Entre los historiadores sociales chilenos más destacados del último tiempo surge innegablemente el nombre de Gabriel Salazar. Historiador titulado en la Universidad de Chile (1960) tiene además los títulos de filósofo (1963) y de sociólogo (1969) en la misma institución. Tras el Golpe Militar de 1973 partió exiliado al Reino Unido donde realizó sus estudios […]
Entre los historiadores sociales chilenos más destacados del último tiempo surge innegablemente el nombre de Gabriel Salazar. Historiador titulado en la Universidad de Chile (1960) tiene además los títulos de filósofo (1963) y de sociólogo (1969) en la misma institución. Tras el Golpe Militar de 1973 partió exiliado al Reino Unido donde realizó sus estudios de doctorado en Historia Económica y Social en la Universidad de Hull (1984), tesis que posteriormente se publicó en Chile como Labradores, Peones y Proletarios (1985) y que ha sido uno de sus trabajos más reconocidos dentro de la historiografía chilena. Profesor de Historia de Chile Contemporánea y Teoría de la Historia en la Universidad de Chile y director del Programa de Maestría de Ciencias Sociales en el ARCIS, la trayectoria de Gabriel Salazar se ha enmarcado en el desarrollo de la historia social y oral del mundo popular chileno. Sus numerosas publicaciones dan cuenta de su formación intelectual multidisciplinaria y el fuerte acento en la contemporaneidad que imprime en ellas. Su Historia Contemporánea de Chile Volumen 1: Estado, legitimidad, ciudadanía con la colaboración de A. Mancilla y C. Durán (1999) generó un interesante debate con Sergio Villalobos. También estuvo entre quienes escribieron el Manifiesto de Historiadores (1999) como una respuesta a la interpretación histórica de la derecha surgida tras la Carta a los chilenos escrita por Pinochet. Entre sus últimos trabajos destacan los volúmenes cuatro y cinco de Historia Contemporánea de Chile (2002) y Feria libres: espacio residual de soberanía popular (2002). Pensamientocrítico.cl quiso entrevistar a Gabriel Salazar para conocer aspectos de su formación y de su obra las cuales nos entregan una visión interesante de la historia contemporánea chilena y el papel de los intelectuales en ella.
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Naciste y viviste en la Población Manuel Montt. ¿Qué imagen tienes del Chile de tu infancia?
Un Chile bastante pobre, porque la Población en sí era una auto construcción de una Sociedad Mutual, de fondos mutuos que se configuró con los choferes de Santiago. Los choferes de la época, de los años 20, eran personajes muy importantes. Como habían pocos autos utilizaban uniformes, con botas, con jockeys, se les pagaba bien en ese entonces. En esa época ellos formaron una Mutual y con el dinero que ahorraron y con la asesoría de la Caja de la Habitación que en la época la dirigía Jorge Alessandri Rodríguez, construyeron la población. Tiene toda una historia por ese lado que además tiene que ver también con la Casa Comercial Gibbs. Bueno, era una Población muy particular porque era gente muy orgullosa de haberse construido su casita en una población. Al frente había una población similar construida por los trabajadores Tranviarios. Había tranvías en la época, al principio de sangre y habían conductoras mujeres, mujeres que cobraban, entonces eran puras mujeres que eran muy odiadas en Santiago, muy peladas. Entonces ellas formaban la Población del frente. O sea que mi visión es estar en una población que era pequeña, con gente muy orgullosa de su empleo, de lo que habían hecho, una casita chica pero de ellos y mujeres al frente, muchas de ellas viudas, separadas, que sé yo. Era un mundo muy particular.
Luego en la parte oriente de esta Población colindábamos con todo lo que era Vivaceta, Gamero, Canillas, donde había decenas de conventillos y casas muy viejas. Para el otro lado, el lado poniente eran potreros de la chacra Espino, muy antigua y donde había pura población callampa, pura callampa y por el lado del río, al sur del río, la Población Colo Colo, pura callampa también. Entonces ustedes podrán comprender que mi visión de Chile era trabajadores al centro, callamperos por un lado y conventillos por el otro. Y la esquina de mi casa que era una calle más ancha, con arboles, se convirtió en una especie de Plaza donde llegaban todos los vagabundos, ni siquiera callamperos, vagabundos que allí chupaban con la guata al aire y peleaban a cuchillo. Podrán comprender que mi visión de todo eso era de un Chile pobre, podrido, lleno de borrachos, cantinas, conventillos, venta de licores, eh… casa de putas, no había muchas por allí, estaba la «Carlina» por Vivaceta. Colindábamos además con el río Mapocho, donde estaban los puentes y los niños chicos debajo de los puentes y al otro lado, la cárcel y al otro lado, el barrio chino de Bandera en la calle Bandera. Entonces era un sector que como dice un amigo era el poto de Santiago.
Tu entorno familiar en esos años era una bastante conservador y de raíz católica. ¿Qué influencia tuvo sobre ti este primer periodo?
Bueno, mi familia era un lunar blanco, porque aunque mis padres eran de origen muy humilde, los dos eran extremadamente católicos aunque de manera distinta. Mi vieja era católica de acción social en las calles, entonces estaba metida en las callampas llevando, la Conferencia de San Vicente. Todas las viejas ricas daban la plata y mi mamá hacia el trabajo sucio, era un catolicismo de acción militante. Mi viejo no, él era católico pero de oración, de meditación, entonces pasaba horas en la Iglesia de los Sacramentinos porque era de la Orden Tercera de San Francisco. Iba el día domingo y se escuchaba dos misas en la mañana y después partía en la tarde de nuevo, eran tres horas de adoración al Santísimo, a mi me llevaba de vez en cuando y yo me lateaba un poco.
La influencia de mis viejos es enorme porque ellos eran una pareja perfecta, cada uno por su lado y los dos juntos con mayor razón, siempre se tratan de usted, mi mamá salía y simplemente le avisaba «viejo voy a salir, te dejé listo el almuerzo y vuelvo en la noche» y ningún problema. Los dos eran admirados por el resto de la gente. Mi vieja era considerada poco menos que santa, cuando murió vino hasta el Rector de la Católica, que era cura, creo que era el Vicerrector y fue una tremenda misa como con diez curas. Mi viejo igual, hasta los patrones antiguos, los Edwards que fueron patrones de él, lo iban a ver para conversar allá con él en el garaje. Eran viejos muy respetados, no eran cultos pero eran muy respetados y eso para mi fue muy formativo porque no tomaban y toda la familia los respetaban como tales.
Yo me crié en ese contexto, como en una especie de isla, y además estudié en el Colegio de los Hermanos de la Escuela Cristiana, que era un colegio de la Fundación Matte para cabros pobres. Esos curas me dieron una formación sensacional, creo que allí aprendí de una vez para siempre el castellano, la gramática, la aritmética y la historia real además de la historia de Chile, en su forma tradicional.
Entonces, con esa formación, yo no me identificaba con mi entorno porque yo estaba ubicado como por arriba y sin embargo nunca dejé de verlo, sentirlo y quererlo. Es una sensación bien especial y a mi me decían siempre «tú eres distinto, tú vas a ser distinto, tanto mis hermanos, mis parientes como los vecinos todos me decían tú eres de otro lado, era como un bicho raro.»
En ese sentido ¿te sentías llamado a hacer algo?
No, no necesariamente, lo que ocurrió es que nosotros éramos muy pobres, pasamos etapas muy duras y con todos mis hermanos pensábamos en ¿cómo vamos a salir de este hoyo?. Mis hermanos mayores fracasaron porque todos eran obreros y los tres últimos estudiamos más porque mis viejos pudieron pagar y el único que llegó a la universidad fui yo. De siete hermanos fui el único, y todos soñábamos con salir del hoyo, porque afuera en la calle estaba lleno de borrachos, que se yo y si no nos hacían nada los ladrones, los delincuentes es porque mi mamá era la que les llevaba comida a sus casas, les llevaba remedios, el médico, la veían como una santa y todos la conocían. Además porque mis hermanos mayores que eran obreros tenían plata y les daban algo a los borrachos para que tomaran o los convidaban a tomar por lo que nunca nos hicieron nada, nunca nos robaron. De allí que mi divagación era cómo salir de allí como familia y si no la familia, entonces yo, pero sin desconocer la identidad de nuestra familia ni desconocer la identidad del barrio.
¿Y por eso la opción era necesariamente estudiar en el Pedagógico ?
Yo no me imaginaba otra cosa que no fuera ser profesor, no me imaginaba otra carrera. Hubiera estudiado derecho porque me alcanzaba el puntaje pero de solo pensar en que iba a tener que memorizar todas esas leyes. También habría estudiado castellano porque yo quería ser escritor pero aprender latín no, por eso opté por historia.
