La indiscreción que Pasqual Maragall cometió hace unos días en Vitoria, después de entrevistarse con Patxi López y con el lehendakari Ibarretxe, ha permitido saber que los socialistas estudian varias fórmulas para dar salida a la principal reclamación de las fuerzas abertzales: el derecho de autodeterminación. El PSOE está dispuesto a reconocer este derecho de […]
La indiscreción que Pasqual Maragall cometió hace unos días en Vitoria, después de entrevistarse con Patxi López y con el lehendakari Ibarretxe, ha permitido saber que los socialistas estudian varias fórmulas para dar salida a la principal reclamación de las fuerzas abertzales: el derecho de autodeterminación. El PSOE está dispuesto a reconocer este derecho de los vascos pero con importantes limitaciones y el modelo que tiene ahora mismo sobre la mesa es el del Quebec y su Ley de Claridad.
Esta ley establece que la pregunta sometida a un referéndum para decidir la separación del territorio debe ser clara, como también lo debe ser la mayoría que apueste por la secesión. Se trata de un proceso estrictamente reglado, imposible de realizar sin un amplio consenso entre todas las fuerzas políticas y que debe desembocar en una modificación constitucional y en unas negociaciones con el Estado.
Por lo tanto, en el modelo quebequés no es posible ni la ambigüedad, ni la actuación unilateral de la parte abertzale, ni tampoco es admisible un resultado favorable a la independencia del 50% de la población más uno.
Por esto, la fórmula quebequesa exige a los implicados «lealtad constitucional», petición que, en el caso vasco, también se trasladaría a las formaciones independentistas y nacionalistas. Este diseño político gusta a los socialistas vascos, de hecho, el actual presidente del PSE, Jesús Egiguren, siempre ha defendido, como solución en Euskadi, «la soberanía compartida al estilo del Quebec». Egiguren es el conducto «no oficial» que Arnaldo Otegi utiliza para enviar mensajes al PSOE, y entre los dos políticos existe una gran sintonía a lala hora de buscar soluciones al conflicto vasco.
Habrá que ver ver si la izquierda abertzale está dispuesta a asumir las limitaciones que el modelo quebequès impone al derecho a decidir. El PNV no tendría ningún problema en admitirlas.
El eventual proceso de paz vasco, basado en dos mesas de negociación, mezclará formulas de Irlanda y de Quebec. Una mesa formada por ETA y el Gobierno español, que habrá de abordar la desmilitarizació del conflicto, la cuestión de los presos y de las víctimas, recogerá muchas de las aportaciones de Irlanda del Norte. Mientras que Mesa de los Partidos Políticos, aplicará las lecciones del Quebec. Las piezas del puzzle empiezan a encajar fruto de las conversaciones secretas que todos los partidos, menos el PP, mantienen en Euskadi.