A la salida del acto oficial del traspaso de mando realizado el sábado en el Congreso en Valparaíso, el presidente argentino, Néstor Kirchner, declaró estar muy impresionado por la ovación que recibió Ricardo Lagos cuando se retiró del lugar con su gabinete. «Ojalá a mi me despidieran de la misma forma. Sin duda que fue […]
A la salida del acto oficial del traspaso de mando realizado el sábado en el Congreso en Valparaíso, el presidente argentino, Néstor Kirchner, declaró estar muy impresionado por la ovación que recibió Ricardo Lagos cuando se retiró del lugar con su gabinete. «Ojalá a mi me despidieran de la misma forma. Sin duda que fue un gran mandatario», fue más o menos lo que dijo.
Efectivamente a Lagos lo aplaudieron mucho en el hemiciclo, pero el reconocimiento provenía de la clase política, parlamentarios de la Concertación, la coalición gobernante y también de la oposición de derecha que públicamente ha declarado que el mandatario saliente representó los intereses del empresariado, al que ellos pertenecen y donde a varios del gobierno también les gustaría estar.
Pero en la calle la despedida fue bien distinta. Afuera de La Moneda, palacio de gobierno, un grupo de personas, que no sobrepasaba las cien, gritaba consignas de apoyo, y Lagos, en una más de sus habituales puestas en escena mediáticas -que de eso sí sabe-, agradecía como si se tratara de una concentración multitudinaria, al tiempo que descargaba su amargura increpando a camarógrafos y escoltas porque se cruzaban en su camino hacia las «masas». Luego, al llegar al Congreso, en la calle lo recibió menos gente que en La Moneda. Pero él, que se sabía observado en las pantallas de televisión, levantaba los brazos desde el descapotable en agradecimiento a una ovación que sólo él escuchaba en su cabeza (God save the King). Los medios de comunicación nacionales, más papistas que el Papa, lo ayudaban con primeros planos y omitiendo una vez más a los televidentes lo que realmente ahí ocurría.
Puede que cuando Kirchner se vaya no lo aplaudan en el parlamento como a Lagos, pero sobre la despedida popular yo no me atrevería a decir lo mismo. En Chile no tuvimos a un presidente que se haya enfrentado a las transnacionales para defender los intereses nacionales. En Argentina Kirchner redujo la exportación de gas a Chile en beneficio del abastecimiento y control del precio interno, igual como hoy lo hace con el tema de la exportación de carne. En Argentina, en vez de proponer el restablecimiento de la aplicación de la Ley de Amnistía como lo hizo en Chile el Consejo de Defensa del Estado -sin éxito, por suerte-, abolieron definitivamente las leyes de Punto Final y Obediencia Debida que durante dos décadas protegieron a violadores de derechos humanos y a sus cómplices. Podría seguir, pero no es lo único a lo que me quiero referir en este artículo. Sólo decirle al presidente Kirchner que es un caballero y que contrario a lo que la mitología chilena piensa, también hay argentinos sobrados de modestia.
MAR PARA BOLIVIA. Más tarde, ya con una presidenta mujer en ejercicio, la nueva ministra de defensa, Viviane Blanlot, es consultada sobre su opinión acerca del, y esta vez sí multitudinario, acto de recibimiento al presidente boliviano Evo Morales en el court central del Estadio Nacional, realizado un día antes del traspaso de mando, al que asistieron entre 6 y 8 mil personas. Qué le parece, ministra, consultaron los periodistas, que la gente haya coreado «Mar para Bolivia». Una opinión respetable pero que no representa el sentir de la mayoría de la población chilena, respondió ésta. Ahora yo le pregunto, señora ministra, ¿cómo puede afirmar tan categóricamente eso? ¿Existe acaso alguna encuesta que respalde lo que usted dice? ¿O, han realizado un acto donde la gente coree «No, mar para Bolivia, por ningún motivo»?. Por fortuna el comentario que sobre el mismo asunto hizo a la prensa el recién asumido ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Foxley, habla de que el nuevo gabinete, tan tan anti boliviano, no es. Foxley declaró que lo que en ese acto se expresó era importante, que había que atenderlo y que además ya era hora de terminar con ciertos prejuicios. Bien ministro, imagino que ya usted se percató de que en Chile atravesamos por una crisis energética que de no encontrar una rápida salida amenaza con desestabilizar la economía y seguridad interna. Además, imagino que usted también debe saber que los ariqueños son menos prejuiciosos que nosotros los santiaguinos, y que la idea de entregar una parte del control del puerto a los bolivianos no les parece tan aberrante. Incluso lo ven como la posibilidad de reactivar la economía de una ciudad a la que el centro deja morir por inanición.