Mientras eras estudiante de Historia fuiste ayudante de Héctor Herrera Cajas en los cursos de Teoría y Filosofía de la Historia y también ayudante de investigación de Mario Góngora. ¿Cuál fue la importancia que tuvieron sobre tu formación? ¿Los recuerdas como maestros a pesar de las diferencias que tenías con ellos?
Extremadamente influyente por su calidad académica Mario Góngora, fue un Maestro. Pero por su calidad humana y la calidad en su forma de hacer clases aunque pensaba muy distinto a mi, Héctor Herrera Cajas.
Bueno, con Góngora nunca conversé mucho porque era imposible. El era muy difícil en esa época, después se puso más accesible, pero en esa época no, entonces era terrible. Yo tengo una mala impresión de Mario Góngora porque cuando trabajaba en el Archivo se instalaba detrás de uno y mientras ibas terminando las fichas te las iba quitando, se las llevaba al tiro. Cuando uno le conversaba afuera, yo le elaboraba hipótesis sobre lo que le iba encontrando, le contaba mientras que él escuchaba y luego se iba. Me frustró mucho, claro, pero yo le admiraba mucho su método, su seriedad, su sabiduría.
En cambio Herrera era exactamente lo contrario, era un hombre que te conversaba, te hablaba de miles de cosas, era muy culto, muy fino, te invitaba a su casa, te presentaba a su mujer, su familia. Tenia ritos en el almuerzo, que para uno que venia de una familia así, era importante ver ese orden, esos respetos. Además que el sabiendo que yo era pesado y que yo peleaba todas las clases con él le contradecía todo, pero aún así me reconoció como su ayudante y me dio la oportunidad de hacer clases, y bueno después yo me quedé con la cátedra. Quedamos como paralelos y yo me quedé con todos los alumnos. El curso era de Filosofía de la Historia. Creo que la elección del alumnado tuvo que ver con que yo planteaba algo distinto, y mi escuela era distinta. Yo no era marxista en esa época pero mi escuela era Góngora y yo estaba estudiando Filosofía y me metía por otro lado que yo encontraba más sólido que el de Herrera y porque además yo venía del mundo social y no quería renunciar a él. Entonces mi punto de vista sin ser marxista era izquierdista.
Finalmente estos dos maestros fueron influyentes. Uno por toda su erudición, por su seriedad y el otro porque me mostró la parte humana de las ciencias sociales y el arte de hacer clases, el arte de las relaciones humanas. Como quiera que haya sido después su conducta, no me importa. El tipo me enseñó que en las relaciones humanas hay que ser delicado, hay que ser fino, artístico de alguna manera. Y eso es muy importante en la educación y muy importante en la interpretación de la Historia, la fineza de encontrar lo humano, no el dato puro y frío sino la sensibilidad y eso yo lo recogí de él y se lo reconozco a pesar de que es un fascista de mierda pero el tipo era capaz de reconocer el talento de sus ayudantes que fueron izquierdistas: Hugo García que fue del MIR luego se pasó al PS, Carmen Castillo que fue del MIR, yo que fui del MIR. En ese sentido yo me saco el sombrero pensando en lo que era ser ayudante de un personaje como ese.
¿Qué valor le das a la sociología y filosofía en tu formación académica y en tu obra? ¿Cuáles fueron los autores que marcaron tu formación profesional? ¿André Gunder Frank fue uno de ellos?
Yo estaba lleno de preguntas sobre los problemas del presente; los problemas sociales, de la marginalidad, de la delincuencia y ninguna de esas preguntas me las respondió la Historia, ni Góngora, ni Krebs, un gran maestro de la historia, ninguno de ellos enseñaba sobre el presente, lo más lejos que alcanzamos a ver fue la revolución de 1891, siglo XX cero y con Ricardo Krebs la Primera Guerra Mundial, nada más. Entonces yo me quedé con todas mis preguntas y quedé insatisfecho. Aprendí mucho, pero de eso nada, por lo que busque en la filosofía pero tampoco. La filosofía en ese momento estaba dominada por el existencialismo de Jean Paul Sartre.
Sin embargo, Juan Rivano, el Rivano de esa época, que dictaba la cátedra de Lógica y Epistemología de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile, en la cual estudié filosofía, el fue mi maestro allí. Rivano era chico y me gustaba porque pensaba, el gallo no te recitaba nada. El hacía su clase y pensaba en voz alta mientras iba creando su análisis, iba filosofando al calor de los temas que iban apareciendo, el tipo era un filósofo, y muy riguroso. Eso me impactó mucho y yo por mucho tiempo me dediqué a la lógica y a la epistemología. Como el era profesor de filosofía me enseñaba con mucho agrado y hasta el día de hoy tengo muy presente a ese profesor. Y eso me gustó, la rigurosidad del pensamiento, entonces sería como mi tercer gran maestro.
El maestro Rivano con una lógica clásica tampoco me sirvió por lo que entré a sociología y ya en tercer año recién vine a comprender el porqué de la pobreza, el porqué de todas esas preguntas que yo tenía. Es así como André Gunder Frank sería el cuarto gran maestro. El viejo Frank como que hizo un punto axial en una clase, no la hora de Frank que era muy mala, pero esa clase estuvo genial. El viejo me hizo como tres clases y él era un desastre, era un viejo desaseado, con la ropa rota. Recuerdo que en la clase que me impresiono más, el tipo estaba sin un calcetín y con un zapato amarrado con cordeles, tenía el cierre del pantalón abierto. En esa oportunidad no quería hacer clases al punto que Clodomiro Almeida lo empujó para que entrara a hacer la clase y allí de mala gana el viejo empezó a hablar y de un suácate nos mostró los problemas sociológicos de ese momento y de un suácate entendí el marxismo mismo. Debe haber sido en 1967 cuando yo estaba en tercer año de sociología.
Entonces allí descubrí que tenía que estudiar una cuarta carrera que era economía y yo quería estudiar economía porque además era gratis entonces estamos hablando de 1969-1970. Yo ya era profesor en la Universidad Católica y en la Universidad de la Chile, era profesor del Colegio San Ignacio del Bosque, tenía pega pal mundo, estaba casado y tenía como tres cabros o cuatro, no me acuerdo. No podía estudiar economía sistemáticamente entonces le dije a Armando de Ramón, que porque no estudiamos un curso de economía en la Flacso. Me dijo que si pero resultó que era el año 70, ganó Allende, nos llegó la política encima, toda la pelotera y no pude estudiar economía. Mi intención cuando ya descubrí el problema con André Gunder Frank, era tener un enfoque interdisciplinario lo más completo posible para estudiar los temas que a mi me interesaban a partir de las preguntas básicas. No alcancé a estudiar economía pero logré completar una manopla de disciplinas suficiente para, creo yo, ver los problemas históricos desde varias perspectivas y no sólo desde una.
¿Consideras que la Historia es una disciplina autónoma, o está dentro de las ciencias sociales?
Yo tengo la absoluta seguridad de que la Historia es una disciplina compuesta de varias disciplinas. Al hacer historia, estás usando todas las ciencias sociales por tanto es la ciencia social por excelencia. Es imposible hacer un buen estudio de Historia si no trabajas bien lo económico, lo social, lo psicológico, lo cultural, lo geográfico, lo político, etc, etc. Entonces, para mi la Historia siempre ha sido una ciencia social, incluso más, «la ciencia social», porque las otras son parcelas. La Historia es muy compleja, es una ciencia múltiple, es multidisciplinaria de por si y no tiene sentido pensar que es una disciplina parcial, unilateral, unidireccional.
Hace dos semanas en su discurso de aceptación como académico emérito de la Pontificia Universidad Católica el Profesor Julio Retamal Faverau recordó el difícil momento del Golpe Militar y la orden que le llegó desde la Casa Central sobre pedir la renuncia a seis a profesores del Instituto de Historia y dijo que a la única persona a la que finalmente le hizo esa petición de renuncia fue a ti. ¿Cómo recuerdas tus años en el Instituto de Historia de la Universidad Católica desde 1965 cuando te conviertes en Profesor Titular?
Bueno, con Julio Retamal Favereu fuimos compañeros de curso en el Pedagógico y después compañeros de trabajo en el Colegio San Ignacio y posteriormente compañeros de trabajo también en la Católica. De alguna manera yo le seguí los pasos porque yo ocupé su cátedra en el Colegio San Ignacio y luego pasé a la Católica igual que él. Mantenemos una amistad muy curiosa con él, pero bueno, la pregunta va a otra cosa.
