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Autocracia y oligarquía política

Fuentes: Rebelión

Recuerdo que en la escuela secundaria, en las clases de Educación Cívica, con respecto al tema de la política, solían decirnos que ésta era el proceso y la conducta en donde la toma de decisiones estaba determinada por un grupo. Pero también nos decían que la ciencia política estudia la conducta social en sus diversas […]


Recuerdo que en la escuela secundaria, en las clases de Educación Cívica, con respecto al tema de la política, solían decirnos que ésta era el proceso y la conducta en donde la toma de decisiones estaba determinada por un grupo. Pero también nos decían que la ciencia política estudia la conducta social en sus diversas manifestaciones y que tiene en cuenta el comportamiento efectivo y observable de las personas y la sociedad en su conjunto, que era como la definición más clásica de la política.

Ahora, en el caso específico de Chile y su definición como República, además de su relación con la política y la cosa pública, lo público de acuerdo a su más amplia definición. Se dice que es un Estado cuya estructura política descansa sobre el principio que los ciudadanos tienen derecho a voto, en donde el electorado, es el garante de la legitimidad y la soberanía.

En teoría entonces se suele decir que la más amplia soberanía reside en el pueblo, aunque la práctica misma pueda demostrar la existencia de cualquier forma de gobierno, que no sea una república, monarquía ni una dictadura.

En Chile a partir de la elaboración de la Constitución del 80, heredada de la dictadura del criminal y ladrón Augusto Pinochet, tendríamos que decir que los autócratas que redactaron dicha constitución, se preocuparon muy bien de recuperar el carácter presidencialista de la denominada «República de Chile».

Cabe destacar que actualmente existen ciertas repúblicas en donde el Jefe de Estado, tiene muchas de las características propias de un monarca. Este tipo de presidentes, a veces suele tener un poder más allá de lo que es normal en una democracia. Con las reformas realizadas recientemente a la Constitución de Pinochet, el presidente de la república ha recuperado el autoritarismo propio de una autocracia, que suelen llamarle también acentuamiento del régimen presidencial.

De allí que la actual pugna por el poder político que se vive en Chile, es entre autocracia y oligarquía política, puesto que el ejercicio del poder esta reducido a algunos pocos, o sea entre el conglomerados de partidos llamado Concertación (gobierno) y la Alianza por Chile, representada por la extrema derecha compuesta por la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional, que defiende el legado de la dictadura.

Bien, ahora esta conjugación de autocracia y oligarquía política, llamada también «clase política» y que ha cogobernado durante 16 años bajo el techo de la Constitución de Pinochet, después de la existencia del régimen militar, se ha negado rotundamente a entregarle su más plena soberanía al pueblo chileno.

Cabe destacar además que hay un segmento importante del electorado (10%) que no tiene representación parlamentaria, ello debido a la existencia de un sistema electoral que permite precisamente esta conjugación entre autocracia-oligarquía política y que los deja fuera de la actividad política de carácter representativo. Lo que choca profundamente además con la democracia real, que no es otras cosa que el gobierno del pueblo.

Con la existencia de la Constitución del régimen militar, Chile ha devenido en un quehacer político de los más mediocres que existen en América Latina, en donde ya no se exponen concepciones filosóficas, en donde no hay debate de ideas, en donde no se discuten proyectos propios de construcción de sociedad, u otros aspectos que sean de interés de sus propio pueblo. Diríamos que la política en el país sudamericano, es descaradamente pobre e intrascendente, son los resultados del neoliberalismo y de ésta conjugación a la cual hacíamos alusión.

Los partidos o la elite política, ya no discute precisamente de eso, de política, ahora lo que hacen es discutir de cómo cual jauría sedienta de poder, se van a repartir las cuotas de poder, es el gran negocio de la política. Los partidos políticos adictos al sistema, ahora funcionan como entes corporativos o como verdaderas mafias de la política. Las lacras o cúpulas políticas de los partidos de la Concertación y la extrema derecha (UDI-RN), son entidades políticas de funcionarios ejecutivos, que viven al margen de lo que piensa su militancia, y muy divorciados de los grandes problemas que padecen los chilenos, muy golpeados por lo demás, por las políticas macroeconómicas del capitalismo neoliberal.

De allí, que en Chile, no es raro que solo el 2% de los ciudadanos se sientan identificados con alguna opción política. Las propias encuestas se han encargado de dar a conocer la mala evaluación que hace la gente, de la labor de los políticos y sus respectivas organizaciones, en esta autocracia y oligarquía política dominante. Los políticos en Chile son asociados a la corrupción, a conductas mafiosas y al tráfico de influencias, donde uno de sus mayores gestores ha sido el propio presidente de la república, Ricardo Lagos.

La oligarquía política chilena, hace ya tiempo que perdió su calidad de «servidores públicos», su honestidad, su modestia para hacer política, ahora son empresarios de la política. Dentro de todo el espectro político existente con cuotas de poder, desde los Alcaldes hacia arriba, en mayor o menor medida tienen intereses que defender, sean personales, familiares o de otros. Ello ocurre, debido a que la mayor parte de ellos son empresarios o comerciantes, forman parte de directorios de empresas, asesoran empresas y en el caso de los políticos que son abogados, defienden intereses de empresas.

En la autocracia chilena de hoy, no hay, no existe el diálogo político social de cara a la gente, no existe el gran debate nacional que requiere de toda democracia y en donde estén representadas todas las fuerzas políticas y sociales existentes, de allí, esto de la elite o clase política, otros dirían la aristocracia política, o sea el gobierno de los «mejores», que desarrolla su actividad a espaldas del pueblo. La gran política representada por la figura inmortal del presidente Salvador Allende, aún está por recuperarse.

Es más, el propio sistema electoral binominal heredado de la dictadura, impide que los dirigentes sindicales y de organizaciones sociales, puedan optar a cargos de representación popular, no así los empresarios, lo que anula cualquier debate serio y que afecte a los chilenos.

La oligarquía política chilena ha permitido que la proyección de cualquier tipo de ideas que vayan en beneficio de las grandes mayorías, este completamente vedada, por ello no es raro, que los partidos políticos del sistema, se encuentren en la primera fase de la «Unidad de Tratamientos Intensivos», en donde las bolsas de gatos y la lucha por el poder se realiza a veces de manera descarnada.

La prensa chilena habida de escándalos políticos está dando permanentemente cuenta de ello. La Democracia Cristiana chilena es el mejor ejemplo de las crisis que están viviendo los partidos políticos adictos al sistema. En donde en las elecciones parlamentarias recientemente realizadas obtuvieron un pésimo resultado, perdiendo senadores y diputados, comenzando a vivir así, la misma suerte que han corrido la DC de Italia o el COPEI de Venezuela, que están reducidos a la más mínima expresión política y electoral.

El peso de 17 años de dictadura y el desgaste de 16 años de gobiernos post dictadura, han afectado seriamente la credibilidad y confianza de la gente. La mantención del sistema económico capitalista neoliberal, el sistema electoral antidemocrático y la carencia de una Constitución que represente al conjunto de los chilenos, han sido los elementos que han comenzado a generar una frustración cada vez mayor, un descontento generalizado, pero aún carente de expresión, una rabia y rebeldía que en cualquier momento puede tomar forma de lucha y de grandes protestas nacionales, pues las promesas incumplidas terminan finalmente por pasar factura a quienes detentan el poder político y económico, con una autocracia y oligarquía política como la chilena., que se encuentra en los comienzos de su propia putrefacción, todo puede suceder, pues en política ya nada es absoluto e irreversible.