navarra y la comunidad Autónoma Vasca», mediante acuerdos de Cooperación que incluyera un organismo que podría denominarse «Consejo Vasco-Navarro», con el mismo número de parlamentarios de ambas comunidades.
Dos meses después seguía el debate. El secretario general Urralburu defendió el nuevo proyecto autonómico. Representantes de Peralta, Estella, Cortes y Ribaforada pusieron objeciones a cambiar la postura del partido. «Antes decíamos A y después B. Nos van a llamar chaqueteros» dijo el de Ribaforada. Y Urralburu respondía que el «sí» anterior fue «con la boca pequeña». Pérez Rivas, Elío, Boulandier, Zabala y Víctor Manuel Arbeloa fueron los que más intervinieron en contra de la unidad vasca, mintiendo descaradamente: «¿Qué hicieron los socialistas en el 34, 35 y 36? Dijeron «no» a la integración. En el 77 cambiamos de idea… Ahora hemos vuelto al planteamiento del 36… La tradición socialista es la no integración», repetía Boulandier, sin que nadie rectificara sus falsedades.
¿Qué les importaba a aquellos caraduras lo que realmente había dicho el PSOE en 1936? Total, los firmantes del manifiesto del Frente Popular Navarro estaban fusilados o muertos en el exilio: Juan Arrastia del PSOE, Mariano Lucio del PCE, José San Martín de Juventudes Socialistas; Clemente Ruiz de Juventudes Comunistas, Ramón Bengaray, de Izquierda Republicana; Félix Bere de Unión Republicana; Pedro Mangado, de ANV; Jesús Boneta de UGT… En Madrid, los sables habían ordenado separar Navarra del resto de Euskalherria y lo harían por encima de sus muertos.
Para completar la confusión, Urralburu afirmó que la separación institucional no suponía la del partido, ya que la de «Navarra es una Agrupación Socialista autónoma integrada en Euskadi». En la votación de las enmiendas, se acordó a propuesta de Arbeloa cambiar «comunidad natural» por «comunidad étnica», quedando por tanto redactada de esta manera: «La comunidad étnica vasca (pueblo vasco o Euskaherria) tiene su origen histórico en Navarra. Sin embargo, dicha comunidad étnica no llegó a constituirse en comunidad política hasta la época de Sancho el Mayor, en la que todos los territorios de Euskalherria estuvieron sometidos, en unión de otros territorios, a la Corona de Navarra, alcanzando así una cierta unidad política que se rompió definitivamente en el año 1200…»
Por encima de sus contradicciones y despropósitos, el Proyecto de Autonomía fue aprobado, pero desde su nacimiento era papel mojado. Al año siguiente el PSOE navarro se retiraba del de Euskadi. Olvidar lo del Consejo Vasco-Navarro y acabar afirmando que Navarra nada tiene que ver con Euskalherria sólo era cuestión de tiempo. Como avisó el de Ribaforada, fueron llamados chaqueteros, pero nada iba a frenar ya a los que en el camino hacia el poder iban dejando atrás los principios. Como si una impostura llevara a otra, a la autonomía siguió la OTAN, la corrupción, el GAL, la actitud ante el euskera…
Algún día, esperemos, el PSOE navarro tendrá que recuperar su dignidad. Su propia historia. La de sus orígenes, la del Frente Popular, la de la oposición al franquismo. Y olvidar aquél tropezón de la era Urralburu, cuando Tejero gritó «todos al suelo, coño».