Yo empecé a considerar el marxismo como importante a partir de 1967, la opción política clara la hice en 1970 después del triunfo de Allende cuando tomé la opción por el MIR y no por la UP. Todavía en 1965 cuando entro en la Católica yo no era marxista, era de izquierda pero no militaba en ningún partido. Yo entro al Instituto por invitación de Ricardo Krebs quien me recomienda y me envía la invitación verbalmente con Julio Retamal. Me acuerdo que me la vendió como que él de alguna forma me estaba invitando pero venía directo de Ricardo Krebs porque después él mismo me llamó. Bueno, la verdad es que cuando entré a la Universidad Católica como profesor era mi primera experiencia como profesor universitario. Había sido ayudante de Góngora y paralelamente comencé a ser ayudante de Héctor Herrera, pero yo no hacía clases, simplemente le ayudaba y más que nada le discutía en clases. Yo empecé a hacer clases en la Universidad de Chile en 1968 cuando entré a reemplazar a Herrera. Es así que en la Católica fue mi primera experiencia como profesor universitario y me costó como dos o tres años ambientarme, no por lo académico, en esa época era todavía muchísimo más estudioso, meticuloso escribía todas las clases, me preparaba como chino para esas cuestiones. Fue el impacto social, porque yo me inicié como profesor el año 1959 en secundaria, en Colegios rascas, después comencé a hacer clases en la Escuela consolidada de Buin, a la cual recuerdo con mucho cariño, eran puros hijos de inquilinos y peones. Al San Ignacio entré en 1963, a reemplazar a Julio Retamal y me quedé hasta el golpe de Estado pero allí era distinto porque eran cabros hombres, te fijas. Entonces me encontré por primera vez con el mundo social de la Católica, de la «Ponti» y fue muy complicado para mi. Recuerdo que en una encuesta que los alumnos hicieron salí evaluado, según ellos, como mejor profesor y yo me sentí muy incómodo con esa situación porque yo no sabía cómo tratar a las niñas cuicas, no tenía el roce social necesario para manejar esa nueva situación. Así es que ya a los dos o tres años había aprendido el juego, a dominar la situación y ya a la altura de 1968-1969, no había problemas.
En ese periodo se me planteó postularme para director del Departamento, se hizo la elección y empatamos con Javier González. Se produjo un terremoto entre los viejos conservadores pechoños porque no se esperaban aquella situación. Además de los profesores, los estudiantes también votaban, no recuerdo las proporciones. Fue un terremoto terrible porque yo un gallo joven, con 33 años aproximadamente, lleno de títulos, todavía estudiando pero que aún no publicaba nada. Entonces esto provocó pánico en la derecha, porque en el contexto del triunfo de la Unidad Popular, ese era el problema de fondo. En ese periodo, la Facultad estaba en el tercer piso de un edificio en Tomas Moro y recuerdo que cuando yo aparecía la gente de derecha que estaba conversando en el pasillo se entraban a sus oficinas o salas de clase porque me tenían pánico y eso que no sabían que yo era del MIR porque se suponía que era clandestino. Bueno ese es el recuerdo que tengo más patente: el pánico que se produjo en los profesores de derecha y un gran enojo en la gente de izquierda porque yo voté en blanco, si hubiera votado por mi habría ganado pero no habría votado por mi mismo, lo encontraba absurdo. Se hizo una reunión entre medio para discutir, estaba la cúpula del departamento, estaba Javier González, Director en ese momento, estaba Julio Retamal y ya no me acuerdo bien quiénes más estaban. Se debatió qué hacer y Retamal me dijo lo que pensaba y hasta el día de hoy lo respeto por eso. Me dijo «Tú eres un don nadie para ser director de este Departamento, tienes que tener más curriculum, más edad, tienes que tener otro prestigio, eres un don nadie. No mereces ser Jefe de Departamento», me lo dijo así violentamente, yo no le respondí nada, simplemente tomé cuidadosamente nota y dije «bueno que quieren que haga, me propusieron, la gente votó». Esto sucedió cómo dos semanas después de la votación y entre medio ustedes se imaginarán como se movieron los maestros para reconquistar voto tras voto con reuniones privadas. De hecho en la segunda votación ganó Javier González por seis u ocho votos, ya no me acuerdo. La verdad es que siempre me quedó muy grabado todo aquello aunque a mi no me interesaba ser jefe de Departamento, nunca me ha gustado y aquí en el ARCIS es distinto porque estamos creando un proyecto.
Hay dos cosas que recuerdo que me impresionaron de la Católica. Primero, el cuiquismo, el cuiquismo de las niñas y el cuiquismo de la izquierda. Segundo, el pánico que tuvieron en la derecha y las volteretas que se dio Krebs, era anti Allende y mostró una apertura a la izquierda cuando se produjo el triunfo de la UP. Me acuerdo de la fobia que me agarraron al punto que nunca se publicó un artículo que envié a la revista de Historia.
Reflexionando en torno a esa época, tanto en la Universidad de Chile como en la Universidad Católica, ¿qué valor le adjudicas a esa diversidad de posturas y opiniones? ¿Qué opinión tienes sobre la diversidad o la no-diversidad de ideas en las instituciones de estudio hoy en Chile?
En relación a la Universidad de Chile: una amplia diversidad, demasiado amplia para que fuera productiva. No había una evaluación académica. La producción era baja, había una diversidad política, pero no era productiva y no había una escuela.
Por otro lado, el Instituto de Historia de la Católica era químicamente de derecha. Yo entré como cristiano pero de izquierda. En esa época también entró Carmen Castillo, quien aún no era del MIR, era plena época de la reforma universitaria y logramos crear el Departamento de Historia Económica Social (1968-69). En el Instituto no existía la línea de la Escuela de los Anales, por eso el nombre. Se logró invitar a Rolando Mellafe, ya que Carmen Castillo era su ayudante. Se gestionó con el rector, y así se creó a regañadientes del Instituto. La gente propuso a Armando de Ramón, franquista y discípulo de Jaime Eyzaguirre, pero que se había vuelto DC dentro del espíritu de la «Promoción Popular». Fue impuesto por el director para ser un contrapeso. Pero terminamos siendo «hermanos del alma», se pasó a la izquierda. Fue un departamento teñido de una posición de izquierda. No fue una diversidad tensa, distinto a la situación actual.
Hoy la Universidad de Chile tiene un status quo, hay producción pero sin escuela, sin corriente. En la Católica está la revista, que no unifica, no los marca con una posición. El ARCIS es multidisciplinario, es una escuela volcada hacia lo contemporáneo, muy preocupada de lo actual. Requiere de un plantel de profesores que piensen igual con la idea de marcar una orientación. Se debe aplicar un criterio que busque resolver la demanda que existe entre los jóvenes por la historia y sacarlos con un nivel de excelencia. Una excelencia en la formación de la metodología.
En una entrevista con Luís Moulian hablas de que te ‘re dimensionaste’ al asumir una militancia política activa. ¿Qué fue lo que se re-dimensionó en Gabriel Salazar y por qué? ¿Influyó en tu vivencia del Golpe y la Dictadura Militar?
Yo empecé mi militancia política en 1970. Había dejado de ser católico cuando muy joven, pero quedó la sensibilidad. Hay que recordar que al MIR entró una cantidad enorme de católicos. Los más entregados eran los del mundo católico. Yo entré con una base, la de la «Iglesia Joven». Poseía una formación valórica de lo católico.
Lo que se redimensionó en mi fue un acercamiento a los problemas sociales. Mi papá era alguien que los enfrentaba rezando. Yo era alguien que estudiaba el mundo. No tenía dotes muy sociales. Entonces mi izquierda tenía que ver con recuerdos, percepciones. En las clases de la Universidad de Chile (1969 – 1971) lo interrumpían a uno con; «¿dónde militas?». Uno se sentía constantemente cuestionado. Por eso entré el 5 de septiembre de 1970 al MIR donde empecé un trabajo en terreno. Ahí pude redimensionarme como hombre y ser consecuente en eso.
Eso se madura en Villa Grimaldi, ahí está el límite. Ahí descubrí la dimensión fundamental de la vida y la política. Podía entender a Marx: la lucha de clases y la relación conflictiva con el enemigo. Era la negación a la negación. Mientras Pinochet trataba de destruir a sus militantes, en la celda un militante lo reconstruía como ser humano, la gente llegaba a visitar de afuera, solidarizaba. La asociatividad es reencontrada, como elemento fundamental de la Historia. Finalmente salí libre de Villa Grimaldi en 1976.
