Recomiendo:
0

El cambio cultural

Fuentes: Rebelión

Tal como hemos ido planteando lo que realmente importa para el pueblo no estaba en juego en las elecciones. Por eso nuestra opción es y será la lucha y la organización, quizás por eso coincide con esa sabia sentencia de tantos pobladores que corre de boca en boca con la certeza que les da su […]


Tal como hemos ido planteando lo que realmente importa para el pueblo no estaba en juego en las elecciones. Por eso nuestra opción es y será la lucha y la organización, quizás por eso coincide con esa sabia sentencia de tantos pobladores que corre de boca en boca con la certeza que les da su vida cotidiana: «Total tenemos que seguir trabajando igual» dicen, con una suerte de conformismo que es la ventaja para que los que detentan el poder puedan conservarlo y, por mientras, se entretienen en sus propias disputas por los sillones que le dan los privilegios para seguir parasitando del estado.

Claro, porque los que hoy tienen el poder no es la Concertación como conglomerado político. El poder está en manos de quienes le dan sustentabilidad al sistema y allí comparten roles ambas tendencias que se enfrentaron en la segunda vuelta, por eso es que las necesidades de pueblo no se superarán ni en el próximo gobierno de Bachelet, ni lo hubiera sido con el triunfo de Piñera.

Una diputada invitada a los sempiternos programas televisivos la misma noche tras conocidos los cómputos, parafraseaba que «Mañana Chile va a amanecer distinto»; una bofetada a la conciencia de quienes con desagrado tuvieron que cumplir el alardeado deber cívico que ya con ninguna campaña de «participación» ciudadana logra encantar.

En efecto, pues el carácter que se le impone a la participación del pueblo, en si mismo se explica con la frase tirada a la prensa por Lagos: «ese día todos somos iguales». Claro, sólo ese día, la libertad en el cubículo de un metro cuadrado, hace que la raya en el voto pese lo mismo para cualquier chileno, sin embargo, los que deciden ya habían votado mucho antes de la primera vuelta.

La diputada completaba sus profundas e inteligentes reflexiones con un «Mañana va a ser un bonito día». No podría ser menos, si lo que quedaba atrás era el miedo de tantos a perder los puestos que le han permitido todos estos años la corruptela que tiene en sólo la V región más de 70 investigaciones en curso a funcionarios del estado, espectáculo animado en primera fila por el farandulero Marco Enríquez, que como buen aprendiz, ya antes de entrar a payasear al Congreso, se encargó de hacer su prepráctica, involucrado en el oscuro uso de platas de los PGE.

No obstante, el rasgo más recurrente en todos los medios, en la opinión pública, incluso alcanzando la opinión popular, es lo que primero reivindicó Bachelet en su primer discurso: «Quién habría pensado, hace veinte, diez o cinco años, que Chile iba a elegir una mujer como presidente de la república», replicó esa noche la recién electa.

De aquí al 11 de marzo vamos a vivir un constante golpeteo comunicacional e ideológico bajo el pretexto de que lo ocurrido es un «tremendo cambio cultural» en la sociedad chilena que al fin le otorga el lugar que le corresponde a la mujer. Resulta efectiva la ofensiva en ese plano, cuando vemos a amplios sectores del pueblo repitiendo tanta frase arrojada a diario por cuanto político y líder de opinión oportunista, especialmente de las mismas mujeres que comparan con otro hecho de trascendencia histórica como fue otrora la conquista por el voto femenino, cuestión que pese a estar lejos de asimilarse, tampoco iba a cambiar sus condiciones de dominación, lo que ya indiscutiblemente ha sido probado en la tristemente célebre tradición republicana.

Es cierto, porque la dominación no es de género. Se trata de una dominación de clase, donde las mujeres pobres son las que han sido y seguirán expuestas a la violencia y la explotación, al igual como los hombres pobres: es decir el pueblo pobre en su conjunto.

Con la lucha y no con el voto, es que las mujeres hace mucho se han transformado en protagonistas de los procesos que buscan cambiar las condiciones de vida de los excluidos. Valerosas han sido las mujeres pobladoras, cuando se han organizado para pelear por su derecho a una vida digna. Con esfuerzo la mujer de la mal llamada clase media, que en su indudable condición de proletaria, es explotada en su trabajo, se desvela y coge cuanto estrés para no perder esa difícil inclusión y acceso a una vida más o menos pasable para que sus hijos tengan un mejor porvenir. Con generosidad nuestras compañeras militantes se incorporan a la lucha, con los costos que a cada paso les da la decisión de la rebeldía, pero construyéndose y construyendo el futuro.

Nadie les regalará un amanecer distinto, ellas conquistan su protagonismo, así han colocado su participación activa en ejercicio, así han buscado ser reconocidas y valorados en su condición de seres humanos. Una presidente mujer en las condiciones políticas de este país, sería lo mismo si el elegido en los cuoteos de los partidos haya sido un hombre. Una presidenta no hará que las mujeres dejen de ser heridas en su condición de pobreza, no dejarán de ser violentadas por el sistema que a su vez engendra la violencia intrafamiliar y la discriminación de genero. Peor aún, seguiremos viendo a niñas pequeñas, recorrer las calles en busca de monedas para sobrevivir, porque la crueldad es inherente al sistema cuando se trata de los más desprotegidos.

Pero con todo ello, que no se ilusionen los adalides del sistema actual. Sabemos que la verdadera semilla del cambio cultural está unida indefectiblemente con el cambio revolucionario. Hoy se va expresando en la lucha silenciosa del pueblo por construirse a si mismo; allí donde la conciencia, conculcada por tanta canción de promesas y bordada de farándula, a contracorriente intenta recuperarse como valor superior; allí donde las esperanzas están puestas en los insobornables sueños de una nueva sociedad.

El pueblo nuevamente no es el ganador de la jornada, pero ojo que el pueblo aún no ha entrado en la arena a disputar sus espacios. Hoy se organiza, desarrolla su lento proceso de aglutinación para luchar, va  aprendiendo nuevamente a reconocer la justa razón de la lucha y se va educando para dar la pelea. Cuando el pueblo entre con toda su fuerza convertida en poder popular, a ser actor decisivo, la tranquilidad de los que hoy celebran será rota. Y ahí estamos y estaremos nosotros organizados y decididos, ahí estarán las mujeres que ya saben que la única opción para liberarse, es lograr la libertad de todo el pueblo. Porque «Si el voto cambiara algo, ya estaría prohibido»; sobre eso levantamos nuestro qué hacer cotidiano.

Ahí estamos y estaremos porque nuestra tarea de revolucionarios nos convoca hoy a entregar nuestros esfuerzos a la construcción de un movimiento popular que se convierta en si mismo como el instrumento capaz de producir los cambios necesarios para alcanzar esa sociedad que hablará de igualdad y justicia.