En medio de la rebelión de libros, conferencias y sonetos de la Feria del Libro de la Habana, una importante visita decidió cambiar por un momento los adoquines centenarios de la Cabaña por las aulas universitarias y honró hace algunos días a la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Nueve y […]
En medio de la rebelión de libros, conferencias y sonetos de la Feria del Libro de la Habana, una importante visita decidió cambiar por un momento los adoquines centenarios de la Cabaña por las aulas universitarias y honró hace algunos días a la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
Nueve y media de la mañana. Decenas de estudiantes de Comunicación Social, Periodismo y Bibliotecología y Ciencias de la Información apretujados dentro de un aula convertida en anfiteatro, se miran ansiosos, por la esperada presencia de quien de un momento a otro abriría la puerta y volvería realidad el sueño de cualquier alumno de Comunicación o Información, en cualquier parte del mundo: conversar sin medias tintas con Armand Mattelart, uno de los gurúes de los derroteros de la comunicación en todo el orbe y férreo denunciante -como si así lo tuviera escrito en el código genético-, de las estrategias de dominación del imperialismo norteamericano.
Después de una explosión de aplausos a modo de bienvenida, los Mattelart, Armand y su esposa Michelle, iniciaron un dialogo que por más de dos horas, recordó la historia de su trabajo con el gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, explicaron los nuevos retos del gobierno chileno de Michelle Bachelet, y las sutiles y criminales técnicas de las industrias culturales impuestas por las trasnacionales radicadas en Washington.
«Hay un filósofo y amigo francés que afirma que hoy estamos asistiendo a una proletarización de todos guiada por el consumo. El consumismo construye la miseria del individuo atrapado en las relaciones mercantiles. Es una especie de proletarización de la libido lo que estamos viviendo hoy».
Ante este panorama comentó que «El peligro principal para las ciencias sociales y las de la comunicación es olvidar que somos el producto de construcciones anteriores. La falta de un pensamiento sobre qué es la historia es como un golpe de estado a toda reflexión científica y social».
Armand y Michelle se conocieron en Paris y se trasladaron a Chile en 1963. Mientras mantenían estrechos vínculos ideológicos con el gobierno de Allende, desarrollaron parte de sus más significativas obras: Para leer al Pato Donald (1972) junto al notorio escritor argentino Ariel Dorfman. Esta obra -por la cuál muchos lo tildaron de apocalíptico-, es una denuncia desde un enfoque marxista de la colonización yanqui enmascarada en los animados de Walt Disney. Fue censurada en los Estados Unidos y a su vez se convirtió en uno de los libros más vendidos de Iberoamérica.
Después del golpe de estado de Pinochet volvieron a Francia donde han sentado cátedra hasta hoy. Michelle además de colaborar en varios de los textos de su esposo, ha profundizado en estudios de género sobre los prototipos de la mujer latinoamericana.
«Ustedes no viven esta lógica, pero la lógica en la totalidad de los países capitalistas es que nos ofrecen la integración a partir de alianzas con el sector empresarial. Yo no tengo nada en contra de la empresa. El problema es analizar las relaciones de fuerza entre la construcción de un conocimiento crítico y este nuevo socio, en momentos en que las sociedades necesitan una amplia socialización, en campos como la educación, la salud y otros de primer índole», comentaban los Mattelart ante un público que no dejó de dispararles ráfagas de preguntas sobre disímiles temas nacionales e internacionales.
«Yo pienso que cuando miramos la realidad cubana, descubrimos que uno de los logros de la revolución es haber llegado a crear en la población, la afición por la lectura. Algo que me ha impactado es ver que el público que viene a la feria no es un público elitista, sino que es masivo y popular. Es realmente impresionante.»
Después de finalizar el conversatorio, varios estudiantes se acercaron al profesor Armand para pedirle que autografiara sus ejemplares de Para leer al pato Donald de la veterana edición cubana.
A punto ya de partir hacia otro compromiso que los esperaba en la Cabaña, Armand respondió algunas interrogantes a Rebelión.
¿Como han variado las técnicas del imperialismo cultural desde que publicó Para leer al Pato Donald?
-Hay que partir de que el imperialismo cultural es el resultado de relaciones de fuerza entre culturas, de modos de organización al nivel de la ciencia, al nivel de las realidades académicas, al nivel de las alianzas militares y al nivel de los modos en que utilizan los medios en función de una idea hegemónica.
Estamos viviendo en un mundo donde la hegemonía está polarizada. Es exactamente lo que ocurre en Irak. La manera en que los gringos desprecian la cultura de los pueblos. Yo no pienso que las relaciones imperiales, las relaciones de fuerza a nivel de las culturas y las economías, hayan desaparecido. Si estamos tratando de elaborar convenciones en defensa de la diversidad cultural es porque muchos y no solamente la sociedad civil tienen conciencia de que existen esas relaciones de poder.
Actualmente los métodos de dominio se asientan en el neoliberalismo. Una de las apuestas del proyecto neoliberal de la sociedad del conocimiento es la adhesión de los productores del saber a un control sistémico. Una parte de la lucha está dirigida a que los profesionales, los productores de sentido, tengan conciencia de que están adentro de un contexto neoliberal.»