Para ese entonces pensaba exiliarme a Inglaterra. En el momento del Golpe yo era dirigente del MIR. Los profesores se acercaban y me decían que se iban del MIR. Un amigo me dijo «Mi novia se fue a Moscú, yo también me voy.» Le dije a mi amigo: «Yo me quedo.» Entonces mi amigo se quedó. Me dijo: «Tú eres el teórico, yo me quedo.» Él murió después en Villa Grimaldi. Toda esa experiencia reforzó el compromiso por ese lado. Mi intención era quedarme, pero la familia estaba en Inglaterra. Al salir de Chile me fui para allá, me ofrecieron una beca para estudiar.
Terminas exiliado en Inglaterra donde realizas estudios de posgrado. ¿Se formó lo que podríamos llamar una comunidad del exilio? ¿Existieron divergencias importantes en ella que debilitaran una oposición unida frente a la dictadura?
De todos los exilios, el exilio chileno fue el más organizado, especialmente en Inglaterra. Además Inglaterra ofrecía la posibilidad de estudiar y hubo un número importante de becados. El exilio estaba compuesto por comunidades de chilenos organizados en Inglaterra y en Europa. Yo pertenecía a esa estructura política. Organizamos lo que se llamó «Chile Solidarity Campaign».1 Todos convergían, se reunían fondos, yo tenía un cargo ahí. Incluso se organizó un grupo folclórico que realizó doscientos conciertos en toda Europa. Era una comunidad amplia, un gobierno en el exilio con todas las bolsas de gatos y divisiones internas que se podrían esperar.
Dentro de la comunidad se produjo una discusión en torno al tema del retorno. Unos eran partidarios de una política de retorno para la lucha armada. Otros no, para ellos era una fórmula desgastada entre estos me encontraba yo. Dentro de este debate político yo hice la siguiente propuesta; lo esencial no estaba en crear nuevos aparatos, sino insertarse en el mundo popular a través de la memoria. Lo que había que potenciar era el pueblo, en base a una reeducación. Muchos se entusiasmaron, pero era visto como una disidencia.
Había organización, gran debate interno, mucha mariconada, mucha revisión para los que volvieron. Yo era un representante en el University Center Service, me tocaba revisar el Comité Médico donde se analizaban los casos de suicidio y alcoholismo de los exiliados. Hay proyectos tratando de desarrollar lo que fueron estas vivencias. También está pronto a salir un libro sobre la generación del ’68.
¿Cómo se enmarca en esta experiencia del exilio la revista Nueva Historia?
La iniciativa de esa revista y de gran parte de la gerencia la tuvo siempre Leonardo León, una persona muy dinámica, muy entusiasta. El comenzó a comunicarse con nosotros viendo la posibilidad de hacer una revista y de inmediato tuvo gran acogida porque realmente teníamos mucho tiempo para pensar. Era como estar presos de otra manera, entonces había mucho tiempo para pensar y discutir y desde esa perspectiva uno tenía una visión critica de la historiografía chilena y creíamos que era bueno pensar en una revista. La idea era sacar una revista que representara el pensamiento nuestro en una versión científica más acorde con lo que estabamos aprendiendo en Inglaterra. Esa idea la discutimos mucho con Leonardo y habían ciertas discrepancias entre nosotros que fueron superadas y llegamos a un acuerdo: creamos un grupo de trabajo cuya alma fue siempre Leonardo León. Además él estaba en Londres, yo estaba en Hull, en el norte como a trescientos kilómetros y la tercera persona que era Lucho Ortega estaba también en Londres. En gran parte la Revista la hicimos los tres siempre con la iniciativa de Leonardo. Yo les hacia llegar mis colaboraciones a la distancia, observaciones criticas y hacíamos reuniones de vez en cuando en Londres. El grueso del trabajo lo hizo Leonardo y Luis Ortega que también ayudaba por aquí y por allá para sacar la revista. Nosotros tres logramos crear un Comité Internacional con la colaboración de grandes historiadores ingleses especialistas, también estaba Armando de Ramón que estaba en Chile. Curiosamente tuvo una amplia circulación internacional porque entraba fácilmente a (1 Mas de 2500 chilenos fueron exiliados a Inglaterra durante la Dictadura. )Estados Unidos y a Europa pero era difícil mandarla a Chile. Apareció en 1981 y aunque no fue fácil logramos ciertos contactos con algunos estudiantes chilenos de la Universidad Católica de Valparaíso como Carlos Gómez y alguna otra gente más bien vinculada a la Vicaria y a Centros de Estudios. Aunque en poca cantidad, pocos números y sin suscriptores, igual logramos que llegara a Chile.
La idea de la revista era vincular a los historiadores en el exilio, nunca perseguimos objetivos políticos de ninguna especie como no fuera darle cabida a una historiografía crítica y sobre todo de alto nivel académico. En ese sentido era muy selectiva en la publicación de los artículos por lo que rechazamos un lote. Le dimos cabida a polémicas públicas de corte académico muy interesantes. Para los otros efectos había otras instancias, en Inglaterra el exilio estaba muy organizado, los ingleses tenían dos instancias importantes para el apoyo de los exiliados donde una de ellas era el Chilean Solidarity Campaign y el otro era el BUS que era más bien para los efectos universitarios. Entonces había como asociarse además de los partidos políticos, por lo que el trabajo nuestro era fundamentalmente académico. No recuerdo que hayamos tenido nunca en Londres una discusión política. Leonardo León era independiente, yo era del MIR, había gente de todos los colores políticos entre los historiadores.
¿Cómo se financiaban y de dónde sacaban el material para las investigaciones?
El financiamiento era básicamente aportes nuestros y las suscripciones, había muchas suscripciones de extranjeros que más menos nos ayudaban a financiar los costos que eran muy bajos. También hubo un pequeño aporte del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Londres que nos ayudaba con el pago del servicio de correo y nos puso una secretaria, pero básicamente el costo lo cubríamos con las suscripciones.
Sobre el material, en el caso de nosotros tres que éramos los más cercanos y que más trabajamos, lo traíamos desde Chile. Yo tenía dos proyectos de investigación muy grandes que había hecho entre 1970 y 1972, con fondos de la Universidad Católica y otro con fondos de una fundación alemana que también era por dos años. Fueron varios años de investigación con seis, siete ayudantes y todo ese material me lo llevé a Inglaterra, mejor dicho mi hermana me fue enviando paquetito por paquetito que mandé de vuelta a Chile en unos baúles enormes. Leonardo León hizo lo mismo, se llevo el material desde Chile. En el caso de Ortega no fue tan necesario porque el centro de su tesis era en la industrialización chilena con respecto a las casas comerciales y mucho del material estaba en Inglaterra. En mi caso yo descubrí una mina de información que me permitió estudiar la estadística al revés, Francia con Chile, Alemania con Chile y reconstruir la balanza comercial entre 1917 y 1944, eso fue un trabajo que me gustó mucho hacer porque me permitió sacar un lote de conclusiones.
¿Por que «Nueva» Historia? Pensamiento Crítico Revista electrónica de historia
Bueno, discutimos mucho ese titulo porque dudábamos sobre ponerle Nueva Historia que sonaba como muy académico y además era un poco pretencioso pero de todas maneras el » Nueva» es porque era distinta a la historia tradicional y también distinta a la marxista. En ese sentido primó por mayoría ese titulo aunque otro titulo alternativo que habíamos pensado era «Alamedas» porque tenía mucho significado simbólico. Pero al final transamos y en la portada iba junto al titulo de la revista un logo que era la Alameda. En fin, la idea nuestra era diferenciarnos de la historia tradicional, del ensayismo, del marxismo vulgar, que fuera una historia de origen social, muy fundamentada en la investigación empírica, apoyada en datos estadísticos, con análisis conceptual y crítico desde las ciencias sociales.
¿Cómo fue el retorno a Chile?
Mi familia retornó en 1985 y las razones fueron varias. En primer lugar nunca pensamos quedarnos en Inglaterra, en segundo lugar la cosa se estaba poniendo muy complicada porque poquito después de mi llegada a Inglaterra ganó Margaret Tacher y su gobierno cambió todo el régimen universitario. Además las posibilidades de trabajo para los que llegamos tardíamente eran muy pocas por lo que la posibilidad de quedarse un tiempo más trabajando era difícil. Lo otro complicado es que por las mismas reformas implementadas por la Tacher la situación económica se puso complicada y los ingleses son racistas. Por otro lado, los hijos nuestros estaban todos en una edad critica en que ya estaban adaptándose a la sociedad inglesa y tomando el mismo rumbo de los cabros ingleses en torno a las fiestas, la violencia y era muy difícil competir con el sistema por lo que todo eso junto hizo que nos viniéramos. Aun así se me quedó la hija mayor en Inglaterra, a la que le fue fantástico allá, ella es psicóloga.