TRATADOS DE LIBRE COMERCIO. Es verdad que Foxley es demócratacristiano, de un partido político que detesta a Chávez y hace campaña internacional en su contra; que en la década de los sesenta y setenta recibió financiamiento y asesoramiento técnico de la CIA para evitar la asunción de Salvador Allende; que apoyó el golpe militar; etcétera, etcétera. Sin embargo fue a él, que también fue ministro de Hacienda de Aylwin y por lo tanto aplicado ejecutor de las órdenes del Fondo Monetario Internacional, al único actor de la política oficialista que escuché advertir sobre el mal negocio que se estaba haciendo al firmar el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Estaba preocupado por la eliminación del «encaje», que es un instrumento por el cual, hasta antes de la firma de este acuerdo al que eufemísticamente llaman de libre comercio, se cobraba una tasa a los inversionistas extranjeros por cada transacción financiera-especulativa que realizaban en el país. Con la ratificación del tratado esa herramienta fue eliminada, Foxley dejó de llamar la atención sobre el tema, pero hoy, en su primer día de ejercicio como titular de exteriores, declaró que en vez de seguir firmando TLCs, lo que se va a hacer es reforzar los existentes para involucrar en el proceso exportador a otros miles de «emprendedores y empresarios» (¿será que paran el de Japón?) Del encaje ni una palabra, porque ahora es canciller, no ministro de Hacienda, y el que lo es, su «delfín», Andrés Velasco, todavía no se pronuncia ni le preguntan y la verdad dudo que esté en su agenda de prioridades restablecer a la economía del país el único seguro de vida que tenía para resguardarse de la especulación financiera de las grandes transnacionales que hoy juegan sus acciones en Chile mejor que si estuvieran en Las Vegas.
DESDE EL CUERPO. En este traspaso, «la Michelle» estuvo bien. Habló de corrido, muy bonito, fue emotiva. Se diría, parafraseando a las intelectuales feministas criollas, que escribió sus discursos «desde el cuerpo». Pero, ¿qué dijo Michelle sobre la Barrick Gold, la trasnacional canadiense con acciones de daddy Bush, a la que Lagos no tuvo ningún reparo en entregar parte de la soberanía nacional que tanto se defiende cuando se insinúa el tabú «mar para…»? Nada. ¿Qué dijo sobre las hidroeléctricas que proyectan construir en Aysén? Nada. ¿Qué dijo sobre la posibilidad de cobrar un impuesto a las mineras acorde a la evisceración que hacen de nuestros recursos naturales? Nada. ¿Qué dijo de los mapuches y de la ley de seguridad interior del Estado que los trata como terroristas? Nada. ¿Habló acaso de recuperar para los pequeños pescadores la costa chilena? Cómo crees!!!, si su ministro del Interior, Andrés Zaldívar, tiene intereses en la industria pesquera. ¿Propuso una ley de responsabilidad social de los medios de comunicación para resguardar el derecho de la población a informarse con la verdad y nada más que la verdad? Tampoco. Pero eso ya es ponerse a hilar muy fino. Lo que sí hizo, y hasta el cansancio, fue adular al mandatario saliente,»el mejor presidente de Chile», «un gran hombre».
Sin embargo todavía es muy pronto para juzgarla. Recuerdo que cuando fue elegido Kirchner muchos, entre los que me incluyo, dudamos que se fuera a producir un cambio significativo en la Argentina. Era un justicialista, igual que Menem, De la Rúa y Duharte. Además, durante la campaña tampoco se lanzó en picada contra los interes extranjeros que tenían estrangulado al país, peor, mucho peor que acá en Chile. Quien sabe si por ahí la promesa de igualdad y justicia social se cumple, si efectivamente se reforma el sistema previsional y la sociedad civil asume un papel más protagónico en las decisiones de Estado. Quien sabe si nos sentamos a conversar con los bolivianos y la idea de establecer alianzas con nuestros vecinos sudamericanos se transforma en prioridad y dejamos atrás la carrera armamentista en la región. Quien sabe.
Ser mujer no es garantía de nada. Esta no es una cuestión de género, sino de tomar medidas concretas que reviertan la desregularización de una economía donde el pez grande se come a los más chicos. Michelle dice que quiere vernos más contentos, y para eso, como regla general, lo único que se necesita es actuar buscando para el otro lo que deseamos para nosotros mismos.
Para terminar, lo que dijo Chávez: «Bolivia tiene gas en abundancia, Perú tiene un tercer nivel, pero Venezuela posee las reservas más grandes del continente. Hay gas para Chile y toda sudamérica. Hay gas para casi 200 años. Nosotros estamos muy interesados, ya lo habíamos hablado con Lagos y ahora vamos a hablarlo con la presidenta».
Más claro, Michelle, echarle agua.