Es así como a la vuelta yo terminé mi tesis doctoral y di el examen. Nos vinimos en un muy mal año porque fue el año del terremoto, fue el año de los degollados, fue el año en que comenzó una represión violentísima en Chile. Fueron tiempos difíciles hasta que por fin encontré pega y me contrataron. La ventaja nuestra es que teníamos muchos viejos amigos que nos apoyaron. Fue difícil el retorno pero mejor que el de mucha otra gente y en cosa de dos a tres años establecimos la redes necesarias para tener una situación aceptable. Recién, eso si, nosotros logramos tener una situación económica buena en los primeros años de la década del noventa.
¿Qué hitos del siglo XX te han marcado como persona e historiador y por qué?.
La Segunda Guerra Mundial. Yo estaba chiquitito y no recuerdo porque razón llegaban a la casa ejemplares del Reader’s Digest y venía información directa de la guerra. Además al lado de la casa nuestra vivía un alemán que era nazi y yo tenía un tío yankee. A mi me marcó mucho porque además esta guerra impactó la economía chilena por el asunto de la bencina. Mi viejo tenía un garaje y tenía como cinco autos de arriendo, de taxis y con la cuestión de la bencina perdió los cinco autos y el garaje se vino al suelo y pasamos hambre y tengo muy presente el día en que Harry Truman anunció el término de la guerra por la radio. Es así como la Segunda Guerra Mundial es un acontecimiento que marcó mi infancia porque hubo debate sobre el tema en mi entorno e impactó directamente la economía de mi casa.
Creo que después de eso no hay otro acontecimiento importante hasta la guerra de Vietnam. Una guerra malamente concebida, los norteamericanos incapaces de derrotar a su enemigo, todo eso me fue convenciendo de que a ese tipo de presión no cabe más que oponer una parecida o incluso una más inteligente capaz de desarmar esa. La guerra de Vietnam me convenció de tomar una posición de izquierda y el otro hecho que me marcó fue el Papa Juan XXIII con su discurso apocalíptico de condenación al marxismo al mismo tiempo que yo que venía del cristianismo me estaba pasando al marxismo. Y después de eso en términos mundiales no hay nada que me haya sorprendido ni marcado mucho. Luego creo que el tema de la tortura y la violación a los derechos humanos es otra cosa que me impacta mucho. El recuerdo de estar vendado mientras los torturadores se preparaban comida. Esa prepotencia militar.
Sobre Chile serían tres las cosas que más me impactaron. Primero cuando mi madre me contaba de un invierno en que ella, que estaba internada en las monjas, vio como los «lanceros» mataban a los rotos en la época de la revuelta de Santiago en 1905. Siendo muy católica yo creo que ella era comunista de corazón, no de ideología ni de partido porque ella se la pasaba metida en las poblaciones callampa, ocupándose de la gente enferma. Iba a ver a los presos y no le importaban las ideas políticas siempre se sentía identificada con los pobres, los miserables, los presos. Mientras las viejas ricas daban la plata mi mamá hacía la pega, yo la acompañaba de la mano pero nunca tuvo una expresión política. Y esto de la revuelta me lo contó como un hecho natural de su juventud. Había muerto su papá y entonces quedó la escoba por lo que su mamá la metió en las monjas. Me impactó muchísimo imaginar a mi mamá viendo por la ventana aquello.
Otro hecho relevante tiene relación con que mi padre era conservador y votaba por todos los conservadores. Sin embargo con Frei yo escuché un discurso distinto porque era científico, citaba cifras y sacaba conceptos y hacia todo un discurso basado de alguna manera en las ciencias sociales, igual que el Padre Hurtado en su etapa final, y eso a mi me encantó. Yo ya estaba en la universidad y sentí que por fin había un político inteligente, un lenguaje que tenía sentido, que hablaba de reformas, de justicia social y yo estaba fascinado, quedé encantado y voté por él. Y bueno, toda la juventud de 1964 estaba encandilada con Frei. Yo ya había decidido no meterme con cristianos tanto ni tales, yo participé por mucho tiempo en la Parroquia local, fui solista del coro y conozco ese ambiente de los curas y toda esa payasada. Bueno, sobre Frei después hubo desencanto pero en el momento Frei me encantó, escuchaba fascinado sus discursos en la radio, realmente esperanzado, uno esperaba por fin algo distinto.
La tercera cosa fue, por supuesto, el paso por Villa Grimaldi, sin duda que si. El colmo de ese colmo para mi lo puedo describir con dos escenas. En una ocasión estaba con otros compañeros y nos tenían bajo la vigilancia de un grupo de mujeres que se entretuvieron poniéndonos electricidad, nunca buscando matarnos sino solo como entretención. Eso, el que estas mujeres que serían mamás, esposas e hijas practicaran esta violencia, ustedes podrán comprender que eso marca, marca hasta los tuétanos. El tema es hasta donde puede llegar la irracionalidad, la crueldad, la estupidez. Yo incluso una vez le dije a uno de ellos «Ustedes son tontos, ustedes creen que con este sistema van a lograr convencer a la gente de algo, ustedes conversando con la gente pueden lograr mucho más». En fin, les dimos toda una alternativa a lo que estaban haciendo porque es realmente tonto y estúpido todo. Bueno, esa sensación me ha marcado mucho. Hasta qué grado de estupidez, irracionalidad, violencia y brutalidad puede llegar el ser humano y que te la ejerzan a ti que lo único que querías era leer libros, estudiar, hacer clases es una cosa aún más grotesca. Yo decía, me voy a morir aquí y no voy a poder usar mi biblioteca, son sensaciones muy extrañas.
¿Te consideras el historiador del bajo pueblo?
Sí y no. Sí por dos razones. La primera es porque vengo de allí y la segunda es porque mi foco de atención principal va para allá. No, porque entendí hace mucho tiempo que uno no puede hacer solamente historia del bajo pueblo porque si no te preocupas de la historia del Estado, del empresariado, del capitalismo internacional, de la política, simplemente va a ser una descripción, una estética de la pobreza compasiva pero inútil a la larga porque con la pura estética de la pobreza no resuelves nada. Entonces aprendí hace mucho tiempo a hacer historia de Chile y no sólo del bajo pueblo porque si uno va a estudiar un actor tiene que estudiar su posible proyección en términos de acción y que se dirija a un horizonte. Pero si no conoces el horizonte no le puedes dar sentido a dónde va la gente. Entonces todas las investigaciones mías se han dirigido al Estado, tengo varias investigaciones sobre la clase política y el empresariado que no he podido escribir porque no tengo tiempo, pero esas temáticas las he estudiado todas. En las clases siempre meto el tema del bajo pueblo y cuando hablo con los pobladores con mayor razón. Es por eso que sí y no. Sí, porque de allí vengo y me siento identificado, además mi enfoque historiográfico va hacia allá pero nunca tan tonto como para no estudiar la totalidad.
¿Cómo ser un historiador del bajo pueblo, utilizando un lenguaje tan elitista por su carácter académico/sociológico y hasta hermético? Y ¿Cuál sería el mecanismo necesario para llevar la historia del bajo pueblo a él mismo?.
Yo creo que el trabajo con el bajo pueblo tiene que ser fundamentalmente oral, el bajo pueblo no te va a estar leyendo libros y si lo leen van a ser los hijos de ellos que están estudiando. Pero de buenas a primera tu tienes que llegar a la gente con su lenguaje y de manera oral porque la cultura popular es esencialmente oral. La sociabilidad popular se construye en base a la oralidad y por eso le doy mucha importancia a la educación popular y a la educación en general en tanto que se abra a la comunidad. Ustedes se habrán dado cuenta que yo cuando hablo ocupo un lenguaje común y corriente con garabatos y todo. Manejo todo el lenguaje vulgar que ustedes quieran pero al escribir no porque creo que hay que trabajar también para las clases medias, las clases políticas, para los estudiantes y los académicos también. Por ejemplo a mi el libro de los Labradores me costo mucho definir como lo iba a escribir porque no sabía en que onda estaba Chile, y por eso la introducción es muy hermética. La entienden los que están en una parada que cachan hacia donde va el uso de los conceptos y adjetivos pero sino no se entiende nada. Lo mismo sucede con el primer libro de Historia Contemporánea de Chile porque estuvo pensado para políticos, para cientistas sociales, para militantes, para abogados y para gente que tiene mandos medios, que está metida en la cuestión. No está pensado para el pueblo ni para la gente corriente y por eso me extraña que Sergio Villalobos diga que no entiende nada. Yo les puedo decir que ese libro tiene ya como seis ediciones y los que más lo consumen son las Escuela de Derecho si bien no como texto base, si como texto de consulta porque muchos alumnos de derecho me consultan, me llaman. Bueno, yo creo que las ciencias sociales uno tiene que direccionarla a un interlocutor, a un nicho de interlocutores, yo escribo pensando en los pobres pero no creo que todo lo que escribo haya que dirigirlo a ellos. Hay como tres o cuatro trabajos que he escrito para el pueblo, el resto va dirigido a militantes, a la clase media, a los profesores, a los dirigente mutuales, porque es allí donde hay que convencer, persuadir, hacer debate y sobre todo en las nuevas generaciones. Eso explica esta especie de contradicción porque oralmente yo hago otra cosa radicalmente distinta.
¿Cuál fue el objetivo coyuntural o trascendente del Manifiesto de historiadores y cómo _evalúas su impacto en el círculo de historiadores y en la sociedad en general?
Bueno, la coyuntura en su momento fue la carta de Pinochet en la que le da una interpretación a la historia y trata de difundir ciertas verdades y por otro lado, el eco que le da Gonzalo Vial en Chile y en general toda la prensa oficialista o de derecha que le da mucha cobertura. Nosotros sentimos que se estaba manipulando mucho la verdad histórica y que un solo historiador siempre aparecía dando la cátedra con mucha salida al público. Además el texto de Pinochet se leyó en todas partes. Entonces consideramos que había que responder a eso desde la historia y desde la historia social. Nos juntamos un lotecito como de diez o doce historiadores, redactamos ese texto y lo dimos a conocer, después lo firmó cualquier cantidad de gente, incluso historiadores extranjeros desde Europa, Estados Unidos y Argentina. Además, Sergio Grez hizo una máquina de propaganda porque además él maneja toda esa red informativa.
Creo que el impacto fue fundamentalmente entre los historiadores, no creo que haya sido mucho hacia el pueblo. Salió en los diarios, salió en un montón de diarios y mucha gente nos habló pero creo que el impacto en definitiva no fue muy grande, me refiero a un impacto real. Sin embargo, marcó un precedente sin duda significativo de que los historiadores alguna vez se definan en la coyuntura porque para atrás nunca, jamás lo han hecho, más bien al revés: Alberto Edwards siguiendo al Dictador Ibañez, Góngora al principio siguiendo al Dictador Pinochet, los otros guardando silencio. Al menos una vez que haya habido un manifiesto, un posicionamiento público y creo que eso es muy bueno porque los historiadores siempre andamos ratonamente arrancándonos al pasado.
Hablemos de la historiografía actual ¿Con quién (es), te identificas generacionalmente y, por otro lado, temáticamente?
Es difícil porque si uno se identifica con los maestros son de una generación anterior. Si es por la opción política me identifico con la generación del 68 que fueron más lejos y curiosamente los de esa generación, en su mayoría, no fueron historiadores sino que sociólogos, economistas, etc. Yo me sentí muy identificado con las peloteras del año 69-73, con gente como Tomas Moulián y Manuel Antonio Garretón que no eran historiadores.
Los historiadores en general, en ese periodo crítico no fueron a la pelea, es decir, a la pelea teórica con excepción del intento que hicimos en la Universidad Católica. En esa ocasión no quisimos politizarlo porque teníamos una crítica tan lapidaria a la izquierda que era mejor quedarse callados antes de ser identificados como traidores. Pero en general los historiadores de ese periodo no se jugaron el pellejo. Los estudiantes de historia sí, pero los historiadores no. Leonardo León y Luis Ortega eran estudiantes en esa época. Yo me identifiqué con los cientístas sociales, me sentí más identificados con ellos en ese plano.
Temáticamente diría que en la medida en que los problemas cruciales de Chile comenzaron a jugarse después del 69 hasta al día de hoy en cuestiones muy relevantes a la contemporaneidad yo me identifico más con la teoría social que tiene que ver con el diagnostico del presente que con los viejos temas de la historia. Balmaceda o Arturo Alessandri están bien, yo los estudio también, pero si me preguntas con quien yo me identifico, si ustedes se fijan en la producción mía de artículos el grueso va para allá, casi nunca me invitan por temas netamente históricos. La droga, la infancia, el género, la participación ciudadana, el capital social, los movimientos sociales, la globalización, el desarrollo local son todos temas cruciales para estudiar y discutir el presente, tienes que meterte en todo eso. Si además le metes historia e investigación resultan trabajos que compiten con el de los gallos que solo estudian los temas desde lo estadístico y lo teórico, entonces les llevas una ventaja relativa. Yo me he encontrado con situaciones en las que me invitan junto a economistas y tengo un arsenal con argumentación histórica y sociológica frente a los fríos cuadros estadísticos que ellos presentan. Yo me identifico más con eso porque la crucialidad de la historia está en el presente y un historiador tiene que jugarse en esa porque sino se te meten los teóricos con sus conceptos generales y despistan a medio mundo. Por eso he tratado de ir en esa dirección y de hecho ahora estoy tratando de sacar un libro sobre los mercaderes y empresarios en el siglo XIX porque tengo mucho material pero me ha costado mucho porque te invitan a conferencias y se va el tiempo. Entonces esa opción me ha complicado la vida como historiador porque me ha costado publicar como ocho investigaciones terminadas que no he podido escribir aún.
¿Se ha mitificado la generación del ’68?
Un poco, pero fue una época mítica. ¿Cómo puedes explicar que jóvenes brillantes dejaran sus carreras para entrar a la política? Fue una generación que se la jugó, aunque yo no era de ella, pero teníamos modelos: el Che, Juan XXIII, Castro, Giap, Kim, Mao. Todo te indicaba donde ir.
Había una teoría, una generación que se la jugó y perdió. Esta mística tiene que ver con la tortura, no hay otra generación que haya sido reprimida como ésta. Fue una generación que se mistificó, pero su historia posterior, su reinserción es triste. Son pocos los que se mantienen críticos.
Si vemos a los jóvenes de ahora podemos ver otras generaciones. Está la de 1980, la que peleó. Después está la de 1992 hasta 1997-8; ni chicha ni limoná. Vive el desencanto, no hay alternativa. Por primera vez, como profesor, no sabía qué hacer. Pero hay otra generación, la del ’98-’99, esta es una generación que piensa, busca la experiencia y la nueva expresión cultural, intelectual. Por ejemplo; el rock poblacional, lleno de bandas autodidactas que crean sus propias letras. Su lírica es nueva.
En relación a los historiadores chilenos ¿Es un gremio, un círculo o una comunidad?
Ni una cosa ni la otra. Yo creo que es una masa de historiadores que se conocen todos entre si, que se saludan con respeto cuando se encuentran en jornadas de historia de Chile, congresos en Argentina u otros pero que no tienen ninguna homogeneidad en términos corporativos por lo que no hay gremio. No tienen unidad en términos de una común unión. Desde el punto de vista de la identificación los sociólogos tienen mucha más comunidad de pensamiento. Entre los historiadores hay muchas rencillas personales, mucha odiosidad pequeña, primitiva que no puedo entender de repente pero que están allí.
En general en los departamentos de Historia de las universidades tradicionales existen divisiones, animosidades y bolsas de gatos porque conviven personas de derecha, de izquierda, viejos decrépitos malos, otros jóvenes emergentes, gente inteligente y gente tonta. Y esta situación sucede menos en otras escuelas como las de sociología. Les puedo dar un ejemplo, yo hice clases en la Escuela de Sociología de la Universidad de Concepción como dos o tres años y trabajé con esa comunidad y fue fantástico. Ningún problema, todos camaradas, aunque pensáramos distinto, se nota la comunidad para organizar cualquier cosa. En esa ocasión yo traté de ponerlos en contacto con la escuela de Historia de Concepción porque había elementos en común por lo menos con algunos historiadores y fue imposible. Me contaron después que hubo un tema político detrás, porque el ala derechista, que es mayoritaria, en el departamento de Historia se opuso. Entonces así no logras constituir un gremio pensante y multidisciplinario.
En el caso de los historiadores en Inglaterra sí se podría hablar de un gremio, yo los noté muchísimo más unidos pese a que en los debates son terribles entre ellos porque son durísimos. Los conflictos, por ejemplo entre Thompson y Perry Anderson, son intercambios académicos durísimos pero eso no quita que entre ellos sean de una cortesía fabulosa. En el caso chileno recuerdo una vez en la presentación de un libro de Cristian Gazmuri en que Eduardo Deves tenía que comentar la obra y lo destruyó con una saña, pocas veces había visto una cosa así. Pero en general en Chile creo que el gremio no se caracteriza por eso. Aunque hay grupos dispersos que son amigos entre si. En el caso del ARCIS yo he tratado de hacer converger a un grupo homogéneo. Esto puede ser peligroso si se termina haciendo unilateral una perspectiva pero en el caso del ARCIS no hay gente militante de ningún partido pero la idea es que sí comulguen con un cierto sentido, un cierto estilo. Y que eso permita trabajar, producir y organizar cosas, formar gente, hacer escuela y finalmente hacer toda la tarea que uno piensa pero hacerla con un estilo. Creo que aquí las relaciones humanas son fantásticas en gran parte por eso.
¿Cambió tu posición política con el nuevo Chile de «la vuelta a la democracia» y cómo evaluarías la transición chilena?
No, yo no he cambiado la posición política que asumí cuando me aparte del MIR en 1979, en que pasé de una militancia político partidaria a una militancia sociocultural. Esta es una militancia desde el bajo pueblo en función de transformar un modelo que sigue espoleando.
Por otro lado, creo que la transición no ha terminado porque todavía no tenemos democracia, una verdadera democracia no, aún estamos con la herencia de Pinochet, es decir, hay un cierto continuismo y es terrible que quienes se hacen llamar demócratas no hacen más que legitimar el modelo que dejó la dictadura, de administrarlo, lo cual es todavía peor. Es así como le dan a la UDI la magnifica oportunidad de hacer una oposición populista.
No ha habido una verdadera transición sino que ha habido una especie de continuismo con enroque de clases políticas. Creo que en consecuencia la democracia todavía está en construcción, hay que pelear por ella, ya no podría ser una democracia liberal de viejo puño ni electoralista, tiene que ser una democracia basada de alguna manera en el desarrollo de comunidades soberanas en lo local, es importantísimo que la democracia futura controle los procesos locales regionales. Los nuevos movimientos sociales van en esa dirección, es lo que está haciendo en la NCT, es lo que observé en la Provincia canadiense de Quebec y en general todas las teorías emergentes en los sectores populares apuntan a eso, a desarrollar un poder local que les permita construir una democracia participativa pero controlando procesos locales y si van a lo nacional tiendan de nuevo a reproducir el sistema representativo, es una tarea a largo plazo y por ahora requiere de una acción educativa y auto educativa fundamental.
¿Qué opinas sobre la nueva Reforma educacional y qué modificaciones harías a los programas de estudio de Historia de la enseñanza básica y media?
Debo confesar primero que yo no he estado preocupado centralmente en el tema aunque he participado en el debate a través de algunas publicaciones. Sin embargo, ahora estoy revisando un colectivo de profesores que saca una revista que se llama Pedagogía Critica que son ex alumnos míos de hace mucho tiempo. Me entregaron varios textos para que les hiciera un comentario critico y yo le eché una mirada pero era internet transportado a libro, la misma ensalada de la feria que tú ves en internet pero transportado a libro y no voy a destruir a uno de mis mejores amigos porque no lo he revisado en detalle.
De todas maneras sé algo del tema por varias razones. De hecho, al principio en el 94 o 95, no me acuerdo de la fecha exacta, me invitaron a participar en el comité que comenzó a discutir la reforma. Estaba la Sofía Correa y otros que no recuerdo e invitaban a distintos consultores a que dijeran lo que quisieran, yo dije lo que quise claro está pero era la mecánica de mostrar que se hizo una consulta aunque ya está todo preestablecido. La razón es muy simple y es, en definitiva, que hay que contentar a todos los bando políticos. A partir de esta invitación salió una propuesta escrita por mi amigo Julio Pinto en la cual se pone énfasis a una historia que arranca más de lo local, una historia más presente y más contemporánea. Esto generó una reacción de Ricardo Krebs, de Gonzalo Vial, de la derecha y el gobierno echó pie atrás, retiró un texto que había salido y sacaron otro que es a medias tintas porque toda la Reforma esta hecha a medias tintas, muy consensuada. No refleja ni el interés de los alumnos ni el de los profesores así como tampoco el interés de los técnicos. Al final es la clase política la que de una u otra forma se las arregla para manejar el asunto, yo por eso me retiré y escribí un articulo criticando a su vez lo que planteaba Ricardo Krebs, Gonzalo Vial, etc., pero después no me metí más. Estoy dirigiendo una tesis de doctorado sobre el tema; cómo se gestan las políticas educacionales, cómo han sido cambiadas, cómo la clase política se arregla, cómo los milicos se meten y resulta una ensalada que no refleja finalmente a nadie salvo los grandes intereses. Esta es una Reforma que termina siendo un reflejo más del modelo pero que no está resolviendo los problemas de los cabros marginales ni de la juventud cuyos padres son trabajadores precaristas. No, la verdad es que soy muy crítico de esta Reforma.
Lo que se necesita es lo que creo yo he estado haciendo fuera del aula, lo que ha estado haciendo Mario Garcés fuera del aula, lo que ha hecho en general la educación popular con la historia fuera del aula. Esta labor consiste básicamente en asesorar a los historiadores espontáneos que surgen en los sectores populares, sean cabros jóvenes, sean viejos o viejas, trabajadores porque hay un interés autentico en ellos de estudiar su propia historia, sistematizarla y contarla como a ellos les dé la gana. Uno puede asesorar eso en términos metodológicos o darles las perspectivas macros que ellos no manejan bien, aportar con información adicional o sugerir perfeccionamiento en la visión. Nosotros lo practicamos muchísimo con Garcés, lo hemos hecho en el sur, en Rancagua y normalmente el impacto es muy grande porque no sólo la gente se identifica con la historia sino que además de allí la gente saca una opinión, saca reflexiones y comienza a actuar de una manera distinta y en definitiva tú te das cuenta de que es una historia que tiene sentido para la otra gente. Si eso lograras hacerlo de manera regular en los colegios, sobre todo en los colegios, puede que la enseñanza media fuera distinta, a lo mejor en ese punto habría que hacer el engarce entre la historia local con la historia regional o la historia nacional. Sin embargo no hay ninguna posibilidad de trabajarlo dentro de los colegios porque los alumnos míos que se han creído el cuento lo han intentado poner en practica en los colegios donde trabajan como profesores y los echan de los colegios. Es penoso pero los sostenedores no aguantan, están muy ocupados en que sus profesores trabajen para las pruebas, el SIMCE o la prueba de aptitud, pero que se vengan a distraer en este tipo de cosas significa que son malos profesores y los echan. Entonces es re complicado trabajar esto y por lo que este trabajo se hace por fuera, es paralelo al trabajo del historiador y del educador formal.
¿Cómo _evalúas el papel que juegan hoy las ONGs, en la construcción de conocimiento y en la búsqueda de la transformación social?
Por otro lado, en torno al rol de las ONG es evidente que hicieron una enorme contribución en los años 80´s a desarrollar la auto educación popular, a desarrollar una conciencia ciudadana participativa para poder construir los tejidos de una sociedad civil y crear la conciencia de que los micro poderes locales pueden desarrollar muchas cosas significativas. Ese rol las ONG, durante los ochenta, lo cumplieron más o menos bien pero en los noventa viene el colapso porque se retiró la cooperación internacional, el gobierno comenzó a licitar sus políticas sociales a ejecutores privados, bajo el nombre de ONG y consultoras pero todas las políticas vienen diseñadas desde arriba con un sello neoliberal en consecuencia las ONG se encuentran en la disyuntiva de vivir en la medida que hagan un trabajo neoliberal o morir, de hecho han muerto muchas ya. Incluso SUR, donde yo trabajo, tiene sus años contados y es insoportable trabajar para el gobierno no sólo porque significa trabajar con políticas neoliberales sino porque ahora están ya ejerciendo una especie de macartismo si uno es muy critico. Por lo tanto, en las licitaciones públicas quedas fuera, tiene que haber una aceptación literal de lo que plantean las autoridades. Por otro lado es muy engorroso porque ponen tal cantidad de gabelas para el control de las platas que se hace muy costoso y muy desagradable. Son muy pocas las agencias internacionales que están financiando, entonces SUR ve que la cosa se estrecha y se estrecha y nadie quiere convertirse en un comodín absoluto del gobierno y eso es muy inestable porque el trabajo de las ONG es autónomo y es muy necesario porque ahora se puede construir real porque lo de antes era resistencia y no estando las ONG ¿quién lo puede hacer?. La Iglesia se replegó, las universidades tienen que auto financiarse y los intelectuales también tienen que vivir de proyectos financiados. Entonces ¿quién financia esta cosa de la educación popular, de la investigación por ese lado? Nadie, de allí que los grupos de educación popular estén compuestos por estudiantes que de mutuo propio lo hacen gratuitamente y el apoyo que encuentran estos grupos en algunos profesores de las universidades como es el caso mío. Las autoridades del ARCIS ahora se están pasando a la concertación el macartismo interno es terrible entonces yo creo que la ausencia de las ONG es un vacío terrible, grande que no se ha llenado y hay una demanda muy fuerte de educación popular y de este interés enorme por la historia, todo lo cual es muy significativo.
Hablemos un poco sobre investigaciones de los últimos años. ¿Cómo fue la experiencia en el caso del proyecto «identidad local, memoria social y desarrollo en las poblaciones del sur y poniente de Rancagua»?.
Bueno, esto inicialmente fue a partir de un interés especial del Alcalde de Rancagua que me conocía porque había sido alumno mío, quien un día me habló de hacer un proyecto de historia local en la perspectiva de que las políticas municipales pudieran entroncar con la memoria y las identidades locales. Le dije que me parecía perfecto y le propuse suscribirse a las zonas más populares, a los sectores más pobres que son dos y trabajamos la historia a la pinta de los pobladores con sus testimonios de acuerdo a lo que ellos quisieran, sin pensar que se iban a integrar a sus políticas. SUR financió el proyecto y Darío Valenzuela, el Alcalde, me dijo que ocupara los funcionarios que necesitara, para lo cual habían organizado un sistema de comités locales. La idea mía era que partiéramos con un grupo de entrevistadores del Municipio pero al final los mismo pobladores se auto entrevistaron y al auto entrevistarse que siguiéramos avanzando en la sistematización de datos hasta que ellos decidieran cómo escribir el texto, tal como lo planificamos con Verónica Salas para los pobladores del Campamento Esperanza Andina en Peñalolén. Pero lo que pasó entre medio fue que los funcionarios del Municipio eran convocados a cada rato a reuniones de planificación, evaluación, reuniones para esto y para lo otro y gastaban más tiempo hacia adentro que hacia afuera y en consecuencia el trabajito fue quedando botado y por más que recibimos ayuda de pobladores tuve que pedirle ayuda a una ayudante mía de la Universidad de Chile. Finalmente tuve que redactar yo mismo el documento pero usando siempre nada más que los testimonios de los pobladores. Bueno esos textos se están usando ahora en dos colegios de los dos sectores pobres que trabajamos, recuerdo que una de ellas es la Escuela Blest Gana. La idea es que estos textos se están usando como texto base y ellos se sienten muy identificados con esta historia. Ahora el municipio no pudo seguir con esto porque en la elección siguiente ganó un UDI y toda la experiencia quedó en el aire pero fue una linda experiencia con los pobladores.
La idea del proyecto era trabajar los testimonios de los pobladores; hombres y mujeres, niños, jóvenes, viejos, gente del municipio, los curas, el Alcalde mismo, para organizarlos en un historia tal y como ellos la pensaban y rematar en los problemas actuales y el diagnostico que ellos hacen de esos problemas actuales. Es decir, no era sólo recordar los orígenes, el objetivo nuestro era que analizaran los problemas actuales para finalmente sacar un proyecto de acción. Por eso era importante que sistematizaran ellos mismos al final todo, pero no pudimos hacerlo y en ese sentido quedó trunco. Por lo tanto la idea nuestra es que al sistematizar la memoria, al reconocerse ellos en la memoria, definir mejor su identidad, estabamos potenciando el capital social. Pero siempre en la perspectiva de desarrollar una acción propia, no de colaboración con el Municipio. Yo se lo dije al Alcalde todo el tiempo, aquí no vamos a trabajar para beneficio tuyo, aquí vamos a trabajar lo que los pobladores digan, lo que ellos quieran hacer.
En otro trabajo reciente indagas en torno a las ferias libres. ¿En qué sentido las ferias se transforman en un espacio de soberanía popular? ¿Qué sucede con la soberanía del mercado?.
Bueno, este es un tema que ya es un libro y que por razones internas en SUR no se ha podido editar. La idea, en el fondo, de ese trabajo es preguntarse por qué en las Ferias Libres de hoy hay un espíritu ciudadano que no se da en ninguna otra parte. La alegría con que trabajan los feriantes, el ustedeo, el mamita, el casero, caserita. Es un lenguaje y un respeto que se da fantástico y que la actitud y el juego de los que van a comprar también. Son espacios libres, son espacios de respeto ciudadano que encuentro muy interesante por todo lo que se produce allí y por el hecho de que sobrevivan pese a los Malls. Al nosotros entrevistar a los clientes todos decían «es que la atmósfera es rica», «ya conozco a esta casera», ya les saben los nombres y se preguntan por la salud, se cuentan las enfermedades. Entonces nos preguntamos por qué este espíritu ciudadano se mantiene allí, cuál es su origen. Comenzamos a investigar para atrás y llegamos poco menos que a las ciudades post medievales pasando por toda la transformación de estas plazas públicas, las ferias y su transformación hasta el día de hoy. Entonces la idea era ver cómo a un espacio ciudadano que era soberano en todos sus aspectos le fueron quitando las partes políticas, las partes soberanas, religiosas y quedó nada más que el menudeo pero sin perderse el espíritu. Entonces esta investigación es un ensayo, simpático si se quiere, que buscó investigar el tema del espacio público y de la ciudadanía, tema que a SUR le interesa mucho a través de una revisión de la evolución de las plazas públicas y las ferias.
¿ Los Mercados públicos versus las Ferias de la calle? ¿Cuándo ganan las Ferias y por que?
Esta fue una disputa muy antigua, que yo trabajo en otro libro, entre un espacio de mercadeo de bienes de consumo alimenticio en que el Municipio quiere controlar y regular exigiendo patente para sacar de allí un ingreso. Por lo tanto los comerciantes que pagan patente y se instalan allí tienen un lugar privilegiado y monopolizado y así pueden manejar el precio monopólicamente y ganar más plata. Pero como es un espacio reducido, monopolizado y sujeto a normas, es estrecho. Entonces siempre están los pobres que por su cuenta empiezan a vender y a romper el monopolio y siempre se ha producido una guerra desde el periodo colonial entre los regatones y los de la plaza que después se llamó entre los comerciantes ambulantes y los comerciantes establecidos con el municipio entre medio y la policía que persigue a los ambulantes. Ese conflicto fue larguísimo y se resuelve parcialmente a comienzos del siglo XX cuando finalmente se acepta mantener el espacio privilegiado de la Vega, del mercado, más espacios libres cerca del mercado central en el Mapocho que hasta hoy existe y se llama la Plaza de los Aburridos, donde está la única feria libre que se permitió y que era de carácter estacional. Junto con eso se admitió que hubieran como cuatro más llamados mercados libres que van a ir apareciendo en distintos lugares y después aparece definitivamente el permiso para estas ferias libres. Es así como se produce el triunfo del comercio ambulante frente al comercio regulado por el municipio que era monopólico. Entonces es en las ferias donde queda el verdadero espíritu liberal del ambulante. Además se forman hermandades entre ellos que son muy interesantes. Hay que distinguir entre los ferianos que tienen una hermandad y se ayudan, que van de padres a hijos y donde hay una fraternidad de la comunidad con los coleros que se ponen al final y es cualquier cabro joven que vende cualquier lesera, el trato es diametralmente opuesto además es transitorio, van cambiando. Y los ferianos los toleran porque atraen gente también. Es un tema realmente fascinante que a mi me encantó investigar.
¿ Cómo trabajar todos estos temas que has mencionado sin sentir que son temas puestos en la agenda política mundial y que a veces dan la sensación de que pueden ser un poco artificiales?
Una veta mía viene de la educación popular, porque antes de que yo retomara en la Universidad de Chile, en 1992, trabajé mucho con educación popular y comprendí cual es la agenda popular. Esta agenda popular va en la misma dirección que va la agenda internacional y las dos se encuentran y tienden a pelearse los mismos conceptos. Todo va en la forma en que tú leas el concepto y lo fundamentes, hacia donde lo dirijas aunque la palabra sea la misma. Hace un tiempo atrás me invitaron de la CEPAL a un seminario donde iban personeros de gobierno e invitaron a intelectuales para discutir las políticas públicas en parte liderado por el tema de la participación. Me invitaron a mi para comentar las ponencias de ellos y claro, discutí los mismos conceptos de ellos, metí todo lo que he venido trabajando sobre la cultura popular. Además, cuando uno habla a nombre de lo popular no estás haciendo un informe frío con diapositivas, con datashow donde es una lata porque van leyendo y no hay contacto. Yo no uso eso, yo hablo directo y traigo otras motivaciones, yo me juego la vida en esta cuestión y les di vuelta absolutamente la tortilla, fue penoso para ellos.